sábado, 3 de enero de 2015

¿Qué es la Sociología?



“¿Hacia dónde va esta sociedad?, pregunta inevitable en esos días de vértigo histórico, obligaba, o al menos permitía, la complementaria: ¿En qué consiste esta sociedad? En fin, es a través de esta pregunta, que quiere servir a la anterior, por donde puede encontrarse en todo su contexto la cuestión que funda la sociología: ¿En qué consisten las sociedades humanas?”

(Canales, 2012:13)
Presentación

Me gustaría compartir con ustedes el siguiente trabajo, fruto de un esfuerzo personal realizado de manera sostenida durante 2013 y la primera mitad de 2014. La idea fue realizar una breve introducción a la sociología como disciplina tanto para quienes se empiezan a formar en ella como para aquellas personas que se interesen en entender de modo general, de qué se habla cuando se la menciona. Evidentemente no es un manual exhaustivo ni mucho menos; evidentemente goza de ciertas deficiencias y carencias debido a mi escasa experiencia en el rubro. Sin embargo, creo que puede servir como una breve introducción que principalmente busca estimular la reflexión del tipo que Wright Mills definió como la "Mirada Sociológica". La idea es abrir preguntas y cuestionamientos, más que cerrarlos.

Quienes se interesen por tener la versión digital original, pueden hacer clic acá.

 Prólogo [1][2]
Elaboré el presente trabajo, en un primer momento, como un registro escrito del curso “Sociología” -  dictado en el primer semestre de la carrera de sociología de la Universidad de Chile - que facilite a los estudiantes el acceso a sus contenidos; aquí encontrarán desarrollados los temas fundamentales a tratar, con referencias claras a las bibliografías obligatorias, con ejemplos concretos, etc. En la misma perspectiva, pero de manera más específica, este texto busca posicionarse como un recurso introductorio a la disciplina, que permita a los estudiantes, además, comprender con coherencia otros ramos de la carrera, tanto aquéllos de desarrollo teórico específico, como los enfocados al desarrollo de competencias metodológicas para la investigación de la realidad social.

En una segunda instancia, y como objetivo general, pretendo que pueda ser útil a cualquier persona interesada en la sociología, y que por tanto busque en ella una respuesta a la pregunta que dará inicio a la presente reflexión.

Con todo, hay un par de puntos que me gustaría dejar aclarados. En primer lugar, no pretendo que este material sea considerado como un tratado de teoría sociológica ni una historia detallada de la sociología como disciplina; el objetivo es otro: su orientación es eminentemente pedagógica. Podría criticarse que las referencias a los autores clásicos de la sociología, no se profundizan, que no se ahonda lo suficiente en los antecedentes intelectuales y en las elaboraciones teóricas que ellos desarrollaron; asimismo podría decirse que faltaría mayor minuciosidad para realizar una revisión histórica de lo que ha sido la sociología como disciplina. Sin embargo, las referencias a ambos temas no constituyen un fin en sí mismo, sino más bien a resaltar ciertos aspectos que considero importantes para la construcción de lo que aquí llamamos una mirada sociológica.

Por otro lado, debo reconocer que intencionalmente no me he ajustado a algunas exigencias formales que generalmente se siguen: las referencias a los autores son reiteradas; incluso cuando podría haberse sintetizado mucho más una idea, preferí incluir una referencia explícita, por extensa que fuera, lo cual tiene un objetivo: ayudar a relacionar de manera directa la reflexión que aquí se propone con el material bibliográfico que debe encarar un estudiante de sociología en primer año, bajo el supuesto de que este trabajo analítico es una práctica que no se desarrolla de manera mecánica y que constituye una habilidad fundamental para la capacidad reflexiva.

Otro elemento que me gustaría aclarar es que – como se dará cuenta el lector – este trabajo no presenta un cierre, por un motivo bastante evidente: mi condición de estudiante de tercer año de la carrera. Hay una serie de elementos que, a pesar de dejarlos planteados, entiendo que no tengo aún, las herramientas suficientes para poder desarrollar.

En relación a lo anterior, en la introducción planteo como una cuarta dimensión constitutiva de la mirada sociológica – además de aquellas referidas a la estructura social, la acción social y las instituciones sociales y representaciones colectivas, respectivamente -  el ámbito  de la comunicación; sin embargo, no me fue posible desarrollar tal área porque a la fecha, recién he comenzado a estudiarla. De la misma forma, la unidad tres debiera ofrecer ejemplos reales sobre reflexiones sociológicas que encuentran su punto de partida en la observación y análisis de la realidad concreta, sin embargo, debido a mi inexperiencia en procesos de investigación sociológica formal, he preferido dejarlo como un trabajo pendiente. Lo mismo sucede con el trío de preguntas planteadas en la introducción, que apuntan a reflexionar sobre las perspectivas políticas que puede alcanzar la actividad sociológica: estimo que mi experiencia como estudiante no es suficiente como para aventurar una respuesta con fundamento sólido; es así que prefiero dejarlas solamente enunciadas.

Si lo que aquí propongo presenta tantos vacíos ¿por qué entonces compartirlo? Bueno, creo que a pesar de sus limitaciones, las reflexiones que aquí apunto son necesarias y encuentran su valor en que precisamente emanan de una serie de preocupaciones que se han despertado en mí durante los primeros años en la carrera. El hecho de que no se presente ninguna conclusión o cierre para la reflexión sólo reafirma el carácter inconcluso de la misma y constituye un recordatorio de que – en algún momento – debe ser retomada. En ningún caso pretendo presentar un tratado sobre sociología, ni menos una verdad acabada sobre la disciplina; es, más bien, un ejercicio abierto, que busca constituirse en constante revisión y discusión.

No vaya a ser que algún día resolvamos todas nuestras inquietudes y no nos quede nada más por hacer.

Ñuñoa, Junio de 2014.


Introducción: la pregunta fundamental

La pregunta ¿qué es la sociología? no debiera dejar indiferente a ninguna persona que de una u otra forma esté involucrada o interesada en la disciplina; para aquellos que recién incursionan en ella, para quienes están en los primeros años formativos, la pregunta aquí planteada debiera ser de una importancia capital, y sobre todo, orientadora de su quehacer intelectual.

Y es que no es una pregunta trivial la cuestión por la sociología y tampoco es una interrogante fácil de responder, por cuanto la misma disciplina se encuentra en un constante devenir, tanto así como su objeto de estudio: la sociedad. Uno de los  principales obstáculos que encontraremos al intentar responderla, es que no existe una respuesta unívoca. Esta característica que podría resultar desalentadora, se planteará en el siguiente texto como una de las principales (y apasionantes) virtudes de este quehacer, pues proporciona un  potencial analítico para la investigación social, podría decirse, inagotable.

En el intento por responder a nuestra pregunta inicial, hemos encontrado varias líneas de trabajo que deberán ser encaradas – y relacionadas - para entregar una idea de qué es lo que podríamos entender por sociología; a modo de síntesis se dejarán planteadas en esta introducción, para profundizar en ellas, en el desarrollo de este texto.

En primer lugar, es necesario comprender que para lograr aprehender las diferentes “manifestaciones” de la sociología, hay que tener claro que, si bien todas ellas se dedican a estudiar la “sociedad”, cada una la define de un modo diferente. Cada perspectiva sociológica posee una definición propia de qué es la sociedad, lo que explica la imposibilidad de una respuesta unívoca a la pregunta planteada. Cada enfoque presenta, una ontología (definición de aquello que se investiga), una epistemología (una manera particular de relación entre aquél que investiga y aquello investigado) y una metodología (o forma de aprehender lo investigado), peculiares.

En segundo lugar, es preciso destacar que la característica recién expuesta no responde a algo arbitrario, o aleatorio; responde más bien a factores socio-histórico-culturales y a los intereses específicos presentes en esos escenarios, o, por decirlo de otra forma, al “contexto de producción” desde donde se elabora cada perspectiva sociológica[3]. Por lo mismo, nunca hay que dejar de observar ese contexto al momento de dar respuesta a la pregunta ¿qué es la sociología? Así, para la presente reflexión, reviste crucial importancia responder tres preguntas que tienen directa relación con el contexto de desarrollo de nuestra disciplina, a saber: ¿Cuál es el origen y devenir histórico general de la sociología?, ¿Cómo se ha desarrollado la disciplina en América Latina? y ¿Cómo se ha desarrollado la sociología en Chile?

En tercer lugar, enfatizaremos que el punto de partida de cualquier reflexión sociológica, se juega en la realidad concreta, en el medio donde se encuentra inmersa la socióloga o el sociólogo. Plantearemos (sobre todo para quien se inicia en este oficio) que el análisis sociológico de la realidad cotidiana constituye una habilidad fundamental; es en nuestra actividad del día a día, donde podemos palpar aquella entidad denominada “sociedad”, y es precisamente allí, donde nuestra “mirada sociológica” puede entrenarse. También afirmaremos que es la realidad concreta la que deberá orientar cualquier reflexión o análisis con intención sociológica; no resulta útil la importación mecánica de teorías sociales aplicadas de manera forzada a una realidad particular y concreta.

En cuarto lugar, presentamos el siguiente esquema  que permitirá introducirnos en las corrientes del pensamiento sociológico que se configuran como las principales formas de comprensión de la realidad social y, por tanto, como fundamentales para el análisis e investigación de la misma[4]. Considerando los cuatro aspectos ya señalados, intentaremos entregar una respuesta a la pregunta que dio inicio a nuestra reflexión.


Esquema 1. Las perspectivas constitutivas de una mirada sociológica

Cabe precisar que el esquema propuesto[5] se articula a partir de conceptos que aquí trabajamos como los centrales de cuatro grandes maneras de comprender,[6] y por tanto de acercarnos al estudio de la sociedad. Asimismo, hemos puesto al centro del esquema  al concepto “relaciones sociales” pues – como se verá más adelante – será nuestro concepto central, para el estudio de la realidad social.

Con los planteamientos que ya hemos realizado, nos acercamos al objetivo que persigue el presente trabajo: contribuir al desarrollo de aquello que hemos llamado “mirada sociológica”. Mediante la respuesta a la pregunta ¿qué es la sociología? habremos logrado comprender que el estudio de la sociedad no es ajeno a su contexto de producción - al contrario - y que es por ello que contamos con diferentes perspectivas de análisis que configuran el lente específico del oficio del sociólogo o socióloga. Siguiendo con esta línea argumentativa, podremos explayarnos en la caracterización de cada una de las perspectivas o enfoques de análisis – estructura social, representaciones e instituciones colectivas, acción social y procesos comunicativos -  poniendo especial énfasis en el potencial analítico que cada uno de estos enfoques reviste para la disciplina, llevando a cabo también el ejercicio de emplearlos, mediante ejemplos sencillos y reales, para de esta forma dar cuenta de su utilidad en la comprensión de la realidad social.

En quinto lugar, será necesario dar cabida a una tríada de preguntas, a saber: ¿por qué, para qué y para quién producimos conocimiento sociológico? La reflexión en torno a estas preguntas apunta a que seamos capaces de observar de manera crítica el rol del investigador - del sociólogo o socióloga (nosotros mismos) - respecto a su (nuestro) contexto social e histórico, enfatizando que nuestra disciplina no se desenvuelve en un ambiente aséptico, ni de laboratorio, sino que está inmersa  y tensionada por la misma realidad social que intenta desentrañar.

Planteada nuestra hoja de ruta, en las páginas siguientes buscaremos ir respondiendo de la manera más sencilla posible, las interrogantes aquí planteadas.

El lector irá encontrando a lo largo del texto referencias explícitas a algunos textos que constituyen un material, si bien prescindible para el aficionado, fundamental para el estudiante de esta disciplina. El listado de textos que respaldan esta reflexión, se encontrará al final del texto, en un índice ordenado por unidad temática. Al tratarse por lo general de materiales extensos, se apuntará con precisión las páginas o capítulos imprescindibles para profundizar los temas particulares puestos en discusión.

Con el objetivo de poder ejercitar nuestra “mirada sociológica” buscaremos introducir en la argumentación ejemplos simples donde se pongan en juego los prismas analíticos que iremos exponiendo; si bien en esta disciplina se encontrará un amplio desarrollo teórico de la más diversa índole, no debemos olvidar que una teoría que no se acerca de manera concreta a la realidad que busca comprender, es una teoría que pierde todo su potencial heurístico.


1. La sociología es el “estudio de la sociedad” pero… ¿qué es la sociedad?

Para avanzar en las posibles respuestas a la pregunta ¿qué es la sociología? debemos intentar dar cuenta de la imposibilidad de encontrar una respuesta unívoca[7]. Aunque para algunos este fenómeno puede resultar decepcionante, e incluso inentendible, podemos afirmar, en un primer momento que, al desarrollarse esta reflexión, se irá mostrando cómo esta suerte de “indeterminación” que padece la sociología, es precisamente la característica que le otorga mayor riqueza.

Al preguntarnos por la sociología, la primera respuesta que podríamos dar, solamente por deducción etimológica del término, es que la sociología es el estudio de la “sociedad”. Sin duda aquí encontramos la primera dificultad, ya que esta pregunta nos conduce necesariamente a la siguiente: Si la sociología es el estudio de la sociedad, ¿qué es,  entonces, la sociedad? ¿Es la suma de individuos aislados? ¿Es una entidad que se encuentra por sobre todos nosotros regida por leyes propias? ¿Dónde podemos observarla? ¿Cómo definimos cuando (y cuando no) un fenómeno puede ser catalogado como un “fenómeno social”?

El planteamiento de estas preguntas ha ido encontrando a lo largo del devenir histórico de la sociología, diferentes respuestas. De manera sumaria, podemos afirmar que cada gran línea de análisis de la sociedad ha planteado diferentes concepciones de ella; si bien en esta reflexión no profundizaremos en las siguientes definiciones, podemos decir que, cada gran enfoque sociológico presenta tres componentes importantes:

        I.           Una ontología que le es particular; cada perspectiva ha definido a la sociedad (aquello que estudia) de una manera particular. Es decir, dependiendo del foco que se enfatiza para analizar los fenómenos sociales, es que han surgido diferentes maneras de definir el concepto de sociedad.
La pregunta ¿qué es la sociedad? Supone (al responderla) un planteamiento ontológico, en el que se defina qué es lo que se entenderá por sociedad[8], cuáles son sus características históricamente dadas.

      II.            Una epistemología que le es particular. Si ya se ha definido qué es la sociedad, esa definición supondrá entonces una manera particular de relación entre quién investiga y aquello estudiado. Desde este plano de análisis se desprenden preguntas como: ¿es posible un conocimiento “objetivo” desligado de consideraciones subjetivas? ¿debe quien investiga imbricar en el análisis de la sociedad sus motivaciones y experiencias personales? ¿es posible estudiar la sociedad para transformarla? ¿al estudiar la sociedad, de qué manera puede ser afectada por quien investiga? ¿Cómo afecta, el estudio de la sociedad, al investigador o investigadora que es parte de ella?

    III.            Una metodología que le es particular. Luego de definir la sociedad y establecer la manera en cómo quien investiga se relaciona con ella, llega el momento de la investigación práctica, donde debe definirse cómo se estudiará aquella sociedad cuyas características ya se han expuesto. Es frecuente confundir la metodología con las técnicas de investigación; es preciso señalar que la manera en como aquí entenderemos este término, refiere a consideraciones más generales. SI bien en este apartado puede no quedar resuelta esta distinción, cuando hagamos referencia en los distintos enfoques sociológicos a conceptos como “materialismo histórico”, “hecho social” o “tipo ideal” es de esperar que las dudas vayan quedando zanjadas.

Puede que hayamos desarrollado una dinámica un tanto mecánica en el curso de esta exposición (en cuanto a las definiciones ontológicas, epistemológicas y metodológicas), por lo que es necesario destacar que en la práctica y en general, no opera estrictamente de esta manera; al momento de abordar el estudio de los textos que hemos apuntado, hay que tener presente que los autores no construyen de esta forma sus planteamientos; los conceptos empleados son más bien categorías que representan niveles de análisis,  que con un propósito más bien pedagógico, se han expuesto de esta manera, ya que resultan analíticamente imprescindibles a la hora del estudio formal de la disciplina.

Ahora bien, ¿cómo entender que existan tamañas diferencias entre cada perspectiva sociológica y que, aún así, podamos seguir hablando de una sociología como si se tratara de una disciplina fácilmente definible? Según lo recién planteado, ni siquiera podemos afirmar que cada perspectiva de análisis estudie los mismos fenómenos[9]. Es por ello que, “la Sociología, con razón, ha sido considerada en más de una ocasión como una disciplina generalizadora que abarca, dentro de su objeto, desde las manifestaciones más globales (macrosociales) de la estructura social hasta los niveles de las relaciones sociales más elementales (microsociales) que se dan en dicha estructura” (Atria, Lemaitre, 1983:28).

Para otorgar una solución temporal a este conflicto que haga posible continuar de manera coherente con la reflexión, podemos plantear, en un sentido más bien genérico, que la sociología se ocupa del estudio de las relaciones entre los seres humanos; relaciones de todo tipo (económicas, políticas, religiosas, culturales, etc.) cuya configuración específica está determinada porque, según sus características históricas específicas, constituyen grupos humanos con dinámicas y elementos identificables, singulares, en definitiva .

Para respaldar esta definición general, haremos referencia a la argumentación desarrollada por Adorno en su Introducción a la Sociología: “(…) el concepto de sociedad es un concepto que denota una relación entre seres humanos. Considerando esta relación como una ‘realidad de segundo grado’, se pasa por alto que la sociedad se compone siempre de individuos, y que su concepto, sin los individuos de los que se compone y entre los cuales rige esa relación, resulta tan sin sentido y absurdo como cuando, desde el otro lado se considera que la sociedad sólo es algo reducible a individuos aislados, y que fuera de los individuos nada tiene significación (…)”; podemos precisar, por tanto, que la sociedad “no es la mera suma o aglomeración (o como lo quieran llamar) de individuos (…) Se realiza a través de los individuos pero, en tanto relación, no puede reducirse a ellos; y, por otro lado, tampoco puede ser concebido como un concepto superior puro existente en sí.” (Adorno, 2006:56-57).

Es así, que el interés propio de esta disciplina está puesto en las relaciones sociales; la sociología, como disciplina que estudia la ‘sociedad’, analiza concretamente las ‘relaciones sociales’ históricamente situadas. Ahora bien, luego de esta aproximación sumaria al ámbito de trabajo de la sociología podemos preguntarnos: ¿cuáles son, entonces, las relaciones sociales que aborda – específicamente – la sociología? Una vez más, ante una pregunta de este tipo, no existe una respuesta única.

Para resolver este impedimento aparente, es necesario hacer hincapié en el importante nexo entre la sociología y la historiografía. En ningún análisis sociológico puede ser olvidado el contexto histórico en el que se desenvuelven las sociedades, es éste el que explica cómo una sociedad ha llegado a ser aquello que es y a la vez explica que no sea posible dar una respuesta unívoca a las preguntas formuladas anteriormente porque, si la sociedad cambia en el tiempo, cualquier tentativa de definición inmutable es de suyo limitada.

A este respecto, nos es útil la argumentación que el profesor Manuel Canales desarrolla en la introducción[10] del texto Sociología. Introducción a los clásicos, específicamente cuando plantea que, en “las ciencias sociales, (…) las preguntas las pone la sociedad, la que investiga y la que se investiga; una investigación de la sociedad, como objeto, pero también como la (sujeto) que observa. (…) No hay, entonces, una  ciencia de lo social en general que no sea la ciencia de las preguntas/dilemas que cada vez se formula una sociedad determinada y las respuestas que podrían producirse.” (Canales, 2012:10).

