martes, 28 de octubre de 2014

La Semántica Biopolítica. Foucault y sus recepciones (resumen con comentarios)


“Por eso no pretendo describir un paradigma del poder. Me gustaría señalar la forma en que
distintos mecanismos de poder funcionan en la sociedad, entre nosotros, dentro y fuera de
nosotros. Quisiera saber de qué manera nuestros cuerpos, nuestras conductas cotidianas, nuestros
comportamientos sexuales, nuestro deseo, nuestros discursos científicos y teóricos se vinculan a
numerosos sistemas de poder, que a su vez están ligados entre sí”.

Michel Foucault,
Un dialogo 
sobre el poder...

La idea del presente documento es realizar un doble objetivo: en primer lugar, presentar una síntesis ordenada de las principales ideas expuestas en el libro; en segundo lugar, realizar algunos comentarios o reflexiones sobre posibles proyecciones del arsenal analítico expuesto, complementándolo con enfoques propuestos por otros autores o autoras, o dicho de otro modo, destacar herramientas analíticas útiles para la profundización en otras problemáticas de investigación.

En tal sentido, lo que se busca no es sólo realizar un “resumen” del texto, sino también ir trazando líneas de trabajo e investigación a partir de las herramientas que éste material ofrece, considerando al texto como una realidad dinámica y no estacionaria.[1]

Debo destacar que el presente trabajo se enmarca en el contexto de la cátedra electiva “Estudios en Biopolítica y Gubernamentalidad” dictada durante el segundo semestre de 2014 del programa de sociología de la Universidad de Chile. Mis agradecimientos al docente Iván Pincheira por su apoyo, estímulo y valiosos consejos. Pueden encontrar una versión en pdf de este trabajo, haciendo clic acá.

Introducción

En el marco de las investigaciones iniciadas por Foucault hace ya cerca de cuarenta años, en torno a las diferentes formas que toman las relaciones de poder, y que de diversas formas configuran las relaciones y conductas de las personas, es que la categoría Biopolítica y las líneas de investigación que a partir de ella otros investigadores han abierto parecen pertinentes para “entender las múltiples formas en que el poder hoy se despliega en los sujetos, particularmente en el contexto de extensión del neoliberalismo (…)” (Salinas, 2014, pág. 13) o, en otras palabras: “para pensar el problema de las relaciones de poder en esta nueva configuración política.” (Salinas, 2014, pág. 13) Sin embargo, debe advertirse que este concepto no se presenta como un enfoque explicativo del orden actual con pretensiones de totalidad, sino más bien como una posibilidad de análisis entre otras, que precisa ser complementada.

Salinas nos advierte además, sobre el riesgo que autores como Paolo Virno y Edgardo Castro han llamado “fetichización” y que Roberto Esposito ha llamado “caja negra”; esto es, que la categorías biopolítica y sus líneas proyectivas puedan referirse a tantas cosas de modo simultáneo, que la problemática que enfrenta resulte de escasa claridad (si todo es biopolítica, nada es biopolítica).
En síntesis, lo que espera realizar el autor es una “introducción para quienes tengan interés en el tema, como una puesta en escena general para quienes necesiten trabajar teóricamente estos discursos, y como herramienta pedagógica. Pero también se trata de un libro que quiere invitar a entablar una discusión que un investigador experimentado y conocedor de estos temas pueda valorar como un par y como un interlocutor.” (Salinas, 2014, pág. 14)

Cabe señalar que en este libro, Adán Salinas trabaja fundamentalmente lo que él denomina como un “primer período de recepción” de la obra de Foucault, atendiendo la línea de los studies in governmentality (estudios en gubernamentalidad) realizados en el ámbito anglosajón, y a la línea denominada “recepción biopolítica”, desarrollada principalmente por autores italianos; el filósofo chileno pone el énfasis, sin embargo, en esta última. Si bien Salinas no se propone trabajarla en este escrito, a lo largo de todo el material y – de manera más precisa – en el último capítulo, expone algunos pormenores de lo que vendría a ser una segunda recepción de la analítica foucaulteana.

Sin entrar en mayores detalles es necesario destacar que ambas vertientes que dan forma al “primer período de recepción” comparten un denominador común: el escaso acceso que tuvieron – dada la posterioridad con que fueron publicados cursos como “Seguridad, Territorio, Población” y “El Nacimiento de la Biopolítica”, cuya primera edición en francés es del año 2004 en ambos casos – al desarrollo del problema biopolítico efectuado por Foucault [2]. Ante esta “orfandad analítica”, ambas líneas tomaron caminos diversos: los estudios en gubernamentalidad se aferrarán a este concepto y no ampliarán mayormente lo que Foucault había planteado sobre ello; la recepción biopolítica, por el contrario – representada en este libro por Agamben, Hardt y Negri, y Esposito -, ante espacios difusos dejados por Foucault, propondrán paradigmas u enfoques originales, que permitirían actualizar la propuesta foucaulteana. “El destino de esta recepción biopolítica, ha sido precisamente éste: constituirse en proyectos independientes que se apoyan en algunos puntos en Foucault, pero que tienen también otras fuentes teóricas muy diversas entre sí, direcciones y rendimientos políticos muy diferentes a las direcciones y rendimientos políticos del trabajo de Foucault.” (Salinas, 2014, pág. 17)

En esta primera recepción, entonces, asistimos al despliegue de dos vías de análisis que corren por caminos paralelos; como ya hemos dicho, una línea de investigación hace énfasis en la noción de gubernamentalidad, mientras la otra enfatiza el concepto de biopolítica. Ahora bien, El Nacimiento de la Biopolítica mostraría como Foucault, al momento de elaborar un marco de análisis para el estudio del presente articula ambas nociones; de tal modo parece justo (en palabras de Salinas): “asumir lo que se ha propuesto en este curso y articular los análisis sobre la biopolítica, la Razón Gubernamental y el neoliberalismo que se han vertido como caminos separados en estas recepciones que aquí propongo al estudio. Veo, también, que hay síntomas ya de esta articulación, que bien podrían ser las señales de una segunda recepción de estos análisis, en este caso, realizada de cara a la publicación íntegra de la investigación foucaulteana sobre el tema.” (Salinas, 2014, págs. 17-18) Destacan en esta línea nombres como Colin Gordon, Laval y Dardot, Rose y Lazzarato.

1. Biopolítica: Una nueva tecnología de gobierno.

Entre los años 1973 y 1974 Foucault realizó dos ciclos de conferencias en la Facultad de Medicina de la Universidad de Río de Janeiro (el autor refiere especialmente  a El Nacimiento de la Medicina Social  y La Crisis de La Medicina o La Crisis de la Antimedicina). Salinas propone considerar las reflexiones desplegadas en tal instancia como el período de formación del problema del biopoder; de forma particular podemos señalar que en la última de ellas Foucault utiliza por primera vez el término biopolítica.

En estas conferencias Foucault postula que la medicina, en el capitalismo, adquiere un carácter social, y propone tres modalidades de medicina social: la “Medicina de Estado” desarrollada en Alemania, la “Medicina Urbana” elaborada en Francia, y la “Medicina de la Fuerza de Trabajo” desarrollada en Inglaterra. Para ir entrando en la definición del concepto en ciernes, resulta útil la descripción de la segunda modalidad de Medicina Social que plantea el chileno: “(…) se trata de una forma de medicina social que avanza en cuanto a la cientificidad y en cuanto a la idea de salubridad como factor ambiental. En tal sentido, será menos una medicina que trate directamente sobre los cuerpos, como una medicina que intervenga en las condiciones ambientales, y a través de ellas, logre los efectos que desea efectuar sobre los cuerpos.” (Salinas, 2014, pág. 23) Si bien lo que Foucault realiza en estas conferencias no es, para Salinas, la definición del problema biopolítico, si podríamos evidenciar en estos trabajos la enunciación de una racionalidad política propia del capitalismo, en la medida que el cuerpo se convierte en objeto de la política[3].

Ahora bien, el fenómeno de la “medicalización indefinida” marca otro punto de inflexión que permite ir deslindando aquellas características propias del problema biopolítico. Este proceso rompe con los límites de la medicalización pasando desde el problema del control de la enfermedad a la problemática de la producción de la salud. Se puede entender como una “transformación del problema de la salud, donde el foco no son las prácticas médicas directas o tradicionales bajo la relación médico-paciente; sino las condiciones generales de salud, donde intervienen, especialmente, las condiciones urbanísticas, o condiciones generales de vida de los sujetos.” (Salinas, 2014, pág. 28) Se asiste entonces a un cambio de centro en la medicina social, volcándose a objetos ambientales como la planificación urbana, la transformación de la institución-hospital centrada en los sujetos particulares en un aparato de medicina colectiva, y la emergencia de una matriz de análisis de los problemas de salud que pone el acento en sistemas estadísticos y de control de la información.

Continuando con el curso del análisis propuesto por Salinas, es posible encontrar un segundo período en el discurso foucaulteano, donde se iría decantando y formalizando de modo relativo el problema biopolítico[4].

Respecto al problema de la medicalización, se hace referencia a los procesos de natalidad, mortalidad y longevidad – en coherencia con lo planteado en el primer período que ya hemos descrito – como un primer conjunto de problemas que caracterizarían a la biopolítica como una problemática moderna[5]. A la vez, se plantea un desarrollo dinámico de tal problemática, en la medida que se pasa – entre los siglos XVIII y XIX – de un segundo conjunto de problemas (longevidad, accidentes, invalidez), a una tercera serie caracterizada por el problema de la relación entre la especia humana y su medio (geográfico, climático, hidrográfico, urbano etc.) de existencia. De tal modo se asiste a la configuración de un modelo de control y regulación de la vida, relacionado con “la creación de instituciones, procedimientos, saberes, marcos jurídicos que pretenden la optimización, el cumplimiento de ciertos objetivos respecto de la población como objeto de intervención.” (Salinas, 2014, pág. 34)  Ya no se trata tanto de sanar enfermos sino de gestionar y producir sociedades sanas. De esta manera el problema de la medicalización disminuye en intensidad en la medida que se orienta al problema de una racionalidad de gestión, que instala una política sobre los aspectos biológicos de la población.

Este último concepto – la noción de población – resulta clave a lo hora de ir delimitando los alcances de la categoría biopolítica; la población, como objeto de la problemática del biopoder, emerge como un “tercer cuerpo” diferenciado respecto al “cuerpo social” y al cuerpo individual. El cuerpo social, como concepto acuñado desde la tradición funcionalista-organicista, se caracteriza por la unidad y cohesión social; por otro lado encontramos al individuo/cuerpo. La idea de población empleada por Foucault refiere a la idea de un tercer cuerpo caracterizado por una multiplicidad que “constituye justamente el inverso de la metáfora organicista clásica o funcionalista; pues la población en tanto que cuerpo múltiple expresa la diversidad de intereses sociales y conflictos que constituyen la sociedad como conjunto.” (Salinas, 2014, pág. 37)

Mediante tal diferenciación conceptual es que podemos distinguir dos técnicas específicas del biopoder. Por un lado encontramos la anatomopolítica, que “designa la intervención del poder político sobre el cuerpo individual, y la transformación del cuerpo individual en asunto político.” (Salinas, 2014, pág. 38) Por otro, encontramos a la biopolítica, que designa al ejercicio del poder no sobre el cuerpo/individuo, sino sobre el hombre/especie, o dicho de otro modo, una gestión sobre los aspectos biológicos de la población.

Así, se asiste a una diferenciación paulatina de dos formas del poder, “que Foucault grafica como una evolución desde el poder soberano al biopoder, o desde la disciplina del cuerpo al control y regulación sobre la vida.” (Salinas, 2014, pág. 39) Se evidenciaría un despliegue histórico que va desde el poder soberano, caracterizado por el ejercicio de la disciplina sobre el cuerpo/individuo (anatomopolítica)[6] hacia el biopoder, caracterizado por el control y regulación de la vida teniendo como objeto a la población como “cuerpo múltiple” (biopolítica)[7]. Sin embargo, a pesar de que se evidenciaría una diferenciación de las estrategias de poder, no debe asumirse un desplazamiento tajante entre tales modalidades del poder pues se presenta a la vez una dinámica de superposición, en la que ambas modalidades convergen; aunque el eje de la racionalidad política se desplace hacia el biopoder, esto no implica que se erradiquen de manera definitiva de las prácticas de gobierno los mecanismos disciplinarios[8]. Haciendo un paralelo un tanto forzado, aunque útil, podemos hacer referencia a la diferencia entre los términos modo de producción y formación social característicos de la jerga marxista, como una diferencia útil para entender la dinámica de la superposición: recogiendo los aportes de Marta Harnecker, el primer término se constituye como un “concepto histórico abstracto que nos permite pensar, es decir, conocer en forma científica una totalidad social orgánica (…)” (Harnecker, 2007, pág. 154) considerando su estructura económica, su estructura jurídico-política y su estructura ideológica; por el contrario, el segundo término refiere a una realidad social históricamente determinada, “a una realidad concreta, compleja, impura, como toda realidad, a diferencia del concepto de MODO DE PRODUCCIÓN que se refiere a un objeto abstracto, puro, ‘ideal’.” (Harnecker, 2007, pág. 172) En este sentido es que en una formación social concreta, es posible evidenciar la existencia de diversos modos de producción, aunque analíticamente se trate de elementos radicalmente diferenciados.

En el curso de los trabajos de Foucault, Adán Salinas propone identificar un tercer período, cruzado por la problemática del neoliberalismo y la comprensión de aquello que el filósofo francés llamará una Razón Gubernamental en el ejercicio del poder.

En tal sentido podrían plantearse dos giros que seguirían delimitando el concepto que se viene rastreando[9]. El primero refiere a un desplazamiento desde el territorio como objeto principal de la política (geopolítica)[10], hacia la población como objeto primordial de la política (biopolítica). Para el poder soberano el ejercicio del poder se despliega en un territorio, mientras que para el biopoder el ejercicio del poder se efectúa respecto a una población. “La biopolítica desplaza en cierta medida a la geopolítica; en la medida en que el modelo del biopoder se superpone a la soberanía. En este sentido, no hay que entender que esta nueva estructura del biopoder reemplace a la soberanía; del mismo modo, como no hay que entender que las tecnologías de seguridad y control remplacen a las tecnologías disciplinarias, o que el territorio desaparezca en términos de interés político.” (Salinas, 2014, pág. 50)
De modo complementario, el segundo giro apuntado refiere al rol que le cabe al Estado en todo este proceso. Particularmente, se plantea la emergencia de nuevas prácticas de gobierno que difuminan los mecanismos del poder más allá del Estado, y que irán configurando una particular racionalidad que empezará a ser conceptualizada como Gubernamentalidad[11].

