jueves, 24 de diciembre de 2015

La importancia del “contexto de producción”: caracterización histórica del desarrollo de la sociología en Chile




RESUMEN

El estudio de una disciplina como la sociología no puede realizarse en el plano de la abstracción pues, como plantearemos en esta reflexión, las orientaciones que va tomando la sociología como disciplina están fuertemente relacionadas con el contexto histórico en el que esta se va desenvolviendo. Mediante la revisión y articulación de textos que podríamos considerar claves para comprender el desarrollo de la disciplina tanto en nuestro país como en América Latina, propondremos una interpretación del devenir de la sociología en nuestro país, poniendo el énfasis en mostrar cómo el contexto histórico ha influido en las diferentes orientaciones que el conocer sociológico ha ido asumiendo, con las diferentes perspectivas y desafíos que ello conlleva para el desarrollo de la disciplina en el presente.

PALABRAS CLAVE

Sociología – América Latina – Chile – Historia Disciplinar - Metasociología

Publicado originalmente por Revista Estructura. Una versión descargable de este material, en el siguiente link



Introducción

En la siguiente reflexión plantearemos que la sociología como disciplina, aquella sociología que hoy conocemos, aquélla en la que nos desenvolvemos, encuentra una explicación en su propio devenir histórico, a la vez que este decurso se explica por el contexto histórico-social en el cual se ha desenvuelto. En buena medida, las características que ha ido tomando la disciplina – los fenómenos en los que se ha enfocado, las perspectivas teóricas que han predominado, las diferentes formas de investigación que se han desarrollado - están profundamente imbricadas con el entorno histórico (económico, político y social) que se configura como el ‘telón de fondo’ del quehacer sociológico.

En ningún análisis del desarrollo de la sociología puede ser olvidado el contexto histórico en el que se desenvuelve la disciplina. Es por ello que en las siguientes líneas haremos una revisión histórica (podríamos decir, sumaria) de lo que ha sido la sociología como disciplina, desde su surgimiento en América Latina y su posterior desarrollo en el escenario nacional. Consideramos este ejercicio como la mejor forma de dar cuenta de lo que ha sido y, por tanto, lo que actualmente es, la sociología.

El surgimiento de la sociología en América Latina

Siguiendo a Rolando Franco, podemos plantear que en América Latina, las Ciencias Sociales y, “sobre todo la Sociología, tienen una larga historia. Ya en 1877 se había creado en Caracas, el Instituto de Ciencias Sociales; desde 1882 funcionó una cátedra de Sociología en la Universidad de Bogotá; en 1890 [otra] en Buenos Aires. En todas las escuelas de derecho, después de 1910, existían cursos de Introducción a la sociología” (Franco, 2007:11-12); asistimos entonces a un preliminar desarrollo de las Ciencias Sociales en América Latina, ya desde finales del siglo XIX.

Durante el transcurso del siglo XX, la evolución de las ciencias sociales en América Latina, estuvo marcada por una confluencia de factores históricos que favorecieron su evolución institucional, su profesionalización y la posibilidad de que su quehacer fuera demandado socialmente: la presencia de organismos internacionales que estimulaban el trabajo de estas disciplinas, la situación política regional marcada por el nacional desarrollismo que demandaba el conocimiento construido en esta área, y también la acción de personalidades individuales que, con sus esfuerzos personales, hicieron de las Ciencias Sociales un área del conocimiento humano que tuvo efectivamente algo que decir en los períodos de mayor efervescencia y cambio social en el cono sur.[1]

Diversos autores (Baño, 2012; Franco, 2007; Garretón, 2005) coinciden en que, hacia los años 50, los exponentes de la disciplina que habían predominado en los espacios académicos de la región eran aquellos denominados ‘sociólogos de cátedra’.  Estos primeros exponentes de la disciplina tenían, generalmente, otra profesión, y realizaban de manera secundaria actividades docentes en alguna ciencia social. Su enfoque era más bien especulativo y su canal de comunicación por excelencia eran los libros de texto donde transmitían las obras y teorías de autores europeos. 