Dada la importancia del contexto histórico en que se produce el conocimiento sociológico, podemos entonces entender la variedad de respuestas y perspectivas de las que se nutre la disciplina como tal.  En el siguiente apartado se proporcionarán nociones generales sobre el devenir histórico de la disciplina. Consideramos este ejercicio como la mejor forma de dar cuenta de lo que ha sido y, por tanto, lo que actualmente es, la sociología.


2. La importancia del “contexto de producción”: Caracterización histórica del desarrollo de la sociología.

Como se ha ido desarrollando en el transcurso de este trabajo, el hecho de que no exista una definición unívoca en torno a la disciplina no responde a un carácter caótico o arbitrario de la misma, sino más bien a factores histórico sociales en estrecha relación con el conocimiento elaborado por la sociología[11]. Es por ello que en las siguientes líneas haremos una revisión histórica (podríamos decir, sumaria) de lo que ha sido la sociología como disciplina, desde sus orígenes europeos, pasando por su surgimiento en América Latina y su desarrollo en el escenario nacional.

Es pertinente, entonces, ahondar en la época en que se originan y comienzan a institucionalizarse las diferentes disciplinas que hoy abarcamos con el nombre de “Ciencias Sociales”.

En la Europa del siglo XVIII venían gestándose grandes cambios sociales que encuentran su expresión paradigmática en la Revolución Industrial y la Revolución Francesa. Estos fenómenos tendrían consecuencias trascendentales para las sociedades feudales europeas, pues producirían cambios radicales en todos los aspectos del modo de vida hasta entonces conocido (que podríamos definir como tradicional). Las puertas de la modernidad se abren de la mano de procesos como el crecimiento demográfico, la migración campo-ciudad, el nacimiento del estilo de vida urbano, el auge del comercio, los avance técnicos en los modos de producción de la vida material, el surgimiento de los estados nacionales, el desarrollo del capitalismo industrial y de la economía global moderna.

Si bien no cabe dentro de los objetivos de esta reflexión  la descripción detallada de cada uno de estos fenómenos, para comprender la razón de ser de una disciplina como la sociología, y de las ciencias sociales en general, estos elementos deben ser tomados en cuenta. No es sino en el intento de comprensión de estas realidades históricas, donde emergen y cobran sentido estas disciplinas[12].

En algunos países europeos, como Gran Bretaña y Francia, el efecto producido por estos cambios históricos fue inmenso. De alguna forma, al propiciar desde lo político un quiebre radical con el orden tradicional, “la Revolución Francesa impuso cierta clarificación del debate. La presión por la transformación política y social había adquirido una urgencia y una legitimidad que ya no resultaba fácil contener mediante la simple proclamación de teorías sobre un supuesto orden natural de la vida social. En cambio, muchos – sin duda con esperanzas de limitarlo – sostenían que la solución consistía más bien en organizar y racionalizar el cambio social que ahora parecía inevitable en un mundo en el que la soberanía del ‘pueblo’ iba rápidamente convirtiéndose en la norma. Pero para  organizar y racionalizar el cambio social primero era necesario estudiarlo y comprender las reglas que lo gobernaban. No sólo había espacio para lo que hemos llegado a llamar ciencia social, sino que había una profunda necesidad social de ella. Además, parecía coherente que si se intentaba organizar un nuevo orden social sobre una base estable, cuanto más exacta (o ‘positiva’) fuese la ciencia, tanto mejor sería lo demás.” (Wallerstein, 2006:10-11) Las ciencias sociales entonces, surgen con la necesidad de comprender estos fenómenos de cambio social, distanciándose de interpretaciones anteriores, mucho más ligadas a la filosofía, sin una base empírica estable; en este sentido (y en muchos otros que aquí no llegaremos a desarrollar) las ciencias sociales, y la sociología, son hijas de la modernidad.

En esta perspectiva podemos decir que la sociología es aquella ciencia que se ocupa del estudio de las relaciones sociales, tanto como de los cambios que, de manera histórica, experimentan las sociedades. Desde sus inicios como disciplina científica se aprecia claramente la intención por “procurar una explicación de los fenómenos de cambio y transformación social que estaban ocurriendo en las sociedades europeas. Las grandes transformaciones que marcaron el despuntar de la revolución industrial a mediados del siglo XVIII, y de modo muy especial el surgimiento y la consolidación del capitalismo en cuanto forma de organización social, fueron temas que atrajeron profundamente la reflexión de los primeros sociólogos. El pensamiento sociológico europeo occidental de fines del siglo XVIII y de todo el transcurso del siglo XIX está construido en torno a la búsqueda de explicación científica de los procesos de cambio que usualmente se resumen bajo los conceptos de revolución industrial y organización capitalista”[13] (Atria, Lemaitre, 1983:28).

A partir de lo desarrollado hasta aquí, podemos afirmar que la orientación de cada perspectiva sociológica dependerá, en gran medida, de la sociedad en particular que estudia, y ésta a su vez, dependerá de manera importante, de su propio devenir histórico. Con esto se reafirma el planteamiento de que la sociología como disciplina, aquella sociología que hoy conocemos, aquélla en la que nos desenvolvemos, encuentra una explicación en su propio devenir histórico, a la vez que este decurso se explica por el contexto histórico-social en el cual se ha desenvuelto. En buena medida, las características que ha ido tomando la disciplina – los fenómenos en los que se ha enfocado, las perspectivas teóricas que han predominado, las diferentes formas de investigación que se han desarrollado - están profundamente imbricadas con el entorno histórico (económico, político y social) que se configura como el ‘telón de fondo’ del quehacer sociológico.

Por lo mismo, antes de entrar al detalle del desarrollo de la sociología en Chile, cobra particular importancia la revisión sucinta de algunas de las principales características del contexto latinoamericano, del que Chile hace parte.

Siguiendo la argumentación de Rolando Franco, podemos plantear que, en América Latina, las Ciencias Sociales y, “sobre todo la Sociología, tienen una larga historia. Ya en 1877 se había creado en Caracas, el Instituto de Ciencias Sociales; desde 1882 funcionó una cátedra de Sociología en la Universidad de Bogotá; en 1890 [otra] en Buenos Aires. En todas las escuelas de derecho, después de 1910, existían cursos de Introducción a la sociología” (Franco, 2007:11-12); asistimos entonces a un preliminar desarrollo de las Ciencias Sociales en esta parte del mundo, ya desde finales del siglo XIX.

Durante el transcurso del siglo XX, la evolución de las ciencias sociales en América Latina, está marcada por una confluencia de factores históricos que favorecieron su evolución institucional, su profesionalización y la posibilidad de que su quehacer fuera demandado socialmente. De manera sucinta podemos decir que los principales elementos que estimularon el desarrollo de las ciencias sociales en América Latina, durante el siglo XX, fueron: la presencia de organismos internacionales que estimulaban el trabajo de estas disciplinas, la situación política regional, marcada por el nacional desarrollismo, que permitía emplear el conocimiento construido en esta área, como también la acción de individuos audaces y creativos que, con sus esfuerzos personales, hicieron de las Ciencias Sociales un área del conocimiento humano que tuvo efectivamente algo que decir en los períodos de mayor efervescencia y cambio social en el cono sur.[14]

Diversos autores (Baño, 2012; Franco, 2007; Garretón, 2005) coinciden en que, hacia los años 50, los exponentes de la disciplina que habían predominado en los espacios académicos de la región eran aquellos denominados tradicionalistas, ‘pensadores’ en un primer momento, ‘sociólogos de cátedra’ luego.  Estos primeros exponentes de la disciplina se caracterizaban por utilizar el ensayo como herramienta elemental de su quehacer académico en el cual, siguiendo teorías europeas, realizaban análisis más bien teóricos sobre las sociedades locales, buscando con ello la reforma social. Los ‘sociólogos de cátedra’ tenían, generalmente, otra profesión, y realizaban de manera secundaria actividades docentes en alguna ciencia social. Su enfoque era más bien especulativo y su canal de comunicación por excelencia eran los libros de texto, en formato de manuales, donde transmitían, de manera resumida las obras y teorías de autores europeos.

Por otro lado encontramos, un grupo emergente dentro de las ciencias sociales latinoamericanas, aquellos denominados ‘renovadores’ que - desde mediados del siglo XX - contribuyen a configurar una segunda etapa en el desarrollo de las ciencias sociales, cuyo comienzo “suele datarse en la aparición de Sociología: teoría y técnica, de José Medina Echeverría (1941). Sin embargo, el proceso de renovación de la disciplina sólo adquirirá mayor dinámica una vez terminada la Segunda Guerra Mundial y, más intensamente, durante la década de los 50, en la que tiene un papel fundamental la obra de Gino Germani. [Es así que,] en torno a los autores pioneros, se constituye rápidamente, una llamada ‘generación intermedia’ (Graciarena), que asume la tarea de difundir e implantar el proyecto renovador, desplazando a los ‘sociólogos de cátedra’, a quienes se acusa de ‘filosóficos’ o ‘metafísicos’, meros repetidores de textos extranjeros, así como de desconocer los aportes de la Sociología ‘moderna’, y de no investigar ni reflexionar sobre sus propios países. Esta generación encarnó el esfuerzo por modernizar la disciplina, para la cual busca apartar a sus predecesores de la situación de preeminencia que ostentaban.” (Franco, 2007:16)

La impronta de aquéllos que denominamos ‘renovadores’, pone énfasis sobre todo en la verificación empírica de los postulados, así como en los métodos y técnicas de investigación que contribuyeran a esta actividad. Por otra parte, el reconocimiento y aceptación de los resultados de las investigaciones, iría generando y ampliando un conocimiento objetivo, neutral desde la perspectiva de los valores, todo esto asegurado por el carácter acumulativo del conocimiento científico.

Es en este contexto, marcado por la tensión entre estos dos grupos y la pugna por ocupar posiciones institucionales favorables para el desarrollo de sus proyectos (pugna que fue muy fuerte en el ambiente chileno y argentino principalmente), donde surge la FLACSO en el año 1957. Esta institución, patrocinada por la UNESCO[15], además de contribuir al desarrollo profesional de la disciplina y a la producción de conocimiento en las Ciencias Sociales, significó un claro empuje al segundo grupo que hemos mencionado[16], fortaleciendo su consolidación en el ámbito académico latinoamericano.

Antes de referirnos, en específico, al desarrollo de la sociología en Chile, debemos recalcar que este tampoco será la excepción de aquello que propusimos al inicio de este apartado, a saber: que las orientaciones que va tomando la sociología como disciplina están fuertemente relacionadas con el contexto histórico en el que se desenvuelve. “El caso de Chile, ciertamente, no tendría por qué ser excepción a esa hipótesis, por lo cual es necesario entender el desarrollo de la sociología en Chile en una relación muy estrecha con los procesos de cambio social que más profundamente han marcado la historia del país.” (Atria, Lemaitre, 1983:29) En base a la fecha de redacción del texto de Atria y Lemaitre (1983), haremos coincidir la periodificación que ellos proponen con aquella propuesta por el profesor Manuel Antonio Garretón (2005), en el entendido de que su periodización, al abarcar un período de tiempo más amplio, y al estar más distante temporalmente de los hechos, logra ser más detallada, comprendiendo incluso diversos sub períodos, y proyectando los desafíos que supone el desarrollo de la disciplina en el contexto actual.

Bajo esta premisa, definiremos cuatro grandes períodos:

        I.            Período Formativo, o de institucionalización incipiente, que abarca la década del 50 y se extiende hasta el año 1960 aproximadamente.

      II.            Período de auge, profesionalización y consolidación de la docencia e investigación en el contexto universitario: entre los años 1960 y 1973.

    III.            Crisis, desinstitucionalización y refundación de la disciplina, bajo la dictadura cívico-militar, entre los años 1973 y 1989.

    IV.            La sociología en el período post dictadura cívico militar, desde el año 1990 a la fecha.

El primer período -  coincidente con la mencionada etapa de institucionalización y profesionalización de la disciplina en Latinoamérica, se consolida con la creación de la FLACSO en el año 1957-  se caracterizó por un marcado contenido empírico que evidencia el influjo de las técnicas de investigación provenientes de Estados Unidos que, después de la Segunda Guerra Mundial, se erigiría como el principal núcleo de desarrollo de la investigación sociológica en el mundo. Con este énfasis en el carácter científico de la disciplina, se produce un distanciamiento de aquella línea de sociología académica más tradicional, reconocida en los ‘sociólogos de cátedra’. A su vez, en este período también se crean diversas escuelas de sociología: “el Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad de Chile, dirigido por Eduardo Hamuy, en 1951, FLACSO en 1957; la Escuela Latinoamericana de Sociología en 1958, la Escuela de Sociología de la Universidad de Chile en 1958 y la Escuela de Sociología de la Universidad Católica en 1959.” (Atria, Lemaitre, 1983).

De esta forma, se comienza a formar una base institucional que hizo posible desarrollar la formación académica de la disciplina, fundamentalmente a nivel del pregrado. En el ámbito de las orientaciones teóricas, este período se caracteriza por la preeminencia de un “enfoque funcionalista, con un marco analítico basado en la modernización y un concepto límite de ‘desarrollo’”. (Garretón, 2005:6) No es de extrañar esta orientación teórica, dada la hegemonía geopolítica que adquiere Estados Unidos luego de la segunda Guerra Mundial, que lo consolidó como un polo de desarrollo de la sociología de alcance mundial.

El segundo período corresponde a la consolidación de la sociología como institución en nuestro país, tanto en el ámbito universitario como fuera de él. Es en este período cuando se  crearon diversos centros de estudios, tanto en las universidades del centro del país, como en las provincias.[17]

La consolidación de la institucionalidad formativa facilitó la formación sistemática en la disciplina, lo que aseguró la reproducción de una masa crítica de profesionales. En coherencia con este proceso, los egresados de institutos y escuelas de sociología encontraban un mercado laboral en expansión, cuyos principales ejes giraban en torno al Estado, las universidades, y en menor medida, organizaciones sociales como sindicatos, cooperativas campesinas e instituciones asociadas a la Iglesia Católica. (Garretón, 2005)

Continuando con la tesis de que el contexto histórico de producción influye en las orientaciones que toma el decurso del quehacer sociológico, es ilustrativo señalar, siguiendo los planteamientos de Atria y Lemaitre, los principales contenidos desarrollados por las sociólogas y sociólogos de la época: en primer lugar, el dilema de la crisis integral, con sus dos caras, a saber: la marginalidad social (cara interna), y la dependencia (cara externa); en segundo lugar, la reforma universitaria, que transformó profundamente la visión que existía de la relación entre la universidad y la realidad social, específicamente lo referido al cambio social; en tercer lugar figuran los procesos de movilización popular estrechamente ligados a la transformación estructural  - industrialización, urbanización, reforma agraria y creciente participación electoral -  que experimentaba la sociedad chilena, posibilitaba el surgimiento de nuevas fuerzas y actores sociales que empujaban por acentuar los profundos cambios que estaban ocurriendo.[18]

Esta orientación hacia los grandes problemas nacionales, dio lugar a la formación de centros de estudios interdisciplinarios, definidos por sus ámbitos o líneas de investigación en torno a alguno de estos grandes temas, al interior de universidades y dependencias estatales lo que “contribuyó a disminuir el retraso existente en el desarrollo de la investigación empírica, a la vez que configuró como principales temáticas de estudio, aquellas relacionadas con el cambio social y desarrollo de las sociedades en América Latina, priorizando a ésta como unidad fundamental de análisis y estudio.

En síntesis, producto de todos los fenómenos sociales que se producían en nuestro país en este segundo período, caracterizado como el ‘auge’ de la sociología, “el clima intelectual generado en torno a la disciplina por la creciente necesidad de conocimiento sociológico para orientar la acción social y que se manifestaba en todos los planos de la actividad nacional, proporcionó un estímulo vigoroso para la investigación y un rápido acercamiento de la sala de clases al taller de investigación.” (Atria, Lemaitre, 1983:32) En el plano teórico, esta efervescencia social se expresó mediante la preeminencia del marxismo estructural, orientación que se posicionó en disputa frente al proyecto funcionalista que marcaba el período fundacional anterior. Bajo la influencia de la Revolución Cubana y de la Vía Chilena al Socialismo, el proyecto crítico le otorgó a la sociología una orientación latinoamericanizante que proponía un enfoque integrado sobre la sociedad, desdibujando hasta cierto punto las fronteras disciplinares. Así, podemos plantear que hacia 1967 se comenzó a producir una “polarización ideológica de la vida académica, vinculada al proceso político nacional que culminará con el período del gobierno de Allende y de la Unidad Popular (1970-1973). Se trata, así, de una profundización, radicalización y crisis interna del modelo fundacional, en que las ciencias sociales, especialmente la sociología, se transforman en una expresión -en el campo académico e intelectual- de los procesos y luchas políticas del momento. No es que no hubiera influencia y luchas ideológicas en el momento de fundación e institucionalización de las ciencias sociales, de hecho las visiones marxistas aparecen como respuesta a ellas, sino que ahora ellas se entrelazan más directamente con los procesos políticos concretos”. (Garretón, 2005:8)

Para cerrar este apartado referido a los dos primeros períodos del desarrollo de la sociología en nuestro país, insistiremos en ciertos elementos importantes que son expuestos en el texto citado de Atria y Lemaitre. Es preciso destacar una serie de factores condicionantes para el desarrollo de la disciplina en nuestro país en el periodo estudiado, a saber:

En primer lugar, cabe destacar la existencia y acción de variados organismos regionales[19] que potenciaron de manera insoslayable el desarrollo de la investigación, la docencia y la formación de profesionales y técnicos en el área de las Ciencias Sociales. “Sin embargo, es preciso tener en cuenta que la presencia de organismos internacionales como los indicados, también produjo algunos efectos que, en una perspectiva de largo plazo, no necesariamente estimularon el desarrollo institucional local (y por extensión, de las ciencias sociales) en ciertas áreas determinadas.” (Atria y Lemaitre, 1983:34) La presencia de CELADE, por ejemplo, provocó que la demografía no se desarrollara mayormente en el ámbito universitario; otro caso puede verse con la presencia de la FLACSO que, por el alto desarrollo en los estudios de post grado que implementó, prácticamente inhibió iniciativas de este tipo en las universidades chilenas.

En segundo lugar, la influencia que ejerció la  cooperación internacional; el financiamiento que proporcionó hizo posible impulsar, a mediano plazo, líneas de investigación y programas docentes con recursos suficientes y adecuados, que contribuyeron a fortalecer la disciplina con objetivos de largo aliento.

En tercer lugar, el contexto socio-político latinoamericano, marcado por revoluciones (la cubana principalmente) y la nueva política de relaciones internacionales entre Estados Unidos y América Latina, marcada por la Alianza para el Progreso. Bajo el liderazgo estadounidense, los gobiernos locales se comprometieron a llevar a cabo cambios político-sociales, impulsando procesos de reforma en las más diversa áreas, siendo la educacional, la universitaria, y la agraria las más influyentes y significativas en el devenir histórico de las sociedades latinoamericanas. Como ya hemos visto, en Chile “esta situación influyó en el proceso de legitimación de la sociología como disciplina científica (...)” (Atria y Lemaitre, 1983:37), posicionándola como una ciencia que podía producir un conocimiento relevante, ayudando a orientar y comprender la acción social y política.

