“¿Hacia dónde va esta sociedad?, pregunta inevitable en esos días de
vértigo histórico, obligaba, o al menos permitía, la complementaria: ¿En qué
consiste esta sociedad? En fin, es a través de esta pregunta, que quiere servir
a la anterior, por donde puede encontrarse en todo su contexto la cuestión que
funda la sociología: ¿En qué consisten las sociedades humanas?”
(Canales, 2012:13)
(Canales, 2012:13)
Presentación
Me gustaría compartir con ustedes el siguiente trabajo, fruto de un esfuerzo personal realizado de manera sostenida durante 2013 y la primera mitad de 2014. La idea fue realizar una breve introducción a la sociología como disciplina tanto para quienes se empiezan a formar en ella como para aquellas personas que se interesen en entender de modo general, de qué se habla cuando se la menciona. Evidentemente no es un manual exhaustivo ni mucho menos; evidentemente goza de ciertas deficiencias y carencias debido a mi escasa experiencia en el rubro. Sin embargo, creo que puede servir como una breve introducción que principalmente busca estimular la reflexión del tipo que Wright Mills definió como la "Mirada Sociológica". La idea es abrir preguntas y cuestionamientos, más que cerrarlos.
Quienes se interesen por tener la versión digital original, pueden hacer clic acá.
Elaboré el
presente trabajo, en un primer momento, como un
registro escrito del curso “Sociología” -
dictado en el primer semestre de la carrera de sociología de la
Universidad de Chile - que facilite a los estudiantes el acceso a sus contenidos;
aquí encontrarán desarrollados los temas fundamentales a tratar, con
referencias claras a las bibliografías obligatorias, con ejemplos concretos,
etc. En la misma perspectiva, pero de manera más específica, este texto busca
posicionarse como un recurso introductorio a la disciplina, que permita a los
estudiantes, además, comprender con coherencia otros ramos de la carrera, tanto
aquéllos de desarrollo teórico específico, como
los enfocados al desarrollo de competencias metodológicas para la investigación
de la realidad social.
En una segunda instancia,
y como objetivo general, pretendo que pueda ser útil a cualquier persona
interesada en la sociología, y que por tanto busque en ella una respuesta a la
pregunta que dará inicio a la presente reflexión.
Con todo, hay un
par de puntos que me gustaría dejar aclarados. En primer lugar, no pretendo que
este material sea considerado como un tratado de teoría sociológica ni una
historia detallada de la sociología como disciplina; el objetivo es otro: su
orientación es eminentemente pedagógica. Podría criticarse que las referencias
a los autores clásicos de la
sociología, no se profundizan, que no se ahonda lo suficiente en los
antecedentes intelectuales y en las elaboraciones teóricas que ellos
desarrollaron; asimismo podría decirse que faltaría mayor minuciosidad para
realizar una revisión histórica de lo que ha sido la sociología como
disciplina. Sin embargo, las referencias a ambos temas no constituyen un fin en
sí mismo, sino más bien a resaltar ciertos aspectos que considero importantes
para la construcción de lo que aquí llamamos una mirada sociológica.
Por otro lado,
debo reconocer que intencionalmente no me he ajustado a algunas exigencias
formales que generalmente se siguen: las referencias a los autores son
reiteradas; incluso cuando podría haberse sintetizado mucho más una idea,
preferí incluir una referencia explícita, por extensa que fuera, lo cual tiene
un objetivo: ayudar a relacionar de manera directa la reflexión que aquí se
propone con el material bibliográfico que debe encarar un estudiante de
sociología en primer año, bajo el supuesto de que este trabajo analítico es una
práctica que no se desarrolla de manera mecánica y que constituye una habilidad
fundamental para la capacidad reflexiva.
Otro elemento
que me gustaría aclarar es que – como se dará cuenta el lector – este trabajo
no presenta un cierre, por un motivo bastante evidente: mi condición de
estudiante de tercer año de la carrera. Hay una serie de elementos que, a pesar
de dejarlos planteados, entiendo que no tengo aún, las herramientas suficientes
para poder desarrollar.
En relación a lo
anterior, en la introducción planteo como una cuarta dimensión constitutiva de la mirada sociológica – además de aquellas referidas a la estructura
social, la acción social y las instituciones sociales y representaciones
colectivas, respectivamente - el ámbito de la comunicación; sin embargo, no me fue
posible desarrollar tal área porque a la fecha, recién he comenzado a
estudiarla. De la misma forma, la unidad tres debiera ofrecer ejemplos reales
sobre reflexiones sociológicas que encuentran su punto de partida en la
observación y análisis de la realidad concreta, sin embargo, debido a mi
inexperiencia en procesos de investigación sociológica formal, he preferido
dejarlo como un trabajo pendiente. Lo mismo sucede con el trío de preguntas
planteadas en la introducción, que apuntan a reflexionar sobre las perspectivas
políticas que puede alcanzar la actividad sociológica: estimo que mi
experiencia como estudiante no es suficiente como para aventurar una respuesta
con fundamento sólido; es así que prefiero dejarlas solamente enunciadas.
Si lo que aquí
propongo presenta tantos vacíos ¿por qué entonces compartirlo? Bueno, creo que
a pesar de sus limitaciones, las reflexiones que aquí apunto son necesarias y
encuentran su valor en que precisamente emanan de una serie de preocupaciones
que se han despertado en mí durante los primeros años en la carrera. El hecho
de que no se presente ninguna conclusión o cierre para la reflexión sólo reafirma el carácter inconcluso de la
misma y constituye un recordatorio de que – en algún momento – debe ser retomada.
En ningún caso pretendo presentar un tratado sobre sociología, ni menos una verdad acabada sobre la disciplina; es,
más bien, un ejercicio abierto, que busca constituirse en constante revisión y
discusión.
No vaya a ser
que algún día resolvamos todas nuestras inquietudes y no nos quede nada más por
hacer.
Ñuñoa, Junio de 2014.
Introducción: la pregunta
fundamental
La pregunta ¿qué
es la sociología? no debiera dejar indiferente a ninguna persona que de una u
otra forma esté involucrada o interesada en la disciplina; para aquellos que
recién incursionan en ella, para quienes están en los primeros años formativos,
la pregunta aquí planteada debiera ser de una importancia capital, y sobre
todo, orientadora de su quehacer intelectual.
Y es que no es
una pregunta trivial la cuestión por la sociología y tampoco es una
interrogante fácil de responder, por cuanto la misma disciplina se encuentra en
un constante devenir, tanto así como su objeto de estudio: la sociedad. Uno de
los principales obstáculos que
encontraremos al intentar responderla, es que no existe una respuesta unívoca.
Esta característica que podría resultar desalentadora, se planteará en el
siguiente texto como una de las principales (y apasionantes) virtudes de este
quehacer, pues proporciona un potencial
analítico para la investigación social, podría decirse, inagotable.
En el intento
por responder a nuestra pregunta inicial, hemos encontrado varias líneas de
trabajo que deberán ser encaradas – y
relacionadas - para entregar una idea de qué es lo que podríamos entender por sociología; a modo de síntesis se
dejarán planteadas en esta introducción, para profundizar en ellas, en el
desarrollo de este texto.
En primer lugar,
es necesario comprender que para lograr aprehender las diferentes
“manifestaciones” de la sociología, hay que tener claro que, si bien todas
ellas se dedican a estudiar la “sociedad”, cada una la define de un modo
diferente. Cada perspectiva sociológica posee una definición propia de qué es
la sociedad, lo que explica la imposibilidad de una respuesta unívoca a la
pregunta planteada. Cada enfoque presenta, una ontología (definición de aquello
que se investiga), una epistemología (una manera particular de relación entre
aquél que investiga y aquello investigado) y una metodología (o forma de
aprehender lo investigado), peculiares.
En segundo
lugar, es preciso destacar que la característica recién expuesta no responde a
algo arbitrario, o aleatorio; responde más bien a factores socio-histórico-culturales
y a los intereses específicos presentes en esos escenarios, o, por decirlo de otra forma, al “contexto de
producción” desde donde se elabora cada perspectiva sociológica[3].
Por lo mismo, nunca hay que dejar de observar ese contexto al momento de dar
respuesta a la pregunta ¿qué es la sociología? Así, para la presente reflexión,
reviste crucial importancia responder tres preguntas que tienen directa relación
con el contexto de desarrollo de nuestra disciplina, a saber: ¿Cuál es el
origen y devenir histórico general de la sociología?, ¿Cómo se ha desarrollado
la disciplina en América Latina? y ¿Cómo se ha desarrollado la sociología en
Chile?
En tercer lugar,
enfatizaremos que el punto de partida de cualquier reflexión sociológica, se
juega en la realidad concreta, en el medio donde se encuentra inmersa la
socióloga o el sociólogo. Plantearemos (sobre todo para quien se inicia en este
oficio) que el análisis sociológico de la realidad cotidiana constituye una
habilidad fundamental; es en nuestra actividad del día a día, donde podemos
palpar aquella entidad denominada “sociedad”, y es precisamente allí, donde
nuestra “mirada sociológica” puede entrenarse. También afirmaremos que es la
realidad concreta la que deberá orientar cualquier reflexión o análisis con
intención sociológica; no resulta útil la importación mecánica de teorías
sociales aplicadas de manera forzada a una realidad particular y concreta.
En cuarto lugar, presentamos el siguiente esquema que permitirá introducirnos en las corrientes
del pensamiento sociológico que se configuran como las principales formas de
comprensión de la realidad social y, por tanto, como fundamentales para el
análisis e investigación de la misma[4].
Considerando los cuatro aspectos ya señalados, intentaremos entregar una respuesta a la pregunta que dio inicio a nuestra reflexión.
Esquema 1. Las perspectivas constitutivas de
una mirada sociológica
Cabe precisar
que el esquema propuesto[5]
se articula a partir de conceptos que aquí trabajamos como los centrales de
cuatro grandes maneras de comprender,[6]
y por tanto de acercarnos al estudio de la sociedad. Asimismo, hemos puesto al centro
del esquema al concepto “relaciones
sociales” pues – como se verá más adelante – será nuestro concepto central,
para el estudio de la realidad social.
Con los
planteamientos que ya hemos realizado, nos acercamos al objetivo que persigue
el presente trabajo: contribuir al desarrollo de aquello que hemos llamado
“mirada sociológica”. Mediante la respuesta a la pregunta ¿qué es la
sociología? habremos logrado comprender que el estudio de la sociedad no es
ajeno a su contexto de producción - al contrario - y que es por ello que
contamos con diferentes perspectivas de análisis que configuran el lente
específico del oficio del sociólogo o socióloga. Siguiendo con esta línea
argumentativa, podremos explayarnos en la caracterización de cada una de las
perspectivas o enfoques de análisis – estructura social, representaciones e
instituciones colectivas, acción social y procesos comunicativos - poniendo especial énfasis en el potencial
analítico que cada uno de estos enfoques reviste para la disciplina, llevando a
cabo también el ejercicio de emplearlos, mediante ejemplos sencillos y reales,
para de esta forma dar cuenta de su utilidad en la comprensión de la realidad
social.
En quinto lugar,
será necesario dar cabida a una tríada de preguntas, a saber: ¿por qué, para
qué y para quién producimos conocimiento sociológico? La reflexión en torno a
estas preguntas apunta a que seamos capaces de observar de manera crítica el
rol del investigador - del sociólogo o socióloga (nosotros mismos) - respecto a
su (nuestro) contexto social e histórico, enfatizando que nuestra disciplina no
se desenvuelve en un ambiente aséptico, ni de laboratorio, sino que está
inmersa y tensionada por la misma
realidad social que intenta desentrañar.
Planteada
nuestra hoja de ruta, en las páginas siguientes buscaremos ir respondiendo de
la manera más sencilla posible, las interrogantes aquí planteadas.
El lector irá
encontrando a lo largo del texto referencias explícitas a algunos textos que
constituyen un material, si bien prescindible para el aficionado, fundamental
para el estudiante de esta disciplina. El listado de textos que respaldan esta
reflexión, se encontrará al final del texto, en un índice ordenado por unidad
temática. Al tratarse por lo general de materiales extensos, se apuntará con
precisión las páginas o capítulos imprescindibles para profundizar los temas
particulares puestos en discusión.
Con el objetivo
de poder ejercitar nuestra “mirada sociológica” buscaremos introducir en la
argumentación ejemplos simples donde se pongan en juego los prismas analíticos
que iremos exponiendo; si bien en esta disciplina se encontrará un amplio
desarrollo teórico de la más diversa índole, no debemos olvidar que una teoría
que no se acerca de manera concreta a la realidad que busca comprender, es una
teoría que pierde todo su potencial heurístico.
1. La sociología es el “estudio de la
sociedad” pero… ¿qué es la sociedad?
Para avanzar en
las posibles respuestas a la pregunta ¿qué es la sociología? debemos intentar
dar cuenta de la imposibilidad de encontrar una respuesta unívoca[7].
Aunque para algunos este fenómeno puede resultar decepcionante, e incluso
inentendible, podemos afirmar, en un primer momento que, al desarrollarse esta
reflexión, se irá mostrando cómo esta suerte de “indeterminación” que padece la
sociología, es precisamente la característica que le otorga mayor riqueza.
Al preguntarnos
por la sociología, la primera respuesta que podríamos dar, solamente por
deducción etimológica del término, es que la sociología es el estudio de la
“sociedad”. Sin duda aquí encontramos la primera dificultad, ya que esta
pregunta nos conduce necesariamente a la siguiente: Si la sociología es el
estudio de la sociedad, ¿qué es,
entonces, la sociedad? ¿Es la suma de individuos aislados? ¿Es una
entidad que se encuentra por sobre todos nosotros regida por leyes propias?
¿Dónde podemos observarla? ¿Cómo definimos cuando (y cuando no) un fenómeno
puede ser catalogado como un “fenómeno social”?
El planteamiento
de estas preguntas ha ido encontrando a lo largo del devenir histórico de la sociología,
diferentes respuestas. De manera sumaria, podemos afirmar que cada gran línea
de análisis de la sociedad ha planteado diferentes concepciones de ella; si
bien en esta reflexión no profundizaremos en las siguientes definiciones,
podemos decir que, cada gran enfoque sociológico presenta tres componentes
importantes:
I. Una ontología
que le es particular; cada perspectiva ha definido a la sociedad (aquello
que estudia) de una manera particular. Es decir, dependiendo del foco que se
enfatiza para analizar los fenómenos sociales, es que han surgido diferentes
maneras de definir el concepto de sociedad.
La
pregunta ¿qué es la sociedad? Supone (al responderla) un planteamiento
ontológico, en el que se defina qué es lo que se entenderá por sociedad[8],
cuáles son sus características históricamente dadas.
II.
Una epistemología
que le es particular. Si ya se ha definido qué es la sociedad, esa definición supondrá entonces una manera
particular de relación entre quién investiga y aquello estudiado. Desde este
plano de análisis se desprenden preguntas como: ¿es posible un conocimiento
“objetivo” desligado de consideraciones subjetivas? ¿debe quien investiga
imbricar en el análisis de la sociedad sus motivaciones y experiencias
personales? ¿es posible estudiar la sociedad para transformarla? ¿al estudiar
la sociedad, de qué manera puede ser afectada por quien investiga? ¿Cómo
afecta, el estudio de la sociedad, al investigador o investigadora que es parte
de ella?
III.
Una metodología
que le es particular. Luego de definir la sociedad y establecer la manera
en cómo quien investiga se relaciona con ella, llega el momento de la
investigación práctica, donde debe definirse cómo se estudiará aquella sociedad
cuyas características ya se han expuesto. Es frecuente confundir la metodología con las técnicas de investigación; es preciso señalar que la manera en como
aquí entenderemos este término, refiere a consideraciones más generales. SI
bien en este apartado puede no quedar resuelta esta distinción, cuando hagamos
referencia en los distintos enfoques sociológicos a conceptos como
“materialismo histórico”, “hecho social” o “tipo ideal” es de esperar que las
dudas vayan quedando zanjadas.
Puede que
hayamos desarrollado una dinámica un tanto mecánica en el curso de esta
exposición (en cuanto a las definiciones ontológicas, epistemológicas y
metodológicas), por lo que es necesario destacar que en la práctica y en
general, no opera estrictamente de esta manera; al momento de abordar el
estudio de los textos que hemos apuntado, hay que tener presente que los
autores no construyen de esta forma sus planteamientos; los conceptos empleados
son más bien categorías que representan niveles de análisis, que con un propósito más bien pedagógico, se
han expuesto de esta manera, ya que resultan analíticamente imprescindibles a
la hora del estudio formal de la disciplina.
Ahora bien,
¿cómo entender que existan tamañas diferencias entre cada perspectiva
sociológica y que, aún así, podamos seguir hablando de una sociología como si se tratara de una disciplina fácilmente
definible? Según lo recién planteado, ni siquiera podemos afirmar que cada
perspectiva de análisis estudie los mismos fenómenos[9].
Es por ello que, “la Sociología, con razón, ha sido considerada en más de una
ocasión como una disciplina generalizadora que abarca, dentro de su objeto,
desde las manifestaciones más globales (macrosociales) de la estructura social
hasta los niveles de las relaciones sociales más elementales (microsociales)
que se dan en dicha estructura” (Atria, Lemaitre, 1983:28).
Para otorgar una
solución temporal a este conflicto que haga posible continuar de manera
coherente con la reflexión, podemos plantear, en un sentido más bien genérico,
que la sociología se ocupa del estudio de las relaciones entre los seres
humanos; relaciones de todo tipo (económicas, políticas, religiosas,
culturales, etc.) cuya configuración específica está determinada porque, según
sus características históricas específicas, constituyen grupos humanos con
dinámicas y elementos identificables, singulares, en definitiva .
Para respaldar
esta definición general, haremos referencia a la argumentación desarrollada por
Adorno en su Introducción a la
Sociología: “(…) el concepto de sociedad es un concepto que denota una
relación entre seres humanos. Considerando esta relación como una ‘realidad de
segundo grado’, se pasa por alto que la sociedad se compone siempre de
individuos, y que su concepto, sin los individuos de los que se compone y entre
los cuales rige esa relación, resulta tan sin sentido y absurdo como cuando,
desde el otro lado se considera que la sociedad sólo es algo reducible a
individuos aislados, y que fuera de los individuos nada tiene significación
(…)”; podemos precisar, por tanto, que la sociedad “no es la mera suma o
aglomeración (o como lo quieran llamar) de individuos (…) Se realiza a través
de los individuos pero, en tanto relación, no puede reducirse a ellos; y, por
otro lado, tampoco puede ser concebido como un concepto superior puro existente
en sí.” (Adorno, 2006:56-57).
Es así, que el
interés propio de esta disciplina está puesto en las relaciones sociales; la sociología, como disciplina que estudia la
‘sociedad’, analiza concretamente las ‘relaciones sociales’ históricamente
situadas. Ahora bien, luego de esta aproximación sumaria al ámbito de trabajo
de la sociología podemos preguntarnos: ¿cuáles son, entonces, las relaciones
sociales que aborda – específicamente – la sociología? Una vez más, ante una
pregunta de este tipo, no existe una respuesta única.
Para resolver
este impedimento aparente, es necesario hacer hincapié en el importante nexo
entre la sociología y la historiografía. En ningún análisis sociológico puede
ser olvidado el contexto histórico en el que se desenvuelven las sociedades, es
éste el que explica cómo una sociedad ha llegado a ser aquello que es y a la
vez explica que no sea posible dar una respuesta unívoca a las preguntas
formuladas anteriormente porque, si la sociedad cambia en el tiempo, cualquier
tentativa de definición inmutable es de suyo limitada.
A este respecto,
nos es útil la argumentación que el profesor Manuel Canales desarrolla en la
introducción[10]
del texto Sociología. Introducción a los
clásicos, específicamente cuando plantea que, en “las ciencias sociales,
(…) las preguntas las pone la sociedad, la que investiga y la que se investiga; una investigación de la sociedad, como objeto, pero también como la (sujeto) que observa. (…) No hay,
entonces, una ciencia de lo social en
general que no sea la ciencia de las preguntas/dilemas que cada vez se formula
una sociedad determinada y las respuestas que podrían producirse.” (Canales,
2012:10).