Un esfuerzo que permitiría superar las lagunas que podrán evidenciarse en la primera recepción del trabajo foucaulteano, tiene relación con comprender la gubernamentalidad como una línea de fuerza que – alcanzando a todo Occidente –instala paulatinamente una nueva forma de ejercer el poder, desplazando poco a poco al poder soberano (aunque conviviendo también con él), e insertando una serie de procedimientos, tácticas e instituciones que permiten ejercer el poder teniendo como blanco principal en su ejercicio, a la población. En tal sentido, el ejercicio del poder va sufriendo una desestatalización, instalando la necesidad de una desjuridización analítica para llevar a cabo su estudio. “No hay un sujeto único que gobierna, ni en términos naturales, ni en términos jurídicos, es decir, no gobierna una sola persona, ni tampoco un solo conjunto de personas; sino que la gubernamentalidad se da en las relaciones entre instituciones, sus procedimientos, sus saberes. La gubernamentalidad da cuenta de una multiplicidad, instala la idea de multiplicidad como forma de gobierno. Tal como la idea de población instalaba la multiplicidad al interior de la metáfora del cuerpo social.” (Salinas, 2014, pág. 53) De forma complementaria podemos precisar que la gubernamentalidad articula cuatro elementos constitutivos: la población como objeto, la economía política como saber, los dispositivos de seguridad como tecnologías y al liberalismo como régimen de saber.

Es así que se hace preciso extender la lógica de la superposición a un contexto más amplio, ejercitando la comprensión acerca del biopoder en una dinámica histórica, que va tomando forma en la articulación de una multiplicidad de dispositivos y modalidades de ejercicio del poder. A partir del siglo XVI, y desplazando poco a poco al poder soberano, emergen las sociedades disciplinarias y el Estado administrativo que emplea - como principal mecanismo de poder -  la anatomopolítica, configurando una racionalidad de gobierno que se denominará Razón de Estado. Luego, hacia fines del siglo XVIII, y especialmente en el XIX, se dan una serie de transformaciones políticas que permiten identificar el desplazamiento del territorio a la población, de la anatomopolítica a la biopolítica, comenzando a articular la Razón de Estado con la Razón Gubernamental, posibilitando el tránsito desde un Estado Administrativo a un Estado Gubernamentalizado y regulativo[12].

La categoría gubernamentalidad entonces, presenta dos acepciones complementarias: “(…) es el proceso histórico o línea de desarrollo o de fuerza que ha permitido la constitución de un particular estado de cosas. Pero también es el resultado de tal proceso, es decir, ese particular estado de cosas resultante.” (Salinas, 2014, pág. 55) Así, nos sitúa ante el desenvolvimiento de una particular forma de ejercicio del poder, que se irá articulando como veremos, con el liberalismo como régimen de verdad[13] que le otorga legitimidad[14]. De cualquier modo, debe quedar claro: el fenómeno de la gubernamentalidad es un proceso político complejo que, como categoría de análisis opera en un nivel de abstracción mayor que el de sistemas políticos o formas estatales concretas.

En el análisis del liberalismo que realiza Foucault encontraremos otra distinción conceptual que ayudará a deslindar el concepto de gubernamentalidad, como categoría global en la cual debe inscribirse la de biopolítica; tal distinción es la establecida entre Razón de Estado y Razón de Gobierno, como modalidades posibles y desarrollo histórico de la gubernamentalidad, lo que refuerza el principio de desplazamiento y superposición que ya hemos mencionado.

Respecto al primer concepto, es importante entenderlo como un doble principio del ejercicio del poder: una limitación externa que responde a la política territorial de fronteras, que autolimita el ejercicio del poder; y un principio interno de policía ilimitada, que abarca tanto mecanismos disciplinarios ejercidos sobre el cuerpo/individuo (anatomopolítica) como el gobierno de las poblaciones (biopolítica), que busca copar la totalidad de espacios posibles de gobierno.

El segundo concepto – la Razón Gubernamental – refiere a una racionalidad de gobierno radicalmente diferente a la de la Razón de Estado. Teniendo como eje de saber a los principios de la economía política del liberalismo clásico, se asume que siempre se gobierna demasiado, lo que dibuja un principio de autolimitación que ya no es externo, sino interno al mismo arte de gobernar, que busca eliminar el exceso de gobierno; tal principio de autorregulación puede resumirse en la fórmula de seguridad que, mediante la “economía política como herramienta principal, asume un criterio básico de articulación del gobierno y esto es la eficacia, o el rendimiento, es decir, la capacidad de generar los efectos que el propio arte de gobernar se fija como objetivos; sin fines externos, ni metafísicos ni de derecho.” (Salinas, 2014, pág. 61) En este caso, volvemos a ejemplificar la transición, o desplazamiento por superposición, de una lógica disciplinaria a una lógica de la seguridad, caracterizada por un cambio de eje en el ejercicio del biopoder: desde la preeminencia de la anatomopolítica centrada en el individuo, hacia la biopolítica centrada en la población. Así, el principio de seguridad, el objeto población y el eje de saber de la  economía política, dan forma a lo que hemos llamado Razón Gubernamental, dentro del desarrollo y evolución de la actual gubernamentalidad.

Al considerar al liberalismo como régimen de saber nos encontramos con una problemática pues, a la vez que en el marco de la Razón Gubernamental se han desarrollado las prácticas de regulación de la población, se enarbola la defensa de los derechos y libertades individuales, lo que inaugura una contradicción. Esto se expresa en que el liberalismo necesita libertad, por tanto debe producirla, pero al mismo tiempo precisa administrarla, lo que de suyo constituye una paradoja, cuya solución se logra realizar a través del ejercicio de la biopolítica: “(…) en la presentación que realiza Foucault, tanto del ordoliberalismo alemán como del neoliberalismo norteamericano, se abre un fenómeno curioso de sofisticación de estas prácticas que permiten asumir esta paradoja; no, por cierto, eliminarla. En este sentido, la categoría biopolítica, su recorrido analítico nos ofrece un escenario particular para mirar el problema del liberalismo contemporáneo como régimen de gubernamentalidad.” (Salinas, 2014, pág. 69)

La salida a tal paradoja se ha realizado específicamente a través de lo que se denomina neoliberalismo: un nuevo giro sobre el eje del saber que permite resolver la paradoja biopolítica que enfrentaba el liberalismo.

Para elaborar una definición del término, Foucault refiere a la experiencia alemana y norteamericana de formalización del actual neoliberalismo. En primer término, “El ordoliberalismo –o neoliberalismo alemán- puede considerarse una reacción por una parte económica y por otra política a los excesos que implicaron las economías dirigistas y planificadas posteriores a la primera guerra, y en particular del régimen nazi. Aunque también una reacción a la idea de “política social” del keynesianismo, que es vista como un proceso de intervención.” (Salinas, 2014, pág. 71) En esta corriente se presenta la convicción – opuesta al liberalismo clásico – de que el mercado no es algo dado, un fenómeno natural, planteándose más bien como un fenómeno a producir y mantener. En este punto resalta la idea del “marco”, subrayada por Salinas, pues refiere a una serie de condiciones que posibilitan la existencia y permanencia del mercado. De tal modo, la libertad de mercado se vuelve el principio que organiza al Estado en esta modalidad de racionalidad gubernamental. En este decurso, se abandona la idea de intercambio como núcleo constitutivo del mercado – en la medida que se considera como un fenómeno natural – y se postula a la competencia como un fenómeno a producir, con todas las consecuencias que ello acarrea en términos de desigualdad. Así, “el principio de ‘no gobernar demasiado’ ya no implicará sólo el empequeñecimiento del Estado, y el consecuente debilitamiento de la policía interna; sino que fijará la principal tarea del Estado y del gobierno, a saber, gobernar para el mercado, para producir las condiciones de la competencia, orientarse en forma activa a una competencia pura.” (Salinas, 2014, pág. 74) Para la gubernamentalidad – en el neoliberalismo – el objeto es el marco, gobernar para asegurar ese marco de condiciones que posibilitan la existencia de la competencia y el mercado. Tal nivel de intervención no se considera nocivo en la medida que no interfiere directamente en el mercado, sino en las condiciones que lo hacen posible, argumento que constituye un “principio de sofisticación de la intervención o de la regulación” (Salinas, 2014, pág. 75) en la medida que ayuda a sortear (pero no a eliminar) la paradoja de la intervención en el marco del neoliberalismo.

Así, una vez resuelto el problema de la emergencia del mercado, para proyectar su existencia en el tiempo, el foco vuelve hacia la población, en la medida que su adaptación a la economía de mercado constituye la condición sine qua non de de la perdurabilidad del mismo; en este sentido, la regulación de la población se efectúa buscando la producción de un homo oeconómicus particular, un hombre-empresa adaptado a la competencia y a la gestión y administración de sí mismo, que nuevamente no es un dato natural, sino una realidad a producir y a extender por toda la población[15].

En segundo lugar, Foucault expone los principios característicos de la formalización norteamericana del pensamiento neoliberal. En esta perspectiva destaca la propuesta de extender la racionalidad de mercado hacia nuevos ámbitos antes inexplorados por la racionalidad económica y, al igual que en Alemania “el neoliberalismo norteamericano se afirma en un proceso crítico a la intervención del Estado reflejada en las políticas keynesianas implementadas por Roosevelt; pero también en las proyecciones proteccionistas de seguridad social que se formaron como pacto social a partir de la participación en la Segunda Guerra Mundial.” (Salinas, 2014, pág. 79) Un primer ejemplo de esto es la teoría sobre el capital humano, en la que el trabajo es tematizado como actividad económica, introduciendo una racionalidad estratégica en la actividad laboral. El salario, entonces, es conceptualizado ya no como la retribución por un trabajo, sino como el rendimiento, la renta de un capital que vendría a ser el mismo individuo. De este modo vemos reafirmada la necesidad de producir activamente un homo oeconomicus, un hombre-empresa, adecuado al funcionamiento del libre mercado y la competencia[16].

La mercantilización de la educación – ámbito de formación en el que el individuo-empresa debe invertir en sí mismo para adquirir una dosis suficiente de capital cultural que le permita participar con rentabilidad en el juego económico -, las lógicas de la seguridad y asistencia social aseguran las condiciones marco para que ningún individuo pueda sustraerse del mercado debido a la carencia de recursos[17]. Un segundo ejemplo que trabaja Foucault es el crimen en el marco del neoliberalismo norteamericano; éste es concebido como una actividad económica más, en la que el individuo corre el particular riesgo de ser apresado y condenado a una pena, sea de reclusión, económica, etc.

Es así que el neoliberalismo ya no puede ser comprendido solamente a partir del modelo disciplinario, pues no se busca controlar de manera directa a los individuos, sino que se incide en el ambiente: ya no se excluye o encierra al anormal, se le regula; no se dirige centralizadamente a los individuos sino que – dada la importancia del capital cultural y la descarnada competencia y desigualdad introducida por la extensión de la lógica del libre mercado – se les empuja indirectamenta  a prácticas adquisitivas, de gestión de sí, que sumadas a lógicas de endeudamiento sostenido aseguran la continuidad de la institución mercado. Así, “en vez del disciplinamiento, tenemos la gubernamentalización de los individuos, y lo que permite esta gubernamentalización es justamente la concepción de homo oeconomicus. Si recogemos lo que ya se ha expuesto, esta racionalidad gubernamental incluso tiende a mantener siempre a los sujetos en el juego económico, no permite su salida, los sistemas de seguridad social aseguran justamente ese nivel básico de participación. Recordemos los cursos pasados, la biopolítica tiene un poder performático, deja morir, pero hace vivir, obliga, exige vivir.” (Salinas, 2014, págs. 84-85) Es por ello que – sin olvidar lo propuesto a propósito de la lógica del desplazamiento por superposición – la categoría biopolítica, articulada con el concepto de gubernamentalidad, presenta una fecundidad analítica importante para un análisis del presente.

Para terminar este apartado. El neoliberalismo no debiera ser comprendido como una ideología (en la medida que este concepto expresa el encubrimiento de la verdad) sino como un régimen de verdad, pues tiene una capacidad de producir realidad, de generar “la realidad que persigue: instala, crea condiciones reales de existencia y no sólo verdades aparentes. Al mismo tiempo encierra una fuerza utópica, creadora de sueños, metas y ambiciones.” (Salinas, 2014, pág. 89)

2. Los estudios sobre Gubernamentalidad.

Esta línea de investigación presentada por Salinas constituye una de las dos dimensiones que dan cuerpo a lo que él llama una primera recepción del trabajo foucaulteano. Dista mucho de ser un campo homogéneo, esto debido a la diversidad de autores – a quienes se les ha conocido como anglofoucaulteanos – que contribuyeron a su desarrollo, así como al formato de trabajo, que privilegió el formato de artículos.

Los primeros trabajos se pueden rastrear de manera casi paralela a los cursos de Foucault a finales de los años setenta, especialmente en torno a la revista Ideology and Consciousness; un segundo hito importante es la coordinación de la History of The Present Network, a finales de la década de los ochenta, lo que posibilita la compilación The Foucault Effect en 1991, así como el acercamiento de un gran número de investigadores e investigadoras a la revista Economy and Society, lo que se expresó en una cantidad considerable de artículos que trabajan sobre la línea de la gubernamentalidad en tal revista, durante la segunda mitad de la década de los noventa. La red comienza a agotarse hacia el año 2005.