El tercer período apuntado, está obviamente marcado por la dictadura cívico-militar en Chile (1973-1989), y de manera particular al proceso de intervención, reestructuración y cambio que sufrieron las universidades en este nuevo contexto.[20] El régimen cívico-militar articuló dos dimensiones: una reactiva y una fundacional. (Garretón, 2005) La primera dimensión se caracteriza por la fuerte represión a individuos e instituciones, con el fin de desarticular la organización y movilización de los diversos actores sociales que existía de manera previa al golpe de Estado. La segunda dimensión aglutina diversos reordenamientos en variadas esferas sociales, introduciendo un nuevo modelo nacional de desarrollo histórico, caracterizado por una fuerte orientación neoliberal en lo económico, reduciendo de manera radical el rol económico-distributivo del Estado a punta de la privatización de áreas sociales sustantivas (salud, previsión social  y educación, por ejemplo).

En lo inmediato, luego del golpe militar, los principales problemas estuvieron marcados por las labores de asistencia, auxilio y ayuda para salir del país, que tuvieron que organizarse debido a la implacable persecución política organizada por el régimen.[21] Un ejemplo de esta situación fue lo ocurrido en la Sede Oriente de la Universidad de Chile, donde fundamentalmente estaban las ciencias sociales: “es allanada y ocupada por las fuerzas militares, sus oficinas saqueadas y la biblioteca de Periodismo incendiada por las tropas. Profesores, administrativos y estudiantes son detenidos, torturados, muertos. Una veintena de profesores universitarios son fusilados los primeros 45 días. 

Así como el bombardeo de la Moneda fue el anuncio del despiadado régimen que se instalaba, la fuerte represión inicial en la Universidad de Chile fue el anuncio del serio intento de eliminarla, que finalmente terminaría en un grave deterioro aún no reparado.” (Baño, 2012:6)

En 1975 se inicia “un proceso de desinstitucionalización de la disciplina, con el cierre de la admisión de alumnos, en casi todas las carreras de sociología existentes en el país, el desmembramiento de equipos investigadores y la reestructuración de  las unidades académicas respectivas[22].”(Atria, Lemaitre, 1983:33) Por otro lado, la reducción del sector público también afectó la labor sociológica, pues incidió directamente en las posibilidades de trabajo que tenían los sociólogos y especialistas en ciencias sociales en todo el país.

Diversos autores (Atria y Lemaitre, 1983; Baño, 2012; Garretón, 2005) coinciden en que durante la dictadura cívico-militar se desarticula el modelo fundacional de la sociología, que ya hemos revisado en los dos primeros períodos definidos. El espacio institucional donde por excelencia se había desarrollado la sociología – las universidades – es prácticamente destruido y radicalmente reestructurado posteriormente; el desmantelamiento de carreras, unidades académicas y centros de estudio e investigación, la expulsión, represión o muerte de estudiantes y académicos, la censura impuesta a las actividades que lograron sobrevivir, junto con la racionalización económica y política a la que fue sometida el espacio universitario tuvo grandes consecuencias:

En primer lugar, la disminución o inexistencia de la admisión de alumnos junto con la paralización de la docencia en sociología, así como la desintegración de las unidades académicas, impidió la formación sistemática de una generación de reemplazo, que le pudiera dar continuidad al desarrollo de la sociología.

En segundo lugar, el vacío de investigación sociológica relevante sobre fenómenos que hoy tienen completa vigencia en la sociedad chilena, como los profundos cambios estructurales que incentivó la dictadura cívico-militar. Esta situación determinó la existencia de una gran carencia de datos e información sociológica relevante, respecto de los fenómenos de cambio que afectaron a la sociedad chilena en ese oscuro proceso.

En tercer lugar, la refundación de la actividad sociológica en un nuevo tipo de institucionalidad. “Durante la época de dictadura y en reacción a la situación que se vivía en las universidades, surgen muchas ONG o centros académicos independientes (CAI), fuera del sistema universitario, que alojan el trabajo de intelectuales de las ciencias sociales. Estos, formaron parte de la cultura opositora, aunque también algunos tienen coloración oficialista y trabajan principalmente en función de temas, áreas, problemas u objetos especializados”. (Baño, 2012:10) El financiamiento a la actividad sociológica ya no vendrá de parte del Estado, sino desde fundaciones y organizaciones extranjeras.[23]

En cuarto lugar, en el ámbito de las orientaciones teóricas predominantes y las temáticas de investigación trabajadas, podemos afirmar que los elementos que caracterizaron a los períodos anteriores fueron desapareciendo. Durante los primeros años de la dictadura cívico-militar, los estudios realizados continuaron la orientación marxista que predominaba hacia el final del período anterior, pero abordando el fracaso de la “Vía Chilena al Socialismo”. Poco a poco la perspectiva ‘total’ sobre la sociedad impulsada por el materialismo histórico, se iría perdiendo, así como la vocación latinoamericana que le otorgaba un sello característico al desarrollo de la disciplina previo al golpe de Estado de 1973.

Posteriormente se produce un giro hacia un enfoque funcionalista,[24] como también hacia una suerte de especialización temática: “Las investigaciones fueron volviéndose cada vez más “nacionales”; y aún más, especializándose temáticamente: el Estado, los partidos políticos, los movimientos sociales, la mujer, etc.” (Baño, 2012:13) Se puede afirmar entonces, que en este período hay una reducción de los objetos de estudio, así como un abandono de los enfoques teóricos críticos.[25]
Ahora bien, a partir de las movilizaciones sociales que se produjeron en el marco de las Jornadas de Protesta Nacional, entre los años 1983 y 1984 principalmente, la sociología sufre una nueva reorientación,[26] enfocada esta vez en torno al concepto de “democracia”, a la vez que, al abrirse el debate político e ideológico, se abrió también un campo de inserción profesional para los sociólogos y sociólogas.
El último período que describiremos coincide con la recuperación de la democracia y se proyecta hasta nuestros días. Dada la vigencia del período, podrían realizarse estudios más profundos y acabados sobre el tema; En el marco de esta reflexión propondremos una línea analítica para encarar el estudio de este período, que considera los siguientes elementos: el escenario institucional post dictadura, las principales orientaciones teóricas y temáticas trabajadas, la manera en que se ha realizado en la práctica el quehacer sociológico, así como los desafíos que quedan planteados – a nuestro juicio –para el quehacer sociológico actual.
El escenario institucional que se configura luego de la recuperación de la democracia está marcado por la continuidad de mecanismos de mercado – tales como la competencia – en el ámbito universitario, deteriorando más aún a las universidades “públicas”. Si bien asistimos a un salto cuantitativo[27] en términos de cantidad de carreras y estudiantes de sociología, así como a la reincorporación, en algunos casos, de científicos sociales desplazados por la dictadura, y a la apertura de oportunidades para la sociología en universidades privadas, “no ha habido una política de apoyo sustantiva especial a las ciencias sociales desde el Estado a través de los organismos de política científica, como la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICYT).” (Garretón, 2005:22)

La otra cara de la moneda se expresa en el debilitamiento de los centros de investigación privados que posibilitaron la supervivencia de la actividad sociológica durante la dictadura, debido a la emigración de recursos económicos, investigadores y académicos hacia las universidades relativamente estabilizadas, instituciones estatales y consultoras de carácter privado. (Garretón, 2005)

Este período se caracteriza también por la fragmentación tanto de los marcos teórico-interpretativos como de las unidades de análisis. Ya no existen marcos teóricos que logren entregar una interpretación global del decurso histórico de nuestra sociedad.[28] Podemos decir, en síntesis, que en el período post autoritario “hay un cambio desde estudios o ensayos más globales e interpretativos sobre la sociedad, hacia estudios empíricos más monográficos y sectoriales, con un especial énfasis en las dimensiones metodológicas y técnicas tanto de la recolección de datos como de su análisis”. (Garretón, 2005:28)

Respecto a las temáticas que son trabajadas en este período, cabe destacar que el proceso de transición a la democracia abrió nuevos ámbitos de investigación, vinculados a ese proceso, fundamentalmente en torno a las “transformaciones estructurales y culturales y a la redefinición de los actores sociales, derivadas del modelo socioeconómico heredado de la dictadura y parcialmente corregido por los gobiernos democráticos desde 1990”. (Garretón, 2005:23) La pregunta que subyace a este re direccionamiento es si se estaba asistiendo sólo al tránsito de un régimen político a otro, o si se trataba de transformaciones sociales de más largo aliento que pudieran marcar el tránsito de un tipo de sociedad a otro.[29] 

En el ámbito del quehacer sociológico, se asiste a un desdibujamiento de las fronteras disciplinares en el que existe una gran similitud entre los trabajos llevados a cabo por cientistas sociales, así como una gran variedad de actividades en las que se desenvuelven las sociólogas y sociólogos. “El rasgo principal en el campo profesional es que hoy día hay una multiplicidad de oficios y tecnologías sociales: los científicos sociales hacen cosas muy distintas como diagnósticos socio-económicos, dirección y evaluación de proyectos, asesorías comunicacionales, estudios de opinión y mercado, estudios científicos cuantitativos y cualitativos muchas veces ignorándose entre sí, planificación sectorial, desarrollo local y organizacional, etc. Así, para el caso de la sociología, hay que llamarle sociología al conjunto de prácticas intelectuales, científicas y profesionales que los sociólogos realizan”. (Garretón, 2005:30)

Siguiendo a Garretón (2005), podemos plantear que la problemática esencial que enfrenta la sociología – y en general, las ciencias sociales -  en el período que hemos llamado post-autoritario, es la reconstrucción de un paradigma teórico unificado así como la reconstrucción de un espacio institucional desde el cual pueda posicionarse y desplegarse. Sin embargo, la inexistencia de una entidad estatal que ampare y financie el quehacer sociológico, la crisis de los grandes paradigmas interpretativos y la fragmentación del campo profesional, constituyen obstáculos complejos, que hacen necesaria una clara y consciente reflexión sobre las posibilidades y limitaciones que enfrenta actualmente la sociología,[30] para así poder proyectar en el tiempo el desarrollo de una disciplina, que hoy es más necesaria que nunca.

Luego de esta breve exposición sobre el devenir histórico de la sociología, volvemos a destacar el innegable nexo existente entre el quehacer sociológico y el contexto histórico, comprendiendo de esta forma que las diferentes orientaciones que ha ido tomando la disciplina están en estrecha relación con la sociedad que estudia, y el contexto histórico en que se desenvuelve. A estas alturas, no puede sorprendernos que no exista una sociología ‘única’, sino una multiplicidad de enfoques sociológicos, cuya variación va depender fundamentalmente del lugar y tiempo histórico en que haya estado situado el investigador. En síntesis, es posible encontrar tantas sociologías como contextos históricos de investigación existan o se den.[31]



3. La sociología parte de la observación y análisis de la realidad concreta.

Hemos expuesto varias de las características que pueden ser consideradas fundamentales a la hora de responder a preguntas sobre qué es la sociología. En un primer momento recalcamos que el punto de partida para el análisis sociológico son las relaciones sociales; esta afirmación nos condujo a la importancia que reviste, para la sociología, el contexto histórico en que este conocimiento se produce: si aquello que estudia la sociología son las relaciones sociales, la manera en cómo éstas cambien, sin duda que la influyen, tanto en su orientación intelectual – opciones teóricas, temáticas desarrolladas, métodos y técnicas de investigación empleadas – como en sus características institucionales. Es por ello que, el contexto histórico es tan importante.

Esta característica del quehacer sociológico, hay que tenerla permanentemente en cuenta, comprendiendo que, el origen de la disciplina y su desarrollo más amplio, se dio en el contexto europeo. Latinoamérica debe procurarse de construir una sociología que, partiendo de nuestra realidad inmediata, desde la especificidad propia de nuestro continente, contribuya con conocimiento y capacidad de interpretar esta realidad particular que, si bien ha sido en gran medida moldeada por la impronta occidental, su base originaria está constituida por elementos que, antecediéndola, escapan a esa historia.[32] No hay que ser erudito para comprender este asunto, la esencia de la realidad latinoamericana en algunos lugares, se encuentra a simple vista; ¿qué mejor expresión de lo aquí planteado que la catedral emplazada en pleno centro cívico de ciudad de México? O un ejemplo todavía más cercano, gran parte de las edificaciones tradicionales de Cusco, en Perú.  Si bien la arquitectura de la parte superior de las edificaciones mencionadas es claramente europea, basta mirar hacia abajo para notar que los cimientos sobre los que se erigen pertenecen a construcciones prehispánicas (Azteca en el primer caso, Inca en el segundo).

Este ejemplo permite enfatizar lo que intenta plantear este apartado: para aprehender aquellas características particulares del contexto en que se desenvuelve, la sociología debe desplegarse desde la realidad concreta, trascendiendo la apariencia inmediata de los fenómenos sociales.

La siguiente cita de Adorno, dirigida a sus estudiantes, puede orientar la comprensión de nuestra intención; les dice, a propósito de uno de sus libros: “Este trabajo se refiere, justamente, a aquellas situaciones sociales en las que se puede observar de un modo inmediato qué es la sociedad; y considero que es una tarea nada despreciable de la carrera de sociología capacitarlos en su experiencia vital para percibir lo que, en este sentido, llamamos sociedad.” (Adorno, 2006:56)

Es por ello que en las siguientes páginas, intentaremos entregar una serie de ejemplos sobre cómo, desde situaciones concretas y reales, se puede construir conocimiento sociológico. Una de las tareas más elementales para quien se esté formando en esta disciplina, es desarrollar una ‘mirada sociológica’ que le permita transitar, de manera fluida, entre aquella dimensión singular e incluso anecdótica de la vida social, y aquella referida a la sociedad en términos globales: “Es la capacidad de pasar de las  transformaciones sociales más impersonales y remotas a las características más íntimas del yo humano, y de ver las relaciones entre ambas cosas. Detrás de su uso está siempre la necesidad de saber el significado social e histórico del individuo en la sociedad y el período en que tiene su cualidad y su ser.” (Wright Mills, 1986:27)

4. Las perspectivas constitutivas de la Mirada Sociológica.

En los apartados anteriores dejamos expuesta la relación existente entre la sociología y su contexto histórico-social. Esta constatación sirve para comprender que si la sociología se avoca a estudiar las relaciones sociales, históricamente dadas, con un fuerte énfasis en el análisis de la realidad concreta, esta disciplina no puede definirse de manera taxativa: no sorprende entonces, la existencia de diferentes perspectivas sociológicas.

Ahora bien, ¿cuáles podrían ser las perspectivas[33] analíticas fundamentales que orientan la mirada sociológica?

Desde el momento en que concordamos que la sociología estudia las relaciones sociales históricamente dadas, hemos establecido una definición de la misma, reclamando para ella un ámbito de estudio determinado. Lo que, a su vez, define aquello que la sociología no es, posicionándola como una disciplina con un área de estudio e investigación que le es propia.[34]

La consolidación de la sociología como disciplina se llevó a cabo, a escala mundial, entre finales de siglo XIX y mediados del siglo XX; en ese período se sucedieron números esfuerzos intelectuales por definir a la sociología, diferenciándola de aquellas otras disciplinas que también entran en la categoría de ‘Ciencias Sociales’.

Es así que se fueron estableciendo variadas fronteras que – en esa época - , lograban diferenciar una disciplina de otra: “Había la segmentación pasado/presente que separaba la historia ideográfica de la tríada nomotética de economía, ciencia política y sociología. Había la segmentación civilizado/otro o europeo/no europeo que separaba a las cuatro disciplinas anteriores (que esencialmente estudiaban el mundo paneuropeo) de la antropología y los estudios orientales. Finalmente, había la segmentación – relevante sólo (o al menos así se creía) para el mundo civilizado moderno – de mercado, Estado y sociedad civil que constituían respectivamente los ámbitos de la economía, la ciencia política y la sociología.” (Wallerstein, 1999:12)

Es en esta delimitación de los ámbitos de estudio donde se van estableciendo una serie de premisas que le dan cuerpo a cada una de las disciplinas, ya que son compartidas por la mayoría de sus miembros; siguiendo la argumentación de Wallerstein, podemos afirmar que éste carácter se realza al evidenciar que estas ‘máximas’ operan de manera casi inconsciente, pues están, por lo general fuera de debate o discusión. (Wallerstein, 1999:14) Estas premisas representan un conjunto de premisas necesariamente compartidas por aquellos que se desenvuelven en una disciplina particular y que permiten adquirir un sello analítico que difiere en algún punto relativamente importante, respecto de las disciplinas inmediatamente vecinas; es por ello que debemos indagar en aquellas perspectivas de análisis que podrían considerarse como propias o fundadoras de cualquier análisis sociológico.

Immanuel Wallerstein, en su texto El legado de la sociología, la promesa de la ciencia social, afirma que en la sociología existen un conjunto de premisas - compartidas por la mayoría de los sociólogos y sociólogas -  que caracterizan el quehacer específico de la disciplina. Estas premisas compartidas, que por decirlo así, constituyen el arsenal analítico básico para cualquier socióloga o sociólogo, “se revelan – revelan, no definen – por aquéllos que presentamos como los pensadores formativos. La lista más común en estos días para los sociólogos de todo el mundo es Durkheim, Marx y Weber. Lo primero que se debe advertir en esta lista es que si uno planteara la pregunta de los pensadores formativos a historiadores, economistas, antropólogos o geógrafos, uno seguramente obtendría una lista diferente.” (Wallerstein, 1999:14-15).

Son, entonces, las perspectivas de análisis inauguradas por estos autores, las que caracterizan aquello que hemos denominado como la ‘mirada sociológica’. No debe entenderse por ello que estas perspectivas constituyan la manera más adecuada para observar la realidad social, o que configuren la mejor forma de encarar un análisis sociológico; son más bien un punto de partida, desde donde podemos iniciar la formación de un marco analítico más amplio.

En síntesis: al elaborar una respuesta a la pregunta ¿qué es la sociedad?, hemos destacado que el quehacer de la disciplina no es ajeno a su contexto de producción, y que precisamente por ello, existen diferentes perspectivas de análisis que dan forma al prisma analítico específico de esta disciplina, lo que aquí llamamos la ‘mirada sociológica’. Siguiendo en esta línea argumentativa, en lo que resta de esta reflexión caracterizaremos cada uno de los enfoques considerados fundamentales para el análisis sociológico de la realidad social.

En primer lugar revisaremos el análisis sociológico de las relaciones sociales en la estructura social, luego, el análisis sociológico de las relaciones sociales en las representaciones colectivas e instituciones sociales; en tercer lugar caracterizaremos el análisis sociológico de las relaciones sociales en la acción social. Para finalizar apuntaremos algunas de las características del análisis sociológico de las relaciones sociales en la comunicación.

Pondremos especial énfasis en el potencial analítico que cada uno de estos enfoques tiene, llevando a cabo también el ejercicio de emplearlos, mediante ejemplos sencillos y reales, para dar cuenta de su utilidad en la comprensión de la realidad social.


