Que no haya pedazo de
desierto
donde no me busques,
ni pedazo de mar, ni de montaña,
que no haya camino, ladera, ni playa,
ni bosques, ni altura,
donde no me busques,
ni pedazo de mar, ni de montaña,
que no haya camino, ladera, ni playa,
ni bosques, ni altura,
porque puedo estar en
cualquier pliegue de la patria,
desgarrado y a la espera…
Graciela Bruzzone.
Graciela Bruzzone.
En las tardes calurosas de
verano, Hernán Manríquez dejaba su oficina en la “Anglo” (hoy Soquimich),
regresaba a casa manejando la “citrola” color burdeo, se ponía traje de baño y
ritualmente llevaba a nadar a su perro boxer, el “King”, a la playa, para luego
volver a manguerearlo con agua dulce en el patio de la casa. Después paseaba por
Tocopilla de punta a punta en la “citrola” con el “King” de copiloto sentado a
su lado, el perro se entretenía mirando hacia afuera como todo un señor. Si nos
divisaba, el tío Hernán nos saludaba gritándonos ¡Las Pochitas!, a lo que mi hermana y yo respondíamos ¡Tío
Negro!
El tío “Negro” Manríquez fue
siempre un hombre bueno, amistoso, deportista y amable, querendón de su familia
y de sus dos hijos, Patricia y Miguel. Estuvo casado toda la vida con Adela
Díaz, profesora de la entonces Escuela de Niñas Nº 3, rubia, alta, de ojos verdes
y voz gruesa de fumadora, que pasaba sus horas de descanso con un tejido entre
las manos. Muchas veces llegaban a nuestra casa a tomar el té o cenar y
conversar y, de paso, a ponernos en orden a mi hermana y a mí. La tía Adela era
quien aprovechaba de llamarnos a terreno con su vozarrón impenitente de
profesora. Hernán y Adela eran nuestros grandes amigos y estaban con mi familia
en las duras y las maduras.
El golpe de estado de 1973 acabó
con esas rutinas de pueblo chico nítidamente grabadas en mi memoria y destrozó
esos espacios de amistad y tertulias en los que entre todos en Tocopilla construíamos
comunidad. Y si en todo y para todos se hizo sombra, destrucción, miedo y
muerte, los Manríquez - Díaz fueron asolados… y destrozados.
Luego del 11 de Septiembre de
1973 su hija Patricia, periodista de la Universidad del Norte y militante socialista se
sumergió en la clandestinidad en Santiago, buscó asilo y partió a un exilio sin
retorno a Alemania. Miguel tuvo un destino más trágico aun. Profesor de
Educación Física y militante socialista, hizo parte del GAP, estuvo cerca y
protegió al presidente Allende durante un par de años. Enamorado, decidió
casarse y rápidamente Silvia, su mujer, quedó embarazada. El 4 de Septiembre de
1973 nació su primogénito y apenas una semana después ocurrió el golpe militar.
Para entonces, Miguel trabajaba en la fábrica de cemento, INACESA, de
Antofagasta, y decidió entregarse voluntariamente en la Intendencia Regional ,
curiosamente lo dejaron ir, pero esa misma madrugada, la del 24 de Septiembre
de 1973, su casa fue allanada y Miguel fue hecho prisionero. El tío “Negro” y
la tía Adela viajaron de inmediato a Antofagasta a interceder por su hijo, sin
embargo no lograron verlo porque Miguel estuvo siempre incomunicado.
En la cárcel de Antofagasta, Miguel
se encontró con un puñado de presos políticos y rostros amigos. Habían sido trasladados desde Tocopilla a la
capital regional para ser sometidos a Consejos de Guerra.
La suerte de Miguel Manríquez
Díaz - a sus 24 años de edad - estaba echada.
La comitiva de la Caravana de la Muerte , a cargo del General
Sergio Arellano Stark pisó suelo antofagastino, sacó de la cárcel a un grupo de
14 prisioneros, la mayoría tocopillanos, entre ellos a Miguel Manríquez Díaz,
trasladándolos durante la noche del 18 de Octubre de 1973 a la Quebrada del Way, al sur
de Antofagasta, donde los acribillaron a balazos y fueron rematados a
“corvazos”. Sus cuerpos destrozados y sin vida fueron dejados en la Morgue del Hospital
Regional donde los entregaron a sus familias. Así fue que la tía Adela Díaz y
el tío Hernán Manríquez recibieron el
cuerpo de Miguel y desde ese momento la vida para ellos dio un giro definitivo
hacia el sin sentido.