La primera serie de trabajos publicados en la revista Ideology and Consciousness (I&C) se articularán primordialmente en torno a la “idea de gubernamentalidad y particularmente en la forma en cómo Foucault presenta esta idea en la clase del 1 de febrero de 1979.” (Salinas, 2014, pág. 93) Además, en esta primera etapa, se buscaba realizar vínculos  entre el pensamiento de Foucault y otros autores – como Marx, Gramsci, Althusser y Weber – con el objetivo, ya planteado por Michel Foucault, de comprender las relaciones de poder sin caer en la hipótesis de la represión o en un análisis mecánico a partir de las relaciones de producción. Pueden destacarse autores como Pasquino, Procacci, Donzelot, Rose, Gordon o Graham, quienes contribuyeron al desarrollo de esta etapa, poniendo un fuerte acento en el trabajo de temáticas aplicadas, como la gestión de la pobreza y los nuevos objetos de saber de la economía política, las relaciones entre gubernamentalidad y neoliberalismo o el problema de la administración del riesgo en la lógica de la seguridad. El cierre de la revista (I&C) en 1982 dejaría un vacío relativo, aunque paulatinamente se realizará una migración de autores y autoras hacia la revista Economý And Society; en esta primera etapa encontramos el germen del siguiente período.

Un segundo período de esta línea de trabajo puede circunscribirse al funcionamiento de la History of The Present Network, reflejado en las publicaciones realizadas en Economy And Society entre 1995 y 2000[18], aunque el funcionamiento de la red podemos situarlo entre 1990 y 2006. Específicamente “el trabajo general de la History of the Present Network puede cifrarse entre dos artículos a modo de inicio y cierre. El inicio sería Governing economic life publicado en 1990 por Peter Miller y Nikolas Rose; mientras que el artículo que puede considerarse como cierre de esta etapa es Governmentality del 2006, escrito por Rose, O’Malley y Valverde. Este último es un artículo retrospectivo y uno de los pocos con traducción al castellano. El tenor retrospectivo da cuenta de una versión particular del desarrollo de los Studies in Governmentality en estos años, y al mismo tiempo opera con este efecto de ‘cerrar’ el trabajo con una descripción autointerpretativa.” (Salinas, 2014, pág. 99)

A modo de síntesis del enfoque del grupo podemos hacer referencia a algunos de los puntos propuestos en el artículo de Miller y Rose de 1990, y que Sallinas destaca. Allí se plantea que el enfoque de la gubernamentalidad trata de analizar una nueva mentalidad de gobierno que fue planteada por Foucault – entendiendo mentalidad como un conjunto articulado de racionalidades, políticas, estrategias, instituciones, tácticas, tecnologías, etc. – y que se extiende de manera múltiple por fuera del ámbito estatal; características de esta nueva mentalidad de gobierno son su visión proyectiva/programática, la constante autoevaluación en pos de aumentar la eficiencia, y el accionar a distancia o indirecto del gobierno. Así, los efectos de esta mentalidad de gobierno pueden rastrearse en una gubernamentalización de las políticas públicas o en la representación de los hechos sociales, siendo “una de las características importantes en los estudios posteriores del grupo. Se trata de enfocarse en las maneras en que a través del lenguaje y de las prácticas de la gubernamentalidad llegan a representarse ciertos objetos sociales, y por lo tanto desde estas representaciones se concibe su gobierno.” (Salinas, 2014, pág. 103) Además, como una última y más general característica del trabajo de este grupo, podemos destacar el rechazo a la proposición de teorizaciones generales y de inscribir su trabajo “al interior de síntesis generales del presente (postmodernidad, globalización, etc.)” (Salinas, 2014, pág. 105)

De manera particular puede destacarse el gobierno de sí, o self-government, como uno de los principales ejes de trabajo de la red, que estudiará los diversos mecanismos no coactivos de producción de subjetividades, orientados a la formación de una representación ética, política y psicológica de un sujeto gestor de sí mismo, un sujeto neoliberal, empresarial, un homo oeconomicus, en definitiva.

Otro eje importante de trabajo es el análisis del despliegue de la gubernamentalidad en el ámbito de las políticas públicas, las reformas neoliberales y, por tanto, en la economía política[19]. “En general se sigue la lógica de mostrar cómo estas políticas públicas van cambiando: no hay que esperar una descripción general de este cambio ni una explicación general de tales transformaciones; sino más bien, el ejercicio de mirar una política en particular y descubrir un rasgo específico de gubernamentalidad en estas mutaciones.” (Salinas, 2014, pág. 109)

Ahora bien, hacia el final de la década de 1990 ya es posible vislumbrar algunas voces críticas y auto críticas dentro del grupo, que dicen relación, fundamentalmente, con el enfoque fuertemente descriptivo que habría caracterizado a esta serie de trabajos, que no tomaría una postura crítica ni propositiva frente a las condiciones de dominación, lo que sería fácil de confundir con una mera casuística del poder y la dominación. Para Salinas resultan fundamentales dos artículos para ejemplificar estas críticas: uno de 1998 de Kevin Stenson, titulado Beyond of the stories of the present[20], así como otro de Pat O’Malley titulado Experimentos en gobierno[21], que contribuye señalando que, para pasar del problema general del gobierno a una perspectiva propositiva, se “requerirá de algo más complicado. Una comprensión más amplia que no pueda confundirse con una teoría general de la sociedad y que sea capaz de construir formas de organización –quizás una idea más adecuada que la de gobierno- cada vez más alejadas de los modos de dominación y generar propuestas estratégicas que no se confundan con los espejismos de la normatividad.” (Salinas, 2014, pág. 115)

3. Después de las disciplinas.

En este apartado, Salinas hace referencia a los aportes que ha hecho el filósofo Gilles Deleuze en torno a la problemática del biopoder, resaltando que por lo general no son considerados, como lo evidencian los trabajos de quienes más han destacado en esta primera recepción del trabajo foucualteano: Hardt y Negri, Agamben y Esposito. Esto invisibiliza el aporte de Deleuze, realizado fundamentalmente en su texto Foucault de 1986, con anterioridad al trabajo de los otros autores que recién mencionamos[22].

Una primera noción, clave para esclarecer el problema del biopoder, es el concepto de diagrama. El diagrama sería una composición de fuerzas en tránsito, constituida por la relación entre materias no acabadas y funciones no finalizadas. En el caso del panoptismo, característico de las sociedades disciplinarias, el diagrama “impone una conducta a una multiplicidad cualquiera a partir de dos estrategias, a) reducir la multiplicidad y restringirla en un espacio y b) que la imposición de la conducta se realice en una composición de espacio y tiempo que equivale a este lugar de encierro. Sin embargo, estas estrategias son sólo las estrategias del panoptismo y de los lugares de encierro, no pueden ser concebidas como elementos de cualquier otro diagrama.” (Salinas, 2014, pág. 119) De tal modo, se pueden considerar diagramas puros, cuyas funciones y materias varían, aunque sin excluirse. En el diagrama biopolítico, la materia ya no operaría reduciendo lo múltiple, sino realizando una materia de hecho múltiple (la población), sin requerir el encierro, sino utilizando el espacio abierto; por otro lado, la función ya no sería la imposición de conductas en el lugar de encierro, sino de gestionar la vida.

De tal modo, y atendiendo al decurso de la racionalidad de gobierno podrían distinguirse diversos diagramas históricos: el del poder soberano, de las sociedades disciplinarias y el diagrama biopolítico. Cabe recalcar una vez más la lógica de la superposición, pues en un diagrama conviven diferentes dispositivos, materias y funciones, lo que resalta su historicidad, que admite funciones intermedias. Esto pone el acento en el estudio de las situaciones histórico-concretas más que en consideraciones abstractas o esencialistas sobre el poder.

Por otro lado, debe considerarse que “el diagrama no funciona como fuerza mesiánica o causa eficiente. El tipo de causalidad que opera es inmanente, es decir, que implica una reciprocidad entre causa y efecto. Por esta razón, el diagrama y los dispositivos se codeterminan y no se puede pensar que el diagrama exista como racionalidad previa al surgimiento de los dispositivos que lo expresan; sino que el surgimiento de ambos es codeterminante, la racionalidad que opera el dispositivo se desarrolla en la medida que surge el dispositivo, y a la vez el dispositivo mejora, se vuelve más eficiente; o, por el contrario, se transforma y muta a partir de la racionalidad que lo opera.” (Salinas, 2014, pág. 121) En tal sentido, cada diagrama implica un modo de producción de verdad, un régimen de veracidad. Es por ello que un diagrama no puede considerarse como una estructura explicativa invariable, de carácter universal, debido precisamente al dinamismo o historicidad que lo atraviesa. Se trata de por sí de algo cambiante, que articula zonas rígidas y blandas, y que por lo mismo, se encuentra abierto al cambio.

Estamos ante una propuesta eminentemente anti-esencialista, ya que “el problema no consiste en preguntarse qué es el poder, sino en reconocer los mecanismos en los cuáles se expresa. Puesto que más allá de toda ontología política del poder, postulable o imaginable, en realidad lo que podemos saber sobre el poder es lo que se expresa en sus mecanismos. En lenguaje deleuziano podría decirse que interesa precisamente el acontecimiento poder.” (Salinas, 2014, pág. 125)

Un segundo aspecto interesante referido al biopoder que Salinas destaca, son las precisiones que Deleuze ha realizado respecto al cambio de eje presente en el diagrama biopolítico. En este diagrama, a diferencia del poder disciplinario, se hace énfasis en la función de gestión, desplazando paulatinamente a la anatomopolítica por el creciente despliegue de la biopolítica. A este respecto es posible señalar el énfasis deleuzeano sobre la posibilidad de que la vida, al verse enfrentada al poder, gatille un descubrimiento que active su propia potencialidad como resistencia respecto al poder; lo que constituiría una dimensión afirmativa de la biopolítica, expresada de modo muy general en el trabajo de Foucault[23].

Salinas refiere a un tercer aspecto trabajado por Deleuze, que constituye – a su juicio – un elemento clave para comprender el cambio de eje que opera en el tránsito desde las sociedades discplinarias, hacia las actuales sociedades de gestión. Se trata del concepto Sociedad de Control trabajado por Deleuze a finales de la década de 1980 y principios de 1990[24]; constituye un importante aporte pues logra explicar – casi quince años antes – lo que es trabajado por Foucault en los cursos publicados a mediados de la década del 2000.

Las sociedades de control serían la salida a la crisis que alcanza a las sociedades disciplinarias a principios del siglo XX, cambiando el énfasis en los centros de encierro – caracterizados por la lógica normalizante, clasificatoria y de independencia entre tales espacios – a un modelo de libre circulación, caracterizado por los controlatorios como tecnología de gobierno. Estos no son espacios claramente diferenciados, nunca se termina de entrar en ellos y nunca se termina de salir de ellos (podemos identificar esto en la noción de formación permanente que extiende hasta los impensado la institución escuela/educativa); ya no se busca el control rígido sobre las conductas, sino una modulación que pueda absorber y gestionar las diferencias.

Se puede observar un claro paralelo con el modelo que deslinda Foucault a propósito de la biopolítica, pues también estaríamos ante un modelo de gestión, caracterizado por la extensión de lógica del mercado hasta los más diversos ámbitos de la vida individual y social, estimulada por la competencia basada en la desigualdad, el modelo de la gestión de sí, del hombre-empresa, en definitiva.

Así, el diagrama de gestión basado en la competencia tiene “un dilema básico que resolver y se está preguntando permanentemente por él, investiga, planifica, teoriza y aplica planes y tácticas diversas. ¿Cómo administrar la pobreza para seguir manteniendo la estructura básica de desigualdad? Las respuestas son múltiples: bonos individuales, seguridad social de mínimos, sistemas de capitalización individual, entre otros.” (Salinas, 2014, pág. 138) Se trata de administrar la desigualdad de manera que el sistema se sostenga sin llegar al colapso. Cabe destacar que la lógica de la superposición recuerda que en este diagrama operacional no se ven excluidas las técnicas de gobierno disciplinarias; aunque cambia el eje, el énfasis: los guetos de pobreza, la represión policial, la militarización de zonas como la Araucanía, evidencian cómo tales lógicas subyacen, permanecen, aunque inscritas en un modelo de gestión orientado por diferentes premisas. [25]

4. Campo de concentración, Nuda Vida y Teología Económica.

En la interpretación que Salinas ofrece sobre el trabajo de Agamben, este podría concebirse en torno a dos grandes ciclos. El primero giraría sobre ciertos problemas estéticos, mientras el segundo comprendería una reflexión de corte político; en este ciclo, el trabajo desplegado en la obra Homo Sacer, constituye un punto culmine. Será precisamente este segundo ciclo el que interesará a Salinas, toda vez que se constituye como una gran recepción del problema del biopoder planteado por Foucault, mediante una reelaboración de tal problemática en los términos del propio Agamben.

Este segundo ciclo se articularía en torno a dos núcleos: el primero tendría como eje el trabajo desarrollado en el Homo Sacer I, el poder soberano y la nuda vida, y la tesis que lo sintetizaría es: “el campo de concentración es el paradigma biopolítico de la actualidad.” (Salinas, 2014, pág. 141); el segundo núcleo tendría como eje la reflexión desplegada en El Reino y La Gloria, Homo Sacer II, 2, y la tesis allí planteada sería que: el “modelo de gobierno que Foucault ha mostrado como la racionalidad de la biopolítica, estaría conectado con un arcano teológico, de modo que se puede proponer una teología económica a la vez como paradigma del gobierno económico actual, y también como posibilidad para elaborar propuestas alternativas a tal racionalidad.” (Salinas, 2014, pág. 141)

A pesar de que nuestro análisis se centrará en estos dos núcleos del segundo ciclo del trabajo agambeano, cabe destacar lo que propone Salinas para el texto publicado en 2011 Altissima povertá. Regola e forma de vita nel monachelismo. Este trabajo conectaría en un sentido propositivo con lo trabajado por Michel Foucault en torno a una ética de la existencia, proponiendo una salida política en base a los modos de vida en común.

Respecto al primer núcleo, es preciso señalar que Agamben incia su análisis sobre el campo de concentración desde un particular supuesto metodológico: “El campo de concentración, se analizará no como un suceso histórico; sino como la estructura jurídico-institucional, o jurídico política, que permitió –y que permite según Agamben- que los sucesos históricos del Lager, se llevaran a cabo.” (Salinas, 2014, pág. 147) Este supuesto provoca un desplazamiento respecto al modo en que venía trabajándose el problema del biopoder, en la medida que se coloca a un presupuesto jurídico como condición de posibilidad de un suceso histórico: el campo de concentración concreto.