4.1 El análisis sociológico de las relaciones sociales en la estructura social

Una de las claves para comprender el análisis sociológico de las relaciones sociales enfocado en la estructura social, es que en el transcurso de la historia, cuando los seres humanos establecen relaciones con sus semejantes, adquieren diferentes roles que, de una forma u otra se configuran como ‘posiciones’ relativamente estables dentro de un colectivo humano, las que a la vez pueden ser más o menos mutables o dinámicas a través del tiempo. Estas posiciones implican una relativa jerarquización de los sujetos, explicada por un acceso diferenciado a recursos, condicionando así sus posibilidades de acción dentro de la sociedad. Como iremos viendo en este apartado, esa jerarquización y diferenciación de roles y posiciones, adquiere un carácter continuo – aunque no inmutable – en el tiempo; precisamente por esta característica es que la perspectiva sociológica que estudia las relaciones sociales en la estructura social es analíticamente fructífera[35], pues prácticamente en cualquier colectivo humano (por pequeño que sea) podemos encontrar diferentes roles y posiciones, con acceso diferenciado a recursos, lo que a su vez origina una estructura de poder peculiar.

Es preciso señalar que, cuando utilizamos la noción de estructura, en el estudio de aquella realidad que llamamos sociedad, este concepto debe cumplir ciertas condiciones. “En primer lugar debe referirse a relaciones ordenadas de las partes al todo; en segundo lugar estas relaciones deben estar jerarquizadas en diversos niveles de complejidad; en tercer lugar no puede tratarse de relaciones momentáneas y por consiguiente suponen un cierto factor de constancia o continuidad.” (Atria, 2012:5). La noción de estructura nos permite analizar una serie de dinámicas sociales centradas en un fenómeno singular, que adquieren un carácter relativamente permanente a lo largo del tiempo, diferenciando a los individuos en distintos roles y grupos y condicionando de cierta forma, según su posición en la estructura social, sus posibilidades de acción.[36]

 En este sentido, podemos decir que la noción de estructura refiere siempre a una cierta perdurabilidad temporal. Sin embargo, esta identificación de la constancia o permanencia, nos conduce inmediatamente a “la caracterización de los rasgos cambiantes de la estructura. El concepto de estructura no se entiende desligado de la temporalidad: estructura y tiempo tienen por consiguiente una relación directa y estrecha. Siguiendo el lenguaje estructuralista de Lévi-Strauss, una ‘oposición estructural’ general y recurrente sería, precisamente, la que enfrenta dialécticamente lo constante vs. lo cambiante.” (Atria, 2012:13)

Nuevamente nos encontramos con el fuerte vínculo existente entre historia y sociología; no está de más volver a señalar que es muy importante - en cualquier estudio sociológico -  indagar la historicidad del fenómeno que se quiere estudiar, ya que es ese conocimiento el que permite comprender cómo un fenómeno se ha estructurado de una forma determinada y cómo también, se ha ido (o no) transformando en el tiempo. Si bien la utilización del análisis estructural nos permite aprehender la acción de los sujetos dentro de una sociedad, este enfoque no puede ignorar que, toda acción social no es únicamente resultado de la influencia (habilitadora o coactiva) que ejerce la estructura sobre el individuo. De una u otra forma, la perspectiva histórica nos permite aprehender aquellas situaciones de cambio fundamentales que permiten la transformación de una estructura de relaciones en el tiempo. La identificación de los grupos sociales hegemónicos en la estructura, que buscan la perdurabilidad del status quo, y de aquellos subordinados que buscan romper aquella hegemonía, se vuelve entonces muy importante en este enfoque de análisis.[37]

Una noción estrechamente ligada a la de estructura y que se articula con ella como una dupla conceptual fundamental para el análisis sociológico de las relaciones sociales al interior de la estructura social, es la idea de proceso. “Estructura y proceso constituyen una dupla ordenadora que es recurrentemente utilizada para dar cuenta de la persistencia de ciertas relaciones y, al mismo tiempo, del dinamismo de la acción del agente. La acción del agente es un proceso; el contexto en el cual actúa es una estructura de relaciones sociales.” (Atria, 2012:9) No sería posible concebir el análisis estructural sin la dupla conceptual mencionada; por una parte nos permite dar cuenta de una realidad que escapa, en gran medida, a los individuos inmersos en ella, que los jerarquiza, ordena y habilita para ciertas relaciones y acciones, pero también nos permite considerar el constante cambio que, como contrapartida, caracteriza a la sociedad.

De esta forma se hace necesario considerar los efectos que pueda tener la acción del sujeto situado en la estructura así como la finalidad que el individuo imprime a su accionar; esto implica considerar que los sujetos sociales no son meramente reactivos frente a sus condiciones estructurales, sino que poseen alguna idea de su posición en la estructura social, con una relativa conciencia acerca las condiciones, limitaciones y posibilidades, que les permite orientar activamente su acción.

Así, enmarcados en el análisis sociológico de las relaciones sociales, la utilización de este enfoque nos conduce hacia el problema de la libertad que poseen los actores posicionados en una estructura social de relaciones. Como ya hemos dicho, la sociedad no es única,  y es por ello que la sociología no admite planteamientos universales y atemporales. No tendría sentido utilizar herramientas de análisis que no posibiliten una flexibilidad relativa a la hora de aprehender la sociedad, considerando sus propias dinámicas de cambio. En este sentido no hay que desconocer que, de una manera u otra, el análisis sociológico centrado en la estructura social debe dar cuenta de las dinámicas de cambio estructural, emanadas de la libertad relativa que poseen los actores inmersos en ella. Si la sociedad fuera inmutable, una disciplina como la sociología no tendría razón de ser, ya que en definitiva, no habría nada que explicar. La perspectiva del análisis estructural posee estos dos matices; por un lado permite ‘fijar’ las relaciones sociales en un marco relativamente estable, en el cual los individuos no poseen completa autonomía,  y por otro, permite a la vez observar cómo los individuos devienen en sujetos y actores de cambio. Esta característica le otorga un carácter fundamentalmente dinámico a este enfoque de análisis sociológico.[38]

Sintetizando, podríamos decir que, la idea de estructura social, es una herramienta analítica que permite comprender “cómo los seres humanos se comportan en su vida social. La esencia de este concepto está en aquellas relaciones sociales que adquieren una importancia crítica para el comportamiento de los miembros de la sociedad, de modo tal que si esas relaciones no estuvieran operando, la sociedad no podría existir en esa forma.” (Atria, 2012:5-6).  Uno de los autores clásicos de lo que Immanuel Wallerstein llama “cultura sociológica”, fue pionero en realizar este tipo de análisis. Nos referimos a Karl Marx quien, a lo largo de gran parte de su obra desarrolló (sin ponerse a sí mismo la etiqueta de ‘sociólogo’) un estudio muy fructífero de la historia,  desarrollo y características de la estructura social fundada en la desigual distribución de aquellos recursos que permiten al ser humano asegurar su existencia material a lo largo del tiempo.[39]
Por tratarse de una obra muy extensa, en este documento nos referiremos solamente a aquellos textos que con más claridad y sencillez definen la noción de sociedad y estructura social, así como aquéllos abocados a la elaboración de un método particular para encarar el estudio de las relaciones sociales en la estructura social: el materialismo histórico.

Podemos decir que, al sentar las bases del materialismo histórico, “Marx busca lo social humano en el aserto básico de que, para vivir, esto es, para producir los bienes que necesitan o usan para reproducirse materialmente, los humanos participan en determinadas relaciones de cooperación; es decir se organizan socialmente para ello. La vida social, y de suyo toda la historia humana, se comprende, desde Marx, desde esta peculiaridad que es el trabajar y el hacerlo organizadamente, es decir, socialmente. La organización del trabajo es el eje sobre el que giran y se desarrollan las sociedades. La historia del trabajo es la humanidad en su autoformación social.” (Canales, 2012:13) 

Sin esta consideración, básica en la óptica de Marx, el ser humano ni siquiera podría existir y es por ello que las relaciones sociales que giran en torno a la producción de bienes materiales se tornan cruciales para el análisis de la sociedad, a la vez que son el punto de partida de una estructura social que gira en torno al acceso a aquellos medios que permiten conseguir los recursos materiales primordiales para el sustento de la corporalidad material del ser humano.[40]

Desde esta premisa podemos volver a la idea de que la sociología parte de lo concreto; de suyo las premisas del análisis marxista son tan fundamentales para nuestra existencia que, incluso, se tornan imperceptibles en nuestra vida cotidiana. Quizá muy pocas veces tomamos conciencia de todas aquellas relaciones sociales que posibilitan nuestra existencia como seres humanos. Al momento de preparar cada una de nuestras comidas, al trabajar para conseguir el dinero suficiente que permita solventar nuestra alimentación diaria, el abrigo, el transporte, cuando compramos todos aquellos bienes que nos permiten alimentar nuestro organismo y seguir vivos, nos encontramos inmersos en una estructura de relaciones sociales basada en la posición que tiene el ser humano respecto del proceso productivo. Aquí nos encontramos frente a frente con la más elemental premisa del método de análisis inaugurado por Marx.
Con el objetivo de situar la línea analítica desarrollada por Marx, no debe obviarse el contexto intelectual en el que él se desenvolvía; en la Alemania del siglo XIX la corriente intelectual hegemónica era aquella conocida como ‘Idealismo Alemán’, tributaria en gran medida del pensamiento de Friedrich Hegel cuya influencia,  en la época de Marx, fue retomada por un grupo de intelectuales conocidos como los ‘neo hegelianos’. A grandes rasgos, y muy sintéticamente, podemos decir que esta corriente ubicaba la historicidad de la humanidad en el desenvolvimiento de las ideas, sobre todo de aquellas que se acercaban a lo ‘absoluto’ o ‘eterno’. El Idealismo Hegeliano proponía, básicamente, una noción del ser humano con un marcado énfasis en lo ideal.

El pensamiento de Marx se levanta en oposición de esta tradición, buscando distanciarse de ella; en una de sus obras fundamentales (redactada en conjunto con Friedrich Engels), La ideología Alemana, propone una concepción del ser humano y su historia radicalmente distinta a aquella promovida desde el Idealismo Alemán[41]. Esta definición  proporciona, de manera sintética  las claves para comprender su posterior análisis de la sociedad humana y su historia[42]:

“La primera premisa de toda historia humana es, naturalmente, la existencia de individuos humanos vivientes, la organización corpórea de estos individuos y su comportamiento hacia el resto de la naturaleza. (…)Toda historiografía tiene necesariamente que partir de estos fundamentos naturales y de la modificación que experimentan en el curso de la historia por la acción de los hombres.” (Marx y Engels, 1970:28-29)

Este es el punto fundamental que define la perspectiva analítica del materialismo histórico: la existencia de seres humanos que, para hacer perdurar su existencia en el tiempo, dependen de la adquisición de recursos materiales desde la naturaleza y, luego, de su transformación.

La segunda premisa del texto mencionado, es que “la satisfacción de esta primera necesidad, la acción de satisfacerla y la adquisición del instrumento necesario para ello conducen a nuevas necesidades, y esta creación de necesidades nuevas constituye el primer hecho histórico”, (Marx y Engels, 1970:28) y podríamos decir, el punto de partida de toda sociedad.

El desarrollo de la actividad productiva permite el despliegue temporal de una sociedad, ya que  permite que el ser humano se reproduzca, proyectándose a sí mismo en el tiempo. Es el trabajo, como acción transformadora propiamente humana lo que hace posible que una sociedad exista, pues permite a los hombres sustentar diariamente su vida y a la vez crear a otros seres humanos, es decir, “procrear: es la relación entre hombre y mujer, entre padres e hijos, la familia. Al principio constituye la única relación social, más tarde, cuando, al aumentar el censo humano, brotan nuevas necesidades, pasa a ser una relación secundaria.” (Marx y Engels, 1970:29)

Es entonces en la forma - socialmente organizada - en que se divide el trabajo o la actividad productiva, donde encontramos un determinado modo de existencia social del ser humano, o, por decirlo de otra forma, un tipo de sociedad con características peculiares, explicada por la forma en que los hombres que la conforman se organizan socialmente para obtener aquellos productos materiales que les permiten vivir y reproducirse. Desde este análisis surge la noción de modo de producción, concepto que permite caracterizar aquellas condiciones materiales y sociales en las que se desenvuelve la producción, definiendo la especificidad de cualquier sociedad humana.[43] Se desprende entonces que, un determinado modo de producción está siempre relacionado con un específico modo de cooperación, por consiguiente, “la ‘historia de la humanidad’ debe estudiarse en conexión con la historia de la industria y el intercambio. Se evidencia una conexión materialista entre los hombres y, por tanto, una historia, sin que exista ni política, espíritu o religión que los mantenga expresamente juntos.” (Marx y Engels, 1970:30-31)

Es al desarrollar estas premisas analíticas que Marx logra concretar un prisma de análisis sociológico[44] así como una concepción de la historia, que podríamos decir – sintéticamente – no es sino la historia de los diferentes momentos de desarrollo de la división del  trabajo que corresponden a distintas formas de la propiedad. Ya que “cada etapa de la división del trabajo determina también las relaciones de los individuos entre sí, en lo tocante al material, el instrumento y el producto del trabajo.” (Marx y Engels, 1970:20) Las diferentes formas de propiedad nos permiten identificar distintas etapas del desarrollo de la historia, junto con las principales características de la estructura social emanada de la producción material de la vida humana. Cada forma de propiedad supone una determinada división social del trabajo, con una particular relación entre los individuos, que se estructuran en diferentes posiciones sociales referidas fundamentalmente a su relación con el proceso productivo.
La siguiente cita textual de Marx puede ayudar a ilustrar lo desarrollado hasta aquí:

 “En la producción, los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino que actúan también los unos sobre los otros. No pueden producir sin asociarse de un cierto modo, para actuar en común y establecer un intercambio de actividades. Para producir, los hombres contraen determinados vínculos y relaciones, y a través de estos vínculos y relaciones sociales, y sólo a través de ellos, es cómo se relacionan con la naturaleza y cómo se efectúa la producción. Estas relaciones sociales que contraen los productores entre sí, las condiciones en que intercambian sus actividades y toman parte en el proceso conjunto de la producción variarán, naturalmente, según el carácter de los medios de producción. Con la invención de un nuevo instrumento de guerra, el arma de fuego, hubo de cambiar forzosamente toda la organización interna de los ejércitos, cambiaron las relaciones dentro de las cuales formaban los individuos un ejército y podían actuar como tal, y cambió también la relación entre los distintos ejércitos. Las relaciones sociales en las que los individuos producen, las relaciones sociales de producción, cambian, por tanto, se transforman, al cambiar y desarrollarse los medios materiales de producción, las fuerzas productivas. Las relaciones de producción forman en conjunto lo que se llaman las relaciones sociales, la sociedad, y concretamente, una sociedad con un determinado grado de desarrollo histórico, una sociedad de carácter peculiar y distintivo. La sociedad antigua, la sociedad feudal, la sociedad burguesa, son otros tantos conjuntos de relaciones de producción, cada uno de los cuales representa, a la vez, un grado especial de desarrollo de la historia de la humanidad.” (Marx y Engels, 1970: 78-79)
 Volviendo al desarrollo que hemos venido haciendo en torno al concepto de estructura social, es posible plantear que desde la óptica marxista, encontramos un terreno fecundo para el análisis sociológico de las relaciones sociales, en la estructura social.
Asumiendo como eje analítico central el ámbito de la producción material de la existencia humana, podemos darnos cuenta que en la sociedad existen una serie de relaciones y funciones sociales diferenciadas y jerarquizadas, que relacionan a los individuos con un todo (social) de manera relativamente perdurable en el tiempo, condicionándolos a su vez, en su accionar.
Por otro lado, apoyados en la concepción del desarrollo de la historia del materialismo histórico, podemos afirmar que esta estructura social no es estática sino dinámica, pues en la medida que cambien las condiciones materiales en que se desarrolla la producción se alterará, por consiguiente, toda la estructura social que se sustenta en ella, cambiando con ello, las relaciones sociales que le dan forma. Sin embargo, es preciso entender que el análisis llevado a cabo por el materialismo histórico no es el único que emplea la noción de estructura social.
La importancia del análisis iniciado por Marx es sintetizada por Immanuel Wallerstein en uno de los (como él los llama) axiomas de la cultura de la sociología, a saber, que “todos los grupos sociales contienen subgrupos que se escalonan según jerarquías y que entran en conflictos entre sí.” (Wallerstein, 1999:22) Para el análisis sociológico de las relaciones sociales en la estructura social, lo central no siempre es la producción de la vida material; el fundamento de las diferenciaciones sociales que dan pie a relaciones sociales estructuradas, puede encontrarse en otro ámbito de la vida humana, en las relaciones de parentesco, en determinaciones biológicas como una consideración racial, en la adscripción a una creencia, política o religiosa etc.[45]
Es por ello que, el análisis estructural busca identificar a aquellos grupos sociales que se ordenan y jerarquizan en el entramado social característico de una estructura social específica. Si bien no entraremos en el detalle de las clasificaciones realizadas por Marx, podemos enunciar que a lo largo de su obra, se evidencian varios intentos por caracterizar la unidad básica que el definió para analizar los diferentes grupos sociales: la clase social. En el Manifiesto Comunista, por ejemplo, habla de Burgueses y Proletarios, en los textos sobre Francia, define hasta siete clases diferentes, mientras que en El Capital, realiza una división de la sociedad en tres grandes clases: capitalistas, terratenientes y obreros asalariados. Del análisis realizado por Marx podemos decir que, fundamentalmente, el criterio para definir las clases es la relación que estos grupos humanos tienen con el proceso productivo.
Hasta aquí es posible plantear, como ya lo hemos enunciado, que la relación problemática entre la noción de estructura y la libertad del agente, “se expresa en torno a ciertos ejes que corresponden a la rigidez o flexibilidad de las posiciones del agente en la estructura social; a la determinación o indeterminación de las trayectorias sociales; y a la persistencia o cambio de los roles sociales. En este marco analítico, el tema sociológico de la coacción estructural se diversifica y se abre en un amplio rango de modalidades. (…)  El grado en que estas rigideces se combinan y se refuerzan unas a otras, puede proporcionar una pista estratégica para el análisis sociológico desde la perspectiva estructural.” (Atria, 2012:17)
Para ejemplificar esto podemos referirnos a un trabajo de Víctor Orellana (2011) que hace posible observar, en este caso, el carácter marcadamente diferenciado que adquiere el rendimiento académico según las distintas posiciones dentro de la estructura social; en sus propias palabras:
“En el primer momento, las cuestiones más sustantivas detectadas reafirman lo que se ha venido señalando: el rendimiento académico resulta un recurso de menor valor a medida que se asciende en la estructura social. En otras palabras, si de lo que se trata es de ingresar a una carrera que permita avizorar un buen futuro económico en una institución selectiva, un rendimiento académico destacado en la enseñanza media (en el contexto social del individuo) resulta una condición necesaria para la mayoría social de bajos ingresos, pero no tanto para los jóvenes que pertenecen a hogares liderados por directivos y profesionales.” (Orellana, 2011:107)
De esta forma, ejemplificamos la idea de que la estructura social condiciona las posibilidades de acción de los agentes inmersos en ella. En el análisis sociológico que venimos presentando, el rendimiento académico no tiene un valor en sí mismo, sino que se encuentra en estrecha relación con la posición social que caracteriza al agente que lo utilice como recurso para desenvolverse en su entorno social.
Las expectativas de vida, las posibilidades de acción, no siempre se adecúan a los deseos de los individuos; de una forma u otra, su posición social los condiciona, ya sea habilitándolos o limitándolos. Esta realidad podría parecer arbitraria o azarosa si no se devela el carácter específico de la estructura social en donde se desenvuelve el actor, ya que su composición particular permite comprender el origen histórico que posibilita aquel acceso diferenciado a recursos, generalmente concentrados en torno a algún grupo humano que deviene en hegemónico, como también hace posible caracterizar aquellas relaciones sociales que contribuyen a dar forma a la estructura social; situación que es relativamente estable, hasta que ocurre un cambio histórico que modifica de manera sustantiva el amplio espectro de relaciones por ella condicionadas.