Por otro lado encontramos un grupo emergente dentro de las ciencias sociales latinoamericanas denominados ‘renovadores’ que - desde mediados del siglo XX - contribuyen a configurar una segunda etapa en el desarrollo de las ciencias sociales. “[Es así que,] en torno a los autores pioneros, se constituye rápidamente, una llamada ‘generación intermedia’ (Graciarena), que asume la tarea de difundir e implantar el proyecto renovador, desplazando a los ‘sociólogos de cátedra’ (…).” (Franco, 2007:16) 

La impronta de aquéllos que denominamos ‘renovadores’, puso énfasis tanto en la verificación empírica de los postulados, como en los métodos y técnicas de investigación que contribuyeran a esta actividad. Por otra parte planteaban el desarrollo de un conocimiento objetivo, neutral desde la perspectiva de los valores, esto asegurado por el carácter acumulativo del conocimiento científico.

Es en este contexto, marcado por la tensión entre estos dos grupos y la pugna por ocupar posiciones institucionales favorables para el desarrollo de sus proyectos, donde surge la FLACSO en el año 1957. Esta institución, patrocinada por la UNESCO, además de contribuir al desarrollo profesional de la disciplina y a la producción de conocimiento en las Ciencias Sociales, significó un claro empuje al segundo grupo que hemos mencionado, fortaleciendo su consolidación en el ámbito académico latinoamericano.

El desarrollo de la sociología en Chile

Recalcamos que el caso chileno no será la excepción de aquello que propusimos como premisa para esta reflexión: las orientaciones que va tomando la sociología como disciplina están fuertemente relacionadas con el contexto histórico en el que se desenvuelve.  Para caracterizar el desarrollo de la disciplina en nuestro país, haremos coincidir la periodificación que Atria y Lemaitre (1983) proponen con aquella propuesta por el profesor Manuel Antonio Garretón (2005), en el entendido que esta segunda periodización, al abarcar un período de tiempo más amplio, y al estar más distante temporalmente de los hechos, logra ser más detallada, comprendiendo incluso diversos sub períodos, y proyectando los desafíos que supone el desarrollo de la disciplina en el contexto actual.

Considerando estos antecedentes, proponemos cuatro grandes períodos que nos permitirán caracterizar el desarrollo de la disciplina en nuestro país:

  1. Período Formativo, o de institucionalización incipiente, que abarca la década del 50 y se extiende hasta el año 1960 aproximadamente.
  2. Período de auge, profesionalización y consolidación de la docencia e investigación en el contexto universitario: entre los años 1960 y 1973.
  3. Crisis, desinstitucionalización y refundación de la disciplina, bajo la dictadura cívico-militar, entre los años 1973 y 1989.
  4. La sociología en el período post dictadura cívico militar, desde el año 1990 a la fecha.


I. Período formativo de institucionalización incipiente (1950 – 1960)

El primer período se caracterizó por un marcado énfasis en el desarrollo de investigación empírica, lo que evidencia el influjo de las técnicas de investigación provenientes de Estados Unidos, principal núcleo de desarrollo de la investigación sociológica en el mundo postguerra. Con este énfasis en el carácter científico de la disciplina se produce un fuerte distanciamiento de aquella línea de sociología reconocida en los ‘sociólogos de cátedra’. En este período se crean diversas escuelas de sociología: “el Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad de Chile, dirigido por Eduardo Hamuy, en 1951, FLACSO en 1957; la Escuela Latinoamericana de Sociología en 1958, la Escuela de Sociología de la Universidad de Chile en 1958 y la Escuela de Sociología de la Universidad Católica en 1959.” (Atria, Lemaitre, 1983)

En el ámbito de las orientaciones teóricas, el período se caracteriza por la preeminencia de un “enfoque funcionalista, con un marco analítico basado en la modernización y un concepto límite de ‘desarrollo’”. (Garretón, 2005:6) De esta forma, se comienza a formar una base institucional que hizo posible desarrollar la formación académica en la disciplina, fundamentalmente a nivel del pregrado.