Esta condición político-jurídica del campo, realiza el Estado de Excepción – que es el núcleo del poder soberano – y produce la Nuda Vida. De tal modo, “el Estado de Excepción será la estructura que permita comprender una técnica de gobierno, técnica cada vez más habitual y que ha salido del ámbito de la suspensión puntual de derechos políticos. Así, pueden comprenderse al interior del Estado de Excepción desde las dictaduras abiertamente establecidas hasta los procesos de ampliación de los poderes del poder ejecutivo, mediante el recurso cada vez más explícito del decreto con fuerza de ley.” (Salinas, 2014, pág. 148)

Haciendo un extenso recorrido por la historia jurídico-política moderna, Agamben puede llegar a dos conclusiones que no se incluyen necesariamente. La primera es que el campo de concentración histórico sería un concreción paradigmática de esta estructura pues, posibilita la suspensión de las normas jurídicas que rigen la vida social de los sujetos (dando forma a una situación normal), lo que constituye el núcleo del Estado de Excepción; la segunda refiere a que, cuando esta situación deviene en norma, la anormalidad se transforma en normalidad, es decir, mediante una suspensión de la ley jurídicamente establecida  - que genera una paradoja de interioridad/exterioridad respecto a la ley – la situación de campo puede generalizarse a partir de ello, y de hecho así ha sido, volviéndose una técnica de gobierno cada vez más habitual. [26]

Ahora bien, ¿cuál es el objetivo, el efecto que busca producir el campo, en tanto técnica de gobierno? Agamben propone que el efecto que produce el campo es la producción de la nuda vida en los sujetos. El término nuda vida, según la interpretación que ofrece Salinas, puede ser comprendido como la indeterminación entre bíos (vida propiamente humana, ética, política, social) y zoé (la vida reducida a sus condiciones biológicas), dejándola totalmente a merced del poder soberano; sería el ingreso de la nuda vida en el ámbito de la política , el ingreso de un elemento indeterminado entre la vida biológica y la propiamente humana (la misma indeterminación entre hecho y derecho posibilitada por el Estado de Excepción), lo que caracterizará al problema del biopoder en la perspectiva de Agamben, asumiendo como eje central del mismo la biologización de la política. [27]

La Nuda Vida es ejemplificada por Agamben recurriendo a la figura del Homo Sacer, en primer lugar, y el Muselmann, en segundo lugar. Si bien en Homo Sacer I. El poder soberano y la nuda vida, la referencia fundamental para caracterizar la nuda vida es el Homo Sacer[28], Salinas prefiere emplear – por la evidente dificultad que supone el traslado de una categoría del derecho romano para explicar las condiciones del campo de concentración – la figura del Muselmann (o musulmán), descrita en el volumen III del Homo Sacer, Lo que queda de Auschwitz. El Archivo y el Testigo; este término es una expresión acuñada por los prisioneros judíos en Auschwitz, para designar a aquel prisionero llevado a condiciones de vida extremas o mínimas, que debido al efecto que produce el campo de concentración como técnica de gobierno, lleva al individuo a un umbral que marca un límite, tanto entre la vida y la muerte (en términos biológicos) como entre lo humano y lo no-humano[29]. De tal modo, la condición del musulmán expresa algo incalificable, una huella muda, intestimoniable, que da cuenta de la nuda vida; por otro lado, el conocimiento de ello es posible sólo gracias a otra figura que tensiona la producción de la nuda vida en el campo de concentración, “Agamben, recupera estos relatos del campo, justamente por la presencia de testigos, que traspasan estos relatos. De hecho llega a concluir que “En un campo, una de las razones que pueden impulsar a un deportado a sobrevivir es convertirse en un testigo”. El testigo se nos presenta entonces como el otro polo de la tensión, la evidencia viva, que no todos en el campo se convierten en musulmán. Un prisionero se convierte en testigo. Lo que este proceso refleja es justamente un paso de construcción de sí mismo, una forma de subjetividad.” (Salinas, 2014, pág. 153) [30]

Para Salinas, la figura del testigo es de crucial importancia porque expresa una paradoja en la propuesta metodológica mediante la que Agamben inicia su análisis. Si bien en términos jurídico-formales, el campo de concentración trata a los prisioneros reduciéndolos a nuda vida - lo cual implicaría que no habría, en términos formales, modos alternativos de subjetivación posibles – el testigo da cuenta de una forma de subjetivación alternativa que tensiona al establishment impuesto por el campo, pues construye una manera de no transformarse en nuda vida. “Si la nuda vida es reducción absoluta, no hay subjetivación posible. Si la nuda vida, por el contrario se asume como el horizonte de efectos del campo; el testigo es justamente su contraparte, vale decir, el eje de fuerzas que se contraponen en tanto formación de subjetividad.” (Salinas, 2014, pág. 154) Esta perspectiva nos presenta nuevamente la necesidad de sacar el análisis de la forma jurídica del campo, en tanto que éste se configura como un espacio de oposición de fuerzas y luchas, y no sólo una concreción histórica determinada mecánicamente por un marco jurídico.

A modo de síntesis de lo expuesto hasta aquí, podemos citar a Salinas: “Si recomponemos la propuesta de Agamben, ella puede entenderse en tres tópicos que interactúan. a) Un análisis del campo de concentración. b) Un análisis de la estructura de la soberanía totalitaria, que coincide con la estructura jurídico-política del campo de concentración. c) El diagnóstico de que esta soberanía totalitaria coincide también con las estructuras jurídicas de las ‘democracias occidentales actuales’. Sólo el entramado de estos tres tópicos, permite comprender que el campo de concentración sea el paradigma, o la matriz de la actualidad.” (Salinas, 2014, pág. 154) Esto permite que nos adentremos en otra problemática planteada por Salinas. Afirmar que la soberanía fundada en el Estado de Excepción constituye la estructura fundamental de todo tipo de poder[31], permitiría sostener la tesis de una íntima solidaridad entre totalitarismo y democracia, afirmación que se juega en un plano filosófico-histórico con escasa aplicabilidad práctica pues, a pesar del potencial crítico que instala esta tesis, resulta evidente que es imposible homologar fenómenos tan disímiles; lo que queda sin despejar es, en qué medida, tal homologación en el plano filosófico—histórico, se realiza históricamente, y de qué modo (y en qué sentidos) configura nuestro presente.

La decisión de continuar con el estudio del biopoder enfatizando en la estructura jurídica que da forma al campo haría replicable el análisis a otras concreciones históricas en la medida que podamos identificar la replicación de la estructura jurídica, identificando nuevas modalidades del campo de concentración, con su respectivo Estado de Excepción como dispositivo biopolítico. Esta argumentación ha causado múltiples críticas, en la medida que le resta contenido al campo de concentración histórico, posibilitando el traslado de su estructura al presente y, en realidad, a cualquier época histórica. “Estos análisis tienen un problema importante según Foucault: Evitan pagar el precio de lo real y lo actual. En otras palabras si en efecto queremos intentar acercarnos al fenómeno del poder en la gubernamentalidad neoliberal hay que estar dispuestos a mirar este fenómeno en su singularidad, y renunciar a estas homologaciones, desplazamientos e intercambios entre los análisis. 

Aunque retóricamente tales desplazamientos sean potentes, y aunque parezcan tener un potencial crítico. Pues en definitiva, una crítica que elude el presente es teóricamente débil, aunque tenga una retórica elegante y seductora.” (Salinas, 2014, pág. 160) Además, Salinas hace notar que el modelo del campo de concentración (en realidad, campo de extermino en la terminología nazi) era sólo uno entre varios modos de controlar y gestionar la vida. Así, el análisis que realiza Agamben sólo repararía en una parcialidad del modelo de gobierno realizado por los nazis. Asimismo no debemos olvidar el componente afirmativo del poder, que en el caso del tercer reich no sólo buscaba realizar un proyecto de extermino, sino también “producir un tipo específico de población, un cuerpo sano. El problema del biopoder y del racismo no puede centrarse en los campos de concentración, sino en la sociedad nazi como conjunto. Este es un rasgo que Foucault tiene a la vista, no le interesa el campo de concentración, le interesa la totalidad del fenómeno biopolítico nazi y sus singularidades y diferencias. 
Lo que hace del régimen nazi un fenómeno inusitado es la articulación de tecnologías distintas, mientras ejerce una potencia mortífera y generaliza en el cuerpo militar el derecho soberano, al mismo tiempo articula y genera una serie de experiencias biopolíticas que no responden al poder soberano, sino a una racionalidad distinta.” (Salinas, 2014, pág. 162) De tal modo, parece cuestionable la decisión de prolongar el análisis del biopoder enfatizando en el modelo del campo de exterminio; lo que redundaría en definitiva en subsumir el problema del biopoder al poder soberano, cuando en realidad se trata de algo completamente diferente.

Ahora, respecto al segundo núcleo del trabajo de Agamben, contenido en El Poder y La Gloria, lo que este autor busca realizar seria una genealogía de la gubernamentalidad[32]. Se asiste entonces a un cambio de eje en la medida que ya no realiza la subsunción del biopoder al poder soberano. Se asume que la biopolítica es una extensión del gobierno que opera bajo el principio de la teología económica, articulándose como un todo coherente; por otro lado, se afirma que soberanía y teología política conforman un núcleo diferente.

Como ya hemos dicho, el problema que cruza la argumentación agambeana en este segundo núcleo es el del gobierno como economía; para ello es que propone, en un gesto experimental, realizar una genealogía de la teología como manera de enfrentar el problema, lo que vendría a ser un recurso auxiliar y no medular al problema principal, aunque, según Salinas, a lo largo de la argumentación del italiano, este enfoque va cobrando cada vez más fuerza.

Así, en un primer momento se propone la existencia de dos grandes paradigmas: la teología económica y la teología política. El problema del gobierno en la modernidad occidental encontraría su origen en los discursos sobre oikonomia de la era patrística cristiana, lo que muestra la determinación teológica del problema del gobierno, “aunque esta determinación no sería la de una teología política (la monarquía del dios único); sino la de una economía teológica (la acción, el orden o el gobierno de las relaciones trinitarias) (…) Estas dos posibilidades conformarían en realidad dos paradigmas teológicos completamente diferentes, uno identificable con la teología política y otro con una teología económica.” (Salinas, 2014, pág. 169) Tal discusión se ha ido desplazando hacia otra problemática, aquella referida a la Providencia, que prolongaría estos dos principios en la dualidad Reino (teología política) y Gobierno (teología económica); así, la segunda categoría encontraría eco en la idea de un orden natural sostenida por los fisiócratas, y desde allí con la idea de gobierno entendido como administración económica.

De todas formas, la argumentación agambeana para Adán Salinas, no hace sino trasladar una distinción teológica a la explicación del poder político. En cierto sentido “se puede rastrear un modelo que apela al dios único, como fundamento trascendente del poder político absoluto o monarquial; al mismo tiempo, se puede reconocer, ese otro modelo que reflexiona sobre las relaciones de las personas trinitarias y su acción. Es justo conceder a este segundo modelo el adjetivo de ‘económico’, en la medida que el teólogo busca expresar en la trinidad las relaciones familiares. Lo que parece más dudoso es que esto coincida con las ideas de economía y de gobierno implicadas en los discursos sobre el biopoder. Es dudoso, porque estas modalidades del poder descritas por Foucault se originan en una serie de ‘prácticas’ de subjetivación en formaciones históricas precisas.” (Salinas, 2014, pág. 175) Una vez más, se plantea que estaríamos ante una juridización del problema del biopoder; en este caso se haría referencia a un origen doctrinario, teológico, lo que nos remite al trabajo de una hipótesis paradigmático-teórica y no histórica, lo que sin duda le resta potencialidad al análisis[33].

Además, asumir que el problema del gobierno tiene que ver con un fundamento económico, separado del fundamento político (que sustenta al poder soberano) parece particularmente cuestionable en las condiciones actuales para Salinas. “Proponer la posibilidad de un gobierno económico y ‘no político’, ya sea bajo legitimación teológica, o técnica, o de cualquier otra índole, funcionaliza el discurso, y desde luego no es el sentido del análisis del biopoder en Foucault, en el que la gubernamentalidad efectivamente es altamente política.” (Salinas, 2014, pág. 177) Una precisión más; la racionalidad económica que Agamben estaría intentando rastrear para explicar el problema del gobierno sería, para Salinas, diametralmente opuesta a la racionalidad económica que rastrea Foucault en el marco de la gubernamentalidad neoliberal, en la medida que en esta última se afirman una serie de condiciones de gobierno que deben ser producidas y administradas, mientras en aquella se afirma un orden natural y preexistente.

A modo de cierre de este apartado, cabe destacar lo explicitado por Salinas. Si bien no se trata de poner a Foucault como vara de análisis del trabajo de Agamben, tales procedimientos se justifican en la medida que el propio italiano insiste en considerar sus trabajos como una prolongación del análisis foucaulteano del biopoder. En tal medida, parecen haber varias lagunas, aunque no debe desconocerse el valor que esta propuesta presenta por sí sola, así como en las distintas repercusiones y líneas de trabajo que ha inaugurado.

5. Imperio y Multitud.

Para trabajar los aportes de Hardt y Negri, Salinas no recoge la totalidad de sus propuestas, sino lo principalmente trabajado en Imperio (2000), Multitud (2004) y Common Wealth (2009), en la medida que configuran un proyecto intelectual unificado., y que recoge las nociones de biopoder y biopolítica[34]. Eso sí, debemos destacar que estos trabajos, a pesar de situarse dentro de lo que el autor llama primera recepción de la analítica foucaulteana, se encontrarían en una zona ciega relativa respecto a los cursos de Foucault publicados a mediados de la década del 2000, toda vez  que por la fecha de publicación de Common Wealth tuvieron la posibilidad de – y existe evidencia de ello – hacer contacto con los trabajos del francés, así como con la línea de investigación trazada por los anglofoucaulteanos.

Una de las nociones centrales en el trabajo de estos autores es la noción de Imperio. Se trataría de una nueva forma de poder soberano – aunque ya veremos que afirmar esto puede resultar problemático a la luz del desarrollo foucaulteano sobre el problema del biopoder – que se aleja de la noción de un poder centralizado y también de la idea de un orden natural o espontáneo. Se plantea entonces como una nueva forma de poder en proceso, que tendría un carácter descentrado y flexible, pero al mismo tiempo universalizante. Hardt y Negri comienzan haciendo algunas analogías con ciertas figuras imperiales antiguas. “Algunos elementos interesantes en este análisis analógico son el problema de la universalización de ciertos valores, y la promoción del imperio con características morales: el imperio asegura la paz y la justicia. Al mismo tiempo que implica una suerte de suspensión del desarrollo histórico, toda vez que se pretende como un orden final.”[35] (Salinas, 2014, pág. 201)

En este proceso de globalización, se pondría en jaque la soberanía de los Estados-Nación, específicamente la estrecha relación del poder soberano con un territorio, elemento que coincide con el análisis que despliega Foucault.