Otra aproximación, la encontramos en el trabajo de Arturo León y Javier Martínez, sobre la estratificación social en Chile; los autores plantean que la pregunta más importante desde la perspectiva del análisis estructural de la sociedad “no es cuán distante es la participación en los ingresos de unos y otros individuos u hogares, sino de qué forma se superpone a determinadas posiciones o roles, afectando sistemáticamente sus posibilidades de movilidad. Se interroga, por tanto, sobre el tipo de desigualdad que se configura a largo plazo y sobre sus significaciones previsibles, más allá de las obvias diferencias cuantitativas en las capacidades de consumo presente.” (León, Martínez, 2007:303)
Como hemos venido proponiendo, las diferencias que se generan en torno al acceso a diferentes recursos sociales se explican entonces no sólo por la acción individual, sino más bien por el devenir histórico de una estructura social que ha actuado en beneficio de unos y en perjuicio de otros.

4.2 El análisis sociológico de las relaciones sociales en las instituciones sociales y representaciones colectivas

Una particularidad de las sociedades humanas es que encuentran su existencia en una serie de creencias y prácticas compartidas; una clase particular de conciencia colectiva que establece los cánones morales que son socialmente aceptados[46]. Lo que caracteriza al análisis sociológico de las relaciones sociales enfocado en las instituciones y representaciones colectivas es la comprensión de la sociedad como una realidad objetiva que se ubica – de manera figurada – por sobre los individuos, orientando sus creencias, sentimientos y acciones.

Desde esta perspectiva analítica podemos comprender las dinámicas sociales que están presentes en nuestra vida cotidiana. Un ejemplo de los fenómenos que intentamos definir son las leyes establecidas en el derecho positivo; éste es un caso – podríamos decir – límite de institucionalización social: los valores y normas socialmente aceptados han sido puestos por escrito y cuentan con un cuerpo de funcionarios, facultados por la sociedad, que velan por su cumplimiento, teniendo el poder de castigar a quienes no se ajusten a estos preceptos sociales. Otros ejemplos de esto son las pautas de vestuario o reglas de ‘buena educación’ que correspondan a nuestra posición social, determinada por nuestro: género, edad, raza, riqueza material, origen familiar, educación formal, capital cultural etc.

Desde la más tierna edad – ya sea en el seno de la familia o en la escuela – somos socializados en una serie de creencias y prácticas que posibilitan nuestro adecuado desenvolvimiento social. Ya hemos mencionado las pautas de vestuario y las reglas de buena educación que corresponden a nuestra posición social; otros ejemplos que podrían ayudar a clarificar lo que venimos planteando son: las creencias políticas y religiosas, nuestros gustos culinarios, prejuicios raciales, posturas y gestos culturales etc.

Todos estos fenómenos poseen una característica en común: sea o no nuestra voluntad cumplir con las pautas que establecen, si infringimos las creencias o prácticas instituidas socialmente, se provoca una reacción social que buscará castigarnos por haber contravenido aquellos preceptos; en el caso del derecho esta reacción se caracteriza por ser una sanción formal y objetiva – una pena de reclusión carcelaria, por ejemplo, cuya duración se establece según la magnitud del delito – mientras que en los otros casos mencionados puede tratarse meramente del rechazo, censura o burlas que el entorno social dirija hacia nosotros.[47]

El autor pionero de esta forma de concebir a la sociedad fue Émile Durkheim, importante pensador de la sociología, cuya obra se enmarca en una época donde era de vital importancia otorgarle un carácter científico a esta disciplina. Es por esto que las definiciones conceptuales elaboradas por Durkheim son fundamentales, ya que nos permiten aprehender la cualidad específica de los fenómenos que catalogamos como sociales, así como un modo particular de aproximarnos a ellos.

Para comprender el aporte que hizo Durkheim a nuestra mirada sociológica debemos reconocer que existen una serie de hechos – como los que ya hemos expuesto - que presentan características “muy especiales: consisten en modos de actuar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo, y están dotados de un poder de coacción en virtud del cual se imponen sobre él. Además, no pueden confundirse con los fenómenos orgánicos, puesto que consisten en representaciones y en actos; ni con los fenómenos psíquicos, los cuales solo existen dentro de la conciencia individual y por ella.

Constituyen, pues, una nueva especie y a ellos debe darse y reservarse el calificativo de sociales.” (Durkheim, 1986:40-41) [48] Así llegamos, desde esta perspectiva, a delimitar de forma precisa el campo de estudio de la sociología. Esta disciplina se aboca al estudio y análisis de un grupo particular de fenómenos: los hechos sociales.

Ahora bien, uno de los grandes aportes hechos por Durkheim a la sociología, fue la amplia reflexión metodológica que elaboró con gran coherencia a lo largo de toda su obra; en su libro Las Reglas del Método Sociológico, además de delimitar el ámbito de estudio de la sociología, se preocupó de definir la metodología apropiada para estudiar la sociedad, en estrecha relación con aquellas nociones ontológicas y epistemológicas que elabora. [49]

De manera general, podemos plantear que son dos las principales consideraciones epistemológicas que Durkheim propone; en primer lugar, establece que es necesario aproximarnos a los hechos sociales como si estos fueran cosas.  (Durkheim, 1986:53) En segundo lugar, los hechos sociales deben ser explicados según otros hechos sociales, y no mediante factores psicológicos o de otra índole (climatológica, geográfica, biológica etc.). (Durkheim, 1986:164)

La primera condición, la de conceptualizar a los hechos sociales como si fueran cosas, se refiere a que en el estudio de la sociedad debemos dejar de lado todas aquellas consideraciones sobre las dinámicas sociales que hayamos elaborado en nuestra vida cotidiana. Son “precisamente dichas representaciones esquemáticas y sumarias las que constituyen esas prenociones que utilizamos para los usos corrientes de la vida. Por lo tanto, no podemos pensar en poner en duda su existencia, puesto que la percibimos al mismo tiempo que la nuestra. No solo están en nosotros, sino que, como somos producto de experiencias reiteradas, admiten la repetición y reciben del hábito resultante una especie de ascendiente y de autoridad. Sentimos que se nos resisten cuando pretendemos liberarnos de ellas.” (Durkheim, 1986:57-58)

De una forma u otra, todos tenemos nociones generales acerca de los hechos sociales, o por lo menos una idea general – más o menos certera – sobre el funcionamiento de la sociedad que condiciona a que, en la mayoría de los casos, antes de realizar una investigación sociológica sobre algún fenómeno en particular, ya contemos con una ‘explicación’ para el mismo; explicación que no estará constituida por definiciones claras y, más aún, no tendrá otro fundamento que nuestra experiencia y opinión subjetiva. [50] Respecto a un fenómeno como la pobreza, por ejemplo, cualquier consideración espontánea que podamos hacer, seguramente estará teñida por nuestra posición política, creencia religiosa u posición subjetiva de otro tipo; hágase el mismo ejercicio para el ámbito de la educación pública, al manejo de la economía nacional o del rol que le compete al Estado en cualquier ámbito de la vida social y se podrá tener una clara impresión sobre lo que venimos planteando. De forma particularmente compleja, en la producción de conocimiento sociológico nuestras concepciones juegan un papel que, si no se maneja apropiadamente, distorsiona en gran medida el fenómeno que nos interesa estudiar, lo que viene a empañar nuestra mirada sociológica[51].

La idea de que, en el estudio sociológico de la realidad social, es preciso tratar a los hechos sociales como si fueran cosas, se refiere a que no podemos guiarnos por nuestras propias impresiones ni por aquellas ideas sobre la sociedad que poseen los individuos que estudiaremos, pues estas representaciones, no tienen la capacidad de proporcionarnos información objetiva sobre la naturaleza de lo social.

A nuestro juicio esto no implica que podamos liberarnos de todas nuestras prenociones y juicios precipitados sobre la sociedad, pues somos sujetos social e históricamente posicionados. Sin embargo, podemos procurar esforzarnos por identificar aquellos juicios que estén interfiriendo en nuestras reflexiones. Esta consideración se concreta mediante la práctica de una vigilancia epistemológica que nos permita controlar y reconocer nuestras prenociones y  - de esta forma – trascender el saber inmediato, elaborado en nuestras vidas cotidianas, sobre los hechos sociales.

De esta primera regla epistemológica podemos desprender algunos corolarios metodológicos.

El primero indica que al momento de definir el hecho social que estudiaremos, debemos hacer a un lado de nuestro vocabulario sociológico el uso de todos aquellos conceptos que han sido sistematizados para el uso y orientación en la vida cotidiana. En este sentido, podemos afirmar que, la primera  “gestión del sociólogo debe ser la de definir las cosas de las que trata, a fin de que se sepa y de que él sepa bien a que se refiere.” (Durkheim, 1986:76) Sin duda, a esta exigencia responden aquellos pasos metodológicos generalmente comprendidos como ‘marco teórico’; aquella persona que se dedica a la sociología debe definir muy bien los conceptos con los que está trabajando, de manera que sus prenociones no interfieran en ellos y se entienda claramente a qué referente sirven.

Un segundo corolario metodológico establece que, para que una definición sea objetiva, debe hacer referencia a las propiedades inherentes del fenómeno en cuestión y no a una idea preconcebida, provenga ésta de la experiencia sensible o de una elucubración teórica. Es así que cuando se está comenzando una investigación, cuando los hechos sociales aun no han sido sometidos a elaboración de ningún tipo, “los únicos caracteres que pueden ser descubiertos son aquellos lo bastante exteriores para ser inmediatamente visibles. (…) De aquí deducimos la regla siguiente: no tomar nunca como objeto de las investigaciones más que un grupo de fenómenos previamente definidos por ciertas características exteriores que les son comunes, e incluir en la misma investigación todos los que responden a dicha definición.” (Durkheim, 1986:77) Si sigue este procedimiento, el sociólogo o socióloga, puede cerciorarse de estar en contacto con la realidad social desde el primer momento, ya que la manera en que define y clasifica los hechos sociales no depende de sus prenociones o intuiciones sobre ellos, sino más bien de las características exteriores al mismo.

Es por esto que un hecho social “se reconoce gracias al poder de coacción exterior que ejerce o que es susceptible de ejercer sobre los individuos; y la presencia de dicho poder es reconocida a su vez, bien por la existencia de alguna sanción determinada, o bien por la resistencia que le lleva a oponerse a toda empresa individual que tienda a violentarlo.” (Durkheim, 1986:48) Esta consideración nos permite ser objetivos en nuestras reflexiones, ya que la sensación, la percepción sensible, tiende a ser más objetiva cuanto menos variable sea la manifestación empírica con la que se le relaciona.[52]  Y si enfocamos nuestra mirada sociológica hacia las reglas morales o jurídicas, los dichos populares o las representaciones colectivas, podremos construir nuestras reflexiones sociológicas sobre una base sólida, siempre al alcance del observador riguroso, que no se funda en impresiones subjetivas o experiencias personales.

Una tercera consideración metodológica tiene que ver con que, si bien los hechos sociales pueden definirse por el grado de difusión que experimentan dentro de un colectivo humano, es preciso enfatizar que no se definen sólo por ello, sino también por su existencia independiente respecto a las manifestaciones individuales que adoptan al difundirse; [53] si bien los hechos sociales son generales – esto es, compartidos por grupo humano extenso – no deben confundirse con la expresión individual en que se manifiestan.

La segunda gran regla epistemológica que Durkheim establece para el estudio de la realidad social, es que la causa determinante, esto es que, la explicación final de un hecho social  “debe ser buscada entre los hechos sociales antecedentes, y no entre los estados de la conciencia individual.” (Durkheim, 1986:164) Con esta premisa, Durkheim busca distanciarse de toda explicación que se fundamente en premisas biológicas, religiosas, psicológicas o filosóficas, posicionando además a la sociología como una ciencia autónoma que puede, a partir del de las consideraciones metodológicas ya definidas, ofrecer explicaciones sobre los fenómenos que estudia sin tener que recurrir a otro tipo de conocimiento. Si bien hoy podemos decir que en los hechos sociales existen otros determinantes que, efectivamente, podrían encontrar explicación en consideraciones psicológicas por ejemplo, esta premisa nos impulsa a alejarnos de aquellas explicaciones que naturalizan la sociedad. La explicación sociológica, sobre un hecho social como el racismo por ejemplo, no puede fundarse en consideraciones sobre la ‘naturaleza’ biológica de una etnia, más bien debe encontrarse en otro hecho social que explique este fenómeno.[54]

En este sentido, es pertinente tener presente las consideraciones metodológicas planteadas por Durkheim en su análisis de la religión llevado a cabo en el libro Las Formas Elementales de la Vida Religiosa. Allí nos plantea que “toda religión, en efecto, tiene un aspecto por el que va más allá de las ideas propiamente religiosas”, esto es que configuran los primeros “sistemas de representaciones que el hombre  ha elaborado sobre el mundo y sobre sí mismo”. (Durkheim, 1995:8)  Así entendida la religión, lo sociológicamente relevante de ella no radica en su contenido específico; de esta forma los ritos colectivos pierden su carácter de mera expresión o traducción del contenido religioso particular. Más bien, encuentra su propósito en otorgarle sentido a un grupo humano, ya que “una sociedad no está constituida tan sólo por la masa de individuos que la componen, por el territorio que ocupan, por las cosas que utilizan, por los actos que realizan, sino, ante todo, por la idea que tiene de sí misma (…)”; (Durkheim, 1995:) idea que se ve reafirmada e institucionalizada a través de la comunión de individuos en torno a creencias y prácticas comunes.

Esta idea de aquello que es común a un grupo humano, un conjunto de formas de actuar, pensar y sentir (una cosmovisión, en definitiva), que cristalizan en pautas de orientación para el desenvolvimiento de los individuos en sociedad y en representaciones de mundo de carácter colectivo, que se manifiestan y reproducen mediante las interacciones humanas (relaciones sociales) es lo que entenderemos por una institución colectiva. Es por eso que la religión – siguiendo los planteamientos de Durkheim - tiene importancia para la sociología no por su contenido específico, sino por representar una de las formas más elementales de la vida colectiva.[55]  Lo importante en estos fenómenos es que configuran un sistema de prácticas, ideas y valores, cuyo propósito es expresar el mundo, darle un sentido compartido que va más allá de los individuos y que, a través de su institucionalización va configurando paulatinamente aquello que entendemos como sociedad.

Tal como hacen otros autores, Durkheim le otorga fundamental importancia en este proceso de construcción de la identidad colectiva al lenguaje, a la comunicación. Para poder comunicarse, los individuos deben dejar de lado sus percepciones individuales e intercambiar conceptos; estos sobrepasan la experiencia sensible individual ya que son universales: configuran entonces una conciencia colectiva, conforman representaciones colectivas. “La naturaleza del concepto nos habla de sus orígenes. Si es común a todos es porque es obra de la comunidad” (Durkheim, 1995:403) Categorías como tiempo o espacio no tienen tanto que ver con la experiencia individual, sino con la experiencia colectiva; “no es mi tiempo el que está así organizado; es el tiempo tal como es pensado de manera objetiva para todos los hombres de una misma civilización”. Este tipo de categorías “constituyen los conceptos más generales que existen y, puesto que no están ligadas a ningún objeto en particular, son independientes de cualquier sujeto individual: son el espacio de común acuerdo de todos los espíritus.” (Durkheim, 1995:12)

Es a través de un lenguaje común, integrado y que perdura a través de expresiones de vida colectiva, que la sociedad se constituye como tal;[56] ya sea a partir del contenido específico de la ciencia o de la religión, el ser humano encuentra su naturaleza social en este elemento inherente a la vida colectiva: el lenguaje. Así, Durkheim llega a la conclusión de “que la religión es algo eminentemente social. Las representaciones religiosas son representaciones colectivas que expresan realidades colectivas; los ritos son maneras de actuar que no surgen sino en el seno de grupos reunidos, y que están destinados a suscitar, a mantener o rehacer ciertas situaciones mentales de ese grupo” (Durkheim, 1995:8)

En el pensamiento de Durkheim ya encontramos – en Las Formas Elementales de la Vida Religiosa – aquella noción de que la sociedad se configura alrededor de una visión compartida del mundo; esta idea se vuelve a plantear en el texto La división del trabajo social, donde se aprecia una clara continuidad en el pensamiento de este autor, pues vuelve a proponer la idea de que al “conjunto de las creencias y de los sentimientos comunes al término medio de los miembros de una misma sociedad (que) constituye un sistema determinado que tiene su vida propia, se le puede llamar la conciencia colectiva o común” (Durkheim, 1999:89) Es por ello que, en el análisis del derecho, del crimen y de la penalización que realiza en esta obra, no importa el contenido específico de aquellos actos que se consideren como crímenes, ya que la única característica común a todos los crímenes es la de que consisten (…) en actos universalmente reprobados por los miembros de cada sociedad” (Durkheim, 1999:82). En esencia el crimen es un acto que atenta contra todo aquello que los individuos comparten, contra todo aquello que los une y les permite existir como un colectivo cohesionado.

Ya hemos planteado el carácter coactivo de la sociedad, que reacciona y castiga a los individuos que transgreden sus preceptos. En La División del Trabajo Social, Durkheim evidencia que, desde las sociedades más primitivas, la pena, el castigo han sido las respuestas frente a este tipo de acciones que atentan contra la moral del grupo; esta práctica social encuentra su sentido en la búsqueda por suprimir aquellas acciones que supongan un riesgo o una amenaza para las representaciones socialmente construidas (creencias, valores y prácticas socialmente compartidos) que le otorgan coherencia y cohesión a los colectivos humanos.

Cuando se produce una situación criminal por ejemplo, no es sólo un individuo el que se ve afectado, sino toda la sociedad, todo el colectivo instituido como tal; es por ello que la pena, el castigo, en las sociedades primitivas, no se entiende como una acción individual, es una reacción social que, además de eliminar la amenaza, contribuye a proporcionar mayor cohesión social, configurando lo que Durkheim llama solidaridad mecánica: “En cuanto al carácter social de esta reacción, deriva de la naturaleza social de los sentimientos ofendidos. Por el hecho de encontrarse éstos en todas las conciencias, la infracción cometida suscita en todos los que son testigos o que conocen la existencia una misma indignación. Alcanza a todo el mundo, por consiguiente, todo el mundo se resiste contra el ataque (…) Cuando reclamamos la represión del crimen no somos nosotros los que queremos personalmente vengar, sino algo ya consagrado que más o menos confusamente sentimos fuera y por encima de nosotros.” (Durkheim, 1999:112-110) Es esta solidaridad positiva, la solidaridad mecánica, la que da origen al derecho represivo, como una forma de proteger y mantener la integridad del colectivo, que constituye su condición de existencia. Es por ello que la pena, el castigo que el colectivo impone sobre el individuo que ha cometido un crimen, no tiene por función principal corregir al culpable o disuadir a posibles imitadores, sino la función específica de contribuir a mantener intacta la cohesión social.