II. Período de auge, profesionalización y consolidación de la docencia e investigación en el contexto universitario (1960 y 1973)

El segundo período corresponde a la consolidación de la sociología profesional en nuestro país, tanto en el ámbito universitario como fuera de él. En este período se  crearon diversos centros de estudios, tanto en universidades del centro del país, como en provincias. (Atria y Lemaitre, 1983:31) La consolidación de la institucionalidad formativa facilitó la formación sistemática en la disciplina, lo que aseguró la reproducción de una masa crítica de profesionales. Conjuntamente, los egresados de institutos y escuelas de sociología encontraban un mercado laboral en expansión, cuyos principales ejes giraban en torno al Estado, las universidades, y en menor medida, organizaciones sociales como sindicatos, cooperativas campesinas e instituciones asociadas a la Iglesia Católica. (Garretón, 2005)

Según lo plantean Atria y Lemaitre (1983:31-32), los principales contenidos desarrollados por las sociólogas y sociólogos de la época serían: en primer lugar, el dilema de la crisis integral, con sus dos caras, a saber: la marginalidad social (cara interna), y la dependencia (cara externa); en segundo lugar, la reforma universitaria, que transformó profundamente la visión que existía de la relación entre la universidad y la realidad social, específicamente lo referido al cambio social; en tercer lugar figuran los procesos de movilización popular estrechamente ligados a la transformación estructural  - industrialización, urbanización, reforma agraria y creciente participación electoral -  que experimentaba la sociedad chilena.

Esta orientación hacia los grandes problemas nacionales, dio lugar a la formación de centros de estudios interdisciplinarios, al interior de universidades y dependencias estatales que tomaron como temáticas de estudio, aquellas relacionadas con el cambio social y el desarrollo de las sociedades latinoamericanas.

En síntesis, producto de todos los fenómenos sociales que se producían en nuestro país en este segundo período, caracterizado como el ‘auge’ de la sociología, “el clima intelectual generado en torno a la disciplina por la creciente necesidad de conocimiento sociológico para orientar la acción social y que se manifestaba en todos los planos de la actividad nacional, proporcionó un estímulo vigoroso para la investigación y un rápido acercamiento de la sala de clases al taller de investigación.” (Atria, Lemaitre, 1983:32) En el plano teórico, esta efervescencia social se expresó mediante la preeminencia del marxismo estructural y un marcado latinoamericanismo, orientación que se posicionó en disputa frente al proyecto funcionalista que marcaba el período fundacional anterior.
De tal modo, podemos plantear que hacia 1967 se comenzó a producir una “polarización ideológica de la vida académica, vinculada al proceso político nacional que culminará con el período del gobierno de Allende y de la Unidad Popular (1970-1973). Se trata, así, de una profundización, radicalización y crisis interna del modelo fundacional, en que las ciencias sociales, especialmente la sociología, se transforman en una expresión -en el campo académico e intelectual- de los procesos y luchas políticas del momento”. (Garretón, 2005:8)
III. Crisis, desinstitucionalización y refundación: la sociología bajo la dictadura cívico-militar en Chile (1973 - 1989)
El tercer período apuntado, está marcado por la dictadura cívico-militar en Chile (1973-1989), debido al proceso de intervención, reestructuración y cambio que sufrieron las universidades en este nuevo contexto.[2] El régimen cívico-militar articuló dos dimensiones: una reactiva y una fundacional. (Garretón, 2005) La primera dimensión se caracterizó por la fuerte represión a individuos e instituciones, con el fin de desarticular la organización y movilización de los diversos actores sociales que existía de manera previa al golpe de Estado. La segunda dimensión aglutina diversos reordenamientos en variadas esferas sociales, introduciendo un nuevo modelo nacional de desarrollo histórico, caracterizado por una fuerte orientación neoliberal en lo económico, reduciendo el rol económico-distributivo del Estado a punta de la privatización de áreas sociales sustantivas (salud, previsión social  y educación, por ejemplo).