Dada la
importancia del contexto histórico en que se produce el conocimiento
sociológico, podemos entonces entender la variedad de respuestas y perspectivas
de las que se nutre la disciplina como tal.
En el siguiente apartado se proporcionarán nociones generales sobre el
devenir histórico de la disciplina. Consideramos este ejercicio como la mejor
forma de dar cuenta de lo que ha sido y, por tanto, lo que actualmente
es,
la sociología.
2. La importancia del “contexto de
producción”: Caracterización histórica del desarrollo de la sociología.
Como se ha ido
desarrollando en el transcurso de este trabajo, el hecho de que no exista una
definición unívoca en torno a la disciplina no responde a un carácter caótico o
arbitrario de la misma, sino más bien a factores histórico sociales en estrecha
relación con el conocimiento elaborado por la sociología[11].
Es por ello que en las siguientes líneas haremos una revisión histórica
(podríamos decir, sumaria) de lo que ha sido la sociología como disciplina,
desde sus orígenes europeos, pasando por su surgimiento en América Latina y su
desarrollo en el escenario nacional.
Es pertinente,
entonces, ahondar en la época en que se originan y comienzan a
institucionalizarse las diferentes disciplinas que hoy abarcamos con el nombre
de “Ciencias Sociales”.
En la Europa del
siglo XVIII venían gestándose grandes cambios sociales que encuentran su
expresión paradigmática en la Revolución Industrial y la Revolución Francesa.
Estos fenómenos tendrían consecuencias trascendentales para las sociedades
feudales europeas, pues producirían cambios radicales en todos los aspectos del
modo de vida hasta entonces conocido (que podríamos definir como tradicional).
Las puertas de la modernidad se abren de la mano de procesos como el
crecimiento demográfico, la migración campo-ciudad, el nacimiento del estilo de
vida urbano, el auge del comercio, los avance técnicos en los modos de
producción de la vida material, el surgimiento de los estados nacionales, el
desarrollo del capitalismo industrial y de la economía global moderna.
Si bien no cabe
dentro de los objetivos de esta reflexión
la descripción detallada de cada uno de estos fenómenos, para comprender
la razón de ser de una disciplina como la sociología, y de las ciencias
sociales en general, estos elementos deben ser tomados en cuenta. No es sino en
el intento de comprensión de estas realidades históricas, donde emergen y
cobran sentido estas disciplinas[12].
En algunos
países europeos, como Gran Bretaña y Francia, el efecto producido por estos
cambios históricos fue inmenso. De alguna forma, al propiciar desde lo político
un quiebre radical con el orden tradicional, “la Revolución Francesa impuso
cierta clarificación del debate. La presión por la transformación política y
social había adquirido una urgencia y una legitimidad que ya no resultaba fácil
contener mediante la simple proclamación de teorías sobre un supuesto orden
natural de la vida social. En cambio, muchos – sin duda con esperanzas de
limitarlo – sostenían que la solución consistía más bien en organizar y
racionalizar el cambio social que ahora parecía inevitable en un mundo en el
que la soberanía del ‘pueblo’ iba rápidamente convirtiéndose en la norma. Pero
para organizar y racionalizar el cambio
social primero era necesario estudiarlo y comprender las reglas que lo
gobernaban. No sólo había espacio para lo que hemos llegado a llamar ciencia
social, sino que había una profunda necesidad social de ella. Además, parecía
coherente que si se intentaba organizar un nuevo orden social sobre una base
estable, cuanto más exacta (o ‘positiva’) fuese la ciencia, tanto mejor sería
lo demás.” (Wallerstein, 2006:10-11) Las ciencias sociales entonces, surgen con
la necesidad de comprender estos fenómenos de cambio social, distanciándose de
interpretaciones anteriores, mucho más ligadas a la filosofía, sin una base
empírica estable; en este sentido (y en muchos otros que aquí no llegaremos a
desarrollar) las ciencias sociales, y la sociología, son hijas de la
modernidad.
En esta
perspectiva podemos decir que la sociología es aquella ciencia que se ocupa del
estudio de las relaciones sociales, tanto como de los cambios que, de manera
histórica, experimentan las sociedades. Desde sus inicios como disciplina
científica se aprecia claramente la intención por “procurar una explicación de
los fenómenos de cambio y transformación social que estaban ocurriendo en las
sociedades europeas. Las grandes transformaciones que marcaron el despuntar de
la revolución industrial a mediados del siglo XVIII, y de modo muy especial el
surgimiento y la consolidación del capitalismo en cuanto forma de organización
social, fueron temas que atrajeron profundamente la reflexión de los primeros
sociólogos. El pensamiento sociológico europeo occidental de fines del siglo
XVIII y de todo el transcurso del siglo XIX está construido en torno a la
búsqueda de explicación científica de los procesos de cambio que usualmente se
resumen bajo los conceptos de revolución industrial y organización capitalista”[13]
(Atria, Lemaitre, 1983:28).
A partir de lo
desarrollado hasta aquí, podemos afirmar que la orientación de cada perspectiva
sociológica dependerá, en gran medida, de la sociedad en particular que
estudia, y ésta a su vez, dependerá de manera importante, de su propio devenir
histórico. Con esto se reafirma el planteamiento de que la sociología como
disciplina, aquella sociología que hoy conocemos, aquélla en la que nos
desenvolvemos, encuentra una explicación en su propio devenir histórico, a la
vez que este decurso se explica por el contexto histórico-social en el cual se
ha desenvuelto. En buena medida, las características que ha ido tomando la
disciplina – los fenómenos en los que se ha enfocado, las perspectivas teóricas
que han predominado, las diferentes formas de investigación que se han
desarrollado - están profundamente imbricadas con el entorno histórico
(económico, político y social) que se configura como el ‘telón de fondo’ del
quehacer sociológico.
Por lo mismo,
antes de entrar al detalle del desarrollo de la sociología en Chile, cobra
particular importancia la revisión sucinta de algunas de las principales
características del contexto latinoamericano, del que Chile hace parte.
Siguiendo la
argumentación de Rolando Franco, podemos plantear que, en América Latina, las
Ciencias Sociales y, “sobre todo la Sociología, tienen una larga historia. Ya
en 1877 se había creado en Caracas, el Instituto de Ciencias Sociales; desde
1882 funcionó una cátedra de Sociología en la Universidad de Bogotá; en 1890
[otra] en Buenos Aires. En todas las escuelas de derecho, después de 1910,
existían cursos de Introducción a la sociología” (Franco, 2007:11-12);
asistimos entonces a un preliminar desarrollo de las Ciencias Sociales en esta
parte del mundo, ya desde finales del siglo XIX.
Durante el transcurso del siglo XX, la evolución de las ciencias sociales en América Latina, está marcada por una confluencia de factores históricos que favorecieron su evolución institucional, su profesionalización y la posibilidad de que su quehacer fuera demandado socialmente. De manera sucinta podemos decir que los principales elementos que estimularon el desarrollo de las ciencias sociales en América Latina, durante el siglo XX, fueron: la presencia de organismos internacionales que estimulaban el trabajo de estas disciplinas, la situación política regional, marcada por el nacional desarrollismo, que permitía emplear el conocimiento construido en esta área, como también la acción de individuos audaces y creativos que, con sus esfuerzos personales, hicieron de las Ciencias Sociales un área del conocimiento humano que tuvo efectivamente algo que decir en los períodos de mayor efervescencia y cambio social en el cono sur.[14]
Diversos autores
(Baño, 2012; Franco, 2007; Garretón, 2005) coinciden en que, hacia los años 50,
los exponentes de la disciplina que habían predominado en los espacios
académicos de la región eran aquellos denominados tradicionalistas,
‘pensadores’ en un primer momento, ‘sociólogos de cátedra’ luego. Estos primeros exponentes de la disciplina se
caracterizaban por utilizar el ensayo como herramienta elemental de su quehacer
académico en el cual, siguiendo teorías europeas, realizaban análisis más bien
teóricos sobre las sociedades locales, buscando con ello la reforma social. Los
‘sociólogos de cátedra’ tenían, generalmente, otra profesión, y realizaban de
manera secundaria actividades docentes en alguna ciencia social. Su enfoque era
más bien especulativo y su canal de comunicación por excelencia eran los libros
de texto, en formato de manuales, donde transmitían, de manera resumida las
obras y teorías de autores europeos.
Por otro lado
encontramos, un grupo emergente dentro de las ciencias sociales
latinoamericanas, aquellos denominados ‘renovadores’ que - desde mediados del
siglo XX - contribuyen a configurar una segunda etapa en el desarrollo de las
ciencias sociales, cuyo comienzo “suele datarse en la aparición de Sociología: teoría y técnica, de José
Medina Echeverría (1941). Sin embargo, el proceso de renovación de la
disciplina sólo adquirirá mayor dinámica una vez terminada la Segunda Guerra
Mundial y, más intensamente, durante la década de los 50, en la que tiene un
papel fundamental la obra de Gino Germani. [Es así que,] en torno a los autores
pioneros, se constituye rápidamente, una llamada ‘generación intermedia’
(Graciarena), que asume la tarea de difundir e implantar el proyecto renovador,
desplazando a los ‘sociólogos de cátedra’, a quienes se acusa de ‘filosóficos’
o ‘metafísicos’, meros repetidores de textos extranjeros, así como de
desconocer los aportes de la Sociología ‘moderna’, y de no investigar ni
reflexionar sobre sus propios países. Esta generación encarnó el esfuerzo por
modernizar la disciplina, para la cual busca apartar a sus predecesores de la
situación de preeminencia que ostentaban.” (Franco, 2007:16)
La impronta de aquéllos
que denominamos ‘renovadores’, pone énfasis sobre todo en la verificación
empírica de los postulados, así como en los métodos y técnicas de investigación
que contribuyeran a esta actividad. Por otra parte, el reconocimiento y
aceptación de los resultados de las investigaciones, iría generando y ampliando
un conocimiento objetivo, neutral desde la perspectiva de los valores, todo
esto asegurado por el carácter acumulativo del conocimiento científico.
Es en este
contexto, marcado por la tensión entre estos dos grupos y la pugna por ocupar
posiciones institucionales favorables para el desarrollo de sus proyectos
(pugna que fue muy fuerte en el ambiente chileno y argentino principalmente),
donde surge la FLACSO en el año 1957. Esta institución, patrocinada por la
UNESCO[15],
además de contribuir al desarrollo profesional de la disciplina y a la
producción de conocimiento en las Ciencias Sociales, significó un claro empuje
al segundo grupo que hemos mencionado[16],
fortaleciendo su consolidación en el ámbito académico latinoamericano.
Antes
de referirnos, en específico, al desarrollo de la sociología en Chile, debemos
recalcar que este tampoco será la excepción de aquello que propusimos al inicio
de este apartado, a saber: que las orientaciones que va tomando la sociología
como disciplina están fuertemente relacionadas con el contexto histórico en el
que se desenvuelve. “El caso de Chile, ciertamente, no tendría por qué ser
excepción a esa hipótesis, por lo cual es necesario entender el desarrollo de
la sociología en Chile en una relación muy estrecha con los procesos de cambio
social que más profundamente han marcado la historia del país.” (Atria,
Lemaitre, 1983:29) En base a la fecha de redacción del texto de Atria y
Lemaitre (1983), haremos coincidir la periodificación que ellos proponen con
aquella propuesta por el profesor Manuel Antonio Garretón (2005), en el
entendido de que su periodización, al abarcar un período de tiempo más amplio,
y al estar más distante temporalmente de los hechos, logra ser más detallada,
comprendiendo incluso diversos sub períodos, y proyectando los desafíos que
supone el desarrollo de la disciplina en el contexto actual.
Bajo
esta premisa, definiremos cuatro grandes períodos:
I.
Período
Formativo, o de institucionalización incipiente, que abarca la década del
50 y se extiende hasta el año 1960 aproximadamente.
II.
Período
de auge, profesionalización y consolidación de la docencia e investigación
en el contexto universitario: entre los años 1960 y 1973.
III.
Crisis,
desinstitucionalización y refundación de la disciplina, bajo la dictadura
cívico-militar, entre los años 1973 y 1989.
IV.
La
sociología en el período post dictadura cívico militar, desde el año 1990 a
la fecha.
El
primer período - coincidente con la
mencionada etapa de institucionalización y profesionalización de la disciplina
en Latinoamérica, se consolida con la creación de la FLACSO en el año
1957- se caracterizó por un marcado
contenido empírico que evidencia el influjo de las técnicas de investigación
provenientes de Estados Unidos que, después de la Segunda Guerra Mundial, se
erigiría como el principal núcleo de desarrollo de la investigación sociológica
en el mundo. Con este énfasis en el carácter científico de la disciplina, se
produce un distanciamiento de aquella línea de sociología académica más
tradicional, reconocida en los ‘sociólogos de cátedra’. A su vez, en este
período también se crean diversas escuelas de sociología: “el Instituto de
Investigaciones Sociológicas de la Universidad de Chile, dirigido por Eduardo
Hamuy, en 1951, FLACSO en 1957; la Escuela Latinoamericana de Sociología en
1958, la Escuela de Sociología de la Universidad de Chile en 1958 y la Escuela
de Sociología de la Universidad Católica en 1959.” (Atria, Lemaitre, 1983).
De esta forma,
se comienza a formar una base institucional que hizo posible desarrollar la
formación académica de la disciplina, fundamentalmente a nivel del pregrado. En
el ámbito de las orientaciones teóricas, este período se caracteriza por la
preeminencia de un “enfoque
funcionalista, con un marco analítico basado en la modernización y un concepto
límite de ‘desarrollo’”. (Garretón, 2005:6) No es de extrañar esta orientación
teórica, dada la hegemonía geopolítica que adquiere Estados Unidos luego de la
segunda Guerra Mundial, que lo consolidó como un polo de desarrollo de la
sociología de alcance mundial.
El
segundo período corresponde a la consolidación de la sociología como
institución en nuestro país, tanto en el ámbito universitario como fuera de él.
Es en este período cuando se crearon
diversos centros de estudios, tanto en las universidades del centro del país,
como en las provincias.[17]
La
consolidación de la institucionalidad formativa facilitó la formación
sistemática en la disciplina, lo que aseguró la reproducción de una masa crítica de profesionales. En
coherencia con este proceso, los egresados de institutos y escuelas de
sociología encontraban un mercado laboral en expansión, cuyos principales ejes
giraban en torno al Estado, las universidades, y en menor medida,
organizaciones sociales como sindicatos, cooperativas campesinas e
instituciones asociadas a la Iglesia Católica. (Garretón, 2005)
Continuando
con la tesis de que el contexto histórico de producción influye en las
orientaciones que toma el decurso del quehacer sociológico, es ilustrativo
señalar, siguiendo los planteamientos de Atria y Lemaitre, los principales
contenidos desarrollados por las sociólogas y sociólogos de la época: en primer
lugar, el dilema de la crisis integral, con sus dos caras, a saber: la
marginalidad social (cara interna), y la dependencia (cara externa); en segundo
lugar, la reforma universitaria, que transformó profundamente la visión que
existía de la relación entre la universidad y la realidad social,
específicamente lo referido al cambio social; en tercer lugar figuran los
procesos de movilización popular estrechamente ligados a la transformación
estructural - industrialización,
urbanización, reforma agraria y creciente participación electoral - que experimentaba la sociedad chilena,
posibilitaba el surgimiento de nuevas fuerzas y actores sociales que empujaban
por acentuar los profundos cambios que estaban ocurriendo.[18]
Esta orientación hacia los grandes problemas
nacionales, dio lugar a la formación de centros de estudios
interdisciplinarios, definidos por sus ámbitos o líneas de investigación en
torno a alguno de estos grandes temas, al interior de universidades y dependencias
estatales lo que “contribuyó
a disminuir el retraso existente en el desarrollo de la investigación empírica,
a la vez que configuró como principales temáticas de estudio, aquellas
relacionadas con el cambio social y desarrollo de las sociedades en América
Latina, priorizando a ésta como unidad fundamental de análisis y estudio.
En síntesis, producto de todos los fenómenos
sociales que se producían en nuestro país en este segundo período,
caracterizado como el ‘auge’ de la sociología, “el clima intelectual generado
en torno a la disciplina por la creciente necesidad de conocimiento sociológico
para orientar la acción social y que se manifestaba en todos los planos de la
actividad nacional, proporcionó un estímulo vigoroso para la investigación y un
rápido acercamiento de la sala de clases al taller de investigación.” (Atria,
Lemaitre, 1983:32) En el plano teórico, esta efervescencia social se expresó
mediante la preeminencia del marxismo estructural, orientación que se posicionó
en disputa frente al proyecto funcionalista que marcaba el período fundacional
anterior. Bajo la influencia de la Revolución Cubana y de la Vía Chilena al
Socialismo, el proyecto crítico le otorgó a la sociología una orientación latinoamericanizante que proponía un
enfoque integrado sobre la sociedad, desdibujando hasta cierto punto las
fronteras disciplinares. Así, podemos plantear que hacia 1967 se comenzó a
producir una “polarización
ideológica de la vida académica, vinculada al proceso político nacional que
culminará con el período del gobierno de Allende y de la Unidad Popular
(1970-1973). Se trata, así, de una profundización, radicalización y crisis
interna del modelo fundacional, en que las ciencias sociales, especialmente la
sociología, se transforman en una expresión -en el campo académico e
intelectual- de los procesos y luchas políticas del momento. No es que no
hubiera influencia y luchas ideológicas en el momento de fundación e
institucionalización de las ciencias sociales, de hecho las visiones marxistas
aparecen como respuesta a ellas, sino que ahora ellas se entrelazan más
directamente con los procesos políticos concretos”. (Garretón, 2005:8)
Para
cerrar este apartado referido a los dos primeros períodos del desarrollo de la
sociología en nuestro país, insistiremos en ciertos elementos importantes que
son expuestos en el texto citado de Atria y Lemaitre. Es preciso destacar una
serie de factores condicionantes para el desarrollo de la disciplina en nuestro
país en el periodo estudiado, a saber:
En
primer lugar, cabe destacar la existencia y acción de variados organismos
regionales[19]
que potenciaron de manera insoslayable el desarrollo de la investigación, la
docencia y la formación de profesionales y técnicos en el área de las Ciencias
Sociales. “Sin embargo, es preciso tener en cuenta que la presencia de
organismos internacionales como los indicados, también produjo algunos efectos
que, en una perspectiva de largo plazo, no necesariamente estimularon el
desarrollo institucional local (y por extensión, de las ciencias sociales) en
ciertas áreas determinadas.” (Atria y Lemaitre, 1983:34) La presencia de
CELADE, por ejemplo, provocó que la demografía no se desarrollara mayormente en
el ámbito universitario; otro caso puede verse con la presencia de la FLACSO
que, por el alto desarrollo en los estudios de post grado que implementó,
prácticamente inhibió iniciativas de este tipo en las universidades chilenas.
En
segundo lugar, la influencia que ejerció la
cooperación internacional; el financiamiento que proporcionó hizo posible
impulsar, a mediano plazo, líneas de investigación y programas docentes con
recursos suficientes y adecuados, que contribuyeron a fortalecer la disciplina
con objetivos de largo aliento.
En
tercer lugar, el contexto socio-político latinoamericano, marcado por
revoluciones (la cubana principalmente) y la nueva política de relaciones
internacionales entre Estados Unidos y América Latina, marcada por la Alianza
para el Progreso. Bajo el liderazgo estadounidense, los gobiernos locales se
comprometieron a llevar a cabo cambios político-sociales, impulsando procesos
de reforma en las más diversa áreas, siendo la educacional, la universitaria, y
la agraria las más influyentes y significativas en el devenir histórico de las
sociedades latinoamericanas. Como ya hemos visto, en Chile “esta situación
influyó en el proceso de legitimación de la sociología como disciplina
científica (...)” (Atria y Lemaitre, 1983:37), posicionándola como una ciencia
que podía producir un conocimiento relevante, ayudando a orientar y comprender
la acción social y política.