Si consideramos estos dos grandes argumentos como dos grandes tesis, he “aquí, pues, una tercera tesis fundamental del trabajo de Imperio, después de la institucionalista que declaraba que no se produce globalización sin regulación, y de la antinacionalista, que veía la soberanía en curso de transición hacia nuevas formas. La tercera tesis consiste en asumir estos fenómenos dentro de la relación de capital: ésta es la pretensión científica fundamental de Imperio.” (Salinas, 2014, pág. 203) 

De tal modo las transformaciones descritas forman parte de los cambios del capital y de sus procesos de construcción de relaciones sociales, en tensión con cada una de sus fuerzas antagónicas. El trabajo de Hardt y Negri desplegado en Imperio buscará develar la lógica, los actores, los poderes y los dispositivos, que actúan en el proceso de globalización. El problema biopolítico será abordado por estos autores mediante la categoría vida social, que, en la línea del análisis marxista, supone que la lógica del capital produce activamente una forma de vida social y cultural, de tendencia globalizante.

Como fuentes teóricas de orientación para estos autores, Salinas señala al operaísmo italiano, a Deleuze y Foucault, el propio Marx y a los nuevos aparatos críticos de la modernidad: los estudios subalternos, la perspectiva queer, los movimientos de resistencia cultural, etc.; cabe destacar la perspectiva de la acumulación por desposesión trabajada por David Harvey, o la fórmula del capitalismo del desastre, elaborada por Naomi Klein como otros referentes de interés.

Para describir el proceso de surgimiento del Imperio, Hardt y Negri ensayan una propuesta genealógica que considera dos dimensiones: una genealogía jurídica y una genealogía las condiciones materiales.

Respecto a la genealogía jurídica, cabe señalar que supone una pregunta sobre “las transformaciones jurídicas en la interrelación de los estados y la administración del derecho (…)” (Salinas, 2014, pág. 207) Ya hemos mencionado que en el proceso globalizador se manifiesta en crisis la idea del Estado-Nación; en este sentido se hace referencia a las Naciones Unidas como un ejemplo de esta crisis, que no implicaría la inmediata desaparición de la soberanía nacional – en la medida que la misma ONU depende de la soberanía de cada uno de los Estado-Nación que la conforman – sino más bien la superposición de un nuevo modo del poder que pone el énfasis en formas de poder supranacionales. 

En esta línea se debe destacar la coincidencia entre las dimensiones éticas y jurídicas del Imperio que mediante una noción de orden y paz social (asegurada por el Imperio) legitima la guerra defensiva, o defensa justa. De esta forma, lo supranacional (identificado con la dimensión ética ya mencionada) se comprende como una forma de legitimidad de la suspensión de las soberanías nacionales. “Estos serían los rudimentos jurídicos que estarían actuando: una forma de suspensión de la soberanía, que opera por un principio de excepción, pero un principio que no estaría legitimado en la decisión soberana, sino en la mantención de la paz y el orden, en relación a una idea de justicia.” (Salinas, 2014, pág. 211) Este planteamiento nos conecta con la línea de diagnóstico político que ya hemos revisado a propósito de Agamben.

Esta forma jurídica del Imperio se materializa de forma concreta  en el mecanismo de la Guerra. “Hardt y Negri proponen cruzar la idea de Estado de Excepción de la ‘tradición germana’, es decir el tratamiento jurídico del Estado de Excepción como suspensión de la ley o primacía del soberano por sobre la ley, con otro tipo de excepcionalidad que ya no es jurídica sino que refiere al poderío material, tanto económico como militar, y que refiere a la posición privilegiada y excepcional que tiene Estados Unidos en la nueva formación imperial. No se puede dejar de mencionar que en términos de diagnóstico al menos esto vuelve a conectar con la idea del Estado de Excepción permanente presentada por Agamben. Pero en este caso tal Estado de Excepción no se verifica a través de la condición jurídica de campo de concentración; sino en la guerra como instrumento privilegiado del biopoder.” (Salinas, 2014, pág. 214) La Guerra sería entonces, una forma de dominio cada vez más extendida que posibilita la producción y reproducción de todos los aspectos de la vida social.[36]

Ahora bien, la descripción del proceso de surgimiento del Imperio requiere no sólo de una genealogía de las condiciones jurídicas que lo hacen posible, sino también de las condiciones materiales de desarrollo (este punto implica una distancia importante respecto a la analítica agambeana). Se hace referencia entonces a una nueva geografía económica de carácter mundial, relacionada de modo particular con “las formas de producción de las empresas trasnacionales, que se aprecian como el agente principal que actúa sobre las condiciones de las poblaciones y la caracterización de sus modos de vida y subjetividad.” (Salinas, 2014, pág. 215) De esta forma, asistimos también aquí a una problemática biopolítica, en la medida que se precisa moldear a las poblaciones en este contexto de una economía globalizada, que necesita de la expansión de una racionalidad política que se configura a partir del mercado; el Imperio sería el paradigma biopolítico actual, en la medida que desplaza su eje respecto a las sociedades disciplinarias, produciendo así, activamente, la totalidad de la vida social, tanto en sus aspectos materiales como subjetivos, superponiéndose lo económico, lo político y lo cultural[37].

Ahora, dejando de lado el trabajo genealógico sobre el Imperio, se hace preciso destacar algunas distinciones planteadas por Hardt y Negri en torno a la diferenciación entre biopoder y biopolítica (diferencias que se alejarían bastante de lo que hemos visto a propósito de Foucault). A modo de síntesis podemos decir que para estos autores “mientras biopoder remite a las estrategias pensadas desde el poder, biopolítica se usa para designar esta perspectiva dentro de un contexto de fuerzas; por lo tanto biopolítica también designa las posibilidades de resistencia al biopoder. Lo biopolítico es también la conjugación del deseo para la formulación de nuevas utopías. Por lo tanto, la realidad social en su conjunto se ha vuelto biopolítica y más allá del biopoder ejercido por el Imperio, es posible pensar y construir otras biopolíticas.” (Salinas, 2014, pág. 226) La constatación de que el biopoder como forma de dominio que incluye aquellos aspectos biológico-vitales en la racionalidad política, se extiende a la totalidad de la vida social, posibilita la pregunta sobre si no sería la vida misma convertida en un poder; Negri y Hardt eligen una respuesta afirmativa a esta pregunta definiendo biopolítica en contraposición al biopoder como se expresa en la cita textual anterior.

Para Salinas, el problema de una biopolítica afirmativa es que, si se la ha definido para denotar un contexto social entendido como oposición de fuerzas, esta podría ser afirmativa, o no serlo; por lo que no sería tan factible aplicar una consecuencia normativa de la distinción entre biopolítica y biopoder. Se caería entonces, en una “categoría ontológica para pensar el futuro o la acción política en general, fuera de las específicas condiciones de análisis en las que la categoría funciona. En este sentido, la idea de multitud y la biopolítica afirmativa que encierra, se parece muchas veces a una ontología del futuro, y a la promesa política, más que al proyecto de una ontología del presente; tanto como la idea de nuda vida, recurre a una ontología sin tiempo.” (Salinas, 2014, pág. 232)

Volveremos ahora sobre un elemento que se torna problemático en la noción de Imperio, que sería precisamente su componente soberano. “Es decir, ¿en qué medida el imperio es una nueva forma de soberanía o continuación y mutación de la soberanía moderna?; o por el contrario, ¿debe dejar de pensarse en términos de soberanía, toda vez que se trata de un modelo biopolítico de gobierno?” (Salinas, 2014, pág. 233) Salinas tendrá una doble interpretación de esto. Por un lado, reforzando la hipótesis de la superposición de las lógicas de dominio, se puede decir que Hardt y Negri conceptualizaron una lógica de dominio emergente con el término Imperio, que da cuenta de una crisis del Poder Soberano del Estado-Nación y del surgimiento de una nueva forma de soberanía, que ya no se ejerce sobre el territorio, sino sobre la población, inaugurando el despliegue del biopoder; la problemática surge con las siguientes preguntas: “¿De qué se trata entonces esta nueva soberanía? ¿Cuál es el sujeto de esta nueva soberanía? La respuesta de Hardt y Negri es circular, el sujeto es el imperio; pero el imperio, en realidad no es ningún sujeto, sino este poder descentrado desterritorializado que acoge en su regazo componentes tan diversos como organismos internacionales, trasnacionales, una serie de pactos, y el virtual ‘mercado internacional’ (…)” (Salinas, 2014, pág. 235) Esta respuesta implica un vaivén conceptual que deja sin resolver el problema teórico, aunque para el chileno, podría despejarse fácilmente empleando la noción de gubernamentalidad que ya ha sido expuesta.

Para finalizar este apartado haremos referencia a la idea de Multitud, que pareciera dejarse en un ámbito más bien programático, en la medida que “Se trata de un tipo de subjetividad política múltiple a construir, que tiene una base material, es decir, la multitud como fuerza de trabajo en el contexto actual del capitalismo posfordista o biopolítico.” (Salinas, 2014, pág. 245) En tal contexto, la formulación de un sujeto político no puede remitirse a la idea de pueblo, en la medida que homogeniza las multiplicidades propias de la población; a la vez, tampoco podría remitirse a categorías como turba o masa, pues también harían desaparecer la singularidad de lo múltiple en la indiferencia pasiva que remite al conjunto, susceptible entonces de manipulación externa.

Recogiendo los aportes teóricos de Spinoza, la categoría Multitud aparece como una forma de poder de la vida, inmanente (sin causa externa) que se opone al dominio del imperio, buscando la realización de una democracia absoluta, que emerge desde la vida compartida, desde lo común. Si bien estas nociones podrían tener un importante componente crítico - en la medida que se opone a las formas falsamente democráticas desarrolladas desde el Imperio - no resuelven el problema sobre qué podría ser lo común políticamente en una multitud globalmente heterogénea como la plantean Hardt y Negri; se trata de otra oscuridad conceptual que queda abierta a la discusión.

6. El paradigma inmunitario.

Para trabajar los aportes de Roberto Espósito, Adán Salinas propone comprender su obra teniendo a la vista tres ciclos temáticos. El primer ciclo giraría en torno a la categoría de lo impolítico y, si bien es conveniente tenerlo a la vista, no entronca directamente con una reflexión sobre el biopoder. El segundo ciclo, relacionado con el problema del biopoder (y, consecuentemente, de interés para el chileno), gira en torno al problema del munus, del que se desprenden las categorías Communitas e Immunitas[38].

Respecto a la primera etapa, Salinas esboza algunas líneas generales de aquello que puede entenderse como lo impolítico. En primer lugar implica asumir un diagnóstico sobre la pérdida de sentido de las categorías que han dado forma al discurso político moderno; luego, este desajuste categorial daría cuente de un problema de fondo, que es histórico-político pero que se encuentra fuertemente relacionado con el problema de las categorías. “Es decir, en cierto sentido los fracasos políticos del siglo XX, las nuevas hegemonías de poder, el vaciamiento de los conceptos jurídico-políticos están relacionados con el agotamiento de los conceptos políticos.” (Salinas, 2014, pág. 253) Esto debe ser rastreado hasta los albores de la modernidad, y en esa medida, los planteamientos de Hobbes sobre la estructura de la soberanía, representarían una primera aproximación protoinmunitaria sobre la política, que asume que para superar el Estado de Naturaleza, de la vida natural, debe introducirse un Estado Político, un elemento artificial que ejerciendo una limitación contra la vida natural – ejerciendo la violencia y la muerte - la controla para hacer emerger lo propiamente social.[39]

En el segundo período señalado, el problema que articula el trabajo de Esposito es el de la comunidad. Para resolver el significado de esta categoría, el italiano recurrirá al rastreo etimológico de la palabra, para resituar su significado original. Esta propuesta metodológica, tiene consecuencias que no podemos desdeñar, en la medida que “Esposito no termina por decantar entre la enorme radicalidad de lo impolítico como horizonte del pensamiento, y por otra parte la suposición de una verdad originaria de la comunidad encerrada en su palabra. La verdad encerrada en el origen de una palabra, sólo muestra el sentido que la propia época de surgimiento le imprimió. Es una fotografía de un momento, sin duda interesante y decidor, pero no el baremo por el cual medir una realidad política.” (Salinas, 2014, pág. 256) Así y todo, el chileno rescata la propuesta de este autor, fundamentalmente por el contenido con rendimientos políticamente críticos que presenta.

Al contrario de la comunidad fascista definida por la existencia de una identidad basada en una propiedad compartida – un origen, un destino, un idioma, una raza, un origen, etc. – la noción de Communitas refiere al munus, un tipo de don que al mismo tiempo es una obligación respecto a la vida en comunidad; no habría así nada en común, sino la deuda que se origina en el vivir juntos[40]. De tal modo, el italiano ofrece una recalibración de la idea de comunidad, por fuera de la idea de algo en común, a partir del rastreo etimológico del vocablo munus.

A modo de contracara, a partir del vocablo munus se llega también a la categoría Immunitas, que refiere a quien es dispensado o dispensada de la obligación, de la deuda común: es una inmunidad política que se concibe como un privilegio. Ahora, a partir de esta acepción de la Immunitas, Esposito desarrolla una segunda acepción, entendiéndolo como una relación de protección y negación de la vida. La emergencia de esta segunda orientación del concepto está posibilitada por la confluencia entre el léxico político y el léxico biológico-médico, lo que permitiría vincular el paradigma inmunitario con la problemática del biopoder, inscribiendo también la noción de biopolítica en la noción de soberanía. “La respuesta de Esposito en este contexto consiste en que soberanía y biopolítica, constituyen dos facetas de un mismo paradigma inmunitario que recorre toda la modernidad. Paradigma que tiene como característica la protección negativa de la vida y que sería además el centro sobre el que gravita todo el léxico político moderno y sus tradiciones jurídico-políticas. De este modo, el análisis político queda en lo medular centrado sobre las categorías políticas y las problemáticas jurídicas.” (Salinas, 2014, pág. 261)

Ahora bien, Esposito identifica una diáspora interpretativa alrededor de la categoría biopolítica; esta diáspora se observa en la diferencia interpretativa que ya ha sido señalada, a propósito de Agamben y Negri: mientras para el primero el paradigma de la biopolítica es el de una política de la muerte, para el segundo la biopolítica representaría la articulación del poder desde la propia vida, planteando una política de la vida, y no sobre la vida. Sin embargo – en un paso que Salinas examina con ojos críticos[41] – el filósofo italiano afirmaría que tal interpretación ambivalente se encontraría en el trabajo del propio Michel Foucault, debido a una insuficiente precisión sobre los conceptos (bíos y política) que constituyen a la categoría. Esta situación repercutiría además, en una indeterminación respecto a la temporalidad del concepto en su relación con la modernidad, así como su relación de continuidad y ruptura respecto a la soberanía.