Sin embargo, Durkheim da cuenta de la existencia de dos tipos de sanciones que, a su vez, dan cuenta de dos realidades constituyentes de nuestra sociedad; en palabras del autor: “Hay en  nosotros dos conciencias: una sólo contiene estados personales a cada uno de nosotros y que nos caracterizan, mientras que los estados que comprende la otra son comunes a toda la sociedad. La primera no representa sino nuestra personalidad individual y la constituye; la segunda representa el tipo colectivo y, por consiguiente, la sociedad, sin la cual no existiría.” (Durkheim, 1999:115-116)

Es por ello que también deben destacarse las reglas de sanción restitutiva, emanadas de la división social del trabajo. Este  proceso de diferenciación de funciones, enmarcado dentro de la solidaridad positiva, diferencia a los individuos engendrando relaciones entre ellos – como individuos -  que no apuntan al interés colectivo, aunque su poder de sanción emane de la sociedad.

Este proceso, entendido como la evolución histórica que experimentan las sociedades humanas, desde la perspectiva durkhemiana, se caracteriza por una creciente diferenciación de los roles y funciones que cumplen los individuos; implica la aparición de esferas autónomas y diferenciadas – el mercado, la política, el núcleo familiar etc. – en las cuales se establecen relaciones que no apuntan a fortalecer la moral e integración colectiva. En este contexto emergen las reglas de carácter restitutivo que no buscan ser expiatorias; su objetivo es un “simple volver las cosas a su estado”. (Durkheim, 1999:121)

Estas sanciones, se diferencian radicalmente de la solidaridad mecánica pues no buscan proteger el interés general, sino más bien reparar el daño que se haya hecho o la injusticia cometida, si ésta ya fue hecha o impedirla si es el caso; su objetivo no es estimular la cooperación sino el equilibrio entre “partes limitadas y especiales de la sociedad, a las cuales (las reglas restitutivas) relacionan entre sí”. (Durkheim, 1999:129) Estableciendo un paralelo con la constitución de los organismo biológicos complejos, Durkheim plantea que en las sociedades internamente diferenciadas el grupo humano, como colectivo, adquiere más capacidades para moverse con unidad, al mismo tiempo que cada individuo adquiere más libertades en su perspectiva particular. Es por ello, que a la solidaridad derivada de esta división interna, la llama solidaridad orgánica, que es propia de las sociedades modernas.



4.3 El análisis sociológico de las relaciones sociales en la acción social

En el presente apartado – así como intentamos hacerlo en los dos anteriores – enfatizaremos un aspecto fundamental de aquello que llamamos sociedad, que se sumará como perspectiva constitutiva a nuestra ‘mirada sociológica’.

Para la perspectiva que analizaremos ahora, la realidad social se manifiesta en las acciones dotadas de sentido que cada uno de nosotros y nosotras, despliega de manera cotidiana; para nuestra mirada sociológica carecería de sentido comprender la actividad humana en sociedad como un conjunto de actos sin relaciones entre sí y sin un motivo u orientación que los haga inteligibles en su particularidad.

Es así que nos encontramos ante el desafío de conceptualizar una noción de acción social que abarque la idea de acciones dotadas de sentido que, en su despliegue cotidiano, configuran aquella realidad que denominamos como sociedad.

Uno de los primeros autores que se hicieron cargo de este desafío fue el sociólogo alemán Max Weber. Una de sus más importantes contribuciones fue la de definir a la sociología como una disciplina científica con un ámbito de estudio propio y autónomo respecto a otras disciplinas. En su obra Economía y Sociedad desarrolla una extensa y exhaustiva labor de definición conceptual; en el apartado Conceptos Sociológicos Fundamentales, Weber nos entrega valiosas definiciones teóricas, tanto sobre la sociología como disciplina como de su metodología específica y sus principales objetos de estudio.

No hay que desdeñar la amplia labor conceptual realizada por Max Weber; de la gran cantidad de conceptos acuñados por él, podemos destacar acá la definición de sociología que nos entrega; creemos que puede ser iluminadora para comprender la perspectiva de análisis sociológico que enfatizamos en este apartado:

“Debe entenderse por sociología (en el sentido aquí aceptado de esta palabra, empleada con tan diversos significados): una ciencia que pretende entender, interpretándola, la acción social para de esa manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos. Por ‘acción’ debe entenderse una conducta humana (bien consista en un hacer externo o interna, ya en un omitir o permitir) siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo. La ‘acción social’, por tanto, es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo.” (Weber, 2008:5)
La definición sobre la acción social aquí esbozada responde a la pregunta ¿dónde encontramos a la sociedad?: la sociedad se ubica, responde Weber, en esa acción con sentido, que se encuentra referida a otro[57]. Esta orientación teórica es crucial para la elaboración de la perspectiva del análisis sociológico de las relaciones sociales en la acción social.  Da cuenta de una realidad que encuentra su dimensión en un plano supra individual pero que, sin embargo, su expresión concreta se encuentra en acciones individuales. Desde esta perspectiva también podemos dar cuenta de esta “realidad” que es la sociedad y que constituye lo estudiado desde nuestra mirada sociológica.

Debemos destacar dos características fundamentales en la definición de la sociología que Max Weber desarrolla. Por un lado, el énfasis puesto en el sujeto que protagoniza la acción, pues es éste quien le otorga un sentido a la acción social desde el punto de vista de sus propias motivaciones; por otro lado, la importancia dada al contexto histórico-cultural de sentido en el que se despliega la acción, pues proporciona un marco de referencia para su desarrollo. Con esto queremos decir que los seres humanos son sujetos históricos que no están ajenos al marco de ideas valóricas predominantes – por uno u otro motivo - en una época. Es preciso entonces profundizar un poco más en la idea del contexto cultural, así como en la importancia del ser humano individual como foco de la sociología weberiana.[58]

Para Weber la idea de cultura refiere a un ‘concepto de valor’, vale decir, una serie de ideas y concepciones significativas que nos permiten orientar nuestra acción en relación, tanto al mundo material como respecto a nuestros pares. De este modo la “realidad empírica es para nosotros cultura’ en cuanto la relacionamos con ideas de valor; abarca aquellos elementos de la realidad que mediante esa relación se vuelven significativos para nosotros y sólo esos.” (Weber, 2006:65) Del enorme flujo de impresiones y sensaciones que recibe y elabora cada persona en su vida cotidiana, es evidente que una parte restringida de la realidad de cada individuo está, por así decirlo, marcada por las orientaciones culturales; para el investigador social son, entonces, sólo estas relaciones las que cobran relevancia, ya que son ellas las que permiten comprender la acción social en referencia a estas ideas de valor u orientaciones culturales, que cobran particular importancia por su relación con el marco cultural-histórico.

Este planteamiento epistemológico nos lleva a la consideración metodológica de que, la sociología de la acción social, siendo una ciencia de la realidad social históricamente situada, busca “comprender la realidad de la vida que nos circunda, y en la cual estamos inmersos, en su especificidad; queremos comprender, por un lado, la conexión y significación cultural de sus manifestaciones individuales en su configuración actual, y, por el otro, las razones por las cuales ha llegado históricamente a ser así-y-no-de-otro-modo.” (Weber, 2006:61) De esta forma, volvemos una vez más al fuerte lazo entre sociología e historia, varias veces destacado a lo largo de este texto; esta relación nos permite comprender que la sociología no sea una ciencia que ofrezca respuestas únicas fijadas por leyes mecánicas, universales y atemporales sino que, más bien, es una disciplina que se funda en la especificidad de su contexto histórico, desde donde emergen los fenómenos sociales concretos que han llegado a ser de la manera en que se presentan, no por causas naturales, sino por el proceso histórico que se despliega a lo largo del tiempo.[59]

Ahora bien, en el enfoque que en este apartado presentamos, cobra especial importancia el individuo en tanto sujeto histórico que le otorga sentido a su propia acción; es por ello que a esta perspectiva metodológica iniciada por Weber se la conoce como ‘individualismo metodológico’. La acción en el sentido weberiano, o sea, “como orientación significativamente comprensible de la propia conducta, sólo existe para nosotros como conducta de una o varias personas individuales” (Weber, 2008:12) Por tanto en la comprensión de esta acción - para la sociología comprensiva - cualquier colectivo humano, una familia, una organización militar, un partido político, una agrupación religiosa o incluso instituciones mucho más extensas como podría ser el Estado o el mercado, “no son otra cosa que desarrollos y entrelazamientos de acciones específicas de personas individuales, ya que tan sólo estas pueden ser sujetos de una acción orientada por su sentido.” (Weber, 2008:12) Cuando hablamos de agrupaciones humanas extensas, cuando hablamos de la misma sociedad, nos estamos refiriendo entonces, al desarrollo de una manera particular de acción social llevada a cabo por individuos concretos. [60]

Volviendo a sus esfuerzos de construcción conceptual y teórica, podemos destacar la tipología elaborada por Weber para clasificar la acción social; sin embargo, debemos tener en cuenta que la acción social raramente se orienta de manera unívoca por alguno de estos tipos. En este sentido, el mismo Weber, plantea que “tampoco estas formas de orientación pueden considerarse en modo alguno como una clasificación exhaustiva, sino como puros tipos conceptuales, construidos para fines de la investigación sociológica, respecto a los cuales la acción real se aproxima más o menos o, lo que es más frecuente, de cuya mezcla se compone.” (Weber, 2008:21)

La acción social puede ser, entonces:
1.       Racional con arreglo a fines.
2.       Racional con arreglo a valores.
3.       Afectiva.
4.       Tradicional

Es preciso señalar que se observa un criterio de clasificación que establece un continuo que va desde la acción más ‘racional’ a la menos racional. Esta metodología considera a la acción racional con arreglo a fines como aquella más útil para la comprensión sociológica pues es en la que la correspondencia entre la consideración del entorno y la acción misma se da de manera más clara y unívoca, en tanto “actúa racionalmente con arreglo a fines quien oriente su acción por el fin, medios y consecuencias implicadas en ella y para lo cual sopese racionalmente los medios con los fines, los fines con las consecuencias implicadas y los diferentes fines posibles entre sí.” (Weber, 2008:21) Una acción racional con arreglo a fines permite observar una linealidad teleológica que posibilita relacionar de manera coherente el significado subjetivo otorgado a la acción, con los medios que se emplean para la aprehensión del fin previamente establecido, así como también las consecuencias posibles de la acción.

No obstante, este ordenamiento o clasificación, responde solamente a criterios metodológicos y en forma alguna expresa un visión ‘racionalista’ del mundo; es evidente que en la vida cotidiana no nos movemos solamente de acuerdo a una consideración racional de propósitos, medios, fines y consecuencias de nuestras acciones, también actuamos orientados por valores, sentimientos o tradiciones, comportamientos que, en la metodología weberiana constituyen un distanciamiento de la acción racional pura, [61] más no una apología de la misma.

El segundo tipo de acción definida - racional con arreglo a valores - se orienta por aquello que podríamos llamar máximas, mandatos, o exigencias que el actor cree dirigidos sobre él (o ella) y frente a los cuales se encuentra obligado. Este tipo de accionar es característico de quien, “sin consideración a las consecuencias previsibles, obra en servicio de sus convicciones sobre lo que el deber, la dignidad, la belleza, la sapiencia religiosa, la piedad o la trascendencia de una ‘causa’, cualquiera que sea su género, parecen ordenarle” (Weber, 2008:20-21) Vemos entonces que no existe una preocupación por adecuar la acción a un fin racionalmente considerado; se actúa, en definitiva, bajo la orientación de un valor, sin que las consecuencias o fines de la acción orienten de manera crucial su desarrollo.

La acción afectiva, por otro lado, no se orienta por una consideración racional de ningún tipo y en la mayoría de los casos se encuentra muy lejos de lo que es una acción consciente  con sentido ya que, “puede ser una reacción sin trabas a un estímulo extraordinario, fuera de lo cotidiano.” (Weber, 2008:20) Todas aquellas reacciones emocionales, que orientan en determinados momentos nuestra acción, no se guían por el resultado que la acción pueda tener, sino por la peculiaridad misma que caracteriza aquella acción, es decir, por la acción misma.

Por último, “la acción estrictamente tradicional – en igual forma que la imitación puramente reactiva – está por completo en la frontera, y más allá, de lo que puede llamarse en pleno una acción con sentido. Pues a menudo no es más que una oscura reacción a estímulos habituales, que se desliza en la dirección de una actitud arraigada.” (Weber, 2008:20) Podemos decir que las acciones cotidianas que no implican una consciencia de su sentido, se pueden clasificar en este tipo de acción, que estaría en el límite de aquella acción orientada por un sentido subjetivo, que puede ser identificado y comprendido.

La crítica de una excesiva valoración de la razón instrumental que a veces puede efectuarse sobre esta metodología carece de fundamentos, pudiendo emanar solamente desde una lectura parcial de la metodología sociológica propuesta por Weber: como ya hemos dicho, la metodología weberiana es ‘racionalista’ sólo en términos de conveniencia metodológica. ”Este procedimiento no debe, pues, interpretarse como un prejuicio racionalista de la sociología, sino sólo como un recurso metódico; y mucho menos, por tanto, como si implicara la creencia de un predominio en la vida de lo racional.” (Weber, 2008:7)  Al explorar los diferentes tipos de acción, hemos evidenciado la fecundidad analítica de la propuesta weberiana pues, si bien parte de la consideración de un tipo de acción estrictamente racional en cuanto a su teleología, considera también la orientación de la acción según valores, emociones, afectos y tradiciones; además, la consideración de que la vida social nunca se orienta de manera pura por estos tipos ideales de acción, sino más bien por una mezcla de orientaciones en la cual puede llegar a predominar uno de ellos, nos otorga una matriz analítica que posibilita la dirección de nuestra mirada sociológica hacia prácticamente cualquier ámbito de la vida humana en sociedad.

Desde el apartado ‘Conceptos Sociológicos Fundamentales’ que hace parte de la obra Economía y Sociedad, debe destacarse, además, la definición de relación social que - basada en la definición de acción social ya entregada - entiende una relación social como: la “probabilidad de que una forma determinada de conducta social (de varios), de carácter recíproco por su sentido, haya existido, exista, o pueda existir.(Weber, 2008:22)

Si bien Max Weber plantea que la relación social se da cuando existe una acción (social) mutuamente referida, observa que esta afirmación no quiere decir que los partícipes pongan el mismo sentido en su actuar (que sea recíproco). “La relación social es así, por ambos lados, objetivamente <<unilateral>>. Empero no deja de estar referida en la medida en que el actor presupone una determinada actitud de su contrario frente a él (erróneamente quizá, en todo o en parte) y en esa expectativa orienta su conducta, lo cual basta para que pueda haber consecuencias, como las hay las más de las veces, relativas al desarrollo de la acción y la forma de la relación.” (Weber, 2008:22) Es en el sentido que cobra la acción social en referencia a otro – configurándose así como relación social -  donde podemos encontrar la presencia más o menos estructurada de la sociedad, pudiendo llegar a establecerse un orden social determinado; esto sucede cuando la acción  se orienta por máximas que pueden ser señaladas, cuya validez depende de que aquellas máximas que orientan de hecho la acción, aparezcan en algún grado significativo como válidas, o sea, como obligatorias o como modelos aceptados socialmente, lo cual reafirma la importancia del contexto histórico cultural en la constitución de una sociedad.

Ahora bien, observando el pasado reciente de nuestro país, la acción social que toma un carácter colectivo no puede ser ignorada en la perspectiva del análisis de las relaciones sociales en la acción social que acá proponemos. El movimiento estudiantil, el movimiento contra las represas en el sur de Chile, movimientos sociales como los de Freirina, Aysén y Tocopilla no podrían estar olvidados en esta perspectiva de análisis sociológico.

Contribuyendo a la reflexión en torno a la acción social y sobre todo en torno a la noción de ‘movimiento social’, Alain Touraine, en su Crítica de la modernidad nos plantea la necesidad de rescatar la noción de sujeto, que estará íntimamente ligada a la noción de acción social.

Partiendo desde un debate más bien filosófico, Touraine plantea que “durante mucho tiempo, la modernidad sólo se definió por la eficacia de la racionalidad instrumental, por la dominación del mundo que la ciencia y la técnica hacían posible.” (Touraine, 1995:205) Si bien no se trata de rechazar este pilar racionalista de la sociedad occidental, es preciso mirar de manera completa la modernidad, ya que no se constituye sólo en torno a la racionalización, sino también en torno a la subjetivación, constituyendo dos figuras vueltas la una hacia la otra y cuyo diálogo constituye la modernidad. (Touraine, 1995:205) Si sólo contemplamos el ámbito de la racionalización no podremos dar cuenta de manera cabal de la idea de modernidad, incluso ocultaríamos una de sus caras, precisamente aquélla que destaca la importancia del ser humano como un sujeto libre y creativo.

Es precisamente éste el punto que debemos destacar en la mirada sociológica centrada en la acción social: la emergencia del sujeto humano libre (hasta cierto punto), dentro de un contexto histórico determinado, cuya acción puede ser creadora, permitiendo así el cambio social; sólo esta creatividad puede introducir la noción de cambio social abriendo así la posibilidad de que el orden social no devenga en una entidad inmutable que parece opacarnos con sus dinámicas y características propias. Lo paradójico es que, en el devenir de la modernidad, este potencial creador se ha omitido e incluso reprimido, en función de la mantención del status quo de la realidad social.

No puede concebirse entonces la acción social sin la noción de sujeto que Touraine nos presenta. Tampoco puede concebirse a la modernidad, ni al sujeto moderno, reducidos exclusivamente al ámbito de la razón, que fuerza a “la despersonalización, el sacrificio de uno mismo y la identificación con el orden impersonal de la naturaleza o de la historia. En cambio, el mundo moderno está cada vez más penetrado por la referencia a un sujeto que es libertad, es decir, que postula como principio del bien el control que el individuo ejerce sobre sus actos y su situación”, (Touraine, 1995:207) lo que permite que se pueda concebir como un actor con voluntad propia, fundamentalmente creativa, reconocido como tal en el contexto histórico y social en que se encuentra inmerso.

Es por ello que la idea de actor social no puede separarse de la idea de sujeto, pues (…) sujeto y actor son conceptos inseparables que resisten a un individualismo que vuelve a dar la ventaja a la lógica del sistema sobre la lógica del actor al reducir a éste a la persecución racional – y por lo tanto calculable y previsible – de su interés.” (Touraine, 1995:208) Al considerar entonces la noción de actor social, vinculada de manera estrecha con lo noción de sujeto, podemos plantear que, “la vida social debe entenderse como acción y, por lo tanto, como movimiento, de suerte que constituye el conjunto de las relaciones entre los actores sociales del cambio”. (Touraine, 1995:218) La idea del actor social nos permite dar lugar en el análisis sociológico - al destacar el rol del actor social como creador de sí mismo y de su propia realidad - a una concepción de la sociedad un poco más flexible, que puede dar cabida e interpretación a manifestaciones sociales como los llamados ‘movimientos sociales’.