El tercer período apuntado, está obviamente marcado por
la dictadura cívico-militar en Chile (1973-1989), y de manera particular al
proceso de intervención, reestructuración y cambio que sufrieron las
universidades en este nuevo contexto.[20]
El régimen cívico-militar articuló dos dimensiones: una reactiva y una
fundacional. (Garretón, 2005) La primera dimensión se caracteriza por la fuerte
represión a individuos e instituciones, con el fin de desarticular la
organización y movilización de los diversos actores sociales que existía de
manera previa al golpe de Estado. La segunda dimensión aglutina diversos
reordenamientos en variadas esferas sociales, introduciendo un nuevo modelo
nacional de desarrollo histórico, caracterizado por una fuerte orientación
neoliberal en lo económico, reduciendo de manera radical el rol
económico-distributivo del Estado a punta de la privatización de áreas sociales
sustantivas (salud, previsión social y
educación, por ejemplo).
En lo
inmediato, luego del golpe militar, los principales problemas estuvieron
marcados por las labores de asistencia, auxilio y ayuda para salir del país,
que tuvieron que organizarse debido a la implacable persecución política
organizada por el régimen.[21]
Un ejemplo de esta situación fue lo ocurrido en la Sede Oriente de la
Universidad de Chile, donde fundamentalmente estaban las ciencias sociales: “es allanada y ocupada por las
fuerzas militares, sus oficinas saqueadas y la biblioteca de Periodismo
incendiada por las tropas. Profesores, administrativos y estudiantes son
detenidos, torturados, muertos. Una veintena de profesores universitarios son
fusilados los primeros 45 días.
Así como el bombardeo de la Moneda fue el
anuncio del despiadado régimen que se instalaba, la fuerte represión inicial en
la Universidad de Chile fue el anuncio del serio intento de eliminarla, que
finalmente terminaría en un grave deterioro aún no reparado.” (Baño, 2012:6)
En 1975 se inicia “un proceso de
desinstitucionalización de la disciplina, con el cierre de la admisión de
alumnos, en casi todas las carreras de sociología existentes en el país, el
desmembramiento de equipos investigadores y la reestructuración de las unidades académicas respectivas[22].”(Atria,
Lemaitre, 1983:33) Por otro lado, la reducción del sector público también
afectó la labor sociológica, pues incidió directamente en las posibilidades de
trabajo que tenían los sociólogos y especialistas en ciencias sociales en todo
el país.
Diversos autores (Atria y Lemaitre, 1983; Baño, 2012;
Garretón, 2005) coinciden en que durante la dictadura cívico-militar se
desarticula el modelo fundacional de la sociología, que ya hemos revisado en
los dos primeros períodos definidos. El espacio institucional donde por
excelencia se había desarrollado la sociología – las universidades – es
prácticamente destruido y radicalmente reestructurado posteriormente; el
desmantelamiento de carreras, unidades académicas y centros de estudio e
investigación, la expulsión, represión o muerte de estudiantes y académicos, la
censura impuesta a las actividades que lograron sobrevivir, junto con la
racionalización económica y política a la que fue sometida el espacio
universitario tuvo grandes consecuencias:
En
primer lugar, la disminución o inexistencia de la admisión de alumnos junto con
la paralización de la docencia en sociología, así como la desintegración de las
unidades académicas, impidió la formación sistemática de una generación de
reemplazo, que le pudiera dar continuidad al desarrollo de la sociología.
En
segundo lugar, el vacío de investigación sociológica relevante sobre fenómenos
que hoy tienen completa vigencia en la sociedad chilena, como los profundos
cambios estructurales que incentivó la dictadura cívico-militar. Esta situación
determinó la existencia de una gran carencia de datos e información sociológica
relevante, respecto de los fenómenos de cambio que afectaron a la sociedad
chilena en ese oscuro proceso.
En
tercer lugar, la refundación de la actividad sociológica en un nuevo tipo de
institucionalidad. “Durante la
época de dictadura y en reacción a la situación que se vivía en las
universidades, surgen muchas ONG o centros académicos independientes (CAI),
fuera del sistema universitario, que alojan el trabajo de intelectuales de las
ciencias sociales. Estos, formaron parte de la cultura opositora, aunque
también algunos tienen coloración oficialista y trabajan principalmente en
función de temas, áreas, problemas u objetos especializados”. (Baño, 2012:10)
El financiamiento a la actividad sociológica ya no vendrá de parte del Estado,
sino desde fundaciones y organizaciones extranjeras.[23]
En cuarto lugar, en el ámbito de las orientaciones teóricas
predominantes y las temáticas de investigación trabajadas, podemos afirmar que
los elementos que caracterizaron a los períodos anteriores fueron
desapareciendo. Durante los primeros años de la dictadura cívico-militar, los
estudios realizados continuaron la orientación marxista que predominaba hacia
el final del período anterior, pero abordando el fracaso de la “Vía Chilena al
Socialismo”. Poco a poco la perspectiva ‘total’ sobre la sociedad impulsada por
el materialismo histórico, se iría perdiendo, así como la vocación
latinoamericana que le otorgaba un sello característico al desarrollo de la
disciplina previo al golpe de Estado de 1973.
Posteriormente se produce un
giro hacia un enfoque funcionalista,[24]
como también hacia una suerte de especialización temática: “Las investigaciones
fueron volviéndose cada vez más “nacionales”; y aún más, especializándose temáticamente:
el Estado, los partidos políticos, los movimientos sociales, la mujer, etc.”
(Baño, 2012:13) Se puede afirmar entonces, que en este período hay una
reducción de los objetos de estudio, así como un abandono de los enfoques
teóricos críticos.[25]
Ahora bien, a partir de las
movilizaciones sociales que se produjeron en el marco de las Jornadas de
Protesta Nacional, entre los años 1983 y 1984 principalmente, la sociología
sufre una nueva reorientación,[26]
enfocada esta vez en torno al concepto de “democracia”, a la vez que, al
abrirse el debate político e ideológico, se abrió también un campo de inserción
profesional para los sociólogos y sociólogas.
El último período que
describiremos coincide con la recuperación de la democracia y se proyecta hasta
nuestros días. Dada la vigencia del período, podrían realizarse estudios más
profundos y acabados sobre el tema; En el marco de esta reflexión propondremos
una línea analítica para encarar el estudio de este período, que considera los
siguientes elementos: el escenario institucional post dictadura, las
principales orientaciones teóricas y temáticas trabajadas, la manera en que se
ha realizado en la práctica el quehacer sociológico, así como los desafíos que
quedan planteados – a nuestro juicio –para el quehacer sociológico actual.
El escenario institucional que se
configura luego de la recuperación de la democracia está marcado por la
continuidad de mecanismos de mercado – tales como la competencia – en el ámbito
universitario, deteriorando más aún a las universidades “públicas”. Si bien
asistimos a un salto cuantitativo[27]
en términos de cantidad de carreras y estudiantes de sociología, así como a la
reincorporación, en algunos casos, de científicos sociales desplazados por la
dictadura, y a la apertura de oportunidades para la sociología en universidades
privadas, “no ha habido una
política de apoyo sustantiva especial a las ciencias sociales desde el Estado a
través de los organismos de política científica, como la Comisión Nacional de
Ciencia y Tecnología (CONICYT).” (Garretón, 2005:22)
La otra cara de la moneda se expresa en el
debilitamiento de los centros de investigación privados que posibilitaron la
supervivencia de la actividad sociológica durante la dictadura, debido a la
emigración de recursos económicos, investigadores y académicos hacia las
universidades relativamente estabilizadas, instituciones estatales y
consultoras de carácter privado. (Garretón, 2005)
Este período se caracteriza también por la
fragmentación tanto de los marcos teórico-interpretativos como de las unidades
de análisis. Ya no existen marcos teóricos que logren entregar una
interpretación global del decurso histórico de nuestra sociedad.[28] Podemos
decir, en síntesis, que en el período post autoritario “hay un cambio desde
estudios o ensayos más globales e interpretativos sobre la sociedad, hacia
estudios empíricos más monográficos y sectoriales, con un especial énfasis en
las dimensiones metodológicas y técnicas tanto de la recolección de datos como
de su análisis”. (Garretón, 2005:28)
Respecto a las temáticas que son
trabajadas en este período, cabe destacar que el proceso de transición a la
democracia abrió nuevos ámbitos de investigación, vinculados a ese proceso,
fundamentalmente en torno a las “transformaciones estructurales y culturales y
a la redefinición de los actores sociales, derivadas del modelo socioeconómico
heredado de la dictadura y parcialmente corregido por los gobiernos
democráticos desde 1990”. (Garretón, 2005:23) La pregunta que subyace a este re
direccionamiento es si se estaba asistiendo sólo al tránsito de un régimen
político a otro, o si se trataba de transformaciones sociales de más largo
aliento que pudieran marcar el tránsito de un tipo de sociedad a otro.[29]
En el ámbito del quehacer sociológico, se
asiste a un desdibujamiento de las fronteras disciplinares en el que existe una
gran similitud entre los trabajos llevados a cabo por cientistas sociales, así como una gran variedad de actividades en
las que se desenvuelven las sociólogas y sociólogos. “El rasgo principal en el
campo profesional es que hoy día hay una multiplicidad de oficios y tecnologías
sociales: los científicos sociales hacen cosas muy distintas como diagnósticos
socio-económicos, dirección y evaluación de proyectos, asesorías comunicacionales,
estudios de opinión y mercado, estudios científicos cuantitativos y
cualitativos muchas veces ignorándose entre sí, planificación sectorial,
desarrollo local y organizacional, etc. Así, para el caso de la sociología, hay
que llamarle sociología al conjunto de prácticas intelectuales, científicas y
profesionales que los sociólogos realizan”. (Garretón, 2005:30)
Siguiendo a Garretón (2005), podemos
plantear que la problemática esencial que enfrenta la sociología – y en
general, las ciencias sociales - en el
período que hemos llamado post-autoritario, es la reconstrucción de un
paradigma teórico unificado así como la reconstrucción de un espacio
institucional desde el cual pueda posicionarse y desplegarse. Sin embargo, la
inexistencia de una entidad estatal que ampare y financie el quehacer
sociológico, la crisis de los grandes paradigmas interpretativos y la
fragmentación del campo profesional, constituyen obstáculos complejos, que
hacen necesaria una clara y consciente reflexión sobre las posibilidades y limitaciones
que enfrenta actualmente la sociología,[30] para
así poder proyectar en el tiempo el desarrollo de una disciplina, que hoy es
más necesaria que nunca.
Luego
de esta breve exposición sobre el devenir histórico de la sociología, volvemos
a destacar el innegable nexo existente entre el quehacer sociológico y el
contexto histórico, comprendiendo de esta forma que las diferentes
orientaciones que ha ido tomando la disciplina están en estrecha relación con
la sociedad que estudia, y el contexto histórico en que se desenvuelve. A estas
alturas, no puede sorprendernos que no
exista una sociología ‘única’, sino una multiplicidad de enfoques
sociológicos, cuya variación va depender fundamentalmente del lugar y tiempo
histórico en que haya estado situado el investigador. En síntesis, es posible
encontrar tantas sociologías como contextos históricos de investigación existan
o se den.[31]
3. La sociología parte de la
observación y análisis de la realidad concreta.
Hemos expuesto
varias de las características que pueden ser consideradas fundamentales a la
hora de responder a preguntas sobre qué
es la sociología. En un primer momento recalcamos que el punto de partida
para el análisis sociológico son las relaciones sociales; esta afirmación nos
condujo a la importancia que reviste, para la sociología, el contexto histórico
en que este conocimiento se produce: si aquello que estudia la sociología son
las relaciones sociales, la manera en cómo éstas cambien, sin duda que la
influyen, tanto en su orientación intelectual – opciones teóricas, temáticas
desarrolladas, métodos y técnicas de investigación empleadas – como en sus
características institucionales. Es por ello que, el contexto histórico es tan
importante.
Esta
característica del quehacer sociológico, hay que tenerla permanentemente en
cuenta, comprendiendo que, el origen de la disciplina y su desarrollo más
amplio, se dio en el contexto europeo. Latinoamérica debe procurarse de
construir una sociología que, partiendo de nuestra realidad inmediata, desde la
especificidad propia de nuestro continente, contribuya con conocimiento y
capacidad de interpretar esta realidad particular que, si bien ha sido en gran
medida moldeada por la impronta occidental, su base originaria está constituida
por elementos que, antecediéndola, escapan a esa historia.[32]
No hay que ser erudito para comprender este asunto, la esencia de la realidad
latinoamericana en algunos lugares, se encuentra a simple vista; ¿qué mejor
expresión de lo aquí planteado que la catedral emplazada en pleno centro cívico
de ciudad de México? O un ejemplo todavía más cercano, gran parte de las
edificaciones tradicionales de Cusco, en Perú.
Si bien la arquitectura de la parte superior de las edificaciones
mencionadas es claramente europea, basta mirar hacia abajo para notar que los
cimientos sobre los que se erigen pertenecen a construcciones prehispánicas
(Azteca en el primer caso, Inca en el segundo).
Este ejemplo
permite enfatizar lo que intenta plantear este apartado: para aprehender
aquellas características particulares del contexto en que se desenvuelve, la
sociología debe desplegarse desde la realidad concreta, trascendiendo la
apariencia inmediata de los fenómenos sociales.
La
siguiente cita de Adorno, dirigida a sus estudiantes, puede orientar la
comprensión de nuestra intención; les dice, a propósito de uno de sus libros:
“Este trabajo se refiere, justamente, a aquellas situaciones sociales en las
que se puede observar de un modo inmediato qué es la sociedad; y considero que
es una tarea nada despreciable de la carrera de sociología capacitarlos en su
experiencia vital para percibir lo que, en este sentido, llamamos sociedad.”
(Adorno, 2006:56)
Es
por ello que en las siguientes páginas, intentaremos entregar una serie de
ejemplos sobre cómo, desde situaciones concretas y reales, se puede construir
conocimiento sociológico. Una de las tareas más elementales para quien se esté
formando en esta disciplina, es desarrollar una ‘mirada sociológica’ que le
permita transitar, de manera fluida, entre aquella dimensión singular e incluso
anecdótica de la vida social, y aquella referida a la sociedad en términos
globales: “Es la capacidad de pasar de las
transformaciones sociales más impersonales y remotas a las
características más íntimas del yo humano, y de ver las relaciones entre ambas
cosas. Detrás de su uso está siempre la necesidad de saber el significado
social e histórico del individuo en la sociedad y el período en que tiene su
cualidad y su ser.” (Wright Mills, 1986:27)
4. Las perspectivas constitutivas de
la Mirada Sociológica.
En los apartados
anteriores dejamos expuesta la relación existente entre la sociología y su
contexto histórico-social. Esta constatación sirve para comprender que si la
sociología se avoca a estudiar las relaciones sociales, históricamente dadas,
con un fuerte énfasis en el análisis de la realidad concreta, esta disciplina
no puede definirse de manera taxativa: no sorprende entonces, la existencia de
diferentes perspectivas sociológicas.
Ahora bien,
¿cuáles podrían ser las perspectivas[33]
analíticas fundamentales que orientan la mirada
sociológica?
Desde el momento
en que concordamos que la sociología
estudia las relaciones sociales históricamente dadas, hemos establecido una
definición de la misma, reclamando para ella un ámbito de estudio determinado.
Lo que, a su vez, define aquello que la sociología no es, posicionándola como una disciplina con un área de estudio e
investigación que le es propia.[34]
La consolidación
de la sociología como disciplina se llevó a cabo, a escala mundial, entre
finales de siglo XIX y mediados del siglo XX; en ese período se sucedieron
números esfuerzos intelectuales por definir a la sociología, diferenciándola de
aquellas otras disciplinas que también entran en la categoría de ‘Ciencias
Sociales’.
Es así que se fueron estableciendo variadas fronteras que – en esa época
- , lograban diferenciar una disciplina de otra: “Había la segmentación
pasado/presente que separaba la historia ideográfica de la tríada nomotética de
economía, ciencia política y sociología. Había la segmentación civilizado/otro
o europeo/no europeo que separaba a las cuatro disciplinas anteriores (que
esencialmente estudiaban el mundo paneuropeo) de la antropología y los estudios
orientales. Finalmente, había la segmentación – relevante sólo (o al menos así
se creía) para el mundo civilizado moderno – de mercado, Estado y sociedad
civil que constituían respectivamente los ámbitos de la economía, la ciencia política
y la sociología.” (Wallerstein, 1999:12)
Es en esta delimitación de los ámbitos de estudio donde se van
estableciendo una serie de premisas que le dan cuerpo a cada una de las
disciplinas, ya que son compartidas por la mayoría de sus miembros; siguiendo
la argumentación de Wallerstein, podemos afirmar que éste carácter se realza al
evidenciar que estas ‘máximas’ operan de manera casi inconsciente, pues están,
por lo general fuera de debate o discusión. (Wallerstein, 1999:14) Estas
premisas representan un conjunto de premisas necesariamente compartidas por
aquellos que se desenvuelven en una disciplina particular y que permiten
adquirir un sello analítico que difiere en algún punto relativamente
importante, respecto de las disciplinas inmediatamente vecinas; es por ello que
debemos indagar en aquellas perspectivas de análisis que podrían considerarse
como propias o fundadoras de cualquier análisis sociológico.
Immanuel Wallerstein, en su texto El
legado de la sociología, la promesa de la ciencia social, afirma que en la
sociología existen un conjunto de premisas - compartidas por la mayoría de los
sociólogos y sociólogas - que
caracterizan el quehacer específico de la disciplina. Estas premisas
compartidas, que por decirlo así, constituyen el arsenal analítico básico para cualquier socióloga o sociólogo, “se
revelan – revelan, no definen – por aquéllos que presentamos como los
pensadores formativos. La lista más común en estos días para los sociólogos de
todo el mundo es Durkheim, Marx y Weber. Lo primero que se debe advertir en
esta lista es que si uno planteara la pregunta de los pensadores formativos a
historiadores, economistas, antropólogos o geógrafos, uno seguramente obtendría
una lista diferente.” (Wallerstein, 1999:14-15).
Son, entonces, las perspectivas de análisis inauguradas por estos
autores, las que caracterizan aquello que hemos denominado como la ‘mirada
sociológica’. No debe entenderse por ello que estas perspectivas constituyan la
manera más adecuada para observar la realidad social, o que configuren la mejor
forma de encarar un análisis sociológico; son más bien un punto de partida,
desde donde podemos iniciar la formación de un marco analítico más amplio.
En síntesis: al
elaborar una respuesta a la pregunta ¿qué es la sociedad?, hemos destacado que
el quehacer de la disciplina no es ajeno a su contexto de producción, y que
precisamente por ello, existen diferentes perspectivas de análisis que dan
forma al prisma analítico específico de esta disciplina, lo que aquí llamamos
la ‘mirada sociológica’. Siguiendo en esta línea argumentativa, en lo que resta
de esta reflexión caracterizaremos cada uno de los enfoques considerados
fundamentales para el análisis sociológico de la realidad social.
En primer lugar
revisaremos el análisis sociológico de las relaciones sociales en la estructura
social, luego, el análisis sociológico de las relaciones sociales en las
representaciones colectivas e instituciones sociales; en tercer lugar
caracterizaremos el análisis sociológico de las relaciones sociales en la
acción social. Para finalizar apuntaremos algunas de las características del
análisis sociológico de las relaciones sociales en la comunicación.
Pondremos
especial énfasis en el potencial analítico que cada uno de estos enfoques
tiene, llevando a cabo también el ejercicio de emplearlos, mediante ejemplos
sencillos y reales, para dar cuenta de su utilidad en la comprensión de la
realidad social.
4.1 El análisis sociológico de las
relaciones sociales en la estructura social
Una de las
claves para comprender el análisis sociológico de las relaciones sociales
enfocado en la estructura social, es que en el transcurso de la historia,
cuando los seres humanos establecen relaciones con sus semejantes, adquieren
diferentes roles que, de una forma u otra se configuran como ‘posiciones’
relativamente estables dentro de un colectivo humano, las que a la vez pueden
ser más o menos mutables o dinámicas a través del tiempo. Estas posiciones
implican una relativa jerarquización de los sujetos, explicada por un acceso
diferenciado a recursos, condicionando así sus posibilidades de acción dentro
de la sociedad. Como iremos viendo en este apartado, esa jerarquización y
diferenciación de roles y posiciones, adquiere un carácter continuo – aunque no
inmutable – en el tiempo; precisamente por esta característica es que la
perspectiva sociológica que estudia las relaciones sociales en la estructura
social es analíticamente fructífera[35],
pues prácticamente en cualquier colectivo humano (por pequeño que sea) podemos
encontrar diferentes roles y posiciones, con acceso diferenciado a recursos, lo
que a su vez origina una estructura de poder peculiar.