Aun así y sin bastarle a las
autoridades militares y civiles de la época el dolor devastador de esa familia tras
el crimen de Miguel, el tío Hernán fue falsamente acusado y estuvo preso por
varios meses en la cárcel de Tocopilla, salvando providencialmente de la muerte.
A comienzos de la década de
los 90 la tía Adela murió en Santiago a causa de una enfermedad pulmonar. Nunca
halló consuelo tras la muerte de Miguel. No volvió a dormir tranquila pues la ausencia
de su hijo le produjo un insomnio que le duró el resto de sus días.
El tío Hernán, por su parte,
fue encontrado muerto el año 2000 en su departamento de las Torres de San Borja,
aquí, en Santiago. Una semana antes, me llamó por teléfono porque estaba
enfermo y tenía un tirón en el cuello que casi no lo dejaba moverse. Le llevé
un ungüento que me encargó y como presintiendo que no nos volveríamos a ver, me
entregó una carpeta con copias de las acciones legales que había iniciado desde
que mataron a Miguel, junto a algunos recortes de prensa. Nos sentamos un rato
y silenciosamente le rodaron lágrimas por sus mejillas morenas. Me lo dijo
muchas veces: su peor sensación era la impotencia por la falta de justicia en
el caso de Miguel.
Han pasado casi 37 años desde
que Miguel Manríquez Díaz - junto a otros 13 prisioneros políticos- fue
asesinado a tiros, vendado, con las manos amarradas con alambres y rematado con
cortes de corvo. Y recién ayer la justicia chilena dejó detenido al General de
Ejército (r) Gonzalo Santelices Cuevas y a los oficiales (r) Pablo Martínez
Latorre y Patricio Ferrer, por la responsabilidad que les cabe en el capítulo
Antofagasta de la Caravana de la Muerte
Los restos de Adela Díaz y Hernán
Manríquez descansan en el cementerio de La Ligua.
Y yo, hasta hoy, no dejo de
pensar en aquellos años felices de fines de los ´60 del siglo pasado, los calurosos
veranos de Tocopilla, la sonrisa del tío “Negro”, sin camisa y en traje de baño
manejando su “citrola” color burdeo, paseando en compañía de su perro el “King”
y gritándonos, a modo de saludo, ¡Las Pochitas!,
Graciela Bruzzone Pizarro
Madrugada del día martes 21 de Abril de 2010, Santiago de Chile (otoño, y a más de 1.500 kilómetros
al sur de Tocopilla)
Te felicito por este testimonio. Conocí a Miguel y debe haber sido muy doloroso para sus padres y familia.
ResponderEliminarEl "Negro" Manriquez y la Tia Adela, Miguel y Patricia....Cuantos años de nuestra pueblerina y fraterna vida cotidiana fueron compartidos de buena forma con ellos. Un recuerdo eterno para cada uno. Bonito tu homenaje Pochi....Pepe Caceres
ResponderEliminarDespués de haber vivido 15 años en Tocopilla y habiendo sido alumna de la Srta. Adela,como cariñosamente le decíamos en la Escuela 3,conozco muy bien la historia y te aseguro que no es tan dramática y romántica como
ResponderEliminarla cuentas. Hasta cuándo mienten e inventan historias melodramáticas jugando con los sentimientos de las personas que se creen sus mentiras? No tengo idea quien eres y nunca te conocí. Secuaz de la Patricia Verdugo y sus zarpazos?
Perder un hijo no es terrible? Que clase de mujer eres vida comí quedó el cuerpo de Miguel .No sabes nada .Te perdono......
EliminarEstimada Graciela,
ResponderEliminarHoy miércoles 01.03.17, gracias a tu testimonio recuerdo a mi familia, donde con mucho dolor me doy cuenta de los terribles momentos que vivimos en 1973.
Gracias por tus hermoso recuento de como eran mis queridos Tíos y el eterno recuerdo de mi querido primo que en Paz descanse.
Reconozco que mi accionar no fue el que las circunstancias ameritaban en su época, donde hoy reconozco mi error, del cual estoy profundamente arrepentido y espero tener el perdón de ellos, por no haber sido mas consecuente de los hechos acontecidos.
Gracias por recordamelo y pido a ellos ser personado, por no haber sido mas efectivo en mi actuar.