Mediante este trazado argumental, Esposito logra “conectar la noción de biopolítica con la Immunitas. El poder soberano y la biopolítica pueden considerarse dispositivos inmunitarios y parte de un mismo paradigma más amplio, y este paradigma, se caracteriza por las funciones de protección, que pueden rastrearse ya en Hobbes y que serían la forma de la política moderna. Modernidad e inmunidad política coinciden incorporando en su interior soberanía y biopolítica.” (Salinas, 2014, pág. 265) Al tratarse de una protección negativa de la vida, la immunitas permite comprender la relación existente en la modernidad, entre el poder político y la vida humana.

Para demostrar su punto, Esposito rastrea el término biopolítica hasta principios del siglo XX, en una seria de trabajos que presentan una perspectiva vitalista, organológica del Estado, así como inclinaciones hacia el darwinismo social, con la lógica naturalización del aparato estatal y la vida social. Luego identifica un segundo período en la historia del término, que se ubicaría en la década de los sesenta en Francia, y que se contrapondría al primer período pues, las potencias de vida que configurarían el fenómeno político y la realidad social no serían ingobernables: “Esposito lo dice bien, se trata de una postura humanista que reconociendo la existencia de esta biopolítica, descrita por la fase anterior, busca someterla a principios bajo los que se organizaría la comunidad política. En cierto sentido, es una postura que quiere reconducir la biopolítica a otra forma de la política y no se deja arrastrar por el desarrollo que desembocó en las formas mortíferas de la biopolítica.” (Salinas, 2014, pág. 273) Como tercer período se identifica – de modo sincrónico al trabajo de Foucault – en la década de 1970, una serie de elaboraciones en el ámbito anglosajón que comparte la característica de efectuar un cruce epistemológico entre biología y política.

Como puede verse, estos desplazamientos afirman la diáspora interpretativa afirmada por Esposito, en la medida que las leyes biológicas son presentadas como: las condiciones naturales que dan sustento a la actividad política, como leyes que pueden ser gobernadas por la acción humana, o como un simple cruce discursivo entre las matrices de análisis propias de la política y la biología, respectivamente. Este tránsito conlleva para Salinas el doble riesgo de poder caer en un organicismo social naturalizante o en una biologización del concepto; ante esto, el chileno nos recuerda el tránsito que recorre Foucault, en la medida que el problema de la medicalización es sólo el punto de partida de su reflexión en torno al biopoder.

A partir de este trayecto puede deslindarse conceptualmente la categoría Immunitas, que abarca una dimensión jurídica, referida a la exención del munus que da forma a la comunidad, y una dimensión biológica, referida al rechazo biológico del organismo ante un agente externo que pone en peligro su integridad  (como una enfermedad contagiosa); a Esposito específicamente le interesa “la inoculación, la inmunización artificial, aquella que procede por esta operación algo contradictoria de infectar para proteger, y que prontamente Esposito llamará ‘protección negativa de la vida’.” (Salinas, 2014, pág. 278) Así, la fusión de estos dos componentes del término, permiten configurar una noción trans-epistémica a partir de la inmunidad, que referiría entonces a la condición de quien está protegido de la enfermedad o de la ley de la comunidad y sus efectos. De este modo, la categoría podría aplicarse en ámbitos diversos, toda vez que posean una estructura contradictoria expresada en el íntimo vínculo existente entre muerte y vida, entre exclusión e inclusión. Sin embargo, Salinas advierte sobre la posible desactivación crítica del concepto respecto a la problemática biopolítica, en la medida que su aplicación a campos diversos lo hace parecer una categoría explicativa de corte universal.

El paradigma inmunitario conecta con el léxico político moderno toda vez que, de acuerdo al rol protagónico que Esposito le asigna a Hobbes en este campo, las teorías del surgimiento del Estado y el orden político moderno, recurren a la protección frente a un estado de naturaleza, de vida, originario, estableciendo una protección negativa de la misma en definitiva[42]. Se provoca así un desplazamiento que nos vincula con el problema de la gestión activa para conservar la vida, un mecanismo que no es natural sino artificial, y por tanto con el problema de la biopolítica, a la vez que se conecta de manera directa con la época moderna. En este marco de análisis propuesto por Esposito, se considera que “Soberanía y Biopolítica son distintas, y la biopolítica de hecho es posterior, pero la complejidad de sus relaciones se explica porque ambas forman parte de un paradigma mayor el de la Immunitas.” (Salinas, 2014, pág. 289) [43]

Se hace necesaria una precisión léxica, pues el filósofo italiano prefiere utilizar el término biopolítica antes que el de biopoder; esto se explica por considerar una relación de contraposición semántica entre los términos, contraposición que Salinas ya ha observado en los trabajos de Hardt y Negri. Esto supone la consideración de la biopolítica como una política en nombre de la vida, afirmativa y no negativa, que dé cuenta del poder desde la vida y no sobre la vida. Como contraparte, el biopoder refiere a una política sobre la vida. En Esposito el asunto parece “resolverse pero problemáticamente: lo que esta política de la vida o en nombre de la vida busca, es precisamente lo mismo que ha realizado la Immunitas; es decir la protección de la vida; pero sin su deriva tanatopolítica, sin sus consecuencias de muerte, sin la estela nefasta que dice: para proteger la vida hay que hacer un trato con la muerte.” (Salinas, 2014, pág. 295) Si bien es posible concebir tal posibilidad, el asunto queda simplemente señalado, mientras no se resuelve en qué medida una política de la gestión y la seguridad – como la identificada por Foucault en la Gubernamentalidad – implica también una protección de la vida. ¿Cómo llegar, entonces, mediante una biopolítica afirmativa a un quiebre del paradigma inmunitario, y no a su simple sofisticación? Nuevamente estamos ante un asunto que queda abierto a la discusión.

7. Señales de una segunda recepción.

A modo de cierre del libro, Adán Salinas ofrece una breve revisión de los trabajos de Nikolas Rose (posteriores a 2007) y de Maurizio Lazzarato (posteriores a 2009). Si bien desde ámbitos y ópticas diversas, ambos impulsos “pueden comprenderse como el inicio de una etapa distinta en la recepción de los trabajos de Foucault sobre la biopolítica y consecuentemente en la generación de propuestas de análisis biopolíticos de la actualidad; pues están realizadas teniendo a la vista el itinerario completo de los cursos del Colegio de Francia (…).” (Salinas, 2014, pág. 297) El Chileno destaca, particularmente, los aportes de Rose en torno a una economía política de la vitalidad (particularmente a partir de lo que este autor llama una biopolítica molecular), y los aportes de Lazzarato en torno al hombre endeudado, una concepción de un homo oeconomicus particular, que confluye y proyecta los análisis foucaulteanos sobre el neoliberalismo.

El chileno sitúa en primer lugar el trabajo de Lazzarato. Sus aportes se enmarcan en el trabajo colectivo desarrollado por un grupo de intelectuales[44] agrupados en torno a la revista Multitudes. Es posible identificar tres momentos teóricos en el trabajo de este grupo, que decantan en el aporte del italiano.

El trabajo previo al año 2000 está marcado por la noción de trabajo inmaterial, que surge como una herramienta analítica para describir críticamente las condiciones del post-fordismo. Encontrando sus orígenes en el acervo intelectual desarrollado por el operaísmo italiano, el concepto busca dar cuenta de “una transformación en el trabajo, específicamente de una transformación en la composición técnica del trabajo, en que el trabajo deja de ser el trabajo característico de la producción industrial, para comenzar a integrar condiciones afectivas, cognitivas, habilidades más generales, y al mismo tiempo se genera un tipo de trabajo intelectual y creativo.” (Salinas, 2014, pág. 299) Esto marca la desaparición de la figura del obrero característica del fordismo, y se reemplaza por la idea de un obrero social, que ya no se especializa en la labor física, sino que tiene que integrar al proceso de trabajo habilidades intelectuales, emocionales y cognitivas que potencien la creatividad y la solución de problemas, posibilitando que el trabajador asuma muchas de las funciones otrora empresariales, aunque siempre en un contexto de explotación y expropiación del plusvalor generado en el proceso productivo.

Un segundo momento, entre los años 2000 y 2006 aproximadamente, gira en torno a la noción de capitalismo cognitivo, que busca superar o ampliar, la mirada sobre las transformaciones en el mundo del trabajo, desarrollando una perspectiva más global, que dé cuenta de un cambio de régimen de acumulación.[45] Con esta categoría se busca interpretar y captar el papel que juega la información y el conocimiento en este emergente patrón histórico de acumulación, en el que se incorpora y explota de forma sistemática tanto el conocimiento como la información nueva, a la vez que se genera una industria y un mercado en los que el conocimiento se inserta en los procesos de producción, intercambio y consumo, inscribiéndolo en la lógica capitalista de la explotación. [46]

El tercer momento descrito por Salinas, se articula en torno a la noción de bioeconomía. Para aclarar el término, el chileno inicia realizando una nueva referencia a Hardt y Negri, especialmente a la idea de una producción biopolítica, que los autores trabajan en Common Wealth. En la misma línea que los conceptos que hemos descrito en los dos párrafos anteriores, esta noción refiere al hecho de que el capitalismo no sólo produce (y necesita) capacidades cognitivas, sino también elementos afectivos, relaciones sociales, y aspectos simbólicos; esto refuerza la idea de la capacidad que tiene el capitalismo de producir la vida social en su conjunto, es decir, el potencial antropogenético del capitalismo. Lo que se apunta no es meramente descriptivo, “sino que apela a una transformación más completa, en cierto sentido se puede decir que toda la vida del ser humano se incorpora al trabajo. Habría entonces un trabajo biopolítico y una producción biopolítica, porque está en juego la totalidad de la vida en el trabajo y el resultado de la producción es también la vida.” (Salinas, 2014, pág. 305) En tal sentido, parece posible hablar de una producción biopolítica, de una economía biopolítica o de un trabajo biopolítico.

Ahora bien, dado el énfasis afirmativo que – como ya ha sido planteado por Salinas – Hardt y Negri le otorgan a la noción de biopolítica, esto redunda en una interpretación optimista de la situación del trabajo, pues debido a los cambios que ha sufrido la composición orgánica del capital el factor humano (el capital variable) ha ganado independencia frente al capital, lo que redundaría en formas propias y autónomas de cooperación social. Salinas evalúa este diagnóstico con ojos críticos pues, “aunque se mire con buenos ojos las potencialidades de la composición actual del trabajo; ésta sigue sometida a la organización del capital constante, que sigue bajo el régimen de propiedad.” (Salinas, 2014, pág. 307) Así, para el chileno parece inadecuado hablar de una producción biopolítica, aunque sí de mecanismos económicos del biopoder, entre los cuales podríamos destacar algunos elementos anteriormente señalados: la extensión de la racionalidad económica a todo ámbito de la vida social, la producción de formas de vida que incluyen lógicas económicas como lógica vital y la potencialidad creativa del capitalismo, para expandirse colonizando dominios nuevos, abriendo nuevos mercados.[47]

Con todo, esta definición opera en un alto nivel de abstracción, y no facilita el estudio de fenómenos concretos. Para Adán Salinas, será el italiano Maurizio Lazzarato quien – considerando de manera explícita los aportes hechos por Foucault en Seguridad, Territorio, Población y El Nacimiento de la Biopolítica[48] – se orienta de manera concreta al fenómeno del neoliberalismo en las sociedades contemporáneas. En trabajos como El Gobierno de la Desigualdad o La Fábrica del Hombre Endeudado, analiza – desde la noción de gobierno – los dispositivos económicos del sistema financiero, poniéndolos en relación con la producción de modos de subjetivación, donde convergen diversas tecnologías y racionalidades de poder, en el marco de una economía de la deuda.

Lo que se busca es dar cuenta de la producción activa, tanto de un modelo económico como de un modo de subjetivación particular. “Esta nueva subjetividad es construida a partir de la fabricación social de la deuda y extiende las relaciones de dominación y sujeción a lo largo del ciclo vital ‘El «hombre endeudado» está sometido a una relación de poder que lo acompaña a lo largo de toda la vida desde la cuna hasta la tumba’. (…) ésta es una intuición fundamental que constituye explícitamente el fundamento de una nueva generación de políticas públicas. Por otra parte, Lazzarato añade que se gobierna a este nuevo sujeto, a través de una representación que no apela como recurso necesario a la represión o a la ideología, pues el sujeto, en tal representación, se somete voluntariamente a la deuda que tiene su propia regulación, sus propias reglas del juego.” (Salinas, 2014, pág. 317) En este contexto, el endeudamiento progresivo de las personas – que por lo demás se inserta en los más diversos ámbitos de sus vidas – no resulta una anormalidad, al contrario, deviene en el motor de la economía actual, que bien puede denominarse una economía de la deuda. [49]

En el marco de esta segunda recepción del trabajo foucaulteano que destaca Salinas, Nikolas Rose es un actor importante. Cabe recordar su adscripción a la línea anglofoucaulteana de Estudios en Gubernamentalidad, particularmente a partir de la History of the Present Network. Desde el 2002, este investigador forma parte del proyecto Bíos (en la London School of Economics and Political Science), que a partir del 2012 hará parte del Centre for Synthetic Biology and Innovation (CSynB). “Así el trabajo de Rose se acercará con el tiempo mucho más a una propuesta interdisciplinaria con las ciencias biológicas, particularmente las neurociencias. No quedarán descartadas, las perspectivas más cercanas a la economía política desarrolladas por los Studies in Governmentality; pero hay una modificación substancial en la implicación biológica de las propuestas.” (Salinas, 2014, pág. 320) [50]

En un ejercicio analítico similar al hecho por Foucault al señalar que la incorporación de las poblaciones en la economía política marcó una nueva forma de pensamiento respecto a los modos de gobernar, Rose pone sobre la mesa la incorporación de un nuevo esquema de pensamiento – en oposición al pensamiento molar que pensaba la vida concibiendo al organismo como un todo sistémico – que él denomina como una biopolítica molecular.[51] Salinas apunta que se trata de un nuevo enfoque sobre la vida – a diferencia de la Gubernamentalidad, que implica un nuevo pensamiento sobre el gobierno de las poblaciones - en el que los aspectos moleculares de la vida pueden ser incorporados a las lógicas de gobierno.