Es preciso señalar que, cuando utilizamos la
noción de estructura, en el estudio de aquella realidad que llamamos sociedad,
este concepto debe cumplir ciertas condiciones. “En primer lugar debe
referirse a relaciones ordenadas de las partes al todo; en segundo lugar estas
relaciones deben estar jerarquizadas en diversos niveles de complejidad; en
tercer lugar no puede tratarse de relaciones momentáneas y por consiguiente
suponen un cierto factor de constancia o continuidad.” (Atria, 2012:5). La
noción de estructura nos permite analizar una serie de dinámicas sociales
centradas en un fenómeno singular, que adquieren un carácter relativamente
permanente a lo largo del tiempo, diferenciando a los individuos en distintos
roles y grupos y condicionando de cierta forma, según su posición en la
estructura social, sus posibilidades de acción.[36]
En este sentido, podemos decir que
la noción de estructura refiere siempre a una cierta perdurabilidad temporal.
Sin embargo, esta identificación de la constancia o permanencia, nos conduce
inmediatamente a “la caracterización de los rasgos cambiantes de la estructura. El concepto de estructura no se
entiende desligado de la temporalidad: estructura y tiempo tienen por
consiguiente una relación directa y estrecha. Siguiendo el lenguaje
estructuralista de Lévi-Strauss, una ‘oposición estructural’ general y
recurrente sería, precisamente, la que enfrenta dialécticamente lo constante
vs. lo cambiante.” (Atria, 2012:13)
Nuevamente
nos encontramos con el fuerte vínculo existente entre historia y sociología; no
está de más volver a señalar que es muy importante - en cualquier estudio
sociológico - indagar la historicidad
del fenómeno que se quiere estudiar, ya que es ese conocimiento el que permite
comprender cómo un fenómeno se ha estructurado de una forma determinada y cómo
también, se ha ido (o no) transformando en el tiempo. Si bien la utilización
del análisis estructural nos permite aprehender la acción de los sujetos dentro
de una sociedad, este enfoque no puede ignorar que, toda acción social no es
únicamente resultado de la influencia (habilitadora o coactiva) que ejerce la
estructura sobre el individuo. De una u otra forma, la perspectiva histórica
nos permite aprehender aquellas situaciones de cambio fundamentales que
permiten la transformación de una estructura de relaciones en el tiempo. La
identificación de los grupos sociales hegemónicos en la estructura, que buscan la
perdurabilidad del status quo, y de
aquellos subordinados que buscan romper aquella hegemonía, se vuelve entonces
muy importante en este enfoque de análisis.[37]
Una
noción estrechamente ligada a la de estructura
y que se articula con ella como una dupla
conceptual fundamental para el análisis sociológico de las relaciones
sociales al interior de la estructura social, es la idea de proceso. “Estructura y proceso
constituyen una dupla ordenadora que es recurrentemente utilizada para dar
cuenta de la persistencia de ciertas relaciones y, al mismo tiempo, del
dinamismo de la acción del agente. La
acción del agente es un proceso; el contexto en el cual actúa es una estructura
de relaciones sociales.” (Atria, 2012:9) No sería posible concebir el
análisis estructural sin la dupla conceptual mencionada; por una parte nos
permite dar cuenta de una realidad que escapa, en gran medida, a los individuos
inmersos en ella, que los jerarquiza, ordena y habilita para ciertas relaciones
y acciones, pero también nos permite considerar el constante cambio que, como
contrapartida, caracteriza a la sociedad.
De esta
forma se hace necesario considerar los efectos que pueda tener la acción del
sujeto situado en la estructura así como la finalidad que el individuo imprime
a su accionar; esto implica considerar que los sujetos sociales no son
meramente reactivos frente a sus condiciones estructurales, sino que poseen
alguna idea de su posición en la estructura social, con una relativa conciencia
acerca las condiciones, limitaciones y posibilidades, que les permite orientar
activamente su acción.
Así,
enmarcados en el análisis sociológico de las relaciones sociales, la
utilización de este enfoque nos conduce hacia el problema de la libertad que
poseen los actores posicionados en una estructura social de relaciones. Como ya
hemos dicho, la sociedad no es única, y
es por ello que la sociología no admite planteamientos universales y
atemporales. No tendría sentido utilizar herramientas de análisis que no
posibiliten una flexibilidad relativa a la hora de aprehender la sociedad,
considerando sus propias dinámicas de cambio. En este sentido no hay que
desconocer que, de una manera u otra, el análisis sociológico centrado en la
estructura social debe dar cuenta de las dinámicas de cambio estructural,
emanadas de la libertad relativa que poseen los actores inmersos en ella. Si la
sociedad fuera inmutable, una disciplina como la sociología no tendría razón de
ser, ya que en definitiva, no habría nada que explicar. La perspectiva del
análisis estructural posee estos dos matices; por un lado permite ‘fijar’ las
relaciones sociales en un marco relativamente estable, en el cual los
individuos no poseen completa autonomía,
y por otro, permite a la vez observar cómo los individuos devienen en
sujetos y actores de cambio. Esta característica le otorga un carácter
fundamentalmente dinámico a este enfoque de análisis sociológico.[38]
Sintetizando,
podríamos decir que, la idea de estructura
social, es una herramienta analítica que permite comprender “cómo los seres
humanos se comportan en su vida social. La esencia de este concepto está en
aquellas relaciones sociales que adquieren una importancia crítica para el
comportamiento de los miembros de la sociedad, de modo tal que si esas
relaciones no estuvieran operando, la sociedad no podría existir en esa forma.” (Atria, 2012:5-6). Uno de los autores clásicos de lo que
Immanuel Wallerstein llama “cultura sociológica”, fue pionero en realizar este
tipo de análisis. Nos referimos a Karl Marx quien, a lo largo de gran parte de
su obra desarrolló (sin ponerse a sí mismo la etiqueta de ‘sociólogo’) un
estudio muy fructífero de la historia,
desarrollo y características de la estructura social fundada en la
desigual distribución de aquellos recursos que permiten al ser humano asegurar
su existencia material a lo largo del tiempo.[39]
Por tratarse de una obra muy extensa, en este documento nos referiremos
solamente a aquellos textos que con más claridad y sencillez definen la noción
de sociedad y estructura social, así como aquéllos abocados
a la elaboración de un método particular para encarar el estudio de las
relaciones sociales en la estructura social: el materialismo histórico.
Podemos decir que, al sentar las
bases del materialismo histórico,
“Marx busca lo social humano en el aserto básico de que, para vivir, esto es,
para producir los bienes que necesitan o usan para reproducirse materialmente, los humanos participan en
determinadas relaciones de cooperación; es decir se organizan socialmente para
ello. La vida social, y de suyo toda la historia humana, se comprende, desde
Marx, desde esta peculiaridad que es el trabajar
y el hacerlo organizadamente, es decir, socialmente. La organización del
trabajo es el eje sobre el que giran y se desarrollan las sociedades. La
historia del trabajo es la humanidad en su autoformación social.” (Canales,
2012:13)
Sin esta consideración, básica en la óptica de Marx, el ser humano ni
siquiera podría existir y es por ello que las relaciones sociales que giran en
torno a la producción de bienes materiales se tornan cruciales para el análisis
de la sociedad, a la vez que son el punto de partida de una estructura social
que gira en torno al acceso a aquellos medios que permiten conseguir los
recursos materiales primordiales para el sustento de la corporalidad material
del ser humano.[40]
Desde esta premisa podemos volver a la idea de que la sociología parte de lo concreto; de suyo las premisas del
análisis marxista son tan fundamentales para nuestra existencia que, incluso,
se tornan imperceptibles en nuestra vida cotidiana. Quizá muy pocas veces
tomamos conciencia de todas aquellas relaciones sociales que posibilitan
nuestra existencia como seres humanos. Al momento de preparar cada una de
nuestras comidas, al trabajar para conseguir el dinero suficiente que permita
solventar nuestra alimentación diaria, el abrigo, el transporte, cuando
compramos todos aquellos bienes que nos permiten alimentar nuestro organismo y
seguir vivos, nos encontramos inmersos en una estructura de relaciones sociales
basada en la posición que tiene el ser humano respecto del proceso productivo.
Aquí nos encontramos frente a frente con la más elemental premisa del método de
análisis inaugurado por Marx.
Con el objetivo de situar la línea analítica desarrollada por Marx, no
debe obviarse el contexto intelectual en el que él se desenvolvía; en la
Alemania del siglo XIX la corriente intelectual hegemónica era aquella conocida
como ‘Idealismo Alemán’, tributaria en gran medida del pensamiento de Friedrich
Hegel cuya influencia, en la época de
Marx, fue retomada por un grupo de intelectuales conocidos como los ‘neo
hegelianos’. A grandes rasgos, y muy sintéticamente, podemos decir que esta
corriente ubicaba la historicidad de la humanidad en el desenvolvimiento de las
ideas, sobre todo de aquellas que se acercaban a lo ‘absoluto’ o ‘eterno’. El
Idealismo Hegeliano proponía, básicamente, una noción del ser humano con un
marcado énfasis en lo ideal.
El pensamiento
de Marx se levanta en oposición de esta tradición, buscando distanciarse de
ella; en una de sus obras fundamentales (redactada en conjunto con Friedrich
Engels), La ideología Alemana,
propone una concepción del ser humano y su historia radicalmente distinta a
aquella promovida desde el Idealismo Alemán[41].
Esta definición proporciona, de manera
sintética las claves para comprender su
posterior análisis de la sociedad humana y su historia[42]:
“La primera premisa de toda historia
humana es, naturalmente, la existencia de individuos humanos vivientes, la
organización corpórea de estos individuos y su comportamiento hacia el resto de
la naturaleza. (…)Toda
historiografía tiene necesariamente que partir de estos fundamentos naturales y
de la modificación que experimentan en el curso de la historia por la acción de
los hombres.” (Marx y
Engels, 1970:28-29)
Este es el punto fundamental que define la perspectiva analítica del
materialismo histórico: la existencia de seres humanos que, para hacer perdurar
su existencia en el tiempo, dependen de la adquisición de recursos materiales
desde la naturaleza y, luego, de su transformación.
La segunda
premisa del texto mencionado, es que “la satisfacción de esta primera
necesidad, la acción de satisfacerla y la adquisición del instrumento necesario
para ello conducen a nuevas necesidades, y esta creación de necesidades nuevas
constituye el primer hecho histórico”, (Marx y Engels, 1970:28)
y podríamos decir, el punto de partida de toda sociedad.
El desarrollo de la actividad productiva
permite el despliegue temporal de una sociedad, ya que permite que el ser humano se reproduzca,
proyectándose a sí mismo en el tiempo. Es el trabajo, como acción
transformadora propiamente humana lo que hace posible que una sociedad exista,
pues permite a los hombres sustentar diariamente su vida y a la vez crear a
otros seres humanos, es decir, “procrear: es la relación entre hombre y mujer,
entre padres e hijos, la familia. Al
principio constituye la única relación social, más tarde, cuando, al aumentar
el censo humano, brotan nuevas necesidades, pasa a ser una relación secundaria.” (Marx y Engels, 1970:29)
Es entonces en la forma - socialmente
organizada - en que se divide el trabajo o la actividad productiva, donde
encontramos un determinado modo de existencia social del ser humano, o, por
decirlo de otra forma, un tipo de sociedad con características peculiares,
explicada por la forma en que los hombres que la conforman se organizan
socialmente para obtener aquellos productos materiales que les permiten vivir y
reproducirse. Desde este análisis surge la noción de modo de producción, concepto que permite caracterizar aquellas
condiciones materiales y sociales en las que se desenvuelve la producción,
definiendo la especificidad de cualquier sociedad humana.[43]
Se desprende entonces que, un determinado modo de producción está siempre
relacionado con un específico
modo de cooperación, por consiguiente, “la ‘historia de la humanidad’ debe
estudiarse en conexión con la historia de la industria y el intercambio. Se
evidencia una conexión materialista entre
los hombres y, por tanto, una historia, sin que exista ni política, espíritu o
religión que los mantenga expresamente juntos.” (Marx y Engels, 1970:30-31)
Es al desarrollar estas premisas
analíticas que Marx logra concretar un prisma de análisis sociológico[44]
así como una concepción de la historia, que podríamos decir – sintéticamente –
no es sino la historia de los diferentes momentos de desarrollo de la división
del trabajo que corresponden a distintas
formas de la propiedad. Ya que “cada etapa de la división del trabajo determina también las relaciones de
los individuos entre sí, en lo tocante al material, el instrumento y el
producto del trabajo.” (Marx y Engels, 1970:20) Las diferentes formas de propiedad nos permiten identificar distintas
etapas del desarrollo de la historia, junto con las principales características
de la estructura social emanada de la producción material de la vida humana.
Cada forma de propiedad supone una determinada división social del trabajo, con
una particular relación entre los individuos, que se estructuran en diferentes
posiciones sociales referidas fundamentalmente a su relación con el proceso
productivo.
La siguiente cita textual de Marx
puede ayudar a ilustrar lo desarrollado hasta aquí:
“En la
producción, los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino que
actúan también los unos sobre los otros. No pueden producir sin asociarse de un
cierto modo, para actuar en común y establecer un intercambio de actividades.
Para producir, los hombres contraen determinados vínculos y relaciones, y a
través de estos vínculos y relaciones sociales, y sólo a través de ellos, es
cómo se relacionan con la naturaleza y cómo se efectúa la producción. Estas
relaciones sociales que contraen los productores entre sí, las condiciones en
que intercambian sus actividades y toman parte en el proceso conjunto de la
producción variarán, naturalmente, según el carácter de los medios de
producción. Con la invención de un nuevo instrumento de guerra, el arma de fuego,
hubo de cambiar forzosamente toda la organización interna de los ejércitos,
cambiaron las relaciones dentro de las cuales formaban los individuos un
ejército y podían actuar como tal, y cambió también la relación entre los
distintos ejércitos. Las relaciones sociales en las que los individuos
producen, las relaciones sociales de
producción, cambian, por tanto, se transforman, al cambiar y desarrollarse los
medios materiales de producción, las fuerzas productivas. Las relaciones de
producción forman en conjunto lo que se llaman las relaciones sociales, la
sociedad, y concretamente, una sociedad con un determinado grado de desarrollo
histórico, una sociedad de carácter peculiar y distintivo. La sociedad antigua, la sociedad feudal, la sociedad burguesa, son otros tantos conjuntos de relaciones de producción,
cada uno de los cuales representa, a la vez, un grado especial de desarrollo de
la historia de la humanidad.” (Marx y Engels, 1970: 78-79)
Volviendo al desarrollo que hemos venido
haciendo en torno al concepto de estructura
social, es posible plantear que desde la óptica marxista, encontramos un
terreno fecundo para el análisis sociológico de las relaciones sociales, en la
estructura social.
Asumiendo como eje analítico
central el ámbito de la producción material de la existencia humana, podemos
darnos cuenta que en la sociedad existen una serie de relaciones y funciones
sociales diferenciadas y jerarquizadas, que relacionan a los individuos con un
todo (social) de manera relativamente perdurable en el tiempo, condicionándolos
a su vez, en su accionar.
Por otro lado, apoyados en la
concepción del desarrollo de la historia del materialismo histórico, podemos
afirmar que esta estructura social no es estática sino dinámica, pues en la
medida que cambien las condiciones materiales en que se desarrolla la
producción se alterará, por consiguiente, toda la estructura social que se
sustenta en ella, cambiando con ello, las relaciones sociales que le dan forma.
Sin embargo, es preciso entender que el análisis llevado a cabo por el
materialismo histórico no es el único que emplea la noción de estructura
social.
La importancia del análisis iniciado
por Marx es sintetizada por Immanuel Wallerstein en uno de los (como él los
llama) axiomas de la cultura de la sociología,
a saber, que “todos los grupos sociales contienen subgrupos
que se escalonan según jerarquías y que entran en conflictos entre sí.” (Wallerstein, 1999:22) Para el análisis
sociológico de las relaciones sociales en la estructura social, lo central no
siempre es la producción de la vida material; el fundamento de las
diferenciaciones sociales que dan pie a relaciones sociales estructuradas,
puede encontrarse en otro ámbito de la vida humana, en las relaciones de
parentesco, en determinaciones biológicas como una consideración racial, en la
adscripción a una creencia, política o religiosa etc.[45]
Es por ello que, el análisis
estructural busca identificar a aquellos grupos sociales que se ordenan y
jerarquizan en el entramado social característico de una estructura social
específica. Si bien no entraremos en el detalle de las clasificaciones
realizadas por Marx, podemos enunciar que a lo largo de su obra, se evidencian
varios intentos por caracterizar la unidad básica que el definió para analizar
los diferentes grupos sociales: la clase social. En el Manifiesto Comunista, por ejemplo, habla de Burgueses y
Proletarios, en los textos sobre Francia, define hasta siete clases diferentes,
mientras que en El Capital, realiza
una división de la sociedad en tres grandes clases: capitalistas,
terratenientes y obreros asalariados. Del análisis realizado por Marx podemos
decir que, fundamentalmente, el criterio para definir las clases es la relación
que estos grupos humanos tienen con el proceso productivo.
Hasta aquí es posible
plantear, como ya lo hemos enunciado, que la relación problemática entre la
noción de estructura y la libertad del agente, “se expresa en torno
a ciertos ejes que corresponden a la rigidez o flexibilidad de las posiciones
del agente en la estructura social; a la determinación o indeterminación de las
trayectorias sociales; y a la persistencia o cambio de los roles sociales. En
este marco analítico, el tema sociológico de la coacción estructural se
diversifica y se abre en un amplio rango de modalidades. (…) El grado en que estas rigideces se combinan y
se refuerzan unas a otras, puede proporcionar una pista estratégica para el
análisis sociológico desde la perspectiva estructural.” (Atria, 2012:17)
Para ejemplificar esto podemos referirnos a un trabajo de Víctor
Orellana (2011) que hace posible observar, en este caso, el carácter
marcadamente diferenciado que adquiere el rendimiento académico según las distintas
posiciones dentro de la estructura social; en sus propias palabras:
“En el primer momento, las
cuestiones más sustantivas detectadas reafirman lo que se ha venido señalando:
el rendimiento académico resulta un recurso de menor valor a medida que se
asciende en la estructura social. En otras palabras, si de lo que se trata es
de ingresar a una carrera que permita avizorar un buen futuro económico en una
institución selectiva, un rendimiento académico destacado en la enseñanza media
(en el contexto social del individuo) resulta una condición necesaria para la
mayoría social de bajos ingresos, pero no tanto para los jóvenes que pertenecen
a hogares liderados por directivos y profesionales.” (Orellana, 2011:107)
De esta forma, ejemplificamos la idea de que la
estructura social condiciona las posibilidades de acción de los agentes
inmersos en ella. En el análisis sociológico que venimos presentando, el
rendimiento académico no tiene un valor en sí mismo, sino que se encuentra en
estrecha relación con la posición social que caracteriza al agente que lo
utilice como recurso para desenvolverse en su entorno social.
Las
expectativas de vida, las posibilidades de acción, no siempre se adecúan a los
deseos de los individuos; de una forma u otra, su posición social los
condiciona, ya sea habilitándolos o limitándolos. Esta realidad podría parecer
arbitraria o azarosa si no se devela el carácter específico de la estructura
social en donde se desenvuelve el actor, ya que su composición particular
permite comprender el origen histórico que posibilita aquel acceso diferenciado
a recursos, generalmente concentrados en torno a algún grupo humano que deviene
en hegemónico, como también hace posible caracterizar aquellas relaciones
sociales que contribuyen a dar forma a la estructura social; situación que es
relativamente estable, hasta que ocurre un cambio histórico que modifica de
manera sustantiva el amplio espectro de relaciones por ella condicionadas.