En lo inmediato, luego del golpe militar, los principales problemas para la sociología y sus exponentes, estuvieron marcados por las labores de asistencia, auxilio y ayuda para salir del país, que tuvieron que organizarse debido a la implacable persecución política organizada por el régimen.[3] En 1975 se inicia “un proceso de desinstitucionalización de la disciplina, con el cierre de la admisión de alumnos, en casi todas las carreras de sociología existentes en el país, el desmembramiento de equipos investigadores y la reestructuración de  las unidades académicas respectivas[4].”(Atria, Lemaitre, 1983:33) Por otro lado, la reducción del sector público también afectó la labor sociológica, pues incidió directamente en las posibilidades de trabajo que tenían los sociólogos y especialistas en ciencias sociales en todo el país.
Diversos autores (Atria y Lemaitre, 1983) (Baño, 2012) (Garretón, 2005) coinciden en que durante la dictadura cívico-militar se desarticula el modelo fundacional de la sociología, que ya hemos revisado en los dos primeros períodos. El espacio institucional donde por excelencia se había desarrollado la sociología – las universidades – es prácticamente destruido y radicalmente reestructurado posteriormente; el desmantelamiento de carreras, unidades académicas y centros de estudio e investigación, la expulsión, represión o muerte de estudiantes y académicos, la censura impuesta a las actividades que lograron sobrevivir, junto con la racionalización económica y política a la que fue sometida el espacio universitario tuvo consecuencias importantes consecuencias:
En primer lugar, la disminución o inexistencia de la admisión de alumnos que provocó la paralización de la docencia en sociología, y la formación sistemática de una generación de reemplazo.  
En segundo lugar, el vacío de investigación sociológica relevante sobre fenómenos que hoy tienen completa vigencia en la sociedad chilena, como los profundos cambios estructurales que incentivó la dictadura cívico-militar.
En tercer lugar, la refundación de la actividad sociológica en un nuevo tipo de institucionalidad que ya no es financiada por el Estado sino por organizaciones extranjeras[5], caracterizada por el surgimiento de “muchas ONG o centros académicos independientes (CAI), fuera del sistema universitario, que alojan el trabajo de intelectuales de las ciencias sociales (…)”, (Baño, 2012:10) tanto de aquellos oficalistas, como de opositores al régimen cívico-militar.
En cuarto lugar, los objetos de investigación que caracterizaron a los períodos anteriores fueron desapareciendo. Durante los primeros años de la dictadura cívico-militar, los estudios realizados continuaron la orientación marxista, pero abordando el fracaso de la “Vía Chilena al Socialismo”. Poco a poco la perspectiva ‘total’ sobre la sociedad impulsada por el materialismo histórico, se iría perdiendo, así como la vocación latinoamericanista.
Posteriormente se produce un giro hacia un enfoque funcionalista, como también hacia una suerte de especialización temática: “Las investigaciones fueron volviéndose cada vez más “nacionales”; y aún más, especializándose temáticamente: el Estado, los partidos políticos, los movimientos sociales, la mujer, etc.” (Baño, 2012:13) Se puede afirmar entonces, que en este período hay una parcelación de los objetos de estudio, así como un abandono de los enfoques teóricos críticos. (Garretón. 2005)
Ahora bien, a partir de las movilizaciones sociales que se produjeron en el marco de las Jornadas de Protesta Nacional, entre los años 1983 y 1984 principalmente, la sociología sufre una nueva reorientación,[6] enfocada esta vez en torno al concepto de “democracia”, a la vez que, al abrirse el debate político e ideológico, se abrió también un campo de inserción profesional para los sociólogos y sociólogas.