Teniendo como marco esta propuesta, el trabajo de Rose sigue dos grandes ejes. El de una economía política de la vitalidad, en el cual – a través de conceptos como biopolítica, biovalor y bioeconomía – analiza el surgimiento de un segmento económico, de un mercado específico, que incorpora la racionalidad propia de la biopolítica molecular, lo que se expresaría en el desarrollo de la industria farmacéutica (especialmente ligado al tratamiento de enfermedades psiquiátricas), el desarrollo de un mercado de genes y células madre, entre otros ámbitos; esto evidenciaría la extensión de la racionalidad económica a ámbitos insospechados, en la cual se procura la incorporación de “las aspiraciones biológicas de los sujetos a una cadena de valor donde el cliente aspira, escoge, prefiere. La clientelización, por supuesto encierra otras cosas. En cierto sentido vale la pena contrastar las ideas de Rose y Novas sobre la ciudadanía biológica, es decir, la generación de un ciudadano con derechos biológicos que exige acceso a nuevas tecnologías sanitarias, reclama derechos reproductivos o el patrimonio genético alimentario, con esta forma de entender lo social bajo la perspectiva más general del consumidor-empresario de sí que llega a tocar estas esferas genéticas, moleculares o biotecnológicas.” (Salinas, 2014, págs. 325-326) El segundo eje – que no resultará de tanta importancia para el tema trabajado por Salinas – tratará más bien de una sociología de la biología, que se avoca al estudio de las representaciones moleculares sobre la vida en la actividad científica y médica. 

Salinas señala que, si bien estos aportes no podrían integrarse en la concepción de una nueva forma de producción o régimen de acumulación, se pueden situar en coherencia con los últimos trabajos de Lazzarato, en la medida que describe una nueva extensión de la racionalidad de mercado con la consecuente aparición de un nuevo mercado.

Para cerrar este apartado, el chileno hace notar que se mantiene la diáspora interpretativa en torno al concepto bíos que ha sido señalada; esta situación teórica marcaría entonces una posibilidad de convergencia  de las dos grandes líneas de la primera recepción de la analítica foucaulteana sobre el poder, que Adán Salinas ha buscado describir en este libro.

Bibliografía

Bourdieu, P. (2005). Estructuras sociales de la vida económica. Buenos Aires, Argentina: El Manantial.

Goffman, E. (1997). La Presentación de la Persona en la Vida Cotidiana. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.

Goffman, E. (2001). Internados: ensayo sobre la situación social de los enfermos mentales (Primera edición ed.). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.

Goffman, E. (2006). Estigma: La Identidad Deteriorada (Primera Edición ed.). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.

Harnecker, M. (2007). Los Conceptos Elementales del Materialismo Histórico. Ciudad de México, D.F., México: Siglo XXI Editores.

Harvey, D. (2005). A brief history of neoliberalism. New York: Oxford University Press.

Klein, N. (2012). La Doctrina del Shock. El Auge del Capitalismo del Desastre. Barcelona, España: Paidós.

PNUD. (2012). Desarrollo Humano en Chile. Bienestar subjetivo: el desafío de repensar el desarrollo. Santiago: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo .

Salinas, A. (2014). La Semántica Biopolítica: Foucault y sus recepciones (Primera edición ed.). Viña del Mar: CENALTES Ediciones.




[1] En este sentido, a lo largo del texto podrán encontrarse hipervínculos que conducen o hacia páginas acerca de los autores – wikipedia en su mayor parte – o hacia sitios donde es posible descargar los textos analizados y/o citados. El libro en cuestión que acá resumo, pueden encontrarlo para la descarga aquí. Evidentemente no he encontrado digitalizados todos los textos que destaca el autor; a la vez, no incluyo como bibliografía tales textos, sino sólo aquellos que yo he citado de manera original.

[2] Para esto contaron en la práctica con algunas páginas del libro “La Voluntad de Saber” y una lección del curso “Defender La Sociedad”.

[3] En palabras de Salinas: “Se podría decir que un problema está naciendo y Foucault está aprendiendo a nombrarlo, ensaya con alguna innovación léxica para deslindar un poco la problemática; pues nombrar un problema en buena medida ayuda a identificarlo. En este periodo formativo, el problema biopolítico puede caracterizarse también como un problema somatocrático, nosopolítico o de medicina social, o dicho de otro modo: Foucault identifica una problemática que por una parte se relaciona con el capitalismo, y por otra con los cuerpos, la enfermedad y la medicalización.” (Salinas, 2014, pág. 27)

[4] Este segundo período el chileno lo identifica en obras como “Hay que Defender La Sociedad”, “Vigilar y Castigar” y “La Voluntad de Saber”.

[5] “Como se ve, ‘biopolítica’ no es sólo la preocupación de aspectos biológicos por parte del poder; sino ciertas tecnologías muy precisas y ciertas formas de racionalidad que no existían previamente.” (Salinas, 2014, pág. 34)

[6] Un trabajo interesante que da cuenta de mecanismos disciplinarios sobre el cuerpo de los individuos, puede encontrarse en el análisis que Ervin Goffman realiza sobre las instituciones totales (lugares de encierro tales como manicomios, cárceles, conventos, regimientos etc.) en su libro Internados (Goffman, 2001); a la vez, sobre las consideraciones sociales sobre el cuerpo y los efectos que producen en el comportamiento de los individuos, puede revisarse Estigma: la identidad deteriorada (Goffman, 2006) y La Presentación de la Persona en la Vida Cotidiana (Goffman, 1997), del mismo autor.

[7]  Esto se puede sintetizar en dos frases: el poder soberano hace morir y deja vivir; el biopoder hace vivir y deja morir. En este contexto también debemos apuntar que se asiste a una progresiva racionalización científica de las prácticas de gobierno.

[8] “(…) el Biopoder implica una evolución en la forma de abordar la problemática de la vida biológica, evolución que en cualquier caso está prefigurada en las estrategias disciplinarias del poder soberano. (…) en la misma línea, el biopoder, además de no oponerse al poder soberano, genera una superposición de las estructuras y tecnologías, en una suerte de andamiaje.” (Salinas, 2014, pág. 41)

[9] Para Salinas, estos “giros” se encontrarían en el curso del Collége de France, “Seguridad, Territorio, Población.”

[10]  Esto desde la edad media y hasta el siglo XVI aproximadamente.

[11]  “Es importante tener a la vista las lógicas de continuidad y superposición, a la vez que las dinámicas de discontinuidad y desplazamiento. No se trata entonces que las soberanías nacionales, que se ejercen sobre el territorio desaparezcan; sino que quedan expuestas a una transformación profunda. Se trataría de soberanías gubernamentalizadas.” (Salinas, 2014, pág. 52)

[12]  Resulta relevante poner en perspectiva histórica este desarrollo (los comentarios entre paréntesis son nuestros): “El Estado de justicia (característico del período feudal) se relaciona con la ley, escrita o consuetudinaria. El Estado administrativo (en los siglos XV y XVI) se relaciona con reglamentos y disciplinas. El Estado de gobierno (en los siglos XVII, XVIII y XIX, principalmente), en cambio se relaciona con dispositivos de seguridad. Hay que preguntarse aún qué serían estos dispositivos de seguridad. En principio ya es posible suponer que se trata de tecnologías distintas a los dispositivos disciplinarios.” (Salinas, 2014, pág. 57)

[13]  Un régimen de verdad, en este contexto, se entiende como “el cruce de ciertas prácticas y saberes que constituyen e instalan una verdad. No una apariencia de verdad; sino todo lo contrario. La potencia de un régimen de veracidad consiste en que tiene la capacidad de generar realidad. (…)Un régimen de verdad genera un horizonte de sentido. En la medida que este régimen de verdad se vuelve hegemónico, el horizonte de sentido que genera se presenta como ahistórico. En buena medida historizar el surgimiento de este régimen de verdad, realizar su genealogía, es ya una propuesta contrafáctica que impide la  deshistorización del horizonte de sentido y de verdad, como horizonte único y definitivo. Para Foucault, esa racionalidad gubernamental, ese particular arte de gobierno autolimitado por el principio de economía máxima del Estado y que constituye un régimen de verdad es lo que en términos generales sirve como primera caracterización del Liberalismo.” (Salinas, 2014, págs. 66-67)

[14]  Salinas indica que esta línea argumentativa fue desarrollada por Foucault en el curso “El Nacimiento de la Biopolítica”.

[15]  “La regulación funciona entonces con un sistema de reglas endógenas y aplicables al marco, reglas que generan una serie de procedimientos. La normalización de los sujetos, no se relaciona ya con una idea de uniformidad o tipos ideales o esenciales normales. Lo múltiple y lo diferente es valioso en la medida que participa del juego como homo oeconomicus, como hombre-empresa. Para lo cual la sociedad instala mecanismos que aseguren la no exclusión permanente y definitiva de los sujetos.” (Salinas, 2014, pág. 78)

[16] A este respecto cabe señalar la crítica que el sociólogo Pierre Bourdieu le realiza al pensamiento económico neoliberal, referida fundamentalmente a la ahistorización que esta orientación teórica realiza sobre las condiciones de producción de las disposiciones económicas de los agentes del campo económico. De tal forma pueden discutirse los postulados ideológicos neoliberales, que realizan: la extensión de un tipo de racionalidad instrumental a esferas de lo social que superan el ámbito estrictamente económico, a la vez que la universalización de una concepción de homo oeconomicus; en estas operaciones se realiza simultáneamente una disociación y una naturalización sobre una categoría específica de prácticas, respecto a la totalidad del orden social en que se encuentra incrustada toda práctica humana (Bourdieu, 2005) a la vez que se configura un régimen de verdad y un modo de subjetivación, particulares.

[17] Esta caracterización del neoliberalismo, como gestión de las condiciones marco para el desenvolvimiento económico resulta clave para comprender el presente chileno, y en particular para estudiar el momento histórico donde comienza a gestionarse la producción de este homo oeconomicus neoliberal: la dictadura cívico-militar que gobernó al país entre los años 1973 y 1989. En este contexto se fueron articulando y desarrollando diversos mecanismos disciplinarios (represión política, encierro en centros de detención clandestinos, tortura corporal etc.) y de gestión, para posibilitar el despliegue de condiciones marco que aseguraran la extensión del mercado (privatización de los derechos sociales, de la seguridad social, de la educación, de la salud, del transporte etc.), posibilitando el tránsito hacia una sociedad neoliberal y de gestión, como la que vivimos actualmente; acá sólo dejaremos anunciada esta posible línea de trabajo, sin profundizar en ello. Algunos elementos que pueden servir para evidenciar esta articulación de lógicas disciplinarias y de gestión, en la producción de un orden neoliberal de gobierno pueden encontrarse en el trabajo de la periodista Naomi Klein: La Doctrina del Shock. Auge del Capitalismo del Desastre (Klein, 2012)

[18] En este período, el activo funcionamiento de la red se refleja en que al año, uno de las números de tal revista, estaba dedicado casi exclusivamente a la publicación de artículos de este grupo de autores.

[19] En esta línea dejamos apuntados acá, algunos artículos que destaca Salinas:
-          Mitchell, Dean. A genealogy of the government of poverty. Economy and Society. Vol. 21, N° 3, 1992.
-           O’Malley, Pat. Risk, Power And Crime Prevention. Economy and Society. Vol. 21, N° 3, 1992.
-          Ring, Patrick. Governance and governmentality: a discussion in the context of UK private pension provisio. Economy and Society. Vol. 39, N° 4, 2010.
-          Osborne, Thomas. On liberalism, neo-liberalism and the ‘liberal profession’ of medicine. Economy and Society. Vol. 22, N° 3, 1993.
-          Stenson, Kevin. Community policing as a governmental technology. Economy and Society. Vol. 22, N° 3, 1993.
-           
[20] Stenson, Kevin. Beyond histories of the present. Economy and Society. Vol. 27, N° 4, 1998.

[21] O’Malley, Pat. Experimentos en gobierno. Analíticas gubernamentales y conocimiento estratégico del riesgo. Revista Argentina de Sociología. Año 5 Nº 8, 2007, p. 158.

[22] “En términos generales, hay que situar a las propuestas de Deleuze para el biopoder, no tanto como herramientas capaces de sostener una perspectiva por sí mismas, sino más bien como un complemento fructífero para la propuesta foucaulteana y como un foco de contraste interesante para los discursos posteriores.” (Salinas, 2014, pág. 140)

[23] “(…) mientras la biopolítica podría entenderse, al menos en algún sentido, como los procesos de lucha, formas de contrapoder e impulso emancipador que se expresaría en la acción de la multitud. En realidad, esta biopolítica afirmativa no parece tener un antecedente en el análisis de Foucault, a no ser de manera  muy general, en el sentido de que todo diagrama es un diagrama de fuerzas y que el poder es fundamentalmente una correlación de fuerzas. Al mismo tiempo que afirma en La Voluntad de saber, que la vida siempre se sustrae, nunca es captada completamente ni reducida sólo a un efecto del diagrama de fuerzas. La vida se resiste. En realidad hay muchas advertencias de este tipo a lo largo de los cursos (…)” (Salinas, 2014, págs. 127-128)

[24] Sobre todo en los siguientes textos, que dejamos apuntados:
Deleuze, Gilles. Post-scriptum sobre las sociedades de control. En «Conversaciones». Trad. José Luis Pardo. Pre–textos, Valencia, 1995, p. 277.
Deleuze, Gilles. ¿Qué es el acto de creación? En «Dos regímenes de locos». Trad. José Luis Pardo. Pre-textos, Valencia, 2008, p. 287.
Deleuze, Gilles. Control y Devenir. En «Conversaciones». Trad. José Luis PARDO. Pre–textos, Valencia, 1995, pp. 273-274.