Otra aproximación, la encontramos en el trabajo de
Arturo León y Javier Martínez, sobre la estratificación social en Chile; los
autores plantean que la pregunta más importante desde la perspectiva del
análisis estructural de la sociedad “no es cuán distante es la participación en
los ingresos de unos y otros individuos u hogares, sino de qué forma se
superpone a determinadas posiciones o roles, afectando sistemáticamente sus
posibilidades de movilidad. Se interroga, por tanto, sobre el tipo de
desigualdad que se configura a largo plazo y sobre sus significaciones previsibles,
más allá de las obvias diferencias cuantitativas en las capacidades de consumo
presente.” (León, Martínez, 2007:303)
Como
hemos venido proponiendo, las diferencias que se generan en torno al acceso a
diferentes recursos sociales se explican entonces no sólo por la acción
individual, sino más bien por el devenir histórico de una estructura social que
ha actuado en beneficio de unos y en perjuicio de otros.
4.2 El análisis sociológico de las
relaciones sociales en las instituciones sociales y representaciones colectivas
Una particularidad de las sociedades
humanas es que encuentran su existencia en una serie de creencias y prácticas
compartidas; una clase particular de conciencia
colectiva que establece los cánones morales que son socialmente aceptados[46].
Lo que caracteriza al análisis sociológico de las relaciones sociales enfocado
en las instituciones y representaciones colectivas es la comprensión de la
sociedad como una realidad objetiva que se ubica – de manera figurada – por
sobre los individuos, orientando sus creencias, sentimientos y acciones.
Desde esta perspectiva analítica podemos
comprender las dinámicas sociales que están presentes en nuestra vida
cotidiana. Un ejemplo de los fenómenos que intentamos definir son las leyes
establecidas en el derecho positivo; éste es un caso – podríamos decir – límite
de institucionalización social: los valores y normas socialmente aceptados han
sido puestos por escrito y cuentan con un cuerpo de funcionarios, facultados
por la sociedad, que velan por su cumplimiento, teniendo el poder de castigar a
quienes no se ajusten a estos preceptos sociales. Otros ejemplos de esto son
las pautas de vestuario o reglas de ‘buena educación’ que correspondan a
nuestra posición social, determinada por nuestro: género, edad, raza, riqueza
material, origen familiar, educación formal, capital cultural etc.
Desde la más tierna edad – ya sea en el
seno de la familia o en la escuela – somos socializados en una serie de
creencias y prácticas que posibilitan nuestro adecuado desenvolvimiento social.
Ya hemos mencionado las pautas de vestuario y las reglas de buena educación que
corresponden a nuestra posición social; otros ejemplos que podrían ayudar a
clarificar lo que venimos planteando son: las creencias políticas y religiosas,
nuestros gustos culinarios, prejuicios raciales, posturas y gestos culturales
etc.
Todos estos fenómenos poseen una
característica en común: sea o no nuestra voluntad cumplir con las pautas que
establecen, si infringimos las creencias o prácticas instituidas socialmente,
se provoca una reacción social que buscará castigarnos por haber contravenido
aquellos preceptos; en el caso del derecho esta reacción se caracteriza por ser
una sanción formal y objetiva – una pena de reclusión carcelaria, por ejemplo,
cuya duración se establece según la magnitud del delito – mientras que en los
otros casos mencionados puede tratarse meramente del rechazo, censura o burlas
que el entorno social dirija hacia nosotros.[47]
El autor pionero de esta forma de
concebir a la sociedad fue Émile Durkheim, importante pensador de la
sociología, cuya obra se enmarca en una época donde era de vital importancia
otorgarle un carácter científico a esta disciplina. Es por esto que las
definiciones conceptuales elaboradas por Durkheim son fundamentales, ya que nos
permiten aprehender la cualidad específica de los fenómenos que catalogamos
como sociales, así como un modo
particular de aproximarnos a ellos.
Para comprender el aporte que hizo
Durkheim a nuestra mirada sociológica
debemos reconocer que existen una serie de hechos – como los que ya hemos
expuesto - que presentan características “muy
especiales: consisten en modos de actuar, de pensar y de sentir, exteriores al
individuo, y están dotados de un poder de coacción en virtud del cual se
imponen sobre él. Además, no pueden confundirse con los fenómenos orgánicos,
puesto que consisten en representaciones y en actos; ni con los fenómenos
psíquicos, los cuales solo existen dentro de la conciencia individual y por
ella.
Constituyen, pues, una nueva especie y a ellos debe darse y reservarse el
calificativo de sociales.”
(Durkheim, 1986:40-41) [48]
Así llegamos, desde esta perspectiva, a delimitar de forma precisa el campo de
estudio de la sociología. Esta disciplina se aboca al estudio y análisis de un
grupo particular de fenómenos: los hechos
sociales.
Ahora bien, uno de los grandes aportes
hechos por Durkheim a la sociología, fue la amplia reflexión metodológica que
elaboró con gran coherencia a lo largo de toda su obra; en su libro Las Reglas del Método Sociológico,
además de delimitar el ámbito de estudio de la sociología, se preocupó de
definir la metodología apropiada para estudiar la sociedad, en estrecha
relación con aquellas nociones ontológicas y epistemológicas que elabora. [49]
De manera general, podemos plantear que
son dos las principales consideraciones epistemológicas
que Durkheim propone; en primer lugar, establece que es necesario aproximarnos
a los hechos sociales como si estos
fueran cosas. (Durkheim, 1986:53) En segundo lugar, los hechos sociales deben ser
explicados según otros hechos sociales, y no mediante factores psicológicos o
de otra índole (climatológica, geográfica, biológica etc.). (Durkheim, 1986:164)
La primera
condición, la de conceptualizar a los hechos sociales como si fueran cosas,
se refiere a que en el estudio de la sociedad debemos dejar de lado todas
aquellas consideraciones sobre las dinámicas sociales que hayamos elaborado en
nuestra vida cotidiana. Son “precisamente dichas representaciones
esquemáticas y sumarias las que constituyen esas prenociones que utilizamos
para los usos corrientes de la vida. Por lo tanto, no podemos pensar en poner
en duda su existencia, puesto que la percibimos al mismo tiempo que la nuestra.
No solo están en nosotros, sino que, como somos producto de experiencias
reiteradas, admiten la repetición y reciben del hábito resultante una especie
de ascendiente y de autoridad. Sentimos que se nos resisten cuando pretendemos
liberarnos de ellas.” (Durkheim,
1986:57-58)
De una forma
u otra, todos tenemos nociones generales acerca de los hechos sociales, o por
lo menos una idea general – más o menos certera – sobre el funcionamiento de la
sociedad que condiciona a que, en la mayoría de los casos, antes de realizar
una investigación sociológica sobre algún fenómeno en particular, ya contemos
con una ‘explicación’ para el mismo; explicación que no estará
constituida por definiciones claras y, más aún, no tendrá otro fundamento que
nuestra experiencia y opinión subjetiva. [50]
Respecto a un fenómeno como la pobreza, por ejemplo, cualquier consideración
espontánea que podamos hacer, seguramente estará teñida por nuestra posición
política, creencia religiosa u posición subjetiva de otro tipo; hágase el mismo
ejercicio para el ámbito de la educación pública, al manejo de la economía
nacional o del rol que le compete al Estado en cualquier ámbito de la vida
social y se podrá tener una clara impresión sobre lo que venimos planteando. De
forma particularmente compleja, en la producción de conocimiento sociológico nuestras
concepciones juegan un papel que, si no se maneja apropiadamente, distorsiona
en gran medida el fenómeno que nos interesa estudiar, lo que viene a empañar
nuestra mirada sociológica[51].
La idea de
que, en el estudio sociológico de la realidad social, es preciso tratar a los hechos
sociales como si fueran cosas, se refiere a que no podemos guiarnos
por nuestras propias impresiones ni por aquellas ideas sobre la sociedad
que poseen los individuos que estudiaremos, pues estas representaciones, no
tienen la capacidad de proporcionarnos información objetiva sobre la naturaleza
de lo social.
A nuestro
juicio esto no implica que podamos liberarnos de todas nuestras prenociones
y juicios precipitados sobre la sociedad, pues somos sujetos social e
históricamente posicionados. Sin embargo, podemos procurar esforzarnos por
identificar aquellos juicios que estén interfiriendo en nuestras reflexiones.
Esta consideración se concreta mediante la práctica de una vigilancia
epistemológica que nos permita controlar y reconocer nuestras prenociones
y - de esta forma – trascender el saber
inmediato, elaborado en nuestras vidas cotidianas, sobre los hechos sociales.
De esta
primera regla epistemológica podemos desprender algunos corolarios
metodológicos.
El primero
indica que al momento de definir el hecho social que estudiaremos, debemos
hacer a un lado de nuestro vocabulario sociológico el uso de todos aquellos
conceptos que han sido sistematizados para el uso y orientación en la vida
cotidiana. En este sentido, podemos afirmar que, la primera “gestión del sociólogo debe
ser la de definir las cosas de las que trata, a fin de que se sepa y de que él
sepa bien a que se refiere.” (Durkheim, 1986:76) Sin duda, a esta exigencia
responden aquellos pasos metodológicos generalmente comprendidos como ‘marco
teórico’; aquella persona que se dedica a la sociología debe definir muy bien
los conceptos con los que está trabajando, de manera que sus prenociones no
interfieran en ellos y se entienda claramente a qué referente sirven.
Un segundo corolario metodológico
establece que, para que una definición sea objetiva, debe hacer referencia a
las propiedades inherentes del fenómeno en cuestión y no a una idea preconcebida,
provenga ésta de la experiencia sensible o de una elucubración teórica. Es así
que cuando se está comenzando una investigación, cuando los hechos sociales aun
no han sido sometidos a elaboración de ningún tipo, “los únicos caracteres que
pueden ser descubiertos son aquellos lo bastante exteriores
para ser inmediatamente visibles. (…) De aquí deducimos la
regla siguiente: no tomar nunca como objeto de las
investigaciones más que un grupo de fenómenos previamente definidos por ciertas
características exteriores que les son comunes, e incluir en la misma
investigación todos los que responden a dicha definición.” (Durkheim,
1986:77) Si sigue este procedimiento, el sociólogo o socióloga, puede
cerciorarse de estar en contacto con la realidad social desde el primer
momento, ya que la manera en que define y clasifica los hechos sociales no
depende de sus prenociones o intuiciones sobre ellos, sino más bien de las
características exteriores al mismo.
Es por esto que un hecho social “se
reconoce gracias al poder de coacción exterior que ejerce o que es susceptible
de ejercer sobre los individuos; y la presencia de dicho poder es reconocida a
su vez, bien por la existencia de alguna sanción determinada, o bien por la
resistencia que le lleva a oponerse a toda empresa individual que tienda a
violentarlo.” (Durkheim, 1986:48) Esta consideración nos permite ser objetivos
en nuestras reflexiones, ya que la sensación, la percepción sensible, tiende a
ser más objetiva cuanto menos variable sea la manifestación empírica con la que
se le relaciona.[52] Y si enfocamos nuestra mirada sociológica
hacia las reglas morales o jurídicas, los dichos populares o las
representaciones colectivas, podremos construir nuestras reflexiones
sociológicas sobre una base sólida, siempre al alcance del observador riguroso,
que no se funda en impresiones subjetivas o experiencias personales.
Una tercera consideración metodológica
tiene que ver con que, si bien los hechos
sociales pueden definirse por el grado de difusión que experimentan dentro
de un colectivo humano, es preciso enfatizar que no se definen sólo por ello,
sino también por su existencia independiente respecto a las manifestaciones
individuales que adoptan al difundirse; [53]
si bien los hechos sociales son generales – esto es, compartidos por grupo
humano extenso – no deben confundirse con la expresión individual en que se
manifiestan.
La segunda gran regla epistemológica que
Durkheim establece para el estudio de la realidad social, es que la causa determinante, esto es que, la explicación
final de un hecho social “debe ser
buscada entre los hechos sociales antecedentes, y no entre los estados de la
conciencia individual.” (Durkheim, 1986:164) Con esta premisa, Durkheim busca
distanciarse de toda explicación que se fundamente en premisas biológicas,
religiosas, psicológicas o filosóficas, posicionando además a la sociología
como una ciencia autónoma que puede, a partir del de las consideraciones
metodológicas ya definidas, ofrecer explicaciones sobre los fenómenos que
estudia sin tener que recurrir a otro tipo de conocimiento. Si bien hoy podemos
decir que en los hechos sociales existen otros determinantes que,
efectivamente, podrían encontrar explicación en consideraciones psicológicas
por ejemplo, esta premisa nos impulsa a alejarnos de aquellas explicaciones que
naturalizan la sociedad. La explicación sociológica, sobre un hecho social como
el racismo por ejemplo, no puede fundarse en consideraciones sobre la
‘naturaleza’ biológica de una etnia, más bien debe encontrarse en otro hecho
social que explique este fenómeno.[54]
En este sentido,
es pertinente tener presente las consideraciones metodológicas planteadas por
Durkheim en su análisis de la religión llevado a cabo en el libro Las Formas Elementales de la Vida Religiosa.
Allí nos plantea que “toda religión, en efecto, tiene un aspecto por el que va
más allá de las ideas propiamente religiosas”, esto es que configuran los
primeros “sistemas de representaciones que el hombre ha elaborado sobre el mundo y sobre sí mismo”.
(Durkheim, 1995:8) Así entendida la
religión, lo sociológicamente relevante de ella no radica en su contenido
específico; de esta forma los ritos colectivos pierden su carácter de mera
expresión o traducción del contenido religioso particular. Más bien, encuentra su
propósito en otorgarle sentido a un grupo humano, ya que “una sociedad no está
constituida tan sólo por la masa de individuos que la componen, por el
territorio que ocupan, por las cosas que utilizan, por los actos que realizan,
sino, ante todo, por la idea que tiene de sí misma (…)”; (Durkheim, 1995:) idea
que se ve reafirmada e institucionalizada a través de la comunión de individuos
en torno a creencias y prácticas comunes.
Esta idea de
aquello que es común a un grupo humano, un conjunto de formas de actuar, pensar
y sentir (una cosmovisión, en definitiva), que cristalizan en pautas de
orientación para el desenvolvimiento de los individuos en sociedad y en
representaciones de mundo de carácter colectivo, que se manifiestan y
reproducen mediante las interacciones humanas (relaciones sociales) es lo que
entenderemos por una institución
colectiva. Es por eso que la religión – siguiendo los planteamientos de
Durkheim - tiene importancia para la sociología no por su contenido específico,
sino por representar una de las formas más elementales de la vida colectiva.[55] Lo importante en estos fenómenos es que
configuran un sistema de prácticas, ideas y valores, cuyo propósito es expresar
el mundo, darle un sentido compartido que va más allá de los individuos y que,
a través de su institucionalización
va configurando paulatinamente aquello que entendemos como sociedad.
Tal como hacen
otros autores, Durkheim le otorga fundamental importancia en este proceso de
construcción de la identidad colectiva al lenguaje, a la comunicación. Para
poder comunicarse, los individuos deben dejar de lado sus percepciones
individuales e intercambiar conceptos; estos sobrepasan la experiencia sensible
individual ya que son universales: configuran entonces una conciencia
colectiva, conforman representaciones colectivas. “La naturaleza del concepto
nos habla de sus orígenes. Si es común a todos es porque es obra de la
comunidad” (Durkheim, 1995:403) Categorías como tiempo o espacio no tienen
tanto que ver con la experiencia individual, sino con la experiencia colectiva;
“no es mi tiempo el que está así organizado; es el tiempo tal como es pensado
de manera objetiva para todos los hombres de una misma civilización”. Este tipo
de categorías “constituyen los conceptos más generales que existen y, puesto
que no están ligadas a ningún objeto en particular, son independientes de
cualquier sujeto individual: son el espacio de común acuerdo de todos los
espíritus.” (Durkheim, 1995:12)
Es a través de
un lenguaje común, integrado y que perdura a través de expresiones de vida
colectiva, que la sociedad se constituye como tal;[56]
ya sea a partir del contenido específico de la ciencia o de la religión, el ser
humano encuentra su naturaleza social en este elemento inherente a la vida
colectiva: el lenguaje. Así, Durkheim llega a la conclusión de “que la religión
es algo eminentemente social. Las representaciones religiosas son
representaciones colectivas que expresan realidades colectivas; los ritos son
maneras de actuar que no surgen sino en el seno de grupos reunidos, y que están
destinados a suscitar, a mantener o rehacer ciertas situaciones mentales de ese
grupo” (Durkheim, 1995:8)
En el
pensamiento de Durkheim ya encontramos – en Las Formas Elementales de la Vida
Religiosa – aquella noción de que la sociedad se configura alrededor de una
visión compartida del mundo; esta idea se vuelve a plantear en el texto La división del trabajo social, donde se
aprecia una clara continuidad en el pensamiento de este autor, pues vuelve a
proponer la idea de que al “conjunto de las creencias y de los sentimientos
comunes al término medio de los miembros de una misma sociedad (que) constituye
un sistema determinado que tiene su vida propia, se le puede llamar la
conciencia colectiva o común” (Durkheim, 1999:89) Es por ello que, en el
análisis del derecho, del crimen y de la penalización que realiza en esta obra,
no importa el contenido específico de aquellos actos que se consideren como
crímenes, ya que “la única
característica común a todos los crímenes es la de que consisten (…) en actos
universalmente reprobados por los miembros de cada sociedad” (Durkheim,
1999:82). En esencia el crimen es un acto que atenta contra todo aquello que
los individuos comparten, contra todo aquello que los une y les permite existir
como un colectivo cohesionado.
Ya hemos
planteado el carácter coactivo de la sociedad, que reacciona y castiga a los
individuos que transgreden sus preceptos. En La División del Trabajo Social, Durkheim evidencia que, desde las
sociedades más primitivas, la pena, el castigo han sido las respuestas frente a
este tipo de acciones que atentan contra la moral del grupo; esta práctica
social encuentra su sentido en la búsqueda por suprimir aquellas acciones que
supongan un riesgo o una amenaza para las representaciones socialmente
construidas (creencias, valores y prácticas socialmente compartidos) que le
otorgan coherencia y cohesión a los colectivos humanos.
Cuando se
produce una situación criminal por ejemplo, no es sólo un individuo el que se
ve afectado, sino toda la sociedad, todo el colectivo instituido como tal; es
por ello que la pena, el castigo, en las sociedades primitivas, no se entiende
como una acción individual, es una reacción social que, además de eliminar la
amenaza, contribuye a proporcionar mayor cohesión social, configurando lo que
Durkheim llama solidaridad mecánica: “En
cuanto al carácter social de esta reacción, deriva de la naturaleza social de
los sentimientos ofendidos. Por el hecho de encontrarse éstos en todas las
conciencias, la infracción cometida suscita en todos los que son testigos o que
conocen la existencia una misma indignación. Alcanza a todo el mundo, por
consiguiente, todo el mundo se resiste contra el ataque (…) Cuando reclamamos
la represión del crimen no somos nosotros los que queremos personalmente
vengar, sino algo ya consagrado que más o menos confusamente sentimos fuera y
por encima de nosotros.” (Durkheim,
1999:112-110) Es esta solidaridad positiva, la solidaridad mecánica, la que da
origen al derecho represivo, como una forma de proteger y mantener la
integridad del colectivo, que constituye su condición de existencia. Es por
ello que la pena, el castigo que el colectivo impone sobre el individuo que ha
cometido un crimen, no tiene por función principal corregir al culpable o disuadir
a posibles imitadores, sino la función específica de contribuir a mantener
intacta la cohesión social.
Sin embargo,
Durkheim da cuenta de la existencia de dos tipos de sanciones que, a su vez,
dan cuenta de dos realidades constituyentes de nuestra sociedad; en palabras
del autor: “Hay en nosotros dos
conciencias: una sólo contiene estados personales a cada uno de nosotros y que
nos caracterizan, mientras que los estados que comprende la otra son comunes a
toda la sociedad. La primera no representa sino nuestra personalidad individual
y la constituye; la segunda representa el tipo colectivo y, por consiguiente,
la sociedad, sin la cual no existiría.”
(Durkheim, 1999:115-116)
Es por ello que
también deben destacarse las reglas de sanción restitutiva, emanadas de la
división social del trabajo. Este
proceso de diferenciación de funciones, enmarcado dentro de la
solidaridad positiva, diferencia a los individuos engendrando relaciones entre
ellos – como individuos - que no apuntan
al interés colectivo, aunque su poder de sanción emane de la sociedad.