IV. La sociología en el período post dictadura cívico militar, desde el año 1990 a la fecha.


El último período que describiremos coincide con la recuperación de la democracia y se proyecta hasta nuestros días.
El escenario institucional que se configura luego de la recuperación de la democracia está marcado por la continuidad de los mecanismos de mercado – tales como la competencia – en el ámbito universitario, deteriorando más aún a las universidades “públicas”. Si bien asistimos a un salto cuantitativo[7] en términos de cantidad de carreras y estudiantes de sociología, así como a la reincorporación, en algunos casos, de científicos sociales desplazados por la dictadura, y a la apertura de oportunidades para la sociología en universidades privadas, “no ha habido una política de apoyo sustantiva especial a las ciencias sociales desde el Estado a través de los organismos de política científica, como la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICYT).” (Garretón, 2005:22)

Este período se caracteriza también por la fragmentación tanto de los marcos teórico-interpretativos como de las unidades de análisis. Ya no existen paradigmas que logren entregar una interpretación global del decurso histórico de nuestra sociedad. En el período post autoritario “hay un cambio desde estudios o ensayos más globales e interpretativos sobre la sociedad, hacia estudios empíricos más monográficos y sectoriales, con un especial énfasis en las dimensiones metodológicas y técnicas tanto de la recolección de datos como de su análisis”. (Garretón, 2005:28)

Cabe destacar que el proceso de transición a la democracia abrió nuevos ámbitos de investigación, fundamentalmente en torno a las “transformaciones estructurales y culturales y a la redefinición de los actores sociales, derivadas del modelo socioeconómico heredado de la dictadura y parcialmente corregido por los gobiernos democráticos desde 1990”. (Garretón, 2005:23) La pregunta que subyace a este re direccionamiento es si se estaba asistiendo sólo al tránsito de un régimen político a otro, o si se trataba de transformaciones sociales de más largo aliento que pudieran marcar el tránsito de un tipo de sociedad a otro.  

En el ámbito del quehacer sociológico, se asiste a un desdibujamiento de las fronteras disciplinares en el que existe una gran similitud entre los trabajos llevados a cabo por cientistas sociales, así como una gran variedad de actividades en las que se desenvuelven las sociólogas y sociólogos.  Siguiendo a Garretón (2005), podemos plantear que la problemática esencial que enfrenta la sociología – y en general, las ciencias sociales -  en el período que hemos llamado post-autoritario, es la reconstrucción de un paradigma teórico unificado así como la reconstrucción de un espacio institucional desde el cual pueda posicionarse y desplegarse. Sin embargo, la inexistencia de una entidad estatal que ampare y financie el quehacer sociológico, la crisis de los grandes paradigmas interpretativos y la fragmentación del campo profesional, constituyen obstáculos complejos, que hacen necesaria una clara y consciente reflexión sobre las posibilidades y limitaciones que enfrenta actualmente la sociología,[8] para así poder proyectar en el tiempo el desarrollo de una disciplina, que hoy es más necesaria que nunca.

A modo de conclusión…

Luego de esta breve exposición sobre el devenir histórico de la sociología, volvemos a destacar el innegable nexo existente entre el quehacer sociológico y el contexto histórico, comprendiendo de esta forma que las diferentes orientaciones que ha ido tomando la disciplina están en estrecha relación con la sociedad que estudia, y el contexto histórico en que se desenvuelve. 

En tal sentido, creemos que la premisa que ha dado inicio a esta reflexión, es necesaria tanto para entender qué puede ser la sociología, así como para tener conciencia de sus límites y posibilidades. El reflexionar sobre la sociología -  una reflexión metasociológica - no puede reducirse a una mera constatación de teorías y metodologías en abstracto, sino que precisamente debe orientarse hacia la elaboración de una inscripción del desarrollo de la disciplina en la sociedad histórica que pretende estudiar, explicar (y por qué no), transformar.

Marzo 2015


Bibliografía
  Atria, R., Lemaitre M.J. (1983) El desarrollo de la sociología en chile en Las Ciencias Sociales en Chile, 1983. Análisis de siete disciplinas, CPU Santiago. 
Baño, Rodrigo. (2012) Las ciencias sociales como conocimiento de la época. Revista Anales. Séptima Serie, Nº 4, noviembre.