Es por ello que se vuelve necesario volcar nuestra mirada sociológica hacia la acción colectiva como el mecanismo por excelencia capaz de desafiar el orden social constituido y de reclamar para el (individuo devenido en) sujeto su posición como ente social activo, creador y por lo tanto transformador. En este mismo sentido, la idea de sujeto propuesta por Touraine “está constantemente cargada de protesta, pues la sociedad moderna tiende a negar su propia creatividad y sus conflictos internos y a representarse como un sistema autorregulado, que escapa pues a los actores sociales y sus conflictos”. (Touraine, 1995:240)

A la luz de estos planteamientos Touraine define el concepto de movimiento social diciendo que se caracteriza por ser, simultáneamente, un conflicto social y un proyecto cultural (Touraine, 1995:237). Así como el individuo deviene en sujeto al reconocerse a sí mismo como un ser libre y creador, un colectivo humano deviene en movimiento social  cuando aspira tanto a obtener la victoria frente a un adversario social, como a realizar sus valores culturales. Si el sujeto se convierte en movimiento social “lo es en nombre de las críticas del modernismo (…) para subrayar que cuanto más moderna es una sociedad, más tiende a quedar reducida a un modelo racionalizador, a un sistema de técnicas y objetos, a una tecnoestructura, (…) por eso la idea de sujeto es ante todo contestataria (Touraine, 1995:239-240)

Sin alejarnos de nuestra propia realidad nacional, podemos relevar lo útil que puede ser el aporte de Touraine, relativo a la idea de una acción social colectiva, respecto de nuestra realidad histórica concreta. Hace algunos años se ha venido planteando el agotamiento del sistema político chileno junto al auge de los llamados “movimientos sociales”: un desafío importante para la sociología es poder interpretar que significan estos movimientos, al parecer desvinculados de la forma más tradicional o institucional de hacer política en nuestro país.

Si incorporamos en nuestra mirada sociológica  lo propuesto por Touraine – que aquí hemos intentado sintetizar – el panorama puede ir aclarándose. La pluralidad de demandas puede entenderse como una crítica a la sociedad chilena y, precisamente, a sus vías institucionales de creación, canalizando un descontento que supera ampliamente la institucionalidad política vigente.

“Mientras los antiguos movimientos sociales, sobre todo el sindicalismo obrero, se degradan y transforman en grupos de presión política o en agentes de defensa corporativa de la nueva clase media asalariada antes que en defensores de las categorías sociales menos favorecidas, esos nuevos movimientos sociales, aun cuando carecen de una organización y una capacidad de acción permanente, hacen surgir ya una nueva generación de problemas y conflictos sociales y culturales.” (Touraine, 1995:243)



Felipe Ruiz Bruzzone.
Estudiante de sociología, tercer año.
Junio 2014.
Universidad de Chile.

ANEXO BIBLIOGRÁFICO*

(*)Los textos consignados se han ordenado según unidad temática aunque, debido a su amplitud, algunos sirven como referencia en diversos lugares del texto.

Unidad 1: La sociología es el estudio de la sociedad, pero… ¿Qué es la sociedad?

·         Adorno, Theodor W. (2006) Introducción a la sociología, Ed Gedisa, Barcelona. Clases 1 a 5.

Este texto resulta particularmente útil para introducir la idea de qué podría ser la ‘sociología’. Se trata de las transcripciones de un curso introductorio a la sociología, que Adorno dictó en 1968, el año de su muerte.

·         Canales, Manuel. (2012) Tres sociólogos mirando la misma sociedad, en: Sociología, introducción a los clásicos. LOM Ediciones; Santiago de Chile.

La reflexión desarrollada por Manuel Canales sirve sobremanera para introducir la reflexión sobre qué es la sociología, así como sobre las perspectivas constitutivas de aquello que llamaremos la “Mirada Sociológica”

Unidad 2: La importancia del contexto de producción, una perspectiva histórica sobre el desarrollo histórico de la sociología como disciplina

·         Atria, R., Lemaitre M.J. (1983)  El desarrollo de la sociología en chile en Las Ciencias Sociales en Chile, 1983. Análisis de siete disciplinas, CPU Santiago.

El proceso histórico que ha vivido la sociología en Chile (hasta el año 1983), se encuentra claramente explicado en este material, que logra conectarse de buena forma con el material referido al devenir de las ciencias sociales en Latinoamérica. Refuerza la importancia del contexto histórico de producción del conocimiento

·         Baño, Rodrigo. (2012) Las ciencias sociales como conocimiento de la época. Revista Anales. Séptima Serie, Nº 4, noviembre.

Este artículo permite reflexionar sobre la relación entre el desarrollo de la sociología y su contexto histórico, poniendo especial énfasis en el proceso de represión, censura y persecución política que sufrió la disciplina durante la dictadura cívico-militar en Chile.

·         Franco, Rolando (2007) La Flacso Clásica (1959-1973). Vicisitudes de las Ciencias Sociales Latinoamericanas. Introducción y capítulo uno, coedición FLACSO/Editorial Catalonia, Santiago Chile.

En este material podemos encontrar una síntesis del devenir histórico de las ciencias sociales en Latinoamérica; se articula de muy buena forma con el texto de Atria y Lemaitre sobre el desarrollo de la sociología en Chile. También refuerza la importancia del contexto histórico de producción del conocimiento

·         Garretón, M. Antonio. (2005) Las ciencias sociales en Chile. Institucionalización, ruptura y renacimiento. Social Science information sur les sciences sociales, SAGE. Editorial Siglo XXI. México.

Este documento presenta uno de los análisis más acabados que podemos presentar sobre el desarrollo de las ciencias sociales en general, y la sociología en particular, en nuestro país, desde sus orígenes, pasando por el período de crisis enmarcado por la dictadura cívico-militar, hasta el resurgimiento de las ciencias sociales en el período post autoritario.

·         Ruiz, Carlos (2003). ¿Qué ver hoy en el pasado de América Latina? (A propósito del diálogo entre sociología e historia). En  Independencia y anarquía o la conflictiva formación del orden oligárquico en América Latina. Tesis para optar al Grado de Magister en Estudios Latinoamericanos. Santiago.

Este texto contribuye a la reflexión sobre la ‘especificidad latinoamericana’ y la producción de conocimiento sociológico en ese contexto.

·         Wallerstein, Immanuel  (coordinador) (2006) Abrir las ciencias sociales. Capítulo 1 La construcción histórica de las ciencias sociales desde el siglo XVIII hasta 1945. Novena edición. Siglo XXI editores, México D.F.

Este material logra proporcionar una mirada panorámica sobre el devenir histórico de las ciencias sociales a escala mundial, con las características y desafíos que enfrentaban a mediados del siglo pasado; sin embargo, esta reflexión resulta pertinente para el momento actual.

Unidad 3: La sociología parte de la observación y análisis de la realidad concreta.

·         Wright Mills, Carl (1986) La promesa, en La Imaginación Sociológica. FCE. Santiago.

La reflexión llevada a cabo por Wright Mills constituye un claro aporte a la reflexión sobre la naturaleza y misión de una disciplina como la sociología. ¿Qué hacen las sociólogas y sociólogos? Este aporte puede ayudar al esbozo de una respuesta.


Unidad 4: Las perspectivas constitutivas de la Mirada Sociológica.

·         Wallerstein, Immanuel (1999). El legado de la sociología, la promesa de la ciencia social, en El legado de la sociología, la promesa de la ciencia social. Editorial Nueva Sociedad, Caracas, Venezuela.

Esta reflexión de Wallerstein da cuenta de un claro intento por definir que podríamos entender por ‘sociología’, así como las perspectivas teóricas fundamentales que orientan su reflexión, así como los principales desafíos que enfrenta esta disciplina a la entrada del siglo XXI.

Unidad 4.1: El análisis sociológico de las relaciones sociales en la estructura social.

·         Atria, Raúl (2012) Estructura social y estructuralismo en las ciencias sociales. Apunte de curso. Material inédito.

Pocos textos encaran el desafío de dar una definición precisa y sintética a un concepto; gran parte de lo que podríamos entender por ‘estructura social’ podemos encontrarla en este material.

·         León, Arturo y Martínez Javier (2007)  La estratificación social en Chile hacia fines del siglo XX, en Franco, León, Atria (coordinadores), Estratificación, y movilidad social en América  Latina, CEPAL, GTZ, Ediciones LOM, Santiago, Capítulo VII.

Un importante ejemplo de utilización del análisis sociológico de las relaciones sociales en la estructura social podemos encontrar en este material, junto con una exhaustiva categorización de ‘clases sociales’.

·         Marx, Karl (2011) Prólogo, en Contribución a la Crítica de la Economía Política. Siglo XXI Editores, México D.F.

En este breve texto Marx logra, de manera notable, elaborar una clara síntesis de su principal ámbito de investigación.

·         Marx, Karl; Engels, F. (1980) La ideología en general y la ideología alemana en particular, en  La Ideología Alemana. Ediciones Grijalbo. Barcelona, España.

En esta obra Engels y Marx logran definir aquellas premisas en base a las cuales elaborarán sus posteriores reflexiones, definiendo de esta forma su metodología de análisis: el materialismo histórico.

·         Marx, Karl. (1970) Trabajo asalariado y capital. En Obras Escogidas, tomo I. Editorial Progreso, Moscú.

Con un esfuerzo declarado por intentar emplear un lenguaje sencillo y accesible, Marx trabaja en este texto sus principales consideraciones sobre el fenómeno de la explotación del hombre por el hombre – expresada en la contradicción capital/trabajo – así como su ámbito de estudio.

·         Orellana, Víctor (2011)  Nuevos estudiantes y tendencias emergentes en la educación superior. Una mirada al Chile del mañana,  en Nueva geografía de la educación superior  y de los estudiantes, Jiménez y Lagos eds., Aequalis, Santiago.

Este texto ayuda a ejemplificar el uso del análisis sociológico de las relaciones sociales en la estructura social, dando cuenta del valor diferenciado que adquiere el rendimiento académico, según la posición social del actor.

Unidad 4.2: El análisis sociológico de las relaciones sociales en las representaciones colectivas e instituciones sociales.

·         Durkheim, Emile (1986) Las reglas del método sociológico. Capítulos I y II. Fondo de Cultura Económica. México.

Este texto metodológico – ya clásico – es fundamental para comprender, mediante la definición del ‘hecho social’, lo que significan las representaciones colectivas e instituciones sociales.

·         Durkheim, Émile (1995). Las formas elementales de la vida religiosa, Editorial Diálogo Abierto, Ediciones Coyoacán, México.  Introducción y conclusiones.

La introducción de este estudio de la vida religiosa, fundamenta el carácter sociológico de la religión y construye una definición de la misma. En las conclusiones se subraya el papel de las representaciones colectivas.

·         Durkheim, Émile (1999). La división del trabajo social, Editorial COLOFON, México. Capítulos II y III.

El capítulo II se refiere a la solidaridad mecánica y su relación con cierto tipo de normas cuyas sanciones son represivas (el caso del derecho penal).  El capítulo III se refiere a la solidaridad orgánica y su relación con normas cuya sanción es restitutiva (el caso del derecho contractual).

Unidad 4.3 El análisis sociológico de las relaciones sociales en la acción social.

·         Mommsen, Wolfang (1981)  ’Comprensión’ y ‘tipo ideal’. Acerca de la metodología de una ciencia social histórica, en Max Weber, sociedad, política e historia. Editorial Laia, Barcelona.

Este material proporciona un buen apoyo para comprender los fundamentos metodológicos de la sociología weberiana.

·         Touraine, Alain, (1995)  Crítica de  la  Modernidad, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, Capítulo 9  El sujeto  y Capítulo 10 El sujeto como movimiento social.

Para realizar el tránsito hacia la comprensión de la acción social colectiva, la reflexión elaborada por Touraine en estos textos, en torno a la idea del ‘sujeto social’, es de primera importancia.

·         Weber, Max (2006) La objetividad cognoscitiva en la ciencia social y de la política social, en Ensayos sobre metodología sociológica, Amorrortu editores, Buenos Aires.

Este texto, da cuenta de las principales consideraciones metodológicas que fundamentan la sociología Weberiana y de las ciencias sociales en general.

·         Weber, Max (2008) Conceptos sociológicos fundamentales, en Economía y sociedad, Esbozo de sociología comprensiva, Fondo de Cultura Económica, México.

Las definiciones elaboradas por Weber en este material, constituyen un pilar básico para comprender la sociología comprensiva, fundamentalmente el concepto de acción social y los ‘tipos ideales’ formados a partir de él.





[1] Quisiera agradecer a Matías Escobar, por sus comentarios, a Silvia Rabines por sus rigurosas críticas de contenido y acuciosas correcciones de redacción, y a Graciela Bruzzone por su voluntad para corregir una y otra vez la redacción de los borradores y sus impagables enseñanzas en el arte de escribir; sin el apoyo de estas personas, la calidad del presente trabajo sería mucho menor de lo que es.
[2] Estudiante de tercer año de la carrera de sociología que imparte la Universidad de Chile.
[3] El profesor Baño (2012:3) plantea que “Regularmente se hace el estudio de las ideas como si las ideas tuvieran la capacidad de engendrar ideas, sin que tenga mayor importancia lo que esté ocurriendo en la época”. Esta perspectiva es la que en el presente esfuerzo buscamos superar, proponiendo que el estudio de la sociología, como disciplina, precisa de una perspectiva histórica, que contextualice las circunstancias particulares en que se ha desarrollado.
[4] Cabe destacar que estas corrientes – excepto la de la comunicación -  configuran, al menos en la carrera de Sociología de la Universidad de Chile, los ejes temáticos del primer ramo de formación en teoría sociológica.

[5] En esto seguimos a los profesores Raúl Atria y Juan Enrique Opazo, quienes durante las versiones 2012, 2013 y 2014 del curso de sociología ya mencionado, han desarrollado esta propuesta. A la vez, Immanuel Wallerstein en su artículo  El legado de la sociología, la promesa de la ciencia social, trabaja los aportes realizados por Marx, Durkheim y Weber - aunque con énfasis diferentes a los aquí realizados -  como las perspectivas teóricas que fundan la sociología como disciplina.
[6] Cada uno de estos conceptos sintetiza los aportes que diferentes autores – Carl Marx, Émile Durkheim, Max Weber y Jürgen Habermas, respectivamente – han realizado, y que aquí recojo como cuatro grandes perspectivas de análisis de la realidad social; en ningún caso pretendo entrar en las discusiones teóricas profundas que atañen a cada corriente teórica, sino más bien emplearlas con un fin ilustrativo, que permita estimular capacidades analíticas.

[7] “La tarea de una Introducción a la Sociología (…) se enfrenta a dificultades muy especiales, justamente porque la sociología no se caracteriza como lo que se llama en matemáticas una multiplicidad definida, y porque, además, carece de ese tipo de continuidad que es propia en general del estudio de ciencias que, según la expresión de Scheler, transmiten el ‘saber dominante’” (Adorno, 2006:18) La referencia a este texto, se encuentra en el apartado bibliográfico, junto con una breve síntesis de aquellos temas relevantes que en él pueden revisarse.

[8] De manera sumaria y preliminar podríamos plantear que: desde el enfoque del materialismo histórico el foco está puesto sobre las relaciones humanas que giran en torno a los medios de producción de la vida material, cuyo configuración histórica específica otorga las características generales de un colectivo humano; desde el punto de vista de la sociología de la acción social, podemos decir que el foco de análisis está puesto en aquellas acciones referidas a otro, cargadas de un sentido subjetivo, que se relaciona históricamente con aquellas ideas de valor (o cultura) predominantes. Desde el enfoque de la sociología de las instituciones y representaciones colectivas, el foco está orientado hacia aquellas formas de conciencia colectiva que orientan la acción individual (estimulando, reprimiendo o castigando),  posibilitando el surgimiento de una sociedad con características específicas. Estos puntos serán desarrollados en el transcurso de esta reflexión.

[9] Dice Adorno, en relación al ámbito de estudio en el cual se desenvuelve la sociología: “no existe nada bajo el sol, realmente nada, que no esté mediado por el pensamiento humano, por la inteligencia humana y, también, justamente, de un modo social. (…) problemas que, de un modo inmediato no tienen nada que ver con la sociedad, son mediados socialmente.” (Adorno, 2006:30-31). Por otra parte, desde ahora podemos dejar planteado que en la sociología, “no hay un sistema conceptual estabilizado, y probado experimentalmente, que ordene todos los estudios realizados en una estructura lógica y secuencial de conocimiento integrado y progresivo. Y si la ciencia social no progresa ¿hacia dónde va? O quizá deba preguntarse por dónde anda.” (Canales, 2012:10)

[10] La referencia en detalle a este material se encuentra en el apartado bibliográfico.

[11] Tal como es referido en el texto de Atria y Lemaitre El desarrollo de la sociología en Chile, cuya referencia detallada se incluye en el anexo bibliográfico: “Los cambios sociales, como bien sabemos, no se dan en una especie de limbo conceptual, sino que ocurren en sociedades concretas, históricamente determinadas. La sociología es, por consiguiente, una pariente muy próxima de la ciencia de la historia de la cual se nutre, y a la cual, a su vez, aporta el ángulo específico de su perspectiva disciplinar. (…)Este punto tiene una particular importancia en el examen de la sociología en cuanto se practica y ejerce en una sociedad y en una época  histórica, dadas. Podría incluso llegar a sostenerse que en cualquier sociedad la sociología se desarrolla en la dirección de los cambios sociales más significativos que tienen lugar en esa sociedad.”  (Atria, Lemaitre, 1983:28-29).

[12] “La ciencia social es una empresa del mundo moderno; sus raíces se encuentran en el intento, plenamente desarrollado desde el siglo XVI y que es parte inseparable de la construcción de nuestro mundo moderno, por desarrollar un conocimiento secular sistemático sobre la realidad que tenga algún tipo de validación empírica” (Wallerstein, 2006:4)

[13] “Probablemente el único consenso sociológico sea el que describe el origen de la disciplina, refiriéndolo en el contexto de los cambios que revolucionaban la vida en las metrópolis nacientes, como Londres, París, Berlín, y que se ampliaba progresivamente por las sociedades occidentales. Se trataba de la transición desde un orden que venía por siglos, y hasta anclado en las antiguas fundaciones del primer agro, a un orden nuevo, desconocido y en desarrollo.” (Canales, 2012:11-12).

[14] “A este espíritu de la época, responde y contribuye, a la vez, la instalación en Santiago de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en 1949 y su ‘División de Asuntos Sociales’ desde 1955, la Facultad de Ciencias Económicas y el Instituto de Economía de la Universidad de Chile. Desde tales instituciones se plantea la nueva problemática del desarrollo definido como el proceso fundamental o problemática histórica central de nuestras sociedades. A partir de esto se legitima la necesidad de ‘expertos’ para el nuevo tema, identificados básicamente con los sociólogos”. (Garretón, 2005:4)

[15] Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura; en inglés: United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization, abreviado internacionalmente como Unesco.

[16] “La primera actividad de la FLACSO, en 1958, fue organizar un Seminario Latinoamericano sobre Metodología de la Enseñanza y la Investigación en Ciencias Sociales. Constituyó sin duda una definición que colocó a la naciente institución claramente en uno de los bandos en pugna en las Ciencias Sociales de la región.” (Franco, 2007:22)

[17] “Creación del Centro de Estudios Socio-Económicos (CESO) de la Universidad de Chile en 1961 y del Centro de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Católica de Chile en el mismo año. Fuera del ámbito universitario, el establecimiento del Centro para el Desarrollo Social de América Latina (DESAL) representó un polo muy importante para el desarrollo teórico de la disciplina (…) El proceso de consolidación institucional (…) se extendió hacia las universidades de provincia. La Universidad de Concepción, por ejemplo, estableció el Centro de Sociología en 1962 (…) Por su parte, la Universidad del Norte inicia también un programa de ciencias sociales de pequeña envergadura (…) hacia mediados de la década del 60. La Universidad Austral se suma también al desarrollo académico con la creación del Departamento de Sociología Rural (…)” (Atria, Lemaitre, 1983:31)

[18] El desarrollo de la sociología en Chile. Atria, Lemaitre, 1983:31-32.