Este proceso,
entendido como la evolución histórica que experimentan las sociedades humanas,
desde la perspectiva durkhemiana, se caracteriza por una creciente
diferenciación de los roles y funciones que cumplen los individuos; implica la
aparición de esferas autónomas y diferenciadas – el mercado, la política, el
núcleo familiar etc. – en las cuales se establecen relaciones que no apuntan a
fortalecer la moral e integración colectiva. En este contexto emergen las
reglas de carácter restitutivo que no buscan ser expiatorias; su objetivo
es un “simple volver las cosas a su estado”. (Durkheim, 1999:121)
Estas sanciones, se diferencian radicalmente de la solidaridad mecánica pues no buscan proteger el interés general, sino más bien reparar el daño que se haya hecho o la injusticia cometida, si ésta ya fue hecha o impedirla si es el caso; su objetivo no es estimular la cooperación sino el equilibrio entre “partes limitadas y especiales de la sociedad, a las cuales (las reglas restitutivas) relacionan entre sí”. (Durkheim, 1999:129) Estableciendo un paralelo con la constitución de los organismo biológicos complejos, Durkheim plantea que en las sociedades internamente diferenciadas el grupo humano, como colectivo, adquiere más capacidades para moverse con unidad, al mismo tiempo que cada individuo adquiere más libertades en su perspectiva particular. Es por ello, que a la solidaridad derivada de esta división interna, la llama solidaridad orgánica, que es propia de las sociedades modernas.
Estas sanciones, se diferencian radicalmente de la solidaridad mecánica pues no buscan proteger el interés general, sino más bien reparar el daño que se haya hecho o la injusticia cometida, si ésta ya fue hecha o impedirla si es el caso; su objetivo no es estimular la cooperación sino el equilibrio entre “partes limitadas y especiales de la sociedad, a las cuales (las reglas restitutivas) relacionan entre sí”. (Durkheim, 1999:129) Estableciendo un paralelo con la constitución de los organismo biológicos complejos, Durkheim plantea que en las sociedades internamente diferenciadas el grupo humano, como colectivo, adquiere más capacidades para moverse con unidad, al mismo tiempo que cada individuo adquiere más libertades en su perspectiva particular. Es por ello, que a la solidaridad derivada de esta división interna, la llama solidaridad orgánica, que es propia de las sociedades modernas.
4.3 El análisis sociológico de las
relaciones sociales en la acción social
En el presente
apartado – así como intentamos hacerlo en los dos anteriores – enfatizaremos un
aspecto fundamental de aquello que llamamos sociedad,
que se sumará como perspectiva constitutiva a nuestra ‘mirada sociológica’.
Para la
perspectiva que analizaremos ahora, la realidad social se manifiesta en las
acciones dotadas de sentido que cada uno de nosotros y nosotras, despliega de
manera cotidiana; para nuestra mirada
sociológica carecería de sentido comprender la actividad humana en sociedad
como un conjunto de actos sin relaciones entre sí y sin un motivo u orientación
que los haga inteligibles en su particularidad.
Es así que nos
encontramos ante el desafío de conceptualizar una noción de acción social que abarque la idea de
acciones dotadas de sentido que, en su despliegue cotidiano, configuran aquella
realidad que denominamos como sociedad.
Uno de los
primeros autores que se hicieron cargo de este desafío fue el sociólogo alemán
Max Weber. Una de sus más importantes contribuciones fue la de definir a la
sociología como una disciplina científica con un ámbito de estudio propio y
autónomo respecto a otras disciplinas. En su obra Economía y Sociedad desarrolla una extensa y exhaustiva labor de
definición conceptual; en el apartado Conceptos
Sociológicos Fundamentales, Weber nos entrega valiosas definiciones
teóricas, tanto sobre la sociología como disciplina como de su metodología
específica y sus principales objetos de estudio.
No hay que
desdeñar la amplia labor conceptual realizada por Max Weber; de la gran
cantidad de conceptos acuñados por él, podemos destacar acá la definición de sociología que nos entrega; creemos que
puede ser iluminadora para comprender la perspectiva de análisis sociológico
que enfatizamos en este apartado:
“Debe entenderse por sociología (en el sentido
aquí aceptado de esta palabra, empleada con tan diversos significados): una
ciencia que pretende entender, interpretándola, la acción social para de esa
manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos. Por ‘acción’ debe
entenderse una conducta humana (bien consista en un hacer externo o interna, ya
en un omitir o permitir) siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo. La ‘acción social’, por tanto, es una acción en
donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de
otros, orientándose por ésta en su
desarrollo.” (Weber, 2008:5)
La definición
sobre la acción social aquí esbozada responde a la pregunta ¿dónde encontramos
a la sociedad?: la sociedad se ubica, responde Weber, en esa acción con
sentido, que se encuentra referida a otro[57].
Esta orientación teórica es crucial para la elaboración de la perspectiva del análisis
sociológico de las relaciones sociales en la acción social. Da cuenta de una realidad que encuentra su
dimensión en un plano supra individual pero que, sin embargo, su expresión
concreta se encuentra en acciones individuales. Desde esta perspectiva también
podemos dar cuenta de esta “realidad” que es la sociedad y que constituye lo
estudiado desde nuestra mirada sociológica.
Debemos destacar dos características
fundamentales en la definición de la sociología que Max Weber desarrolla. Por
un lado, el énfasis puesto en el sujeto que protagoniza la acción, pues es éste
quien le otorga un sentido a la acción social desde el punto de vista de sus
propias motivaciones; por otro lado, la importancia dada al contexto
histórico-cultural de sentido en el que se despliega la acción, pues
proporciona un marco de referencia para su desarrollo. Con esto queremos decir
que los seres humanos son sujetos históricos que no están ajenos al marco de
ideas valóricas predominantes – por uno u otro motivo - en una época. Es
preciso entonces profundizar un poco más en la idea del contexto cultural, así
como en la importancia del ser humano individual como foco de la sociología
weberiana.[58]
Para Weber la idea de cultura refiere a un ‘concepto de valor’,
vale decir, una serie de ideas y concepciones significativas que nos permiten
orientar nuestra acción en relación, tanto al mundo material como respecto a
nuestros pares. De este modo la “realidad empírica es para nosotros ‘cultura’ en cuanto la relacionamos con
ideas de valor; abarca aquellos elementos de la realidad que mediante esa
relación se vuelven significativos para
nosotros y sólo esos.” (Weber,
2006:65) Del enorme flujo de impresiones y sensaciones que recibe y elabora
cada persona en su vida cotidiana, es evidente que una parte restringida de la
realidad de cada individuo está, por así decirlo, marcada por las orientaciones
culturales; para el investigador social son, entonces, sólo estas relaciones
las que cobran relevancia, ya que son ellas las que permiten comprender la
acción social en referencia a estas ideas de valor u orientaciones culturales,
que cobran particular importancia por su relación con el marco
cultural-histórico.
Este planteamiento epistemológico nos lleva a la consideración
metodológica de que, la sociología de la acción social, siendo una ciencia de
la realidad social históricamente situada, busca “comprender la realidad de la
vida que nos circunda, y en la cual estamos inmersos, en su especificidad; queremos comprender, por un lado, la conexión y significación cultural de sus manifestaciones individuales en su
configuración actual, y, por el otro, las razones por las cuales ha llegado
históricamente a ser así-y-no-de-otro-modo.” (Weber, 2006:61) De esta forma,
volvemos una vez más al fuerte lazo entre sociología e historia, varias veces
destacado a lo largo de este texto; esta relación nos permite comprender que la
sociología no sea una ciencia que ofrezca respuestas únicas fijadas por leyes
mecánicas, universales y atemporales sino que, más bien, es una disciplina que
se funda en la especificidad de su contexto histórico, desde donde emergen los
fenómenos sociales concretos que han llegado a ser de la manera en que se
presentan, no por causas naturales, sino por el proceso histórico que se
despliega a lo largo del tiempo.[59]
Ahora bien, en el enfoque que en este apartado presentamos, cobra
especial importancia el individuo en tanto sujeto histórico que le otorga
sentido a su propia acción; es por ello que a esta perspectiva metodológica
iniciada por Weber se la conoce como ‘individualismo metodológico’. La acción en el sentido weberiano, o sea,
“como orientación significativamente comprensible de la propia conducta, sólo
existe para nosotros como conducta de una o varias personas individuales”
(Weber, 2008:12) Por tanto en la comprensión de esta acción - para la sociología comprensiva - cualquier
colectivo humano, una familia, una organización militar, un partido político,
una agrupación religiosa o incluso instituciones mucho más extensas como podría
ser el Estado o el mercado, “no son otra cosa que desarrollos y
entrelazamientos de acciones específicas de personas individuales, ya que tan
sólo estas pueden ser sujetos de una acción orientada por su sentido.” (Weber,
2008:12) Cuando hablamos de agrupaciones humanas extensas, cuando hablamos de
la misma sociedad, nos estamos refiriendo entonces, al desarrollo de una manera
particular de acción social llevada a cabo por individuos concretos. [60]
Volviendo a sus esfuerzos de construcción conceptual
y teórica, podemos destacar la tipología elaborada por Weber para clasificar la acción social; sin embargo, debemos
tener en cuenta que la acción social raramente se orienta de manera unívoca por
alguno de estos tipos. En este sentido, el mismo Weber, plantea que “tampoco
estas formas de orientación pueden considerarse en modo alguno como una
clasificación exhaustiva, sino como puros tipos conceptuales, construidos para
fines de la investigación sociológica, respecto a los cuales la acción real se
aproxima más o menos o, lo que es más frecuente, de cuya mezcla se compone.” (Weber, 2008:21)
La acción social
puede ser, entonces:
1.
Racional con arreglo a fines.
2.
Racional con arreglo a valores.
3.
Afectiva.
4.
Tradicional
Es preciso
señalar que se observa un criterio de clasificación que establece un continuo
que va desde la acción más ‘racional’ a la menos racional. Esta metodología
considera a la acción racional con arreglo a fines como aquella más útil para
la comprensión sociológica pues es en la que la correspondencia entre la
consideración del entorno y la acción misma se da de manera más clara y
unívoca, en tanto “actúa racionalmente con arreglo a fines quien oriente su
acción por el fin, medios y consecuencias implicadas en ella y para lo cual sopese racionalmente los medios con los
fines, los fines con las consecuencias implicadas y los diferentes fines
posibles entre sí.” (Weber, 2008:21) Una acción racional con arreglo a fines
permite observar una linealidad teleológica que posibilita relacionar de manera
coherente el significado subjetivo otorgado a la acción, con los medios que se
emplean para la aprehensión del fin previamente establecido, así como también
las consecuencias posibles de la acción.
No obstante, este
ordenamiento o clasificación, responde solamente a criterios metodológicos y en
forma alguna expresa un visión ‘racionalista’ del mundo; es evidente que en la
vida cotidiana no nos movemos solamente de acuerdo a una consideración racional
de propósitos, medios, fines y consecuencias de nuestras acciones, también
actuamos orientados por valores, sentimientos o tradiciones, comportamientos
que, en la metodología weberiana constituyen un distanciamiento de la acción
racional pura, [61] más no una apología de la misma.
El segundo tipo
de acción definida - racional con arreglo a valores - se orienta por aquello
que podríamos llamar máximas, mandatos, o exigencias que el actor cree dirigidos sobre él (o ella) y frente a
los cuales se encuentra obligado. Este tipo de accionar es característico de
quien, “sin consideración a las consecuencias previsibles, obra en servicio de
sus convicciones sobre lo que el deber, la dignidad, la belleza, la sapiencia
religiosa, la piedad o la trascendencia de una ‘causa’, cualquiera que sea su
género, parecen ordenarle” (Weber, 2008:20-21) Vemos entonces que no existe una
preocupación por adecuar la acción a un fin racionalmente considerado; se
actúa, en definitiva, bajo la orientación de un valor, sin que las
consecuencias o fines de la acción orienten de manera crucial su desarrollo.
La acción
afectiva, por otro lado, no se orienta por una consideración racional de ningún
tipo y en la mayoría de los casos se encuentra muy lejos de lo que es una acción consciente con sentido ya que, “puede ser una
reacción sin trabas a un estímulo extraordinario, fuera de lo cotidiano.”
(Weber, 2008:20) Todas aquellas reacciones emocionales, que orientan en
determinados momentos nuestra acción, no se guían por el resultado que la
acción pueda tener, sino por la peculiaridad misma que caracteriza aquella
acción, es decir, por la acción misma.
Por último, “la
acción estrictamente tradicional – en igual forma que la imitación puramente
reactiva – está por completo en la frontera, y más allá, de lo que puede
llamarse en pleno una acción con sentido. Pues a menudo no es más que una
oscura reacción a estímulos habituales, que se desliza en la dirección de una
actitud arraigada.” (Weber, 2008:20) Podemos decir que las acciones cotidianas
que no implican una consciencia de su sentido, se pueden clasificar en este
tipo de acción, que estaría en el límite de aquella acción orientada por un
sentido subjetivo, que puede ser identificado y comprendido.
La crítica de una excesiva valoración de la razón instrumental que a veces puede efectuarse sobre esta metodología carece de fundamentos, pudiendo emanar solamente desde una lectura parcial de la metodología sociológica propuesta por Weber: como ya hemos dicho, la metodología weberiana es ‘racionalista’ sólo en términos de conveniencia metodológica. ”Este procedimiento no debe, pues, interpretarse como un prejuicio racionalista de la sociología, sino sólo como un recurso metódico; y mucho menos, por tanto, como si implicara la creencia de un predominio en la vida de lo racional.” (Weber, 2008:7) Al explorar los diferentes tipos de acción, hemos evidenciado la fecundidad analítica de la propuesta weberiana pues, si bien parte de la consideración de un tipo de acción estrictamente racional en cuanto a su teleología, considera también la orientación de la acción según valores, emociones, afectos y tradiciones; además, la consideración de que la vida social nunca se orienta de manera pura por estos tipos ideales de acción, sino más bien por una mezcla de orientaciones en la cual puede llegar a predominar uno de ellos, nos otorga una matriz analítica que posibilita la dirección de nuestra mirada sociológica hacia prácticamente cualquier ámbito de la vida humana en sociedad.
Desde el
apartado ‘Conceptos Sociológicos Fundamentales’ que hace parte de la obra Economía y Sociedad, debe destacarse,
además, la definición de relación social
que - basada en la definición de acción social ya entregada - entiende una relación social como: la “probabilidad
de que una forma determinada de conducta social (de varios), de carácter
recíproco por su sentido, haya existido, exista, o pueda existir.” (Weber, 2008:22)
Si bien Max
Weber plantea que la relación social se da cuando existe una acción (social)
mutuamente referida, observa que esta afirmación no quiere decir que los
partícipes pongan el mismo sentido en
su actuar (que sea recíproco). “La relación social es así, por ambos lados,
objetivamente <<unilateral>>. Empero no deja de estar referida en
la medida en que el actor presupone una determinada actitud de su contrario
frente a él (erróneamente quizá, en todo o en parte) y en esa expectativa
orienta su conducta, lo cual basta para que pueda haber consecuencias, como las
hay las más de las veces, relativas al desarrollo de la acción y la forma de la
relación.” (Weber, 2008:22) Es en el sentido que cobra la acción social en
referencia a otro – configurándose así como relación social - donde podemos encontrar la presencia más o
menos estructurada de la sociedad, pudiendo llegar a establecerse un orden social determinado; esto sucede cuando la acción se orienta por máximas que pueden ser señaladas, cuya validez depende de que aquellas máximas que orientan de hecho la
acción, aparezcan en algún grado significativo como válidas, o sea, como obligatorias
o como modelos aceptados socialmente, lo cual reafirma la importancia del
contexto histórico cultural en la constitución de una sociedad.
Ahora bien,
observando el pasado reciente de nuestro país, la acción social que toma un
carácter colectivo no puede ser ignorada en la perspectiva del análisis de las
relaciones sociales en la acción social que acá proponemos. El movimiento
estudiantil, el movimiento contra las represas en el sur de Chile, movimientos
sociales como los de Freirina, Aysén y Tocopilla no podrían estar olvidados en
esta perspectiva de análisis sociológico.
Contribuyendo a
la reflexión en torno a la acción social y sobre todo en torno a la noción de
‘movimiento social’, Alain Touraine, en su Crítica
de la modernidad nos plantea la necesidad de rescatar la noción de sujeto,
que estará íntimamente ligada a la noción de acción social.
Partiendo desde
un debate más bien filosófico, Touraine plantea que “durante mucho tiempo, la
modernidad sólo se definió por la eficacia de la racionalidad instrumental, por
la dominación del mundo que la ciencia y la técnica hacían posible.” (Touraine, 1995:205) Si
bien no se trata de rechazar este pilar racionalista de la sociedad occidental,
es preciso mirar de manera completa la modernidad, ya que no se constituye sólo
en torno a la racionalización, sino
también en torno a la subjetivación,
constituyendo “dos figuras vueltas la
una hacia la otra y cuyo diálogo constituye la modernidad”. (Touraine,
1995:205) Si sólo contemplamos el ámbito de la racionalización no
podremos dar cuenta de manera cabal de la idea de modernidad, incluso
ocultaríamos una de sus caras, precisamente aquélla que destaca la importancia
del ser humano como un sujeto libre y creativo.
Es precisamente
éste el punto que debemos destacar en la mirada sociológica centrada en la
acción social: la emergencia del sujeto humano libre (hasta cierto punto),
dentro de un contexto histórico determinado, cuya acción puede ser creadora, permitiendo así el cambio social; sólo esta
creatividad puede introducir la noción de cambio
social abriendo así la posibilidad de
que el orden social no devenga en una entidad inmutable que parece opacarnos
con sus dinámicas y características propias. Lo paradójico es que, en el
devenir de la modernidad, este potencial creador se ha omitido e incluso
reprimido, en función de la mantención del status
quo de la realidad social.
No puede
concebirse entonces la acción social
sin la noción de sujeto que Touraine
nos presenta. Tampoco puede concebirse a la modernidad, ni al sujeto moderno,
reducidos exclusivamente al ámbito de la razón, que fuerza a “la
despersonalización, el sacrificio de uno mismo y la identificación con el orden
impersonal de la naturaleza o de la historia. En cambio, el mundo moderno está
cada vez más penetrado por la referencia a un sujeto que es libertad, es decir,
que postula como principio del bien el control que el individuo ejerce sobre
sus actos y su situación”, (Touraine, 1995:207) lo
que permite que se pueda concebir como un actor con voluntad propia,
fundamentalmente creativa, reconocido como tal en el contexto histórico y
social en que se encuentra inmerso.
Es por ello que “la idea de actor social no puede
separarse de la idea de sujeto, pues (…) sujeto y actor son conceptos
inseparables que resisten a un individualismo que vuelve a dar la ventaja a la
lógica del sistema sobre la lógica del actor al reducir a éste a la persecución
racional – y por lo tanto calculable y previsible – de su interés.” (Touraine, 1995:208) Al considerar entonces la noción de actor
social, vinculada de manera estrecha con lo noción de sujeto, podemos plantear
que, “la vida social debe entenderse como acción y, por lo tanto, como
movimiento, de suerte que constituye el conjunto de las relaciones entre los
actores sociales del cambio”. (Touraine,
1995:218) La idea del actor social nos permite dar lugar en el análisis
sociológico - al destacar el rol del actor social como creador de sí mismo y de
su propia realidad - a una concepción de la sociedad un poco más flexible, que
puede dar cabida e interpretación a manifestaciones sociales como los llamados
‘movimientos sociales’.