[25]  Esta noción presentada por Deleuze resultaría útil para interpretar, desde las proposiciones sobre el poder en Foucault, el tránsito de Chile hacia el neoliberalismo buscando articular la dimensión de la represión política (detenciones ilegales, cautiverio y tortura, muerte, desaparición de personas, exilio  etc.) con los cambios en los ámbitos económico, político y jurídicos (plan laboral, privatización de la salud, de la educación, de la protección social, apertura al mercado externo, etc.), no solamente para proponer que tales cambios fueron posibles  gracias a la represión política que anuló la capacidad de resistencia y lucha política – lo cual sólo sería una consideración negativista del poder – sino también para destacar la producción de un modo de subjetivación que da sustento al proyecto neoliberal. Esta elaboración nos abre dos campos de investigación: la continuidad de las prácticas de gestión neoliberales en democracia y las prácticas de resistencia y posibilidades de salida del modelo; esto tomando en cuenta las últimas movilizaciones sociales, que evidencian que todo orden social no se sustenta sólo en términos jurídico-económicos, sino que también en un modo particular de subjetivación, que trasciende a los mecanismos formales de dominio.

[26] Una revisión histórica de los modos históricos de construcción de dos constituciones políticas de Chile (1833 y 1981) que puede resultar ilustrativa sobre esta tesis, puede encontrarse en nuestro trabajo publicado en la revista Pretérito Imperfecto #2 (2014). El segundo ejemplo analizado en tal artículo conecta con el análisis sobre el neoliberalismo y la lógica del Estado de Excepción que posibilita la indeterminación entre la mera vida biológica y la vida política (zoé y bíos, respectivamente) produciendo una situación de excepción que faculta un ejercicio casi absoluto del poder, imponiendo un nuevo régimen de gobierno con sus particulares modos subjetivación y dispositivos de poder.

[27] Este concepto de nuda vida puede ser articulado con el término de estado de shock trabajado por Naomi Klein en el trabajo que ya hemos mencionado, para referir al estado de conmoción – individual y colectiva – provocado por las repetidas ofensivas del neoliberalismo, que anula la capacidad de resistencia o lucha política, dejando a individuos y pueblos a merced del cúmulo de reformas que instalan a los gobiernos neoliberales; variados ejemplos de la historia reciente pueden ser encontrados en Naomi Klein (2012): La Doctrina del Shock. Auge del Capitalismo del Desastre.

[28] “(…) en términos generales, en Homo Sacer I. El poder soberano y la nuda vida, la referencia fundamental que caracteriza la nuda vida es la figura  del Homo Sacer. La figura del derecho romano, que configura un sujeto al que se le puede matar, sin cometer homicidio, y a la vez que es insacrificable, desde el punto de  vista ritual. Es decir, está excluido de la condición jurídica que aplica a los otros hombres, y a la vez todos resultan soberanos respecto de él, pues cualquiera puede ejercer sobre él, el derecho de muerte.” (Salinas, 2014, pág. 152)

[29] Reproducimos aquí, un testimonio al que hace referencia Agamben y que es citado por Salinas: “Recuerdo que, mientras bajábamos las escaleras que conducían a los servicios, hicieron bajar con nosotros a un grupo de Muselmann, como los llamaríamos después, que eran los hombres momia, los muertos vivientes; y los hicieron bajar con nosotros sólo para hacérnoslo ver, como para decirnos: llegaréis a ser igual que ellos.” (Salinas, 2014, pág. 153)

[30] Estas dos figuras que propone Agamben, podrían ser útiles en el estudio de los modos de subjetivación presentes en las diversas dinámicas de represión política (detenciones ilegales, encierros prolongados, torturas y castigos físicos, humillaciones psicológicas etc.) que caracterizaron a la transición de América Latina hacia el neoliberalismo; que, siguiendo la argumentación de David Harvey, no se dieron sólo bajo formas dictatoriales, sino también mediante dispositivos de excepción, gestión e inmunidad en períodos democráticos:  “How was neoliberalization accomplished, and by whom? The answer in countries such as Chile and Argentina in the 1970s was as simple as it was swift, brutal, and sure: a military coup backed by the traditional upper classes (as well as by the US government), followed by the fierce repression of all solidarities created within the labour and urban social movements which had so threatened their power. But the neoliberal revolution usually attributed to Thatcher and Reagan after 1979 had to be accomplished by democratic means. For a shift of this magnitude to occur required the prior construction of political consent across a sufficiently large spectrum of the population to win elections.” (Harvey, 2005, pág. 39)

[31] “Pero el segundo movimiento es más complejo aún. Agamben propone que esta estructura es el paradigma, el nomos, la matriz oculta de la actualidad. El campo, es la estructura de la soberanía que realiza el Estado de Excepción y convierte al ciudadano en nuda vida. (…) Ahora bien, tal traslación, se sustenta justamente en esta tesis de la íntima solidaridad. Si tal  solidaridad entre totalitarismo y democracia no existe, resulta inaplicable la estructura del campo.” (Salinas, 2014, pág. 157)

[32] Referiremos para esto a un párrafo de Agamben, citado por Salinas: “Una de las tesis que trataré de demostrar es que de la teología cristiana derivan los paradigmas políticos en sentido amplio, antinómicos pero funcionalmente conexos: la teología política, que funda en el Dios único la trascendencia del poder soberano, y la teología económica, que la sustituye con la idea de una oikonomia, concebida como un orden inmanente –doméstico y no político en sentido estricto- tanto en la vida divina como en la humana. Del primero, proceden la filosofía política y la teoría moderna de la soberanía; del segundo, la biopolítica moderna hasta el triunfo actual de la economía y del gobierno sobre cualquier otro aspecto de la vida social.” (Salinas, 2014, pág. 173)

[33] “En realidad, frente a un trabajo como el de El reino y la Gloria conviene hacerse preguntas muy sencillas por ejemplo ¿Por qué un discurso que se pretende emancipador habla hoy de teología? ¿Qué importancia podría tener discusión teológica alguna para hablar sobre los fenómenos políticos, en particular discusiones teológicas tan específicas y hasta extravagantes, para ser sinceros, como los conflictos trinitarios de la  patrística? (…) Hay toda una línea de pensamiento que no acepta la existencia del proceso de secularización de occidente, y ve que el sentido teológico sigue explicando de manera directa las realidades políticas actuales.” (Salinas, 2014, pág. 193)

[34]  Además de estas obras, Salinas destaca las siguientes compilaciones de conferencias y clases: Guías: cinco lecciones en torno a Imperio (2003), Movimientos en el Imperio (2006) y La Fábrica de Porcelana (2006).

[35] Es importante señalar que la noción de Imperio puede remitir a equívocos, en la medida que evoca figuras como el imperio antiguo, o el imperialismo; tal análisis debe ser tratado con cuidado, deslindado con cuidado las actuales características del Imperio como forma particular, no homologable con los otros fenómenos mencionados. Porque, “a pesar de esta insistencia en la condición descentralizada del imperio, la figura histórica que han elegido en cierto sentido los traiciona ¿Se puede concebir el imperio sin un emperador? No es tan fácil concebir una figura imperial descentrada; pues una de las claves del imperio es que todos los caminos llevan a Roma. (…)Por eso aunque, Hardt y Negri insistan en que la lógica imperial de la que hablan no hay que confundirla ni con el imperio antiguo, ni con el imperialismo moderno; de todos modos, imperio es una palabra traicionera.” (Salinas, 2014, pág. 209)

[36] Para el análisis del presente, no podemos sino reconocer la utilidad que presenta esta categoría, en la medida que nos encontramos en un contexto de guerra constante, que no debe interpretarse necesariamente como conflictos entre diferentes estados nación. Como ejemplo local es posible señalar el conflicto en la Araucanía; a escala global sobran ejemplos recientes: el siempre abierto enfrentamiento Israel-Palestina, las revueltas, guerras civiles y golpes de Estado en Egipto, Siria y Ucrania, por mencionar sólo algunos casos, que generan un estado de conmoción general, que abre paso a nuevas articulaciones del poder a escala global, con el consecuente avance del neoliberalismo.

[37] Una advertencia realizada por Salinas y que vale la pena tomar en cuenta, refiere a que a pesar de las acusaciones post-estructuralistas que se han vertido, la propuesta de Imperio está lejos de serlo, toda vez que se trata de un nuevo proyecto omnicomprensivo, una teoría englobante, que busca describir el nuevo modelo de soberanía mediante la forma sistema-mundo como esquema general de interpretación.

[38] Existen tres obras que Adán Salinas señala como claves para la comprensión de este período de la obra de Esposito: Communitas. Origen y Destino de la Comunidad (1998), Immunitas, Protección y Negación de la Vida (2002), y Bios. Biopolítica y Filosofía (2004).

[39] El pensamiento impolítico se levantaría en oposición al pensamiento hobbesiano que busca hacer invisible el conflicto, justificando la respuesta inmunitaria como solución al mismo, pontificando al Estado de derecho, o al decisionismo soberano como aquellas fuerzas capaces de detener los conflictos que amenazan a la comunidad.

[40] “(…) lo valioso de tal categoría no está en su condición “originaria” sin en la propuesta política que encierra y que define su sentido. La alternativa al fascismo de la comunidad, sería una ausencia de identidad, un vínculo que reconoce que no hay nada en común salvo la deuda, la corresponsabilidad de unos con otros en cuanto viven en común como hecho básico.” (Salinas, 2014, pág. 258)

[41] Esto pues, como hemos visto en su momento, la noción propuesta por Foucault resulta más bien instrumental, por lo que se hace difícil asumir una ontologización u origen etimológico que determine una suerte de esencia del concepto.

[42] De tal modo, el léxico político moderno recobra el sentido, en la medida que revela su condición originariamente inmunitaria. Con todo, Salinas vuelve a plantear la advertencia: una cosa es interpretar al léxico político moderno ocupando este enfoque, y otra es afirmar la relación esencialmente negativa que la vida tendría con el poder. “¿Se trata de una reactivación fuerte en clave inmunitaria del vital-organicismo? En realidad a este respecto hay que aplicar la misma hipótesis de la incertidumbre que Esposito utilizaba respecto a Foucault. Resulta que en muchos pasajes -como lo hemos documentado ampliamente- Esposito toma distancia de la derecha romántica, se opone al nazismo y también a las derivas de una democracia puramente institucional; pero resulta también, que la semántica inmunitaria parece desbordar las condiciones del símil en un movimiento peligrosamente cercano al que derivó la semántica del cuerpo político.” (Salinas, 2014, pág. 285)

[43] El paradigma inmunitario también puede ofrecer ciertas claves de interpretación para la realidad chilena: el golpe de estado de 1973 puede ser entendido como una reacción inmunitaria contra la politización subalterna que, en un contexto marcado por la proposición de reformas radicales que modificaban la distribución del poder y la riqueza, ponía en peligro a la comunidad sociopolítica instituida durante en el Estado de compromiso o nacional-desarrollista. A la vez, respecto a conflictos nacionales actuales, como el que agita a la zona de La Araucanía, o los recientes bombazo en la capital del país, queda por verse cuales son los mecanismos inmunitarios que se desplieguen, buscando proteger el orden actual, proteger la vida de los ciudadanos, empleando la muerte.

[44] Además de Maurizio Lazzarato, en este grupo destacan figuras como Yan Moulier Boutang, Antonella Corsani, Carlo Vercellone, Andrea Fumagalli, entre otros.

[45] En el libro Capitalismo Cognitivo editado por la editorial Traficante de Sueños el año 2004, es posible encontrar el desarrollo de estos planteamientos; compila mayoritariamente artículos aparecidos en la revista Multitudes.

[46] Para remarcar la diferencia entre este concepto y el de trabajo inmaterial, Salinas señala: “En este caso, queda claro que no se trata solamente de observar algo así como una industria especializada del conocimiento; sino de entender cómo el conocimiento transforma las relaciones de producción en su conjunto. (…) Se trata de describir precisamente un nuevo régimen de acumulación (…)caracterizado por las transformaciones en las relaciones de capital-trabajo en la producción; y al mismo tiempo por las relaciones que no dependen directamente de la esfera del trabajo, como la gestión y distribución de la producción cognitiva.” (Salinas, 2014, pág. 303)

[47] Respecto al concepto de producción biopolítica trabajado por Hardt y Negri, Salinas señala que supone que “al menos es posible teorizar, no sólo que el capital se apropia de las formas de vida; sino que las formas de vida no pueden ser apresadas completamente por el capital y en ese juego, son las nuevas formas de vida las que inundan la producción económica y las estructuras del capital. Esto último puede ser una convicción necesaria de sostener políticamente, pero no un elemento claramente observable desde el punto de vista de las actuales organizaciones económicas.” (Salinas, 2014, pág. 308)

[48] Es posible evidenciar esto gracias a la reseña crítica que el autor publicó en 2005, sobre tales cursos de Foucault, que habían recientemente publicados, en la revista Multitudes N° 22. La traducción al castellano de tal material, se encuentra disponible aquí.

[49] Evidencia empírica sobre el modo de subjetivación que caracteriza al Chile neoliberal actual, en un contexto donde los créditos de diverso tipo – educacional, hipotecario, de consumo – marcan la pauta de las trayectorias vitales, es posible encontrarla en el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo correspondiente al año 2012: Desarrollo Humano en Chile. Bienestar subjetivo: el desafío de repensar el desarrollo. (PNUD, 2012)

[50] Salinas advierte en esta línea sobre la especificidad biológica de los conocimientos incorporados por Rose, a la vez que la distancia que ello implica respecto al trabajo de Foucault, quien progresivamente se aleja del ámbito biomédico, para centrarse en la gestión y la economía política.

[51] Citamos el argumento de Rose, cuya referencia se encuentra en (Salinas, 2014, pág. 322): “Pero lo que es crucial, para los propósitos presentes, es que "biopolítica molecular" se refiere ahora a todas las formas en que tales elementos moleculares de la vida pueden ser movilizados, controlados y dispuestos en sus propiedades y combinados al interior de procesos que previamente no existían. Esto quiere decir que, en este nivel molecular la vida misma ha llegado a abrirse a la política.”