Franco, Rolando (2007) La Flacso Clásica (1959-1973). Vicisitudes de las Ciencias Sociales Latinoamericanas. Coedición FLACSO/Editorial Catalonia, Santiago Chile.

Garretón, M. Antonio. (2005) Las ciencias sociales en Chile. Institucionalización, ruptura y renacimiento. Social Science information sur les sciences sociales, SAGE. Editorial Siglo XXI. México.


[1] “A este espíritu de la época, responde y contribuye, a la vez, la instalación en Santiago de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en 1949 y su ‘División de Asuntos Sociales’ desde 1955, la Facultad de Ciencias Económicas y el Instituto de Economía de la Universidad de Chile. Desde tales instituciones se plantea la nueva problemática del desarrollo definido como el proceso fundamental o problemática histórica central de nuestras sociedades. A partir de esto se legitima la necesidad de ‘expertos’ para el nuevo tema, identificados básicamente con los sociólogos”. (Garretón, 2005:4)



[2] “Como corresponde a una represión masiva y bien organizada, muy pronto se dictaron medidas dirigidas directamente contra las instituciones y, tras el Golpe militar, la iniciativa de las nuevas autoridades fue intervenir radicalmente todas las universidades chilenas. Esto tenía como finalidad obtener el control político de lo que es considerado el espacio en que las sociedades se piensan a sí mismas.” (Baño, 2012:6)


[3] “(…) Los científicos sociales fueron particularmente afectados. Hubo persecución de sociólogos y estudiantes de sociología destacados, y se sabe que varios fueron detenidos desaparecidos, fusilados y torturados, desde el mismo 11 de septiembre de 1973.” (Baño, 2012:6)


[4] Ya desde 1973 se puede advertir este proceso, promulgado el 20 de Octubre de ese año, sirve como ejemplo “el Decreto Ley N° 50 que suprime la autonomía universitaria y toda forma de participación interna y que se orienta a la depuración drástica de los claustros universitarios de académicos y estudiantes. Se intervienen los planteles de educación superior con la designación de Rectores Delegados para las 8 universidades, los cuales serían los encargados de hacer limpieza en todo el estamento universitario. Estos fueron oficiales en servicio activo o en retiro de las Fuerzas Armadas, que tenían atribuciones y recursos para intervenir, modificar, crear, refundir o suprimir unidades académicas, departamentos, carreras; junto con poder remover o destituir personal académico, administrativo y estudiantes” (Baño, 2012:7)


[5] “En tales centros, una buena cantidad de investigadores independientes participa en los concursos internacionales por grants individuales a través de Fundación Ford, Friedrich Ebert, Servicio Universitario Mundial (WUS), Guggenheim Foundation, Social Science Research Council, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales(CLACSO), entre otros” (Garretón, 2005:22)

[6] Producto de esta apertura política “surge un nuevo actor típico de los fenómenos de democratización: la opinión pública. Desde mediados de la década de los ochenta, especialmente suscitados por procesos como el Plebiscito, muchos de los centros independientes dedicados a la sociología y la ciencia política realizaron una amplia gama de estudios de opinión pública, contribuyendo a la racionalidad de las acciones políticas y a la predicción de resultados de procesos electorales”. (Garretón, 2005:27)

[7] “Las matrículas en las carreras de ciencias sociales aumentaron de 7,8% respecto del total de matrículas de educación superior en 1985, a 11.8% en 1995, 11,7% en 2000 y 12,5% en 2002 (datos del Consejo de Rectores).” Por su parte, considerando la cantidad de carreras, el año 2001 sociología pasó de 9 a 12. (Garretón, 2005:25)



[8] Garretón (2005) plantea un “estallamiento” del campo sociológico respecto a dos ámbitos. Por un lado, el desdibujamiento del Estado-Nación como unidad intelectual producto de la globalización, y por otro la precarización del espacio institucional – la Universidad -  por el predominio de una economía de mercado; por otra parte, se asiste a un desgajamiento de tres elementos que, en los períodos anteriores, habían estado unificados, a saber, la dimensión intelectual, científica y profesional del quehacer sociológico.

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