Es por ello que
se vuelve necesario volcar nuestra mirada sociológica hacia la acción colectiva
como el mecanismo por excelencia capaz de desafiar el orden social constituido
y de reclamar para el (individuo devenido en) sujeto su posición como ente
social activo, creador y por lo tanto transformador. En este mismo sentido, la
idea de sujeto propuesta por Touraine “está constantemente cargada de protesta,
pues la sociedad moderna tiende a negar su propia creatividad y sus conflictos
internos y a representarse como un sistema autorregulado, que escapa pues a los
actores sociales y sus conflictos”. (Touraine, 1995:240)
A la luz de
estos planteamientos Touraine define el concepto de movimiento social diciendo que se caracteriza por ser, simultáneamente,
un conflicto social y un proyecto cultural (Touraine, 1995:237). Así como el
individuo deviene en sujeto al reconocerse a sí mismo como un ser libre y
creador, un colectivo humano deviene en movimiento
social cuando aspira tanto a obtener
la victoria frente a un adversario social, como a realizar sus valores
culturales. Si el sujeto se convierte en movimiento social “lo es en nombre de
las críticas del modernismo (…) para subrayar que cuanto más moderna es una
sociedad, más tiende a quedar reducida a un modelo racionalizador, a un sistema
de técnicas y objetos, a una tecnoestructura, (…) por eso la idea de sujeto es
ante todo contestataria” (Touraine, 1995:239-240)
Sin alejarnos de
nuestra propia realidad nacional, podemos relevar lo útil que puede ser el
aporte de Touraine, relativo a la idea de una acción social colectiva, respecto
de nuestra realidad histórica concreta. Hace algunos años se ha venido planteando
el agotamiento del sistema político chileno junto al auge de los llamados
“movimientos sociales”: un desafío importante para la sociología es poder
interpretar que significan estos movimientos, al parecer desvinculados de la
forma más tradicional o institucional de hacer política en nuestro país.
Si incorporamos
en nuestra mirada sociológica lo propuesto por Touraine – que aquí hemos
intentado sintetizar – el panorama puede ir aclarándose. La pluralidad de
demandas puede entenderse como una crítica a la sociedad chilena y,
precisamente, a sus vías institucionales de creación, canalizando un
descontento que supera ampliamente la institucionalidad política vigente.
“Mientras los antiguos
movimientos sociales, sobre todo el sindicalismo obrero, se degradan y
transforman en grupos de presión política o en agentes de defensa corporativa
de la nueva clase media asalariada antes que en defensores de las categorías
sociales menos favorecidas, esos nuevos movimientos sociales, aun cuando
carecen de una organización y una capacidad de acción permanente, hacen surgir
ya una nueva generación de problemas y conflictos sociales y culturales.” (Touraine, 1995:243)
Felipe Ruiz Bruzzone.
Estudiante de sociología, tercer año.
Junio 2014.
Universidad de Chile.
Estudiante de sociología, tercer año.
Junio 2014.
Universidad de Chile.
ANEXO BIBLIOGRÁFICO*
(*)Los textos consignados se han ordenado
según unidad temática aunque, debido a su amplitud, algunos sirven como
referencia en diversos lugares del texto.
Unidad 1: La sociología es el estudio de la
sociedad, pero… ¿Qué es la sociedad?
·
Adorno, Theodor W. (2006) Introducción a la
sociología, Ed Gedisa, Barcelona. Clases 1 a 5.
Este texto resulta particularmente útil para
introducir la idea de qué podría ser la ‘sociología’. Se trata de las
transcripciones de un curso introductorio a la sociología, que Adorno dictó en
1968, el año de su muerte.
·
Canales, Manuel. (2012) Tres sociólogos mirando la misma sociedad, en: Sociología,
introducción a los clásicos. LOM Ediciones; Santiago de Chile.
La reflexión desarrollada por Manuel Canales
sirve sobremanera para introducir la reflexión sobre qué es la sociología, así
como sobre las perspectivas constitutivas de aquello que llamaremos la “Mirada
Sociológica”
Unidad 2: La importancia del contexto de producción, una perspectiva
histórica sobre el desarrollo histórico de la sociología como disciplina
·
Atria, R., Lemaitre M.J. (1983) El
desarrollo de la sociología en chile en Las Ciencias Sociales en Chile,
1983. Análisis de siete disciplinas, CPU Santiago.
El proceso histórico que ha vivido la
sociología en Chile (hasta el año 1983), se encuentra claramente explicado en
este material, que logra conectarse de buena forma con el material referido al
devenir de las ciencias sociales en Latinoamérica. Refuerza la importancia del
contexto histórico de producción del conocimiento
·
Baño, Rodrigo. (2012) Las ciencias sociales como conocimiento de la época. Revista Anales. Séptima Serie, Nº 4, noviembre.
Este artículo permite reflexionar sobre la
relación entre el desarrollo de la sociología y su contexto histórico, poniendo
especial énfasis en el proceso de represión, censura y persecución política que
sufrió la disciplina durante la dictadura cívico-militar en Chile.
·
Franco, Rolando (2007) La Flacso Clásica (1959-1973). Vicisitudes de las Ciencias Sociales
Latinoamericanas. Introducción y capítulo uno, coedición FLACSO/Editorial
Catalonia, Santiago Chile.
En este material podemos encontrar una
síntesis del devenir histórico de las ciencias sociales en Latinoamérica; se
articula de muy buena forma con el texto de Atria y Lemaitre sobre el
desarrollo de la sociología en Chile. También refuerza la importancia del
contexto histórico de producción del conocimiento
·
Garretón, M. Antonio. (2005) Las ciencias sociales en Chile. Institucionalización, ruptura y
renacimiento. Social Science information sur les sciences sociales, SAGE.
Editorial Siglo XXI. México.
Este documento presenta uno de los análisis
más acabados que podemos presentar sobre el desarrollo de las ciencias sociales
en general, y la sociología en particular, en nuestro país, desde sus orígenes,
pasando por el período de crisis enmarcado por la dictadura cívico-militar,
hasta el resurgimiento de las ciencias sociales en el período post autoritario.
·
Ruiz,
Carlos (2003). ¿Qué ver hoy en el pasado
de América Latina? (A propósito del diálogo entre sociología e historia).
En Independencia
y anarquía o la conflictiva formación del orden oligárquico en América Latina.
Tesis para optar al Grado de Magister en Estudios Latinoamericanos. Santiago.
Este
texto contribuye a la reflexión sobre la ‘especificidad latinoamericana’ y la
producción de conocimiento sociológico en ese contexto.
·
Wallerstein, Immanuel (coordinador) (2006) Abrir las ciencias sociales. Capítulo 1 La construcción histórica de las ciencias sociales desde el siglo XVIII
hasta 1945. Novena edición. Siglo XXI editores, México D.F.
Este material logra proporcionar una mirada
panorámica sobre el devenir histórico de las ciencias sociales a escala
mundial, con las características y desafíos que enfrentaban a mediados del
siglo pasado; sin embargo, esta reflexión resulta pertinente para el momento
actual.
Unidad 3: La sociología parte de la observación y análisis de la
realidad concreta.
·
Wright Mills, Carl (1986) La promesa, en La Imaginación
Sociológica. FCE. Santiago.
La reflexión llevada a cabo por Wright Mills
constituye un claro aporte a la reflexión sobre la naturaleza y misión de una
disciplina como la sociología. ¿Qué hacen las sociólogas y sociólogos? Este
aporte puede ayudar al esbozo de una respuesta.
Unidad 4: Las perspectivas constitutivas de
la Mirada Sociológica.
·
Wallerstein, Immanuel
(1999). El legado de la sociología, la
promesa de la ciencia social, en El
legado de la sociología, la promesa de la ciencia social. Editorial Nueva
Sociedad, Caracas, Venezuela.
Esta reflexión de
Wallerstein da cuenta de un claro intento por definir que podríamos entender
por ‘sociología’, así como las perspectivas teóricas fundamentales que orientan
su reflexión, así como los principales desafíos que enfrenta esta disciplina a
la entrada del siglo XXI.
Unidad 4.1: El análisis sociológico de las relaciones sociales en la
estructura social.
·
Atria, Raúl (2012) Estructura social y estructuralismo en las ciencias sociales.
Apunte de curso. Material inédito.
Pocos
textos encaran el desafío de dar una definición precisa y sintética a un concepto;
gran parte de lo que podríamos entender por ‘estructura social’ podemos
encontrarla en este material.
·
León,
Arturo y Martínez Javier (2007) La estratificación social en Chile hacia
fines del siglo XX, en Franco, León, Atria (coordinadores), Estratificación, y movilidad social en
América Latina, CEPAL, GTZ,
Ediciones LOM, Santiago, Capítulo VII.
Un
importante ejemplo de utilización del análisis sociológico de las relaciones
sociales en la estructura social podemos encontrar en este material, junto con
una exhaustiva categorización de ‘clases sociales’.
·
Marx, Karl (2011) Prólogo, en Contribución a la
Crítica de la Economía Política. Siglo XXI Editores, México D.F.
En este breve texto Marx logra, de manera
notable, elaborar una clara síntesis de su principal ámbito de investigación.
·
Marx, Karl; Engels, F. (1980) La
ideología en general y la ideología alemana en particular, en La
Ideología Alemana. Ediciones Grijalbo. Barcelona, España.
En esta obra Engels y Marx logran definir aquellas premisas en
base a las cuales elaborarán sus posteriores reflexiones, definiendo de esta
forma su metodología de análisis: el materialismo histórico.
·
Marx,
Karl. (1970) Trabajo asalariado y capital.
En Obras Escogidas, tomo I. Editorial
Progreso, Moscú.
Con un esfuerzo declarado por intentar emplear un lenguaje sencillo y
accesible, Marx trabaja en este texto sus principales consideraciones sobre el
fenómeno de la explotación del hombre por el hombre – expresada en la
contradicción capital/trabajo – así como su ámbito de estudio.
·
Orellana,
Víctor (2011) Nuevos estudiantes y tendencias emergentes en la educación superior.
Una mirada al Chile del mañana, en Nueva geografía de la educación superior y de los estudiantes, Jiménez y Lagos
eds., Aequalis, Santiago.
Este
texto ayuda a ejemplificar el uso del análisis sociológico de las relaciones
sociales en la estructura social, dando cuenta del valor diferenciado que
adquiere el rendimiento académico, según la posición social del actor.
Unidad 4.2: El análisis sociológico de las relaciones sociales en
las representaciones colectivas e instituciones sociales.
·
Durkheim, Emile (1986) Las
reglas del método sociológico. Capítulos I y II. Fondo de Cultura
Económica. México.
Este texto metodológico – ya clásico – es fundamental para
comprender, mediante la definición del ‘hecho social’, lo que significan las
representaciones colectivas e instituciones sociales.
·
Durkheim, Émile (1995). Las formas elementales de la vida religiosa, Editorial Diálogo
Abierto, Ediciones Coyoacán, México.
Introducción y conclusiones.
La
introducción de este estudio de la vida religiosa, fundamenta el carácter
sociológico de la religión y construye una definición de la misma. En las
conclusiones se subraya el papel de las representaciones colectivas.
·
Durkheim, Émile (1999). La división del trabajo social, Editorial COLOFON, México.
Capítulos II y III.
El
capítulo II se refiere a la solidaridad mecánica y su relación con cierto tipo
de normas cuyas sanciones son represivas (el caso del derecho penal). El capítulo III se refiere a la solidaridad
orgánica y su relación con normas cuya sanción es restitutiva (el caso del
derecho contractual).
Unidad 4.3 El análisis
sociológico de las relaciones sociales en la acción social.
·
Mommsen, Wolfang (1981) ’Comprensión’ y ‘tipo ideal’. Acerca de la
metodología de una ciencia social histórica, en Max Weber, sociedad, política e historia. Editorial Laia, Barcelona.
Este material
proporciona un buen apoyo para comprender los fundamentos metodológicos de la
sociología weberiana.
·
Touraine, Alain, (1995) Crítica de
la Modernidad, Fondo de
Cultura Económica, Buenos Aires, Capítulo 9
El sujeto y Capítulo 10 El sujeto como movimiento social.
Para realizar el tránsito hacia
la comprensión de la acción social colectiva, la reflexión elaborada por
Touraine en estos textos, en torno a la idea del ‘sujeto social’, es de primera
importancia.
·
Weber, Max (2006) La
objetividad cognoscitiva en la ciencia social y de la política social, en Ensayos sobre metodología sociológica,
Amorrortu editores, Buenos Aires.
Este texto, da
cuenta de las principales consideraciones metodológicas que fundamentan la
sociología Weberiana y de las ciencias sociales en general.
·
Weber, Max (2008) Conceptos
sociológicos fundamentales, en
Economía y sociedad, Esbozo de sociología comprensiva, Fondo de Cultura
Económica, México.
Las definiciones
elaboradas por Weber en este material, constituyen un pilar básico para
comprender la sociología comprensiva, fundamentalmente el concepto de acción
social y los ‘tipos ideales’ formados a partir de él.
[1]
Quisiera agradecer a Matías
Escobar, por sus comentarios, a Silvia Rabines por sus rigurosas críticas de
contenido y acuciosas correcciones de redacción, y a Graciela Bruzzone por su voluntad
para corregir una y otra vez la redacción de los borradores y sus impagables
enseñanzas en el arte de escribir; sin el apoyo de estas personas, la calidad
del presente trabajo sería mucho menor de lo que es.
[2] Estudiante de tercer año de la carrera de sociología
que imparte la Universidad de Chile.
[3] El profesor Baño (2012:3) plantea
que “Regularmente se hace el estudio de las ideas como si las ideas
tuvieran la capacidad de engendrar ideas, sin que tenga mayor importancia lo
que esté ocurriendo en la época”. Esta perspectiva es la que en el presente esfuerzo
buscamos superar, proponiendo que el estudio de la sociología, como disciplina,
precisa de una perspectiva histórica, que contextualice las circunstancias
particulares en que se ha desarrollado.
[4] Cabe destacar que estas corrientes –
excepto la de la comunicación - configuran, al menos en la carrera de
Sociología de la Universidad de Chile, los ejes temáticos del primer ramo de
formación en teoría sociológica.
[5] En esto seguimos a los profesores Raúl
Atria y Juan Enrique Opazo, quienes durante las versiones 2012, 2013 y 2014 del
curso de sociología ya mencionado,
han desarrollado esta propuesta. A la vez, Immanuel Wallerstein en su artículo El
legado de la sociología, la promesa de la ciencia social, trabaja los
aportes realizados por Marx, Durkheim y Weber - aunque con énfasis diferentes a
los aquí realizados - como las
perspectivas teóricas que fundan la sociología como disciplina.
[6]
Cada uno de estos conceptos
sintetiza los aportes que diferentes autores – Carl Marx, Émile Durkheim, Max
Weber y Jürgen Habermas, respectivamente – han realizado, y que aquí recojo
como cuatro grandes perspectivas de análisis de la realidad social; en ningún
caso pretendo entrar en las discusiones teóricas profundas que atañen a cada
corriente teórica, sino más bien emplearlas con un fin ilustrativo, que permita
estimular capacidades analíticas.
[7] “La tarea de una Introducción a la
Sociología (…) se enfrenta a dificultades muy especiales, justamente porque la
sociología no se caracteriza como lo que se llama en matemáticas una
multiplicidad definida, y porque, además, carece de ese tipo de continuidad que
es propia en general del estudio de ciencias que, según la expresión de
Scheler, transmiten el ‘saber dominante’” (Adorno, 2006:18) La referencia a
este texto, se encuentra en el apartado bibliográfico, junto con una breve
síntesis de aquellos temas relevantes que en él pueden revisarse.
[8] De manera sumaria y preliminar
podríamos plantear que: desde el enfoque del materialismo histórico el foco
está puesto sobre las relaciones humanas que giran en torno a los medios de
producción de la vida material, cuyo configuración histórica específica otorga
las características generales de un colectivo humano; desde el punto de vista
de la sociología de la acción social, podemos decir que el foco de análisis
está puesto en aquellas acciones referidas a otro, cargadas de un sentido subjetivo, que se relaciona históricamente
con aquellas ideas de valor (o
cultura) predominantes. Desde el enfoque de la sociología de las instituciones
y representaciones colectivas, el foco está orientado hacia aquellas formas de
conciencia colectiva que orientan la acción individual (estimulando,
reprimiendo o castigando), posibilitando
el surgimiento de una sociedad con características específicas. Estos puntos
serán desarrollados en el transcurso de esta reflexión.
[9] Dice Adorno, en relación al ámbito de
estudio en el cual se desenvuelve la sociología: “no existe nada bajo el sol,
realmente nada, que no esté mediado por el pensamiento humano, por la
inteligencia humana y, también, justamente, de un modo social. (…) problemas
que, de un modo inmediato no tienen nada que ver con la sociedad, son mediados
socialmente.” (Adorno, 2006:30-31). Por otra parte, desde ahora podemos dejar
planteado que en la sociología, “no hay un sistema conceptual estabilizado, y
probado experimentalmente, que ordene todos los estudios realizados en una
estructura lógica y secuencial de conocimiento integrado y progresivo. Y si la
ciencia social no progresa ¿hacia dónde va? O quizá deba preguntarse por dónde
anda.” (Canales, 2012:10)
[11] Tal como es referido en el texto de
Atria y Lemaitre El desarrollo de la
sociología en Chile, cuya referencia detallada se incluye en el anexo
bibliográfico: “Los cambios sociales, como bien sabemos, no se dan en una
especie de limbo conceptual, sino que ocurren en sociedades concretas,
históricamente determinadas. La sociología es, por consiguiente, una pariente
muy próxima de la ciencia de la historia de la cual se nutre, y a la cual, a su
vez, aporta el ángulo específico de su perspectiva disciplinar. (…)Este punto
tiene una particular importancia en el examen de la sociología en cuanto se
practica y ejerce en una sociedad y en una época histórica, dadas. Podría incluso llegar a
sostenerse que en cualquier sociedad la sociología se desarrolla en la
dirección de los cambios sociales más significativos que tienen lugar en esa
sociedad.” (Atria, Lemaitre,
1983:28-29).
[12] “La ciencia social es una empresa del
mundo moderno; sus raíces se encuentran en el intento, plenamente desarrollado
desde el siglo XVI y que es parte inseparable de la construcción de nuestro
mundo moderno, por desarrollar un conocimiento secular sistemático sobre la
realidad que tenga algún tipo de validación empírica” (Wallerstein, 2006:4)
[13] “Probablemente el único consenso
sociológico sea el que describe el origen de la disciplina, refiriéndolo en el
contexto de los cambios que revolucionaban la vida en las metrópolis nacientes,
como Londres, París, Berlín, y que se ampliaba progresivamente por las
sociedades occidentales. Se trataba
de la transición desde un orden que venía por siglos, y hasta anclado en las
antiguas fundaciones del primer agro, a un orden nuevo, desconocido y en
desarrollo.” (Canales, 2012:11-12).
[14]
“A
este espíritu de la época, responde y contribuye, a la vez, la instalación en
Santiago de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en 1949 y su
‘División de Asuntos Sociales’ desde 1955, la Facultad de Ciencias Económicas y
el Instituto de Economía de la Universidad de Chile. Desde tales instituciones
se plantea la nueva problemática del desarrollo definido como el proceso
fundamental o problemática histórica central de nuestras sociedades. A partir
de esto se legitima la necesidad de ‘expertos’ para el nuevo tema,
identificados básicamente con los sociólogos”. (Garretón, 2005:4)
[15] Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura; en inglés: United Nations Educational, Scientific
and Cultural Organization, abreviado
internacionalmente como Unesco.
[16] “La primera actividad de la FLACSO,
en 1958, fue organizar un Seminario Latinoamericano sobre Metodología de la
Enseñanza y la Investigación en Ciencias Sociales. Constituyó sin duda una
definición que colocó a la naciente institución claramente en uno de los bandos
en pugna en las Ciencias Sociales de la región.” (Franco, 2007:22)
[17] “Creación del Centro de Estudios
Socio-Económicos (CESO) de la Universidad de Chile en 1961 y del Centro de
Investigaciones Sociológicas de la Universidad Católica de Chile en el mismo
año. Fuera del ámbito universitario, el establecimiento del Centro para el
Desarrollo Social de América Latina (DESAL) representó un polo muy importante
para el desarrollo teórico de la disciplina (…) El proceso de consolidación
institucional (…) se extendió hacia las universidades de provincia. La
Universidad de Concepción, por ejemplo, estableció el Centro de Sociología en
1962 (…) Por su parte, la Universidad del Norte inicia también un programa de
ciencias sociales de pequeña envergadura (…) hacia mediados de la década del
60. La Universidad Austral se suma también al desarrollo académico con la
creación del Departamento de Sociología Rural (…)” (Atria, Lemaitre, 1983:31)
[19] Dentro de los más importantes podemos
destacar la presencia del Centro Latinoamericano de Demografía, la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales, el Instituto de Capacitación e
investigación en Reforma Agraria, el Instituto Latinoamericano de Planificación
Económica y Social y la Comisión Económica para América Latina.