[19] Dentro de los más importantes podemos destacar la presencia del Centro Latinoamericano de Demografía, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, el Instituto de Capacitación e investigación en Reforma Agraria, el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social y la Comisión Económica para América Latina.

[20] “Como corresponde a una represión masiva y bien organizada, muy pronto se dictaron medidas dirigidas directamente contra las instituciones y, tras el Golpe militar, la iniciativa de las nuevas autoridades fue intervenir radicalmente todas las universidades chilenas. Esto tenía como finalidad obtener el control político de lo que es considerado el espacio en que las sociedades se piensan a sí mismas.” (Baño, 2012:6)

[21] “(…) Los científicos sociales fueron particularmente afectados. Hubo persecución de sociólogos y estudiantes de sociología destacados, y se sabe que varios fueron detenidos desaparecidos, fusilados y torturados, desde el mismo 11 de septiembre de 1973.” (Baño, 2012:6)

[22] Ya desde 1973 se puede advertir este proceso, promulgado el 20 de Octubre de ese año, sirve como ejemplo “el Decreto Ley N° 50 que suprime la autonomía universitaria y toda forma de participación interna y que se orienta a la depuración drástica de los claustros universitarios de académicos y estudiantes. Se intervienen los planteles de educación superior con la designación de Rectores Delegados para las 8 universidades, los cuales serían los encargados de hacer limpieza en todo el estamento universitario. Estos fueron oficiales en servicio activo o en retiro de las Fuerzas Armadas, que tenían atribuciones y recursos para intervenir, modificar, crear, refundir o suprimir unidades académicas, departamentos, carreras; junto con poder remover o destituir personal académico, administrativo y estudiantes” (Baño, 2012:7)

[23] “En tales centros, una buena cantidad de investigadores independientes participa en los concursos internacionales por grants individuales a través de Fundación Ford, Friedrich Ebert, Servicio Universitario Mundial (WUS), Guggenheim Foundation, Social Science Research Council, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales(CLACSO), entre otros” (Garretón, 2005:22)

[24] En reemplazo del enfoque crítico-marxista, en este período “se privilegia la psicología social y el funcionalismo con relativo desconocimiento de las nuevas corrientes de la sociología europea, norteamericana y los análisis latinoamericanos; mientras que la metodología sigue las líneas tradicionales de enseñar técnicas, especialmente cuantitativas, de escasa aplicación dado el contexto socio-político.” (Garretón, 2005:15)

[25]En las universidades, la tendencia oficial es a abandonar marcos teóricos, áreas y temáticas de investigación relevantes que se consideren conflictivos para el régimen o cuyos proyectos no sean ‘vendibles’, y a privilegiar aquéllos que responden a la visión oficial, a las demandas del mercado formado por las empresas y el Estado o, simplemente, que se consideren neutros”. (Garretón, 2005:19)

[26] Producto de esta apertura política “surge un nuevo actor típico de los fenómenos de democratización: la opinión pública. Desde mediados de la década de los ochenta, especialmente suscitados por procesos como el Plebiscito, muchos de los centros independientes dedicados a la sociología y la ciencia política realizaron una amplia gama de estudios de opinión pública, contribuyendo a la racionalidad de las acciones políticas y a la predicción de resultados de procesos electorales”. (Garretón, 2005:27)

[27] “Las matrículas en las carreras de ciencias sociales aumentaron de 7,8% respecto del total de matrículas de educación superior en 1985, a 11.8% en 1995, 11,7% en 2000 y 12,5% en 2002 (datos del Consejo de Rectores).” Por su parte, considerando la cantidad de carreras, el año 2001 sociología pasó de 9 a 12. (Garretón, 2005:25)

[28] Sin embargo, este proceso no es reciente, ya se evidencia desde la época de la dictadura: “Para las nuevas formas de dominación, opresión o alienación de la vida social e individual, vinculadas en parte importante, a los procesos de globalización, no existe ya una teoría que dé cuenta en conjunto de ellas y que provea los sujetos y medios de superarla en una síntesis utópica. La sociedad aparece desgajada o fragmentada en diversas esferas en que la idea de totalidad, inseparable de la dimensión intelectual crítica, parece haber desaparecido”. (Garretón, 2005:29)

[29] Si bien el “énfasis en los procesos de democratización no puede desprenderse del impacto que produjo en la sociedad chilena el régimen militar. Llama la atención, sin embargo, que en la fase que va hasta 1997, los legados del régimen militar dejan de ser objetos de investigación y debate en relación al carácter que toma el proceso de democratización”.  (Garretón, 2005:28)

[30] Garretón (2005) plantea un “estallamiento” del campo sociológico respecto a dos ámbitos. Por un lado, el desdibujamiento del Estado-Nación como unidad intelectual producto de la globalización, y por otro la precarización del espacio institucional – la Universidad -  por el predominio de una economía de mercado; por otra parte, se asiste a un desgajamiento de tres elementos que, en los períodos anteriores, habían estado unificados, a saber, la dimensión intelectual, científica y profesional del quehacer sociológico.

[31]  Considerando estas apreciaciones, resulta esclarecedora la siguiente frase empleada por Theodor Adorno al referirse al concepto de ‘sociedad’, dice: “Un concepto como éste no puede ser establecido jurídicamente, definitoriamente, sino que contiene una riqueza histórica infinita.” (Adorno, 2006:46)

[32] “La modernidad asumió aquí una forma peculiar, así como el propio capitalismo y la conformación de la cultura política. La realidad latinoamericana se construye sin duda bajo la matriz de la cultura occidental, pero no se reduce a ella. Más bien la adapta. (…) Eso especifica las construcciones resultantes originando un dilema con los corpus teóricos predominantes, forjados para comprender una realidad moldeada por un curso histórico diferente. (…) Más que leer el presente latinoamericano a partir de modas foráneas, es preciso hurgar en nuestra especificidad para discernir lo que somos y lo que podemos ser, lo que implica, entre otras cosas, reconstruir el diálogo intelectual latinoamericano.” (Ruiz, 2003:8)

[33] Hemos decidido emplear el concepto perspectiva en vez de paradigma; esto debido a la carga teórica que supone la noción de paradigma. Para mayores detalles al respecto, se sugiere revisar de Kuhn, Thomas (2006). La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica, México, 3ª edición.
[34]  “Una disciplina define no sólo algo sobre lo cual se piensa, y cómo se piensa, sino también aquello que cae fuera de su esfera de alcance. Decir que un tema dado es una disciplina es decir no sólo lo que es sino también lo que no es. Por consiguiente, afirmar que la sociología es una disciplina es, entre otras cosas, afirmar que no es economía, historia o antropología.” (Wallerstein, 1999:11)

[35] La noción de estructura “Se trata, ni más ni menos, de un concepto elemental y de una tradición analítica sin las cuales no cabe ni siquiera imaginar la posibilidad de constituir a la sociología como una disciplina con identidad propia. Una simple muestra de la gravitación de este concepto es la frecuencia y la familiaridad con que utilizamos la noción de estructura una y otra vez en nuestra práctica analítica como sociólogos. Es una noción que forma parte del discurso constitutivo del análisis sociológico.” (Atria, 2012:1)

[36] Cabe hacer la precisión de que conceptos tales como status y rol son, más bien, propios de una perspectiva funcionalista, mientras que las nociones de estructura y grupos sociales hegemónicos se asocian a perspectivas marxistas. De manera consciente no entraremos en disquisiciones teóricas de esa profundidad; por lo pronto, interesa tener presente que ambos conceptos pueden articularse en una perspectiva de análisis de las relaciones sociales que ponga su foco en la estructura social; podría decirse que, a lo largo de esta apartado estamos “mezclando” conceptos de diferentes tradiciones teóricas: recalcamos que se hace con el fin de ilustrar qué significa pensar la sociología en términos estructurales. Además, consideramos que no vale la pena hacer una distinción tan ortodoxa entre ambas tradiciones teóricas. Para un actor “bisagra” respecto a este asunto, revisar, de Robert Merton (1964), Teoría y estructuras sociales. Fondo de Cultura Económica. México, específicamente el capítulo “Estructura Social y Anomia”.

[37] “En síntesis, la utilización del análisis estructural efectivamente permite sentar las bases para fijar y ‘retener’ la acción de los agentes, pero ello no debe ocultar el hecho de que no toda la acción social resulta como consecuencia de una coacción estructural. Si por una parte el análisis estructural tiene un potencial indiscutible para trascender el particularismo puramente subjetivo del agente poniendo cauces al flujo de la acción, por otra parte, el mismo análisis estructural debe ser relativizado para dar espacio a acciones que son el resultado de pactos libremente negociados por los agentes.” (Atria, 2012:9)

[38] “La utilización del concepto ‘estructura’ para el análisis sociológico lleva ineludiblemente a plantearse el problema de la libertad del actor que está ‘situado’ en la malla estructural que se teje por medio de sus relaciones sociales. La situación estructural no tiene porqué convertirse en una hipoteca de la libertad del actor como sujeto de la acción social. La sociología no sería posible si ese actor estuviera totalmente determinado por la coacción irresistible de sus relaciones estructurales. Tampoco sería posible si concibiéramos al actor como un elemento plenamente liberado de esa coacción. No hay determinismo total pero tampoco hay completa libertad, si entendemos ésta como la total autodeterminación del agente. La noción de estructura nos permite sortear ambos extremos, que constituyen, cada uno a su manera, negaciones radicales de la razón sociológica.” (Atria, 2012:15) (los subrayados son nuestros).

[39] Siguiendo la argumentación de Atria, en su texto Estructura Social y Estructuralismo en las Ciencias Sociales, podemos plantear que, “la utilización analítica del concepto ‘estructura’ alcanza un desarrollo y madurez decisivas en el análisis de Marx aplicado a la estructura de clases y, en general, en las corrientes teóricas del materialismo histórico que se derivan de él.” (Atria, 2012:2)

[40] Adorno nos dice que Marx “tenía la idea bastante optimista de que el estadio de las fuerzas técnicas de producción en cualquier circunstancia se impondría como la categoría clave de la sociedad, mientras que, por otro lado, consideraba las relaciones sociales específicas como lo socialmente determinante, es decir, el ordenamiento de la propiedad según el acceso a los medios de producción.” (Adorno, 2006:26)

[41]Las premisas de que partimos no tienen nada arbitrario, no son ninguna clase de dogmas, sino premisas reales, de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación. Son los individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas con que se han encontrado como las engendradas por su propia acción. Estas premisas pueden comprobarse, consiguientemente, por la vía puramente empírica. (…) Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida.”  (Marx y Engels, 1970:19-26)

[42] Si bien Marx busca distanciarse de la tradición Hegeliana, es tributario directa de la misma; aunque el punto de partida de su análisis es básicamente opuesto al del Idealismo Alemán, en la continuidad de categorías como ‘Estado’, ‘Sociedad Civil’ es evidente el influjo Hegeliano. Podría decirse, muy sintéticamente, con el riesgo de caer en una caricatura, que Marx logra ‘invertir’ la argumentación Hegeliana, sin escapar por eso de su matriz analítica.

[43] La forma en cómo los hombres producen sus propios medios de vida “es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos. Tal y como los individuos manifiestan su vida, así son. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción”. (Marx y Engels, 1980:19)

[44] Las siguientes líneas de Marx, contribuyen a sintetizar de manera notable lo que venimos exponiendo: “En la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza un edificio [Uberau] jurídico y político, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social.” (Marx, 2011:4)

[45]  De una forma u otra, Marx  busca responder a la siguiente pregunta: “¿por qué los grupos sociales que supuestamente son una unidad (el significado, al fin y al cabo, de ‘grupo’) de hecho tienen luchas internas? Todos conocemos su respuesta. Es la oración que abre la primera sección del Manifiesto Comunista: ‘La historia de la sociedad existente hasta ahora es la historia de la lucha de clases’ “(Wallerstein, 1999:19-20)

[46] “Todas las veces que estemos en presencia de un tipo de pensamiento o de acción que se imponga uniformemente a las voluntades o a las inteligencias particulares, esa presión ejercida sobre el individuo revela la intervención de la colectividad.” (Durkheim, 1995:403)

[47]  “Si intento infringir las reglas del derecho, estas reaccionan contra mí de tal manera que impiden mi acto si están a tiempo, o lo anulan y lo restablecen bajo su forma normal (…) Si yo no me someto a las convenciones del mundo, si al vestirme no tengo en cuenta los usos vigentes dentro de mi país y de mi clase, la risa que provoco, el alejamiento en el que se me mantiene, producen, aunque en forma más atenuada, los mismos efectos que un castigo propiamente dicho. (…)No estoy obligado a hablar francés con mis compatriotas ni a emplear la moneda legal; pero es imposible no hacerlo.” (Durkheim, 1986:40)

[48] La siguiente definición entregada por Durkheim en su libro Las reglas del método sociológico, sintetiza de buena manera las principales características de los hechos sociales: “He aquí modos de actuar, de pensar y de sentir que presentan la propiedad notable de que existen fuera de las conciencias individuales. Estos tipos de conducta o de pensamiento no son solo exteriores al individuo, sino que están dotados de un poder imperativo y coercitivo en virtud del cual se imponen a él, lo quiera o no.” (Durkheim, 1986:39)

[49] Recordemos que las consideraciones epistemológicas de un enfoque teórico se relacionan con la pregunta ¿cómo me acerco, como investigador o investigadora, a fenómenos que entenderemos como fenómenos sociales?; las consideraciones metodológicas suponen una estrategia específica de observación -  una definición conceptual básica – que nos permite aprehender los fenómenos sociales que son de nuestro interés.

[50]En efecto, estas nociones o conceptos, llámense como se quiera, no son sustitutivos legítimos de las cosas. Productos de la experiencia vulgar, tienen por objeto, ante todo, situar a nuestros actos en armonía con el mundo que nos rodea; están formados por la práctica y para ella. Ahora bien, una representación puede desempeñar útilmente este papel aunque sea teóricamente falsa.” (Durkheim, 1986:54)

[51] El siguiente planteamiento de Durkheim puede contribuir a comprender cómo se manifiestan las prenociones, en el quehacer disciplinar: “Estas nociones vulgares no se encuentran solo en la base de la ciencia, sino que volvemos a hallarlas a cada instante en la trama de los razonamientos. En el estado actual de nuestros conocimientos, no sabemos con certeza que cosas son el Estado, la soberanía, la libertad política, la democracia, el socialismo, el comunismo, etc.; por lo tanto, el método querría que nos prohibiéramos todo uso de estos conceptos, mientras no estén científicamente constituidos. Y sin embargo, las palabras que los expresan vuelven sin cesar en las discusiones de los sociólogos. Se emplean en forma corriente y con aplomo como si correspondieran a cosas bien conocidas y definidas, cuando solo despiertan en nosotros nociones confusas, y mezclas poco claras de  impresiones vagas, prejuicios y pasiones.” (Durkheim, 1986:62)

[52] “En efecto, una sensación es más objetiva cuanto más fijo es el objeto con el cual se relaciona; porque la condición de todo objeto es la existencia de un punto de apoyo, constante e idéntico, con el cual la representación pueda relacionarse y que le permita eliminar todo lo variable, partiendo de lo subjetivo.” (Durkheim, 1986:87-88)

[53] Pero se nos dirá que un fenómeno solo puede ser colectivo si es común a todos los miembros de la sociedad o, por lo menos a la mayoría, si es un fenómeno general. Sin duda, pero si es general será porque es colectivo (es decir, más o menos obligatorio), pero no es colectivo por ser general. Se trata de un estado del grupo, que se repite entre los individuos porque se impone a ellos. Esta en cada parte porque está en el todo, pero no está en el todo porque esté en las partes.” (Durkheim, 1986:47)

[54] Podría llegar a justificarse el racismo, desde una perspectiva que afirme la superioridad de una raza sobre otra. Ese tipo de explicaciones no constituyen un conocimiento sociológico; debe buscarse, mas bien, una explicación que se fundamente en otro hecho social, por ejemplo, que la odiosidad que se origina contra los inmigrantes tiene su origen en la competencia que estos significan por puestos de trabajo ya que, constituyen un grupo laboral que vende, por necesidad, su mano de obra a un precio muy bajo desincentivando la contratación de trabajadores locales.

[55] “¿Qué diferencia esencial existe entre una reunión de cristianos celebrando las principales efemérides de la vida de Cristo, o de judíos festejando la huída de Egipto o la promulgación del decálogo, y una reunión de ciudadanos conmemorando el establecimiento de una nueva constitución moral o algún gran acontecimiento de la vida nacional?” (Durkheim, 1995:397)

[56] “No puede haber sociedad que no siente la necesidad de conservar y reafirmar, a intervalos regulares, los sentimientos e ideas colectivos que le proporcionan su unidad y personalidad. Pues bien, no se puede conseguir esta reconstrucción moral más que por medio de reuniones, asambleas, congregaciones en las que los individuos estrechamente unidos, reafirmen sus comunes sentimientos; de ahí, la existencia de ceremonia que, por su objeto, por los resultados a que llegan, por los procedimientos que emplean, no difieren en naturaleza de las ceremonias propiamente religiosas.” (Durkheim, 1995:397)

[57]Lo social cada vez se constituye en la comprensión recíproca de los sujetos en sus acciones, en ese, digamos, entendimiento en la acción. Y así vale lo mismo para el encuentro más fugaz o ligero – un cruce de ciclistas – que para las formas más extensas e intensas de asociación – una iglesia, un Estado -.”(Canales, 2012:17)

[58] Según Weber, “en última instancia, todo conocimiento histórico y científico-social estaba referido a los hombres; por lo tanto, tal como solía expresarse en los primeros escritos teóricos, no había que perder de vista el ‘significado cultural’ de su hacer. En realidad, el método de la ‘comprensión’ constituye un nexo central, desde luego no totalmente desarrollado en su teoría de la ciencia, entre el conocimiento causal, por una parte, y la interpretación referida a valores de los fenómenos sociales, por otra.” (…) Sólo de esta manera, el investigador se encuentra en condiciones de colocar a su respectivo objeto de investigación en un contexto general en el que se aclara su relevancia.” (Mommsen, 1981:262)

[59] “La corriente del acaecer inconmensurable fluye de manera incesante hacia la eternidad. Siempre de nuevo y de maneras distintas se configuran los problemas culturales que mueven a los hombres, y con ello se mantiene fluctuante el círculo de lo que, para nosotros, presenta sentido y significación entre el flujo permanente de lo individual, y que se convierte en ‘individuo histórico’. Cambian las conexiones conceptuales con las cuales aquello es considerado y aprehendido científicamente. Los puntos de partida de las ciencias de la cultura se proyectan, por ello, cambiantes, hacia el más remoto futuro.” (Weber, 2006:73-74)

[60]Esencialmente porque a Weber le interesaba que la sociología explicara el comportamiento social de los hombres desde el punto de vista de sus propias motivaciones subjetivas y del contexto subjetivo de sentido en el que se encuentra, otorgaba gran importancia a la constatación de que para la sociología el individuo tenía que valer básicamente como el único portador de un comportarse con sentido. Esto significaba, con otras palabras, que metódicamente la sociología debía practicarse ‘individualistamente’ ” (Mommsen, 1981:256-257)

[61] “La construcción de una acción rigurosamente racional con arreglo a fines sirve en estos casos a la sociología – en méritos de su evidente inteligibilidad y, en cuanto racional, de su univocidad -  como un tipo (tipo ideal), mediante el cual comprender la acción real, influida por irracionalidades de toda especie (afectos, errores), como una desviación del desarrollo esperado de la acción racional.” (Weber, 2008:7)

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