[20] “Como
corresponde a una represión masiva y bien organizada, muy pronto se dictaron
medidas dirigidas directamente contra las instituciones y, tras el Golpe
militar, la iniciativa de las nuevas autoridades fue intervenir radicalmente
todas las universidades chilenas. Esto tenía como finalidad obtener el control
político de lo que es considerado el espacio en que las sociedades se piensan a
sí mismas.” (Baño, 2012:6)
[21] “(…)
Los científicos sociales fueron particularmente afectados. Hubo persecución de
sociólogos y estudiantes de sociología destacados, y se sabe que varios fueron
detenidos desaparecidos, fusilados y torturados, desde el mismo 11 de
septiembre de 1973.” (Baño, 2012:6)
[22]
Ya
desde 1973 se puede advertir este proceso, promulgado el 20 de Octubre de ese
año, sirve como ejemplo “el Decreto Ley N° 50 que suprime la autonomía
universitaria y toda forma de participación interna y que se orienta a la
depuración drástica de los claustros universitarios de académicos y
estudiantes. Se intervienen los planteles de educación superior con la
designación de Rectores Delegados para las 8 universidades, los cuales serían
los encargados de hacer limpieza en todo el estamento universitario. Estos
fueron oficiales en servicio activo o en retiro de las Fuerzas Armadas, que
tenían atribuciones y recursos para intervenir, modificar, crear, refundir o
suprimir unidades académicas, departamentos, carreras; junto con poder remover
o destituir personal académico, administrativo y estudiantes” (Baño, 2012:7)
[23]
“En
tales centros, una buena cantidad de investigadores independientes participa en
los concursos internacionales por grants individuales a través de Fundación
Ford, Friedrich Ebert, Servicio Universitario Mundial (WUS), Guggenheim Foundation,
Social Science Research Council, Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales(CLACSO), entre otros” (Garretón, 2005:22)
[24]
En reemplazo del enfoque
crítico-marxista, en este período “se privilegia la psicología social y el
funcionalismo con relativo desconocimiento de las nuevas corrientes de la
sociología europea, norteamericana y los análisis latinoamericanos; mientras
que la metodología sigue las líneas tradicionales de enseñar técnicas,
especialmente cuantitativas, de escasa aplicación dado el contexto
socio-político.” (Garretón, 2005:15)
[25]
“En
las universidades, la tendencia oficial es a abandonar marcos teóricos, áreas y
temáticas de investigación relevantes que se consideren conflictivos para el
régimen o cuyos proyectos no sean ‘vendibles’, y a privilegiar aquéllos que
responden a la visión oficial, a las demandas del mercado formado por las
empresas y el Estado o, simplemente, que se consideren neutros”. (Garretón,
2005:19)
[26]
Producto de esta apertura
política “surge un nuevo actor típico de los fenómenos de democratización: la
opinión pública. Desde mediados de la década de los ochenta, especialmente
suscitados por procesos como el Plebiscito, muchos de los centros
independientes dedicados a la sociología y la ciencia política realizaron una
amplia gama de estudios de opinión pública, contribuyendo a la racionalidad de
las acciones políticas y a la predicción de resultados de procesos
electorales”. (Garretón, 2005:27)
[27]
“Las
matrículas en las carreras de ciencias sociales aumentaron de 7,8% respecto del
total de matrículas de educación superior en 1985, a 11.8% en 1995, 11,7% en
2000 y 12,5% en 2002 (datos del Consejo de Rectores).” Por su parte,
considerando la cantidad de carreras, el año 2001 sociología pasó de 9 a 12.
(Garretón, 2005:25)
[28]
Sin embargo, este proceso no es
reciente, ya se evidencia desde la época de la dictadura: “Para las
nuevas formas de dominación, opresión o alienación de la vida social e
individual, vinculadas en parte importante, a los procesos de globalización, no
existe ya una teoría que dé cuenta en conjunto de ellas y que provea los
sujetos y medios de superarla en una síntesis utópica. La sociedad aparece
desgajada o fragmentada en diversas esferas en que la idea de totalidad,
inseparable de la dimensión intelectual crítica, parece haber desaparecido”.
(Garretón, 2005:29)
[29]
Si bien el “énfasis
en los procesos de democratización no puede desprenderse del impacto que
produjo en la sociedad chilena el régimen militar. Llama la atención, sin
embargo, que en la fase que va hasta 1997, los legados del régimen militar
dejan de ser objetos de investigación y debate en relación al carácter que toma
el proceso de democratización”. (Garretón,
2005:28)
[30]
Garretón (2005) plantea un “estallamiento” del
campo sociológico respecto a dos ámbitos. Por un lado, el desdibujamiento del
Estado-Nación como unidad intelectual producto de la globalización, y por otro
la precarización del espacio institucional – la Universidad - por el predominio de una economía de mercado;
por otra parte, se asiste a un desgajamiento de tres elementos que, en los
períodos anteriores, habían estado unificados, a saber, la dimensión
intelectual, científica y profesional del quehacer sociológico.
[31]
Considerando estas apreciaciones, resulta esclarecedora la siguiente
frase empleada por Theodor Adorno al referirse al concepto de ‘sociedad’, dice:
“Un concepto como éste no puede ser establecido jurídicamente,
definitoriamente, sino que contiene una riqueza histórica infinita.” (Adorno,
2006:46)
[32] “La modernidad asumió
aquí una forma peculiar, así como el propio capitalismo y la conformación de la
cultura política. La realidad latinoamericana se construye sin duda bajo la
matriz de la cultura occidental, pero no se reduce a ella. Más bien la adapta.
(…) Eso especifica las construcciones resultantes originando un dilema con los corpus teóricos predominantes, forjados
para comprender una realidad moldeada por un curso histórico diferente. (…) Más
que leer el presente latinoamericano a partir de modas foráneas, es preciso
hurgar en nuestra especificidad para discernir lo que somos y lo que podemos
ser, lo que implica, entre otras cosas, reconstruir el diálogo intelectual
latinoamericano.” (Ruiz, 2003:8)
[33]
Hemos decidido emplear el concepto perspectiva en vez de paradigma; esto debido a la carga
teórica que supone la noción de paradigma.
Para mayores detalles al respecto, se sugiere revisar de Kuhn, Thomas (2006). La estructura de las revoluciones
científicas. Fondo de Cultura Económica, México, 3ª edición.
[34]
“Una disciplina
define no sólo algo sobre lo cual se piensa, y cómo se piensa, sino también
aquello que cae fuera de su esfera de alcance. Decir que un tema dado es una
disciplina es decir no sólo lo que es sino también lo que no es. Por
consiguiente, afirmar que la sociología es una disciplina es, entre otras
cosas, afirmar que no es economía, historia o antropología.” (Wallerstein,
1999:11)
[35] La noción de estructura “Se trata, ni más ni menos, de un concepto elemental
y de una tradición analítica sin las cuales no cabe ni siquiera imaginar la
posibilidad de constituir a la sociología como una disciplina con identidad
propia. Una simple muestra de la gravitación de este concepto es la frecuencia
y la familiaridad con que utilizamos la noción de estructura una y otra vez en
nuestra práctica analítica como sociólogos. Es una noción que forma parte del
discurso constitutivo del análisis sociológico.” (Atria, 2012:1)
[36] Cabe hacer la precisión de
que conceptos tales como status y rol son, más bien, propios de una
perspectiva funcionalista, mientras que las nociones de estructura y grupos sociales
hegemónicos se asocian a perspectivas marxistas. De manera consciente no
entraremos en disquisiciones teóricas de esa profundidad; por lo pronto,
interesa tener presente que ambos conceptos pueden articularse en una
perspectiva de análisis de las relaciones sociales que ponga su foco en la
estructura social; podría decirse que, a lo largo de esta apartado estamos
“mezclando” conceptos de diferentes tradiciones teóricas: recalcamos que se
hace con el fin de ilustrar qué significa pensar la sociología en términos
estructurales. Además, consideramos que no vale la pena hacer una distinción
tan ortodoxa entre ambas tradiciones teóricas. Para un actor “bisagra” respecto
a este asunto, revisar, de Robert Merton (1964), Teoría y estructuras sociales.
Fondo de Cultura Económica. México, específicamente el capítulo “Estructura
Social y Anomia”.
[37] “En síntesis, la utilización del análisis estructural efectivamente
permite sentar las bases para fijar y ‘retener’ la acción de los agentes, pero
ello no debe ocultar el hecho de que no toda la acción social resulta como
consecuencia de una coacción estructural. Si por una parte el análisis
estructural tiene un potencial indiscutible para trascender el particularismo
puramente subjetivo del agente poniendo cauces al flujo de la acción, por otra
parte, el mismo análisis estructural debe ser relativizado para dar espacio a
acciones que son el resultado de pactos libremente negociados por los agentes.”
(Atria, 2012:9)
[38] “La utilización del concepto ‘estructura’ para el análisis sociológico
lleva ineludiblemente a plantearse el problema de la libertad del actor que
está ‘situado’ en la malla estructural que se teje por medio de sus relaciones sociales.
La situación estructural no tiene porqué convertirse en una hipoteca de la
libertad del actor como sujeto de la acción social. La sociología no sería
posible si ese actor estuviera totalmente determinado por la coacción
irresistible de sus relaciones estructurales. Tampoco sería posible si
concibiéramos al actor como un elemento plenamente liberado de esa coacción. No
hay determinismo total pero tampoco hay completa libertad, si entendemos
ésta como la total autodeterminación del agente. La noción de estructura nos
permite sortear ambos extremos, que constituyen, cada uno a su manera,
negaciones radicales de la razón sociológica.” (Atria, 2012:15) (los subrayados son nuestros).
[39] Siguiendo la argumentación de Atria,
en su texto Estructura Social y
Estructuralismo en las Ciencias Sociales, podemos plantear que, “la utilización analítica del concepto ‘estructura’
alcanza un desarrollo y madurez decisivas en el análisis de Marx aplicado a la
estructura de clases y, en general, en las corrientes teóricas del materialismo
histórico que se derivan de él.” (Atria, 2012:2)
[40] Adorno nos dice que Marx “tenía la
idea bastante optimista de que el estadio de las fuerzas técnicas de producción
en cualquier circunstancia se impondría como la categoría clave de la sociedad,
mientras que, por otro lado, consideraba las relaciones sociales específicas
como lo socialmente determinante, es decir, el ordenamiento de la propiedad
según el acceso a los medios de producción.” (Adorno, 2006:26)
[41] “Las premisas de que partimos no
tienen nada arbitrario, no son ninguna clase de dogmas, sino premisas reales,
de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación. Son los individuos
reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas con que
se han encontrado como las engendradas por su propia acción. Estas premisas
pueden comprobarse, consiguientemente, por la vía puramente empírica. (…) Totalmente
al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo
sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo; se parte
del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se
expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este
proceso de vida.” (Marx
y Engels, 1970:19-26)
[42] Si bien Marx busca distanciarse de la
tradición Hegeliana, es tributario directa de la misma; aunque el punto de
partida de su análisis es básicamente opuesto al del Idealismo Alemán, en la
continuidad de categorías como ‘Estado’, ‘Sociedad Civil’ es evidente el
influjo Hegeliano. Podría decirse, muy sintéticamente, con el riesgo de caer en
una caricatura, que Marx logra ‘invertir’ la argumentación Hegeliana, sin
escapar por eso de su matriz analítica.
[43] La forma en cómo los hombres
producen sus propios medios de vida “es ya, más bien, un
determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de
manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos. Tal y
como los individuos manifiestan su vida, así son. Lo que son coincide, por
consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo
cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las
condiciones materiales de su producción”. (Marx y Engels, 1980:19)
[44] Las siguientes líneas de Marx,
contribuyen a sintetizar de manera notable lo que venimos exponiendo: “En la producción social de su existencia, los hombres establecen
determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones
de producción, que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus
fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción
constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual
se alza un edificio [Uberau] jurídico
y político, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social.”
(Marx, 2011:4)
[45] De una forma
u otra, Marx busca responder a la
siguiente pregunta: “¿por qué los grupos sociales que supuestamente son una
unidad (el significado, al fin y al cabo, de ‘grupo’) de hecho tienen luchas
internas? Todos conocemos su respuesta. Es la oración que abre la primera
sección del Manifiesto Comunista: ‘La
historia de la sociedad existente hasta ahora es la historia de la lucha de
clases’ “(Wallerstein, 1999:19-20)
[46] “Todas las veces que estemos en
presencia de un tipo de pensamiento o
de acción que se imponga uniformemente a las voluntades o a las inteligencias
particulares, esa presión ejercida sobre el individuo revela la intervención de
la colectividad.” (Durkheim, 1995:403)
[47] “Si intento infringir
las reglas del derecho, estas reaccionan contra mí de tal manera que impiden mi
acto si están a tiempo, o lo anulan y lo restablecen bajo su forma normal (…) Si
yo no me someto a las convenciones del mundo, si al vestirme no tengo en cuenta
los usos vigentes dentro de mi país y de mi clase, la risa que provoco, el
alejamiento en el que se me mantiene, producen, aunque en forma más atenuada,
los mismos efectos que un castigo propiamente dicho. (…)No estoy obligado a
hablar francés con mis compatriotas ni a emplear la moneda legal; pero es
imposible no hacerlo.” (Durkheim, 1986:40)
[48] La siguiente definición entregada por
Durkheim en su libro Las reglas del
método sociológico, sintetiza de buena manera las principales
características de los hechos sociales:
“He aquí modos de actuar,
de pensar y de sentir que presentan la propiedad notable de que existen fuera
de las conciencias individuales. Estos tipos de conducta o de pensamiento no
son solo exteriores al individuo, sino que están dotados de un poder imperativo
y coercitivo en virtud del cual se imponen a él, lo quiera o no.” (Durkheim,
1986:39)
[49] Recordemos que las consideraciones
epistemológicas de un enfoque teórico se relacionan con la pregunta ¿cómo me
acerco, como investigador o investigadora, a fenómenos que entenderemos como
fenómenos sociales?; las consideraciones metodológicas suponen una estrategia
específica de observación - una
definición conceptual básica – que nos permite aprehender los fenómenos
sociales que son de nuestro interés.
[50] “En efecto, estas nociones o conceptos, llámense como se
quiera, no son sustitutivos legítimos de las cosas. Productos de la experiencia
vulgar, tienen por objeto, ante todo, situar a nuestros actos en armonía con el
mundo que nos rodea; están formados por la práctica y para ella. Ahora bien,
una representación puede desempeñar útilmente este papel aunque sea
teóricamente falsa.” (Durkheim, 1986:54)
[51] El siguiente planteamiento de Durkheim puede contribuir a
comprender cómo se manifiestan las prenociones,
en el quehacer disciplinar: “Estas nociones vulgares no se encuentran solo en
la base de la ciencia, sino que volvemos a hallarlas a cada instante en la
trama de los razonamientos. En el estado actual de nuestros conocimientos, no
sabemos con certeza que cosas son el Estado, la soberanía, la libertad
política, la democracia, el socialismo, el comunismo, etc.; por lo tanto, el
método querría que nos prohibiéramos todo uso de estos conceptos, mientras no
estén científicamente constituidos. Y sin embargo, las palabras que los
expresan vuelven sin cesar en las discusiones de los sociólogos. Se emplean en
forma corriente y con aplomo como si correspondieran a cosas bien conocidas y
definidas, cuando solo despiertan en nosotros nociones confusas, y mezclas poco
claras de impresiones vagas, prejuicios
y pasiones.” (Durkheim, 1986:62)
[52] “En efecto, una sensación es más objetiva cuanto más fijo es
el objeto con el cual se relaciona; porque la condición de todo objeto es la
existencia de un punto de apoyo, constante e idéntico, con el cual la
representación pueda relacionarse y que le permita eliminar todo lo variable,
partiendo de lo subjetivo.” (Durkheim, 1986:87-88)
[53]
“Pero se nos dirá que un fenómeno solo puede ser colectivo si
es común a todos los miembros de la sociedad o, por lo menos a la mayoría, si
es un fenómeno general. Sin duda, pero si es general será porque es colectivo
(es decir, más o menos obligatorio), pero no es colectivo por ser general. Se
trata de un estado del grupo, que se repite entre los individuos porque se
impone a ellos. Esta en cada parte porque está en el todo, pero no está en el
todo porque esté en las partes.” (Durkheim, 1986:47)
[54] Podría llegar a justificarse el
racismo, desde una perspectiva que afirme la superioridad de una raza sobre
otra. Ese tipo de explicaciones no constituyen un conocimiento sociológico;
debe buscarse, mas bien, una explicación que se fundamente en otro hecho
social, por ejemplo, que la odiosidad que se origina contra los inmigrantes
tiene su origen en la competencia que estos significan por puestos de trabajo
ya que, constituyen un grupo laboral que vende, por necesidad, su mano de obra
a un precio muy bajo desincentivando la contratación de trabajadores locales.
[55] “¿Qué diferencia esencial existe
entre una reunión de cristianos celebrando las principales efemérides de la
vida de Cristo, o de judíos festejando la huída de Egipto o la promulgación del
decálogo, y una reunión de ciudadanos conmemorando el establecimiento de una
nueva constitución moral o algún gran acontecimiento de la vida nacional?”
(Durkheim, 1995:397)
[56] “No puede haber sociedad que no
siente la necesidad de conservar y reafirmar, a intervalos regulares, los sentimientos
e ideas colectivos que le proporcionan su unidad y personalidad. Pues bien, no
se puede conseguir esta reconstrucción moral más que por medio de reuniones,
asambleas, congregaciones en las que los individuos estrechamente unidos,
reafirmen sus comunes sentimientos; de ahí, la existencia de ceremonia que, por
su objeto, por los resultados a que llegan, por los procedimientos que emplean,
no difieren en naturaleza de las ceremonias propiamente religiosas.” (Durkheim,
1995:397)
[57] “Lo social cada vez se constituye en la comprensión
recíproca de los sujetos en sus acciones, en ese, digamos, entendimiento en la acción. Y así vale lo mismo para el encuentro
más fugaz o ligero – un cruce de ciclistas – que para las formas más extensas e
intensas de asociación – una iglesia, un Estado -.”(Canales, 2012:17)
[58] Según
Weber, “en última instancia, todo conocimiento histórico y científico-social
estaba referido a los hombres; por lo tanto, tal como solía expresarse en los
primeros escritos teóricos, no había que perder de vista el ‘significado
cultural’ de su hacer. En realidad, el método de la ‘comprensión’ constituye un
nexo central, desde luego no totalmente desarrollado en su teoría de la
ciencia, entre el conocimiento causal, por una parte, y la interpretación
referida a valores de los fenómenos sociales, por otra.” (…) Sólo de esta
manera, el investigador se encuentra en condiciones de colocar a su respectivo
objeto de investigación en un contexto general en el que se aclara su
relevancia.” (Mommsen, 1981:262)
[59] “La
corriente del acaecer inconmensurable fluye de manera incesante hacia la
eternidad. Siempre de nuevo y de maneras distintas se configuran los problemas
culturales que mueven a los hombres, y con ello se mantiene fluctuante el
círculo de lo que, para nosotros, presenta sentido y significación entre el
flujo permanente de lo individual, y que se convierte en ‘individuo histórico’.
Cambian las conexiones conceptuales con las cuales aquello es considerado y
aprehendido científicamente. Los puntos de partida de las ciencias de la
cultura se proyectan, por ello, cambiantes, hacia el más remoto futuro.”
(Weber, 2006:73-74)
[60] “Esencialmente
porque a Weber le interesaba que la sociología explicara el comportamiento
social de los hombres desde el punto de vista de sus propias motivaciones
subjetivas y del contexto subjetivo de sentido en el que se encuentra, otorgaba
gran importancia a la constatación de que para la sociología el individuo tenía
que valer básicamente como el único portador de un comportarse con sentido.
Esto significaba, con otras palabras, que metódicamente la sociología debía
practicarse ‘individualistamente’ ” (Mommsen, 1981:256-257)
[61] “La
construcción de una acción rigurosamente racional con arreglo a fines sirve en
estos casos a la sociología – en méritos de su evidente inteligibilidad y, en
cuanto racional, de su univocidad - como
un tipo (tipo ideal), mediante el
cual comprender la acción real, influida por irracionalidades de toda especie
(afectos, errores), como una desviación del desarrollo esperado de la acción
racional.” (Weber, 2008:7)
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